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1987
En algún lugar del océano Atlántico
Sea City
Una larga y lacia melena negra era vigilada con lujo de detalle por los coloridos habitantes submarinos, y es que no era muy normal ver a un cola de orca nadando entre peces tan alegres y pacíficos como ellos. El sireno tan peculiar era de pupilas negras, el resto era rojo, su piel pálida como arena al sol y su aleta negra con contrastes blancos intimidaba las colas arco iris tan llenas de vida. Entre sus matas negras podían verse unos mechones blancos y rojos, y podría pasar menos desapercibido si tan solo no pareciera un secuestrador con ese semblante tan intimidante y serio, y esa temible cicatriz palpitante en su aleta. Bi era su nombre y odiaba ese lado de la ciudad, pero si quería que su negocio no fracasara debía tener una sucursal ahí.
Pasó unos 20 minutos nadando entre payasos, ángeles, e incluso gatos para de ese modo llegar a la pequeña residencia de coral que había comprado, justo debajo de la colosal edificación de corales. El sireno orca sacó las llaves de su nueva morada y abrió la puerta sin expectativas, pues para el precio tan accesible bajo el que la había comprado cualquier cosa era posible. Afortunadamente solo un par de grietas adornando la mayor parte del techo y una gran roca roja que despedía desconfianza lo recibieron.
Apenas un par de minutos después de cerrar su puerta que esta fue tocada por nadie más ni menos que su primera y única empleada: Maki la foca, enemiga por naturaleza, mejor amiga por equivocación. La fémina ante su puerta podría parecerle bastante adorable bajo otras circunstancias, pues con esos grandes ojos violetas, su melena rubia y voluptuosa y esa graciosa cola ocre que contrastaba con su piel achocolatada y los bigotes era más que impensable el que esta fuese capaz de hacerle daño a un plancton, pero todo ello no era más que una fachada, una muy convincente fachada, pues detrás de ella se escondía el propio kraken.
Para Bi era imposible enviar a su mente algún recuerdo anterior a su primer encuentro con esa maestra de la arquería, pues este se había dado acabo cuando no eran más que niños, por lo que Maki ya era tan importante en su vida como cualquier miembro de su familia.
Eso sí, ni por ser familia le perdonaría haber comenzado a salir con ese delfín tembloroso que ahora era su novio sin siquiera consultárselo, ¡podían decirle que el tipo le tenía miedo a su propia sombra y se lo creería al instante!
- Hola Biggy -saludó burlesca el mamífero de sus pensamientos, amargando su mañana para variar.
- Es Bi, ¿de acuerdo? -si tan solo los de la realeza no fuesen los únicos con apellido...
- Mientras no venga en tu acta de nacimiento seguirás siendo Biggy para mi -Maki fue la única sin un tornillo que pidió una solicitud para su pequeña gran empresa, hecho que agradecía profundamente. Sabía bien no era aficionada de matar humanos pero si que era consciente de que con él quejándose de su falta de interesados a todas horas no haría más que atrasar lo inevitable.
- Ajá, como sea, ¿has visto a Larry? Debió traer mis cosas de la mudanza hace como una hora pero acabo de llegar y no hay nada.
- Ni idea, ese chico está loco desde que lo contrataron en ese centro de paquetería y correos -las mantarrayas como él eran candidatas ideales para transportar cosas, por lo que no era raro que estas hiciesen provecho de ello para conseguir empleo, entre todas ellas Larry, quien necesitaba un empleo para continuar donando a los hospitales, tal como hacía cada año.
- ¿Loco cómo? -preguntó el otro descolocado, aparte de su ausencia de palabras él lo veía muy... Larry.
- No sé, es que me parece un zombie.
- Será que no duerme bien -se excusó encogiéndose de hombros, haciendo bailar su cabellera entre las aguas en el proceso.
- No, no, no se ve adormilado, yo lo definiría más bien como idiotizado.
