Capítulo 6. «Presentaciones, reencuentros, y pláticas»

-¡Fantástico despliegue de emociones, Adaliah, pero esto es una competencia! -exclamó Raniya después de ver aquella escena. Parecía divertida y asqueada al mismo tiempo, una combinación no muy habitual-. Por los dioses, ¿Me dejarán continuar?

Ranik dejó que Adaliah lo guiara hacia el centro de bebidas del salón mientras no podía evitar observar a Raniya con ojos curiosos. Por todos los cielos, era el cuerpo de Amaris, más veía la diferencia con tan solo escucharla. La Luna parecía un tanto inestable, loca, y excéntrica.

Ni siquiera sabía realmente bien porque estaba ahí, pero parecía que no importaría mucho porque tenía a alguien que pudiera guiarlo. Adaliah se veía bien, podía caminar, estaba sana. Tal vez eso era suficiente.

-Ahora, en nombre de Dafaé, viene ¡Yian!

Yian asintió y caminó junto a Dafaé con cierto aire temeroso. Raniya explicó que ya solo faltaban Skrain y los gemelos, argumentando algo sobre que los demás dioses tenían mejores cosas que hacer y minimizando el que estuvieran ocupados cuando Ranik sabía que había algo más escondido detrás de ello.

-Ahora, en nombre de Skrain. Suzzet Evéil de Brounnet, princesa de los elfos.

Skrain y Suzzet bajaron viéndose como una especie de pareja perfecta de la que Adaliah no pudo evitar sentirse celosa. Dioses, Suzzet llevaba un vestido rojo al igual que el de Elina, aunque un poco más oscuro, parecido al color del vino. Era realmente un buen partido para ser campeón. Adaliah no estaba segura de cuáles eran sus habilidades, pero sabía que era buena, además de todo eso de que volver de la muerte amplificaba los dones, fueran los que fueran.

Adaliah creyó, de nuevo, que ya nada podía sorprenderla. Entonces Raniya anunció al campeón de los gemelos, y todo cambió.

-Ella es Alannah, nuestra antigua subordinada, también ha sido reina, princesa, y guerrera.

-No, esto no puede estar pasando.

Alannah bajó las escaleras acompañada de aquellos dos gemelos de los que tanto había oído. Tetis y Metis. Eran un par escuálido y al mismo tiempo atractivo, porque tenían facciones cambiantes que a ratos se veían delicadas y bellas y que a otros ratos se veían feas, raras, hasta haciéndolos parecer cadáveres en vida. Tenían el cabello negro, piel pálida y grisácea, ojos negros también. Eran altos, más altos que Alannah al menos, y la presentaron tratándola como a una especie de juguete o esclava.

-¿De verdad dejarás que te sigan utilizando? -preguntó Adaliah cuando tuvo la ocasión de hablar con ella-. Esto no es más que un juego para ellos.

-También te están utilizando a tí, hermana -fue lo que Alannah contestó-. Y sí, después de haber visto lo que me espera en las profundidades del inframundo, esto no será nada.

-Además -la siguiente en meterse en la conversación fue Tetis, la gemela. Pasó sin nada de delicadeza sus largas y monstruosas uñas sobre el rostro de Alannah, rasgándole la piel- Nuestra Alannah no puede irse. Su vida está atada aquí, a nosotros, y sabremos cada cosa que haga. Preferimos traer a alguien totalmente dependiente de nosotros que a un bicho vivo que escape en cualquier momento.

-Será un placer compartir mi tiempo con ustedes, especialmente con mi esposo -dijo Alannah.

-No somos nada, tú y yo. Nada -fue lo que Ranik contestó.

Alannah no pareció ofendida. De hecho, estaba tranquila, demasiado. Y fue así hasta que vió a Connor, aquel al que le había quitado la vida, acercarse hacia ellos.

Ni siquiera le dirigió la mirada a Alannah. En vez de eso fue directamente hacia Ranik, al que le dijo:

-Me alegra mucho verte, amigo mío.

Connor se veía radiante, limpio, y hasta maduro. Adaliah lo había visto antes de que muriera, y sí, no se veía nada bien antes, pero aún seguía siendo un joven, tenía un rostro inocente cuando se fue, de niño. ¿Podía alguien cambiar tanto aún después de la muerte?

