Capítulo único.- El agridulce sabor de la eterna despedida

            El doctor continuaba su explicación y ya a él poco le importaban los tecnicismos. Solo una frase le importaba, una que continuaba retumbando en su cabeza, que causó el llanto efusivo de su madre, un grito ahogado por parte de su hermana, la cual casualmente se encontraba ahí después de haberse quedado porque le pareció que el doctor era sexy, una frase que significaba todo y que marcaba el final de todo lo que pudiera llamar metas.

                Él continuaba dando explicaciones y posibles soluciones, pero para Alex estaba claro, lo sentía dentro de él. Con sus oídos zumbando y su orientación pérdida, tomó su chaqueta y salió, no se dio cuenta que estaba en el patio de la clínica hasta que sintió el frío helado en su rostro.

Miró la blanca nieve cubriendo cada árbol, sintió la nieve debajo de sus pies, el cielo no podía ser más azul y los rayos del sol casi cegaron sus ojos, sus oídos seguían zumbando y él se encontraba como dentro de un sueño. Aspiró todo el aire que pudo y continuó observando los árboles, no sabía qué hacer y su cerebro no quería pensarlo, solo era él y el frío, un frío que cada vez más helaba su cuerpo y que en algún momento lo congelaría por completo.

—¡Alex!

Salió de su estado de inconsciencia al escuchar el grito lloroso de su hermana. Reviró a verla y ella se quedó al borde de la escalera al observar los ojos rojos de él. Quería ir y abrazarlo, pero nunca fue la hermana más cariñosa.

Él observó los ojos llorosos de ella y no quería eso, no quería lástima, así que corrió lejos de ella. Llegó a su moto y se fue, no tenía un rumbo, solo manejó todo lo veloz que su moto podía. Dejó la civilización detrás de él, sentía la brisa ensordecer sus oídos, veía todo a una velocidad que lo hacía borroso y entre todo, escuchaba los latidos de su corazón. Se detuvo cuando el "Boom – Boom" se hizo más doloroso.

Las lágrimas caían sin remedio de sus ojos y con vista borrosa observó aquel gran océano frente a él ¿Qué debía hacer? Siempre lo supo, sabía que ese día llegaría, pero como un tonto lo olvidó, quiso creer que por algún milagro se curaría y suprimió cada síntoma, escondiéndolo con excusas que avivaban su esperanza, la esperanza de que hubiera un "para siempre" en su vida, pero ahí estaba, con pleno conocimiento de que más pronto que tarde debía decir adiós, y el adiós se convirtió en la palabra más amarga que cruzó por su mente.

Tal vez no le tenía miedo a la muerte sino a despedirse.

Se recostó en su moto y observó, observó, y respiró. Eso que palpitaba por él y que ahora odiaba, comenzó a dolerle, se llevó la mano ahí y presionó, quería poder sacarse el corazón en ese momento e irse sin dar explicaciones, sin ver compasión, pero ¿Acaso podía irse sin antes verla?

Un mensaje llegó a su celular y era ella preguntándole dónde estaba. Respiró más hondo, presionó su celular y se levantó, podía ser que le quedara poco tiempo pero no lo pasaría llorando. Nadie debía enterarse de lo que estaba pasando.

Continuó el camino sin pensar, su cerebro estaba tan conmocionado que no quería funcionar. Entró y allí estaba ella, hablando con él, reía como lo hacía siempre que estaban juntos, entonces su cerebro salió de su colapso y supo lo que debía hacer.

Todo parecía cada vez más claro e incluso se sintió feliz por el resultado, pero entonces lo escuchó y eso no estaba bien, no para sus nuevos planes.

—Entonces... vas a casarte —dijo sentándose al lado de Chace.

—Las noticias corren —exclamó un poco molesto a la vez que tomó un poco de cerveza —. Solo no digan nada, porque aún no se lo propongo a Tiffany. Ni siquiera sé cómo hacerlo —reía —, deberías ayudarme en eso. El romance es lo tuyo.

Intentaba sonar divertido, pero Alex sabía que no era feliz, lo supo desde el mismo instante que Elisa lo dejó y él comenzó a sanar su frustración con una mujer y otra. Ahora se sentía culpable, él debió hacer algo, en cambio solo disfrutó de su felicidad sin importarle la de Chace.

—¿En verdad piensas hacerlo? ¿Casarte? —Preguntó, ya era momento de empezar a actuar bien.

—¡Sí! ¿Por qué todos piensan que estoy loco?

—No te molestes, es solo que... —No sabía cómo decirlo.

—Tú deberías pensar hacerlo también.

—¡¿Qué?! —expresó saliendo de sus pensamientos.

—¿Por qué no le has propuesto matrimonio a Elisa? Entiendo que todos estamos jóvenes, pero ¿Esperas encontrarte a alguien más? ¿Le das tiempo para que se enamore de alguien más? Porque te digo que ella no te dejará, tú eres su "para siempre" su "happy ending".

Alex no dijo nada por un buen rato. Solo se quedó observando a Elisa, quien reía y maldecía con aquel pollo en una vara que le costaba sostener y que finalmente sin aguantar el calor soltaba. Claro que él no esperaba enamorarse de alguien más, ella era todo lo que quería y se habría casado con ella a los dos meses de ser novios, pero el miedo siempre estuvo presente, la sombra de que no era posible hacer planes y ahora que pensó podía dar un paso más, la vida le decía que eso no era posible. Vio cómo Chace reía observando a Elisa y lo que siempre supo ahora salió de sus labios.

—Aun no la has olvidado —dijo de pronto, no con resentimiento, solo como un reconocimiento.

—¡¿Qué?! ¡Voy a casarme! —esbozó indignado.

—Eso no quiere decir que la hayas olvidado —Debía continuar, hacerle saber que su idea de casarse sin amor era ilógica. Él y ella debían estar juntos y esa ahora sería su nueva meta.