- ¡Uy sí, su empresa le lavó el cerebro y ahora está hipnotizado para ser su esclavo por toda la eternidad! -se cruzó de brazos tras sarcástico comentario.
- Yo no dije eso -murmuró la otra, avergonzada.
- ¡Y hasta que llegas, Larry!
La manta raya majestuosa de colores turquesa y celeste dejó sus pertenencias toscamente en la arena, hizo un asentimiento de cabeza y se fue. Tenía los ojos totalmente en blanco y la quijada tan floja que en cualquier momento se le saldría la lengua. Maki rodó los ojos indignada.
- No le habrán lavado el cerebro pero sí que se volvió muy grosero -tomó uno de los muebles de Bi y lo empujó adentro con un aletazo.
- ¡Más cuidado que el amueblado es antiguo! -advirtió su anfitrión enfurruñado.
- ¡Claro que lo es, te da un paro cardíaco si gastas!
- Tampoco es para que me insultes, la economía no ayuda para nada...
- Ajá, culpa a la economía de tu tacañería -acomodó el mueble contra la pared mientras procuraba un ángulo adecuado, y de repente sonó su teléfono: una almeja con una burbuja como pantalla y un mineral como fuente de energía. Al abrirla no tardó en aparecer una esfera dentro de la cual se proyectaba la imagen de un moreno de pelo castaño y el flequillo obstruyendo la visión en su ojo derecho con la cara de animal degollado.
- Hola -fue su seco saludo, cosa que se creía imposible estando en el agua,
- Hola -contestó su pareja sonriente.
- ¿Estás ocupada?
- Nah, solo un poco ¿ocurre algo?
- Es que... ya son las 5:00 y todavía no llegas a mi casa -dijo con ese tono de mamila que tan gordo le caía a Bi.
- ¿A tu casa? ¿teníamos planes hoy? -interrogó sorprendida.
- Hoy ibas a conocer a mis padres ¿lo olvidaste? -dio remate con su papel de víctima, ese que le encantaba usar para que Maki no lo viese.
- ¡Percebes! Es que Bi no dejaba de presionarme que lo ayudara con la mudanza y lo olvidé por completo.
- ¿Que yo qué? -preguntó el mencionado como el reverendo chismoso que era.
- Cancelo mis planes con él y te veo en 15 minutos ¿bien? 15 minutos
- Si, está bien -sonrió triste intentado terminar la llamada, después de todo ya había obtenido lo que quería. En serio lo odiaba tanto...
- Bueno, te veo pronto, te quiero.
- Yo te quiero más -colgó y se largó de su casa tras una despedida que ni lo fue tanto pues no hubo más que un breve abrazo de por medio, mientras que él se encargó de meter cada cosa al interior de su morada antes de que las aguas empezaran a helar. Todos en esos mares le temían a la noche porque ahí salían los aguas negras: tiburones, peces globo, pulpos, medusas y todo tipo de alimañas tramposas que disfrutaban de cometer ilegalidades. Él no les tenía miedo, era amigo de muchos de ellos, pero en ese momento no estaba de humor, al ser un mamífero debía ir a la superficie a respirar y luego volver para dormir, mañana ya colgaría sus carteles con Maki y Ucstav y quién lo sabía, tal vez algún sujeto desesperado lo contratase para deshacerse de un irritante humano.
¡¿Con amigos como esos para qué quería enemigos?! La foca y el pulpo traidores cancelaron de último minuto, la primera porque tenía planes con su noviecito querido y no quería quedarle mal otra vez mientras que Ucstav por una ruptura amorosa o algo así, pues lo único que hizo para excusar su falta fue moquear y balbucearle al teléfono.
Decidió sin más dormir unos minutos más y pegó el ojo, escuchando perfectamente las olas que el mar ofrecía aquel fatálico día en el que su aprecio a la humanidad murió, y junto a él, una parte de sí mismo.
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