Los dos amigos de abrazaron, y ella no pudo evitar sonreír de forma incómoda, aún más cuando Alannah pareció huirle a Connor como si fuera una leprosa o algo parecido. Tal vez a la antigua versión de ella le hubiera parecido divertido, más, a la nueva, le parecía patético. Patético que Alannah reviviera para ser el juguete de los dioses, patético que la muerte fuera tan dolorosa y simple al mismo tiempo.

Adaliah miró a Alannah llegar hasta los gemelos, que la hicieron sentarse y comenzaron a acariciarle el cabello de forma extraña. Los dos estaban demasiado coordinados. Juntos le quitaron a Alannah el cabello del cuello y la cara, para después comenzar a acariciarle el cuello de una forma aún más extraña e incómoda. Adaliah enfocó la mirada, notando como Alannah tenía una enorme cicatriz en el cuello, la señal que aún la acompañaba, las evidencias de la forma en que Piperina la había derrotado.

-Concéntrate en mí, Adaliah, que para eso te he traído -Akhor jaló a Adaliah de la muñeca, acercándola a él, que divertido la fulminó con aquellos ojos claros-. Sé que tienes conocidos, más no me importa por el momento, ¿Entiendes?

-¿Por el momento? -Adaliah se soltó de su agarre, luego, en tono molesto, contestó-, creí que no me forzarías a hacer cosas que no quisiera hacer. ¿Tengo qué aguantarte a tí y a tú prepotencia todo el tiempo que esté aquí?

-Sí -contestó él. Pasó una mano por su cabello, ese lacio y casi blanco cabello, y la miró de manera tan intensa que a ella se le cortó la respiración-. Este soy yo. A este tienes que soportar. Siendo así, acéptalo, por todos los dioses.

Adaliah frunció el ceño y desvió su mirada hacia Connor y Ranik, que la observaban desde lo lejos con mirada fuerte y decidida. Parecían enojados, tal vez estarían dispuestos a ayudarla. Aún así, ella negó con la cabeza para minimizar las acciones de Akhor. Era un niño mimado y había que darle por su lado.

-Creí que para ti era más divertido jugar -dijo. Le pasó una mano por la solapa de su traje, acariciando de subida y bajada, y haciendo que, aparentemente, se relajara-. Conseguir mi atención de a poco.

-Pues sí -contestó él, se alejó entonces de ella, y luego completó-: Vamos a cenar.

Las puertas del lado este del salón se abrieron entonces, de par en par, dejándolos pasar hacia el elegante comedor que los esperaba. La mesa estaba servida ya, tantos platos que Adaliah no los podía ni contar. Varios de los asistentes que no competían se presentaron con ella, parecían entusiasmados y alegres, era fácil tratarlos, semejante a la sociedad con la que Adaliah se juntaba en su hogar.

La mayoría de los semidioses eran hijos de los dioses menores, como de Arahn, diosa de las bestias, o los gemelos, incluso había hijos de Consus o Dafaé. El que más le llamó la atención a Adaliah fue uno llamado Ianor, que era hijo de Consus y Dafaé, por lo tanto venía siendo una especie de dios menor, pero que no tenía tanto poder como los otros veinticuatro, era el dios de la suerte. También estaba Leo, hijo de Virnea y Consus, que en un tiempo, (demasiado lejano), habían sido esposos.

Leo y Ianor eran mejores amigos. Iban de un lado al otro, juntos, reían y hacían comentarios sarcásticos, así como también se sentaron uno al lado del otro en la cena.

Por su parte, Alannah disimuló la manera en que siguió a Connor, más no disimuló cuando llegó a sentarse a su lado. No sé dirigieron ni una palabra durante la cena, más ella lo miraba, fijo, con evidente culpa.

La cena fue más rápida de lo usual. Todos comían, se divertían, y Raniya no participó tanto en los cotilleos, sino que observó, satisfecha de sus ideas y acciones.

Ya cuando estaban trayendo el último plato, el postre, Raniya alzó su copa y llamó a todos a que le prestaran atención.