—¿Qué te ocurre? ¿Acaso no estás feliz con ella? Yo soy feliz con mi vida, selo con la tuya.

—Estoy muy, muy feliz con Elisa. Pero piénsalo bien Chace, no te cases por impulso, hazlo por las razones correctas. Un día y me temo que más pronto que lejos te pediré un favor, solo espero que estés dispuesto a ayudarme. —Un nudo se formó en su garganta, decirlo en voz alta era más doloroso, pero para no demostrar su tribulación, sonrió. —Ahora vamos, creo que debemos llamar a un restaurant por comida o no comeremos nada.

Caminó unos cuantos metros flotando en medio de pensamientos. Elisa, Liam e Ian reían al fondo y Chace lo seguía, debía asegurarse de que Chace continuara por su verdadero destino, mientras él veía cómo lidiaba con el suyo.

—¡Chace! —dijo deteniéndose de súbito— Tú dices que soy el "para siempre" de Elisa, pero ¿Cuánto es, para siempre? En un mundo lleno de mortales ¿Qué es mí "para siempre"? —No podía decirle, pero esperaba que él entendiera. —Piénsalo, el "Siempre" se quiebra con tan solo una palabra.

Por la cara de desconcierto de Chace supo que él no entendió lo que quiso decirle, y era mejor así, en su momento lo comprendería.

Ese día era el cumpleaños de su novia y solo en eso debía pensar. No dejaría que la muerte oscureciera cada uno de sus momentos memorables, pero no fue la muerte sino su madre la que con su aparición devolvió la oscura sombra a su mente.

—¡Oh! Hola, pase... Estamos... —Elisa tartamudeaba cada vez que estaba frente a ella, siempre se sentiría culpable y eso Alex lo notaba.

—¡Hijo! —Con reproche y algo de lágrimas en sus ojos se lanzó a abrazarlo.

—Mamá, vamos a otro lado. Ya vengo. —Le dijo a Elisa para inmediatamente salir de la mansión.

Afuera incluso su hermana se encontraba.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó molesto.

—¡¿Qué hacemos aquí?! Te fuiste sin decir nada, no sabes lo preocupada que he estado y la inútil de tu novia que no contesta su teléfono ¿Cómo puede estar riendo y celebrando cuando tú...?

—Ella no sabe nada y así se quedará.

Miró a todos lados esperando que nadie estuviera viéndolos. Abrió la puerta del auto y logró que todos entraran, no quería dar un espectáculo.

—Debes decirle —susurró Amber. Alex solo miró hacia otro lado, no quería escucharlas. —¡Alex! ¡Alex! —gritó exigiendo que la mirara—. Debes decirle.

—Pronto empezarás con un tratamiento, debes cambiar tu estilo de vida, hay que buscar un donante y...

—¡Ella no lo sabrá! Y no pienso hacer nada de lo que dices. —Su madre y su hermana se quedaron sin habla.

—No puedes simplemente darte por vencido —exclamó Amber con molestia—. No eres un cobarde, no eres así Alex.

—¿Y tú qué sabes? Ella no sabrá nada, les prohíbo que le digan a ella o a cualquiera.

—Si no sigues un tratamiento le diré —amenazó y él podía ver la determinación en su rostro—. Promete que te someterás a un tratamiento, que te cuidarás y no diré una palabra.

—¿Por qué me haces esto?

—Porque eres mi hijo y no puedo resignarme a perderte ¡Entiende! Tú vivirás y yo me encargaré de eso.

Alex no quería ceder, pero ¿Acaso tenía opción?

—Puede que mi mamá no diga nada y yo tampoco, pero tú deberías hacerlo, si la amas como dices no puedes engañarla así. Alex...

—No se enterará y fin del asunto. Tomaré cada tratamiento que quieras —se dirigió a su madre— y cumplirás con tu palabra. Ahora debo volver, hablamos mañana.

Le costó volver a la mansión con un semblante de alegría ¿Cómo esconder un corazón enfermo? Él debía hacerse experto en hacerlo, y con una gran sonrisa volvió cuando la torta con sus velas encendidas alumbraba el rostro de Elisa. Un cumpleaños más, temía que no estaría en el siguiente.

***

Después de algunas semanas tenía un plan. Elisa debía odiarlo, o tal vez no ser tan drástico, ella solo debía reconocer que amaba a Chace, él debía dejarla. Le haría creer que estaba enamorado de alguien más o que simplemente ya se aburrió, entonces ella lo dejaría y reconocería que en realidad nunca lo amó profundamente. Era el mejor de los planes, pero llevarlo a cabo no estaba resultando fácil. Cada vez que él quería hablar ella cambiaba de conversación o se iba de viaje o simplemente él la veía y todas las fuerzas de dejarla se iban.

Finalmente seleccionó un día, sin importar lo que pasara ese día le diría adiós, rompería con ella y no se arrepentiría. Debía hacerlo antes de que Chace le pidiera matrimonio a Tiffany.

Ese día no la invitó a cenar, simplemente en la noche le diría. Pasó todo el día en la academia intentando que la música suprimiera sus pensamientos, pero solo logró profundizarlos y cada nota le recordaba lo que debía hacer, le dibujaba lo que debía decir y ¿Sería tan fuerte para verla llorar e irse? ¿Y qué si no lloraba? ¿Qué si no le importaba? ¿Podría vivir él sus últimos días con el dolor de saber que todo era una mentira?

Manejó y las manos le sudaban, conociéndola ella no se daría por vencida, él debía irse, y al hacerlo ella lo odiaría, se repetía que en sus circunstancias era mejor ser odiado que amado, pero la lógica no reconfortó sus sentimientos.

Su corazón estaba triste y para un corazón enfermo la tristeza no es un aliento. Escuchaba la canción Everglow de Coldplay y sus sentimientos de no querer dejarla ir se hicieron más grandes. Sus manos tomando el volante comenzaron a enfriarse, podía sentir frío en todo su cuerpo y un gran soplo en su garganta, el aire comenzó a faltarle y el dolor que oprimía su pecho se hizo insoportable, comenzó a hiperventilar, su vista se hizo borrosa y solo acertó en pisar el freno.

Se tocó el pecho intentando frenar eso que lo estaba matando, desesperado buscó aire, pero el dolor y la opresión en su cuello no cesó ¿Acaso eso era? ¿Estaba muriendo? ¿Era el fin? Tenía mucho miedo y con desespero marcó el primer número en su celular, no pasarían muchos segundos hasta que dejó de sentir y cerró sus ojos sin saber si volvería a abrirlos.

***

Una resplandeciente luz le dio la bienvenida de vuelta a la vida. Miró el blanco techo y se sentía muy agitado.

—¡Estoy vivo! —le costó que su voz saliera y la cara de su hermana llorando se asomó arriba de él.

—Sí, lo estás. —Riendo y llorando lo abrazó, dejando varios besos en su frente y mejilla. —Me asustaste mucho.

—Te llamé a ti.

—Sí. Te amo, te amo, te amo. —Volvió a besarlo por todos lados, estaba feliz. El susto que pasó cuando recibió su llamada y oyó sus jadeos, casi acabó con su cordura. —Te amo tanto que un poco más y se convierte en incesto. —Bromeó y ambos rieron de inmediato.

—Tengo frío. —En efecto, estaba congelado. Miró sus manos y ambas estaban llenas de tubos con líquidos que entraban a sus venas.

—Te arroparé mejor.

Ella lo trataba con delicadeza y él desconcertado miraba los alrededores, se sentía cansado, como si hubiera corrido un maratón. Mientras Amber acomodaba una almohada debajo de su cabeza la vio a ella entrar corriendo.

—¡Despertaste! ¡Mi niño! ¡Mi niño! —Su madre lo abrazó y besó todo lo que pudo, peinó sus cabellos hacia atrás y continuaba mirándolo como si él fuera una alucinación. Alex se veía muy joven, como si se hubiera quitado unos cinco años de encima, su piel era más blanca de lo normal y aquellas ojeras en sus ojos demostraban que no estaba bien. Ante los ojos de su madre era un ángel que se estaba yendo y era algo que no podía soportar

—Estoy bien. —Alcanzó a decir. Intentó corresponder el abrazo de su madre, pero sus manos estaban muy cansadas como para responder. Solo acertó en tomar la mano de su madre y acariciarla en un movimiento lento de sus dedos.

—Estás helado.

—Sí, yo lo estaba cubriendo más, pero estas cobijas como que no son muy buenas.

—Estarás bien, estarás bien. —Le repetía y él esbozó una sonrisa.

Christine sacó unos guantes que puso en sus manos y cambió sus medias por unas más gruesas, comenzó a darle masajes en los pies a la vez que su hermana pedía por teléfono que le consiguieran unas cobijas capaces de derretir un glacial si era posible.

Alex se estaba divirtiendo con tantas atenciones, aunque no dejaba de sentirse cansado, y entonces llegó él. Fue lo que más le sorprendió, no es que él y su padre llevaran una mala relación, era solo que le parecía imposible que su padre dejara los negocios para verlo.

—¡Oh! ¡Estás vivo! ¡Estás despierto!

Su padre estaba despeinado como pocas veces lo había visto, se veía agitado como si hubiera subido corriendo las escaleras, y se podía ver su alegría de verlo despierto. Con lágrimas en los ojos empujó a Christine y en cambio se quedó él abrazando a su hijo. Debía ser fuerte, pero en cuanto lo llamaron diciéndole que Alex se encontraba mal toda la fortaleza se fue. Era su hijo y un padre nunca está preparado para verlos morir. Ahora que lo veía ahí respirando aún solo quería abrazarlo y decirle cuanto lo quería, sentía que durante todos esos años tal vez no lo dijo lo suficiente.

—¡Perdóname! ¡Perdóname! ¡Perdóname por no estar aquí!

—Estoy bien, no debiste dejar tus cosas por venir, estoy bien.

—Eres mi pequeño, mi primogénito, no hay otro lugar dónde debería estar. Y ya no me iré.

—¡Por favor! No cambien sus vidas por mí, yo estoy...

No pudo terminar de hablar porque el doctor junto con una enfermera, entró a la habitación, era hora de ver cómo seguía el paciente.

—Jovencito. —El doctor se sentó a su lado, acomodaba demasiado sus lentes y era obvio que no diría algo bueno. —Tú corazón está muy desmejorado, otro ataque más y pude que no resista. Tu madre me ha comentado que no has seguido el tratamiento.

—Sí, lo he hecho.

—No puedes seguir con el mismo estilo de vida, eso es todo. Debes tener reposo, por ahora tú corazón está muy resentido, debes dejar que cobre fuerzas, todas las que pueda. Nada de estrés, debes estar tranquilo, probaremos un nuevo tratamiento, pero nada de cargar peso, solo caminatas cortas, no puedes comer...

Y la lista de todas las cosas que no podía hacer se hicieron largas. Él no lo escuchó, enclaustró su mente y se quedó observando los árboles por la ventana. El doctor terminó, él asintió solo por asentir a lo que le preguntó sin importarle qué fue y se fue. Su madre comenzó a decir un montón de cosas más y entonces él reaccionó.

—No haré ningún tratamiento.

—¡Qué!

No fue su madre la que protestó o su padre, sino su hermana la que lo miraba con decepción. Su mamá solo se llevó la mano al corazón, sabía las razones por las cuales no iba a querer un nuevo tratamiento y cada vez se le estaba resultando más fácil odiar a Elisa.