-Esta noche ha sido magnífica -comenzó diciendo-. Se han hecho presentaciones, se han reunido antiguas amistades. Siendo así, varios de ustedes aún no saben bien que es lo que hacen aquí. Otros, incluso, saben que serán probados, más no hasta dónde. Les explicaré, entonces, la naturaleza de mis acciones. Todos ustedes, campeones, serán probados. Se les enseñará en todas las artes de la magia, así como también se les preparará, se les enseñará, y así podrán ser miembros valiosos de nuestra orden.

Ranik se levantó, ofuscado. No estaba dispuesto a unirse al bando enemigo.

-¿Por qué cree usted que yo me uniré a sus...?

-Les diré una cosa -fue lo que dijo ella, llena de orgullo, y en tono lento y meditado- Sé que todos tienen algo, algo que desean demasiado. Sino quieres quedarte para aprender a luchar en mi nombre, Ranik, o cualquier otro entre ustedes, entonces solo quédense a competir, y eso que desean será suyo.

-¿Y cómo? -preguntó Connor, que, con mirada entornada, bajó su copa y tomó a Ranik, que estaba a su lado, de la muñeca para evitar que se levantara- Son dioses, sí, pero no son todo poderosos. Además, los deseos de cada persona son distintos.

-Tal vez como uno no somos omnipotentes y todopoderosos -fue lo que Raniya contestó- Pero como conjunto si tenemos poder suficiente como para cumplir uno, un, deseo. Esto es para divertirme en lo que Zedric consigue su verdadero poder, tampoco piensen que durará tanto.

El silencio le siguió a las palabras de Raniya. Todos pensaban en aquello que tanto deseaban. Ranik quería el cuerpo de Amaris de vuelta, Connor sacar a su familia completa de los campos de pena. También estaba Suzzet, que deseaba ser libre de su legado con los elfos, y Adaliah, que quería ser libre. Poder irse con sus piernas rehabilitadas.

-No tengo ni que preguntar -Raniya estaba sonriente, convencida de su éxito- Entonces, que el juego comience.

La cena terminó más o menos una hora después. Raniya se disculpó, diciendo que no tenía ganas ni de bailar ni de tratar más con los demás, siendo así se fue, y con ella todos fueron a descansar todos los demás.

Connor y Ranik estaban dispuestos a irse cuando, de improviso, Alannah tomó a Connor de la muñeca, deteniéndolo. Sus ojos rogaban por clemencia.

-¿Puedo hablar contigo? -preguntó. Connor se giró hacia ella, mirándola altivamente, más no contestó. Fue Ranik el que habló, diciendo:

-¿No tienes ni siquiera un poco de vergüenza? Tú le quitaste la vida a Connor, ni siquiera me dejaste descansar. Dioses, déjalo en paz.

-Hablaré con ella -dijo Connor por fin, haciendo que Alannah creyera, por un momento, que las cosas tenían un remedio-. Volveré a nuestros aposentos enseguida, ve solo.

Ranik miró a Connor por unos segundos antes de marcharse, más, después, asintió, como dándole a entender que confiaba en él.

-Connor, primero que nada yo... -Alannah bajó la mirada, dubitativa- Quiero disculparme. Actué mal contigo, me dejé llevar por los mandatos de Raniya, y, lo sé, estuvo mal. Muy mal. Quiero que todo sea como antes, que... -esto lo decía mirándolo fijamente, y justo cuando iba pasando una de sus manos por su cabello, de forma cariñosa, él la detuvo, diciendo:

-He escuchado suficiente. Si crees que con eso podrás cambiar tus errores, todos los que has cometido, eres más ingenua de lo que pensé. ¡Por los dioses, Alannah, no soy el único al que ofendiste! Cometiste muchísimos errores. Dejaste que tú reino se hundiera, poco a poco, hasta las profundidades de la pobreza. Mataste a tú madre, también. ¿No te sientes mal por lo que has hecho? Eso, eso demuestra lo mal que estás.

Alannah se quedó callada por varios segundos. Tenía la mirada vacía, sus ojos claros parecían pozos sin fondo.