—Alex escúchame, debes cuidarte y lo harás. Volverás a vivir a casa y continuarás con tu tratamiento, lo harás porque si no ella se enterará y todos sabemos que no quieres eso.

Fue su padre el que habló y Alex aceptó. Era cierto viviendo con Elisa no podría esconder su situación.

—Yo la llamé y le dije que te llevé de viaje conmigo, le dije que te necesitaba y que por favor no fastidiara. Lo hice desde tu celular y bueno... ya antes de eso no era la mejor cuñada, ahora peor, pero ahora llámala y dile que estarás más tiempo conmigo, que volverás en unas semanas porque yo estoy deprimida me intenté suicidar, no sé invéntale algo.

En efecto Alex la llamó, Elisa casi que se lo comió quejándose de lo odiosa que era Amber, pero no protestó cuando dijo que no volvería en al menos unas dos semanas. No era típico de Elisa querer alejarlo de su familia, así que eso fue fácil.

Alex pasó su reposo en una hacienda a las afueras de Chicago que tenía su familia. Incluso su padre fue con ellos. Tenía un monitor que registraba los latidos de su corazón y una enfermera pendiente de sus medicinas.

La gran recomendación del doctor es que tenía que dormir y al llegar fue lo primero que hizo, no lo dejaron caminar, así que en silla de ruedas su padre lo llevó a su habitación en dónde en segundos cayó rendido, dormir siempre fue lo suyo.

Todos incluso Amber pasaban el tiempo que él dormía a su lado. Christine quería tenerlo siempre así, cuidándolo, observando su sueño, aunque las primeras noches todos vivieron con los nervios alterados, cada par de minutos se acercaban a él para verificar que estuviera respirando. En más de una ocasión Christine se levantó agitada al observarlo tan blanco y sin movimiento, por su cabeza pasaba lo peor, pero entonces nerviosa acercaba su cara a su nariz y podía sentir su respiración, entonces el alma volvía a su cuerpo.

Para Alex aquella semana fue un tormento, vivía cansado hasta el punto que le costaba mantener los ojos abiertos. Recordaba lo que era estar bien, el cómo se lanzaba de paracaídas y exponía su corazón al máximo, siempre fue un activo en los deportes extremos como el resto del grupo, y ahora añoraba eso, podía sentirse en un enfurecido río luchando contra la corriente, pero eso nunca más pasaría. No podía irse tan pronto, era demasiado pronto y aún no había logrado que Elisa lo odiara.

En la segunda semana estaba mucho mejor, ya podía caminar aunque no tanto. Salía a la sala y comía acostado en el mueble con todos a su alrededor, extrañamente algo bueno le podía sacar a su situación y es que se habían unido como familia, no lograba recordar que comieran todos juntos, hablaran y bromearan. Estaba conociendo mejor a su hermana, la cual por todo ese tiempo fue una desconocida y le habría gustado haber hecho todo eso antes.

Elisa claro lo llamaba eventualmente, aparentemente cada vez que se acordaba. Y las dos semanas se transformaron en un mes lejos. Por casualidad el cumpleaños de su padre coincidió con sus cuatro semanas de reposo. Su madre preparó una rica cena y su hermana compró varios regalos. No había nada que le gustara más a la familia Hendrick que jugar Polo, claro Alex solo fue un observador.

—Papá, Feliz Cumpleaños. —Era mitad de tarde y estaban en el patio al borde de esa gran casa del árbol. Alex pidió que su hermana le llevara su guitarra, la primera que su padre le regaló cuando era un niño de cinco años. —En este árbol me enseñaste todo lo que tenía que saber sobre notas musicales, fuiste tú el que insistió en que aprendiera mi primera canción, tú infundiste en mí la música, hiciste que la amara, porque decías que los Hendrick llevamos la música en la sangre, y hoy en tu cumpleaños quiero dedicarte una canción, la primera que me enseñaste y que por cosas del destino resultó ser tan significativa hoy.

Christine rompió a llorar en cuanto las primeros acordes fueron tocados y su padre suspiró para no hacer lo mismo.

¿Sabrías cómo me llamo

Si te viera en el cielo?

¿Sería lo mismo

Si te viera en el cielo?

Debo ser fuerte y seguir mi camino

Porque sé que no pertenezco aquí en el cielo

Sí, él le había enseñado esa canción a Alex. Y tenía un significado muy grande para él, ya había perdido un hijo y no podía perder otro.

¿Me cogerías de la mano

Si te viera en el cielo?

¿Me ayudarías a levantarme

Si te viera en el cielo?

Hallaré mi camino de día y de noche

Porque sé que no puedo quedarme aquí en el cielo.

El gran Adam Hendrick no se quedaría solo escuchando, así que sonriendo se puso al lado de Alex y cantó la siguiente estrofa, su hijo no iría al cielo y eso era porque no se iría de la tierra y él se aseguraría de ello.

El tiempo puede abatirte

El tiempo puede ponerte de rodillas

El tiempo puede romperte el corazón

Y tenerte implorando piedad

Implorando piedad

Detrás de la puerta habrá paz, estoy seguro

Y sé que no habrá más Lágrimas en el cielo

¿Sabrías cómo me llamo

Si te viera en el cielo?

¿Sería lo mismo

Si te viera en el cielo?

Debo ser fuerte y seguir mi camino

Porque sé que no pertenezco aquí en el cielo

Porque sé que no pertenezco aquí en el cielo

—La canción tiene razón hijo, no perteneces al cielo, no aún. Pero, ahora que recuerdo, esta fue la primera canción que tocaste, pero esta —le quitó la guitarra de las manos y se acomodó a su lado—, es la primera canción que te canté. Estaba muy emocionado porque sería padre y aparte quería ser rockero, fue culpa de tu madre que no lo fuera. —Todos rieron, incluso Christine sonrió limpiándose las anteriores lágrimas. —Y quería inculcarte desde pequeño los buenos pasos de la vida, tú mamá no me permitió que le cantara a su barriga Heavy Metal, así que te tocaba esta, solo para que fueras entrenando tu oído y para que supieras que era tu padre y que era cool, pero sobre todo para que supieras que te quería, de verdad lo hacía y de verdad lo hago.

Comenzó y Alex sonrió al mismo instante que la reconoció. Sí, esa era la canción que su padre le cantaba, incluso se la cantó en su cumpleaños número doce, avergonzándolo en medio de todos sus amigos, que no se cansaron de decirle que era el niño de papá, pero ahora era una canción muy importante. Era inevitable que estando al borde de la muerte él no pensara en los últimos momentos y ese de seguro sería uno de esos lindos momentos que su mente recordaría justo al borde del último suspiro. Quería recolectar muchos, muchos de esos momentos, así su último respiro en esta tierra sería más largo, tal vez lo suficiente para poder decirse a sí mismo adiós.

Cierra los ojos

No tengas miedo

El monstruo se ha ido

Está en la carrera y tu papá está aquí

Hermoso

Hermoso hermoso

Hermoso niño

Antes de ir a dormir

Di una pequeña oración

Todos los días en todos los sentidos

Se está poniendo mejor y mejor


Ya en la vela oceánica de distancia

Casi no puedo esperar

Para ver que tú mayoría de edad

Pero supongo que estamos los dos

Sólo tenemos que ser pacientes

Es un largo camino por recorrer

Una fila difícil de alcanzar

Sí, es un largo camino por recorrer

Pero mientras tanto

Antes de cruzar la calle

Toma mi mano

La vida es lo que te pasa

Mientras estás ocupado

Haciendo otros planes


Hermoso niño

—Y sí que mi niño es hermoso ¿No creen?

Abrazó a Alex y su hermana afirmaba a gritos que en efecto su hermano era hermoso.

—Me voy a sentir desplazada, se supone que soy la menor y de paso mujer y todas las atenciones son para Alex —bromeaba solo porque sabía que Alex no disfrutaba de tanta atención.

—Para mí princesa otra canción.

Todos los Hendricks eran artistas por excelencia, así que la guitarra pasó por las manos de todos. Y Amber cantó una linda canción, una escrita por ella, no hablaba de muerte, sino de segundas oportunidades, para Alex la letra era hermosa, pero no quería creer en ella, no podía seguir abrigando falsas esperanzas, sabía lo que pasaría, todo su ser lo sabía, sin embargo, aplaudió y continuaron cantando hasta que él se sintió muy cansado y volvieron a casa.

***

Cuando volvió Elisa no le hizo preguntas de por qué se devolvió a la casa de sus padres, ella se encontraba en su mansión también y fue más fácil para él, porque no tuvo que dar explicaciones.

Su plan de dejar a Elisa seguía en pie, y la veía menos, intentaba no pasar todo el tiempo con ella, y eso era bueno porque todo el tiempo que no pasaba con ella lo pasaba en su casa con medicinas entrando a su cuerpo y durmiendo.

La noche en que Chace volvía de Tokio, él esperaba la confirmación de un corazón que posiblemente estaría disponible y que necesitaban saber si era compatible con él. Quería y no quería que el corazón fuera bueno, ese corazón significaba esperanza, pero también muerte y justo se sentía bien, mejor, como para arruinarlo sometiéndose a una operación de la que no saldría con vida. Esa noche era la cena de bienvenida para Chace e Ian.

Scarlett comenzó a preguntarle por su corazón, observó que Elisa de inmediato cambió su semblante y su teléfono comenzó a sonar. Le dijeron que era otro corazón no compatible con él y ahí en la terraza no sabía si sentirse triste o aliviado, entonces llegó ella, lo abrazó y se sintió vivo. Debía dejarla, pero no esa noche, no cuando lo miraba como si lo amara.

Días después ya Chace no iba a casarse y en cambio estaba de novio con Jessica Mester. Elisa estaba más que molesta con esa situación y él no podía dejar de sentirse mal. Le daba rabia que ella estuviera tan interesada en la situación amorosa de Chace, pero a la vez se regañaba porque eso debía ser, ella lo amaba, ella debía terminar con Chace, y él no debía sentirse mal por eso, pero era inevitable. Y los días pasaban y él continuaba sin querer dejarla.

***

Se supone que ella hizo una especie de juego para saber si el destino los juntaba, él fue al primer lugar y luego ya no pudo continuar. No entendió por qué su corazón comenzó a dolerle a duras penas llegó al auto y su chofer lo llevó a casa. Por fortuna no fue tan fuerte como la última vez, pasó el resto de la noche con su madre a su lado y una bolsa de IECA entrando a su cuerpo.

Se despertó antes que su madre abriera los ojos y se fue. Elisa se estaría preguntando qué era de él, aunque no tenía ni una llamada en su celular. La vio al otro lado de la calle jalando el cabello de Jessica Mester, la observó y una gran rabia lo invadió. Caminó rápido, quería perderse de ahí, sentía una especie de león en su interior, presionaba sus puños y de pronto, como una ráfaga muy fuerte de brisa chocando con su cara, se detuvo. "¿Por qué estás así? No se supone que te sientas de esta manera". Tomó un poco de aire y pasó su mano por sus rizos. Se supone que él debía estar alegre de que Elisa sintiera cosas por Chace, pero la parte de él que la amaba no quería compartirla con nadie, y lo peor es que esa parte se estaba haciendo más grande dentro de él.

—¡Alex! ¡Espera! —gritó Elisa casi sin aire—¡Ahhh!

El gorro de ella voló movido por la brisa hasta golpear la cara de Alex y él no podía estar molesto con ella, así que divertido lo sujetó.

—Me olvidé que te estabas poniendo vieja —acotó antes de ponerle bruscamente el gorro en la cabeza.