-Hice muchas cosas malas, pero, y créeme cuando digo esto -Alannah suspiró, decaída- A tí es al único al que realmente he querido. Mientras estuve en los campos de pena lo único en lo que pensé fue en tí, en la forma en que te traicioné, y en lo mucho que te amo.

-No sabes lo que es el amor -contestó Connor-. Y nunca lo sabrás.

Dicho esto, se marchó. Las habitaciones de los campeones estaban en el primer piso, el de invitados. Ahí estaban esperándolo Ranik y Suzzet, que conversaban sobre la cena entre risas y tonos serios. Ya habían sido más o menos amigos antes, cuando en la muerte ambos habían sido llevados a la ciudad de los vencedores.

Connor sabía de su amistad porque, al llegar a la ciudad de los vencedores, ambos se habían encontrado y él, como siempre había estado enamorado de ella, se mantuvo cortejándola tanto como pudo. Suzzet al principio se mantuvo un tanto cercana a él, más, con el tiempo, volvió a concentrarse en su vida anterior, (con los elfos), y se alejó más, así hasta que dejaron de ser tan cercanos como antes.

Suzzet se veía bellísima aquel día. Su cabello siempre brillaba con la luz de las velas, oscuro, largo y delicado. Alzó la mirada cuando lo vió llegar, luego dijo:

-¿Y? ¿Cómo estuvo la conversación con tú noviecita? -preguntó, con sarcasmo. Connor negó con la cabeza, y contestó:

-No somos nada, ni lo seremos. Es más, nunca fuimos.

-Son temas delicados cuando se trata de hablar de Alannah -dijo Ranik con pesadez-. No podemos hablar de eso con tanta delicadeza.

-Lo siento, lo siento -se disculpó Suzzet-. Pero, de todos modos, ¿Qué es eso que tanto desean ustedes como para quedarse aquí?

-No me siento tan cómodo para decirlo -dijo Ranik con lentitud-. Simplemente es parte de mis problemas, y es doloroso. Es mejor que nos quedemos aquí y ayudemos a Adaliah, Eadvin, y Skrain, tanto como sea necesario.

-Por eso es que me quedo aquí -contestó ella-. Yo no tengo un deseo que quiera con todo mi ser, algo que me aflija. De hecho, estaba bastante cómoda con mi no vida en el Inframundo, y volveré cuando sea posible.

Esto lo dijo mirando a Connor de reojo, como dándole a entender que siempre, pasara lo que pasara, quedaría su vida en el inframundo como lo era antes. Él no sabía cómo interpretarlo. Ranik, por su parte, agregó:

-Gracias. Es bueno que te quedes para apoyarnos. Ahora, bueno, Connor...

-Simplemente se disculpó. Me dijo que soy la única persona a la que amó, y simplemente le dije que no toleraré que se acerque a mí, porque ella no sabe lo que es amar, y ha cometido tantos errores...

-Los errores no deberían de definir a una persona -contestó Suzzet. Connor negó con la cabeza.

-No son sus errores -dijo-, sino que no tiene ni un poco de culpa, no hay nada en su conciencia, y lo único que le importa es restablecer aquello que una vez la hizo feliz. No seré parte de su intento por sentirse mejor, mucho menos cuando cree que lo único que hizo mal fue asesinarme a mí.

Dicho esto, Connor se marchó a sus aposentos sin siquiera mirar atrás. Sabía que Ranik le daría espacio, más con Suzzet no podía adivinar nada porque todo con ella era inesperado. Siendo así, trató de no pensar mucho las cosas, y fue a dormir.

Para Connor aún era extraño estar muerto. Se sentía vivo en ciertos aspectos, como en el sueño, más no tenía hambre, ni forma de llenarse, y cuando luchaba era mucho más fuerte, y no podía morir, porque ya lo estaba. Había otras almas que se deshacían con unas cuantas luchas o heridas, más la suya, por tener dos habilidades, las de un Ramgaze y un llamado por la Luna, soportaba bastante.

Siendo así, llegó a sus aposentos y trató de dormir. No pudo, su mente estaba llena de ideas, y, de todas maneras, su cuerpo no lo sentiría, porque no lo tenía. Tener ansias de dormir no significaba sufrir desgaste por no hacerlo.

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