—¿Por qué te fuiste? ¿Dónde estuviste?

—Estuve —No había pensado en qué decirle, y se sintió idiota—... Buscándote, pero al parecer el destino te juntó con Chace —Se arrepintió en el mismo instante que lo dijo, por qué sus sentimientos lo estaban poniendo en evidencia—. Disculpa, disculpa —No debía actuar así, tenía que calmarse —, lo dije erróneamente. Tal vez estoy de mal humor porque no pude dormir.

—Te ves un poco pálido. —No estaba bien que ella notara eso, así que molesto se dio la vuelta, era mejor molestarse y que ella dejara de indagar a quedarse y tener que dar más explicaciones. —¿Pasa algo?—Le sorprendió que Elisa tomó su quijada y lo obligó a mirarla.

—¡Elisa!—Retiró su rostro, pero ella molesta volvió a sujetarlo sin dejar de mirarlo fijamente.

—No te dejaré hasta que me digas todo.

—¿Qué todo? —"Yo no puedo decirte todo, o me mirarás así todos los días que restan"

—¡Todo! Algo pasa, por un demonio, y me lo vas a decir.

—Nada pasa, a excepción de que mi novia está celosa porque su ex novio se encontró otra novia de mentira. —"Ok, este no es el camino que debes tomar, pero funcionó" Era mejor hacerla sentir mal y que olvidara la salud de él. —Lo siento Elisa, te digo que no dormir no me hace bien.

—No estoy celosa, es solo que esa tal Jessica no me cae. Creo que algo turbio se trae. Estuve buscándote toda la noche y no te encontré.

—Yo estuve buscándote en tus lugares favoritos y tampoco te encontré. Tal vez no era el destino.

—¿Cuál fue tu último lugar?

—Nuestro apartamento. —No era cierto, pero adivinaba que a Elisa no se le ocurrió ni por un instante ir allá.

Ella continuó preguntando y él disfrutó de recordar el cómo se enamoró de ella, pero aunque se esforzaba por no demostrarlo se sentía cansado, incluso se recostó un poco en la pared para que Elisa no notara lo agitado que estaba. Supo en ese instante que debía irse a ese tratamiento, no quería pero no tenía otra alternativa, por suerte coincidió con un concierto de la sinfónica.

—Elisa, debo irme a Berlín por un par de semanas. La filarmónica va a tocar en Berlín, nos invitaron, así que debo ir con ellos, como representante. Haremos una gira, por toda Alemania, será bastante agitado, pero estaremos en teatros como...

—¡No vayas! —Gritó interrumpiéndolo y su actitud era de lo más extraña para él. —Si me quieres, quédate. —Podía ver el terror en los ojos de Elisa y eso lo desconcertó. —¡Quédate! —volvió a repetir tomándolo por su chaqueta.

—Elisa ¿qué te pasa? No me digas que es porque va Maguie y la hermana de Amy.

—¿Van ellas dos?—escupió en su cara—. Aunque no es por eso—rectificó—, podría pasarte algo malo.

—¡¿Algo malo?! Es absurdo, Elisa —Quiso alejarse, pero Elisa lo jaló más. No le gustaba el rumbo de esa conversación ¿Podía ella presentir algo?

—No, qué tal si te vas y no vuelvo a verte. —¿Ella estaba llorando? ¿En serio lo estaba haciendo? —O si vuelves, pero ya no me quieres. Algo raro está pasando, Alex, lo sé, por ello vivo con este miedo dentro de mí. No te vayas, solo no lo hagas—Ella llorando lo abrazó y todo dentro de él estuvo a punto de desmoronarse. Ella sentía que algo estaba mal y si lo sentía tal vez de verdad lo amaba.

—Elisa todo estará bien, no estés así. —Debía seguir escondiendo su estado, si estaba así por un presentimiento, no quería imaginar cómo se pondría de saber la verdad. —Es solo un viaje, son como unas dos o tres semanas y claro que no voy a dejar de quererte. Te amo y eso no cambiará nunca, nunca. ¿Me oyes?—Era cierto, él no dejaría de amarla. La alejó un poco para poder ver su rostro y ahí en sus ojos identificó algo que lo alegró ¿Acaso podía ser cierto? —¡Me amas!

—¿Por qué lo dices así como si apenas lo descubrieras?—comenzó a limpiar sus lágrimas, aunque lejos estaba de saber que había dado en el clavo—. Claro que te amo, aunque no lo diga a cada rato, sí te lo he dicho.

—En serio me amas—sonrío, pero aquello no era bueno. Ella no debía quererlo.

Desde ese día todo fue más difícil. En Berlín sí fue a los conciertos, pero gran parte la pasó en una clínica muy especial recibiendo drogas que intentarían mantener a su corazón funcionando. Tenía un tipo raro de sangre y conseguir donante ya era una utopía.

Pensaba volver y seguir con su plan, pero Vanessa murió y en Ian pudo ver todo lo que Elisa sufriría. Vanessa se fue sin decir adiós y eso mismo haría él. Amber tenía razón él debía contarle, pero no podía, no quería tenerla a su lado solo por ser un enfermo, pero a su vez ya que le quedaba poco tiempo en el mundo por qué no ser feliz. Encontraría la forma de que su corazón de roca volviera a ser el de antes, ella se recuperaría y él estaría a su lado todo el tiempo que pudiera. Era muy egoísta de su parte querer ganar por completo su corazón, pero ¿Acaso debido a su situación no podía ser egoísta? Ese sería su último deseo. Y desarrolló un nuevo plan.

***

No fue fácil convencer a su madre que estaría bien durante esos cuatro meses. ¿Por qué cuatro meses? Porque sentía que su corazón no soportaría más de eso. En cuatro meses tendría un nuevo tratamiento y cada vez se sentía más y más cansado.

Viajó junto con ella todo lo que quiso, estuvo en los lugares más majestuosos y todo con ella a su lado. Cada tarde en el almuerzo colocaba unas gotas de un potente calmante en la bebida de Elisa, ella dormía casi toda la tarde y él podía tranquilamente tomar sus medicinas y descansar. Ella no entendía por qué vivía con sueño y a él le daba de todo hacerle eso, pero era la única forma de poder estar juntos. Y por casi cuatro meses se sintió bien, vivió lo que para él fue el resto de su vida, el cómo habría sido la vida con ella y se le haría más difícil decir adiós.

El último lugar era Islandia y tenía algo especial, pero Chace estaba en peligro y nunca llegaron allá. Elisa estaba inquieta, notaba su preocupación y nerviosismo, miraba de reojo como intentaba controlar sus ganas de llorar por no saber qué pasaba con Chace.

Cuando por fin llegaron y ella le gritó a Chace supo que ella siempre lo querría. Escondía sus sentimientos detrás de sus palabras duras y su supuesto desinterés. Incluso Chace se alegró de que ella lo tratara mal en vez de lanzarse a llorar, ambos sabían que si de verdad le importabas a Elisa ella nunca lo haría saber, o al menos eso pensaba él. Pero reconocer aquello no le causo dolor, incluso le alegró, todo iría por el camino adecuado, a su tiempo ella encontraría su verdadero destino y eso era lo único que importaba.

***

Para su extrañeza su corazón aguantó más de lo que habría imaginado y cinco meses después un posible donante surgió. Fue a conocerla, era una chica rubia, muy hermosa, por causa de un accidente se encontraba en estado de coma, vivía gracias a las máquinas que respiraban por ella, era un donante y le estaban dando tiempo a que viviera, ya llevaba dos años en ese estado pero no presentaba mejora, su familia estaba analizando ya la opción de desconectarla y entonces el corazón de ella le pertenecería. No quería eso, no quería que su vida dependiera de la muerte de otro ser y él ya estaba resignado a que moriría. Posiblemente la chica sería desconectada el viernes y entonces tendría solo minutos para extraerle el corazón y colocárselo a él, pero su propio cuerpo podía rechazarlo, el corazón luego de tantos años podía no ser el mejor, pero nada importaba, su madre le suplicó que era la oportunidad que esperaban y no podían rechazarla, y él sabía que debía hacerlo, no podía esperar a que un día su corazón solo dejara de funcionar, era mejor que ella estuviera lejos, ella no debía verlo morir.

Compró aquel anillo solo por un capricho y se lo dio como una muestra más de su egoísmo. Con una gran sonrisa y promesas vacías la dejó ir, fue lo más doloroso que le tocó hacer, lo que más quería fue a lo primero que le dijo adiós.

Su madre lo ayudó a recomponerse, todavía le quedaba algo muy importante por hacer, tomó la última pastilla que tomaría por el resto de su vida y llamó a Chace. Tenía que decírselo, era hora, había llegado el fin de todo.

***

Chace nunca podría adivinar todos los pensamientos que pasaban por la cabeza de él. Miraba a Chace y no podía odiarlo por saber que él continuaría en este mundo. Él nunca fue su enemigo, era su hermano aunque hace tiempo que casi no se trataban.

Chace pensaba casarse de nuevo y eso solo le demostraba que seguía queriendo a Elisa, solo buscaba la forma fácil de sacársela de la mente.

No tuvo que pensar cuando la frase "Me estoy muriendo" salió de sus labios. Decirlo en voz alta fue afrontar la realidad, solo una noche más le quedaba y eso era todo, solo una noche.

—Chace... extrae el veneno que dejé en ella.

Cuando el cuerpo inconsciente de Chace cayó todas las fuerzas se fueron de él y llorando cayó arrodillado a su lado. Ya estaba hecho, Chace ayudaría a Elisa y era hora de él partir.

***

Una noche más y todo habría acabado. Regresó a casa destrozado, su madre preparó una grandiosa cena aunque él no podía comer, la operación sería temprano, le habían permitido dormir en su propia cama pero al amanecer debía ir a la clínica. Los observó a cada uno e intentó ser elocuente, reía pero todos sabían que no estaba bien, nadie lo estaba.

Entró a su habitación y Origami lo esperaba acostado en su cama comiéndose el control remoto.

—¡Oh peque! Tú siempre haces travesuras.

Acariciándolo le quitó el control y él restregó su cara contra el pecho de Alex, con su gran lengua lo lamió y comenzó a jugar con él, lamiéndolo y dándole pequeños mordiscos, era tan pesado que Alex terminó por quedar acostado en la cama con Origami sobre él comiéndoselo. Alex reía e intentaba quitárselo, entonces Origami con su cara sobre la de él se quedó quieto observándolo, su baba caía sobre el rostro de Alex pero eso no le importó.

—Tú eres mi gran amigo. Mi gran, gran amigo. —Logró sentarse. Origami sintió la tristeza de Alex y dejó de jugar para reposar su cabeza en las piernas de su dueño. Alex le acarició la cabeza y las lágrimas sin remedio comenzaron a salir a borbotones. —Hemos pasado tanto, tanto juntos. Tú estuviste cuando Angelic murió y solo tú supiste consolarme, tú has estado durante todos estos meses y te quiero. De seguro Elisa jugará contigo, ella te gusta ¿no? Con ella estarás bien, ya verás. Le diré a mamá que le diga a Elisa que te consiga una novia, he sido malo y no te he dado esa dicha, deberías tener unos hijos campeón. Lo cierto es que te extrañaré, porque si de alguien estuve seguro que me amaba ese eras tú ¿Me quieres cierto?

Origami lo conocía mejor que nadie y dejó su cómodo lugar en las piernas de Alex para con sus pequeñas patas alcanzar su rostro y volverlo a lamer, comenzó a llorar en un tono bajo y eso solo hizo que Alex llorara más.

—No estés triste, yo no estaré aquí, pero estaré bien. Deberás cuidar a Elisa, obligarla a que te saque a pasear y hacer que juegue la pelota contigo ¿Me lo prometes? ¿La cuidarás? —Origami lo volvió a lamer y eso para Alex significó un sí. —¡Oye! ¿Jugamos una última vez?

Tomó la pequeña pelota amarilla de Tennis y la lanzó. Origami iba de un lado a otro buscándola y él lo animaba aunque no podía parar de llorar. No quería pasar así el resto de la noche, quería dormir, pero por primera vez eso se hizo imposible, tal vez su cuerpo sabía que dormiría por mucho tiempo.

Cansado Origami se acostó a su lado y ahí acariciándolo se quedó por un rato. Colocó sus audífonos y por tal vez mala suerte la canción Stop Crying your heart de Oasis comenzó a sonar.

Mantente arriba

aguanta

No te asustes

Tu nunca cambiaras lo que ha sido y fue

Puede tu sonrisa

Brillar

No te asustes

Tu destino puede protegerte

Porque todas las estrellas

Se están desvaneciendo

Solo trata de no preocuparte

Las veras algún día

Toma lo que necesites

Y se cómo tu eres

Y deja de hacer llorar a tu corazón

Levántate

Vamos

¿Por qué te asustas?

Tu nunca cambiaras

Lo que ha sido y fue

Porque todas las estrellas

Se están desvaneciendo

Solo trata de no preocuparte

Las veras algún día

Toma lo que necesites

Y se cómo tu eres

Y deja de hacer llorar a tu corazón

Todos nosotros somos las estrellas

Nos estamos desvaneciendo

Solo trata de no preocuparte

Nos veras algún día

Solo toma lo que necesites

Y se cómo tu eres

Y deja de hacer llorar a tu corazón

Él no quería sentir miedo, no deseaba estar así auto compadeciéndose, pero después de todo no estaba listo. Observó la fría noche y no, no quería que esa fuera la última que viera, sabía que lo sería, no había nada más de ese día, pero no quería, ese era el gran problema, no quería morir. Estaba asustado y su corazón comenzó a dolerle aún más.

Caminó hasta el cuarto de sus padres, no quería asustarla pero la necesitaba.

—¡Alex! ¿Estás bien? —Nerviosa quiso encender la lámpara pero él la detuvo.

—¿Puedo dormir contigo?

—Claro. Ven.

Se hizo a un lado y levantó las cobijas para que él se acostara. Él se abrazó a ella como si fuera un niño pequeño y su padre comenzó a moverse intentando saber qué pasaba, pero Christine le hizo señas de que no hablara.

—No quiero morirme —susurró y sus lágrimas mojaban la pijama de su mamá.

—Eso no pasará. Lo sé, dentro de mí lo sé. Vas a vivir, lo harás.

—Te quiero, y tengo miedo. No quiero, no quiero morirme. —Le costaba respirar y su padre se levantó para intentar calmarlo.

—Y vivirás, lo sé. Alex este no es el fin, no lo es.

Él continuaba llorando aferrado a ella y Christine no podía seguir siendo fuerte, ella misma tenía un miedo sin igual. Origami llegó junto con Amber a ver qué pasaba. Origami comenzó a ladrarle a Alex y morder el pedazo de cobija que caía al suelo.

—Estoy bien bebé, estoy bien.

Dejó caer su mano para que Origami la lamiera y Amber lo hizo tomarse un calmante.

—Si quieres vivir, vivirás —le dijo Amber tomando su rostro—. Solo no olvides que quieres vivir, no lo olvides.

Luego de unos minutos decidieron acostarse todos en la cama. Origami a ladridos exigió su lugar, así que lo dejaron subirse, él se acostó encima de Alex su madre quiso bajarlo pero él insistió en que lo dejaran. Su hermana Amber se acostó a su lado abrazándolo y su madre abrazándolo por el otro lado, su papá abrazaba a Amber y así fingieron dormir.

Alex no pudo dormir pero al menos el calmante lo tuvo tranquilo. Era lo que tenía que ser, él debía morir para que la vida continuara el camino que debió seguir, tal vez era hora de ver a Angelic ¿Acaso no fue ella su primer gran amor?

***

—Te tengo un último regalo. —Alex sacó de su bolso un gran hueso de calcio que Origami aceptó gustoso.

No quería volver a llorar, así que lo último que vio fue a un Origami con sus grandes cachetes comiendo aquel hueso. Para la tarde todo seguiría así, miró por última vez su habitación e intentó pensar en lo que sería en la tarde. El sol caería Origami seguiría destrozando el hueso al cual ya le quedaría poco y la vida seguiría. Todo seguiría su curso y así debía ser.

Eran las cinco de la mañana y sus padres ya estaban listos esperándolo, pero él necesitaba hacer algo más. Fue a su piano, dejó su bolso a un lado y acaricio las teclas, la música siempre fue parte de sus momentos tristes y alegres, la música fue su vida y necesitaba despedirse una vez más.

"Nocturne" de Chopin fue su última elección, y ahí en aquel piano, en cada nota dejó su corazón.

—Ya es hora, Alex.

Se dijo así mismo y suspirando cerró la tapa del piano, tomó su bolso y salió. Los primeros rayos del sol ya se asomaban y bajo un cielo naranja llegó a la clínica.

Recibía sonrisas de todos, pero a su parecer él ya estaba muerto. Se quitó toda la ropa y esperaba con aquella bata azul en aquel cuarto frío. Su madre le sonreía con esa sonrisa forzada que le decía "todo está bien", pero no era cierto.

—¡Oye! Cuando salgas de la operación te digo que exigiré que pases más tiempo conmigo. Ya basta de dejar a tu hermana a un lado por la Elisa esa. Necesito que le partas la cara a unos cuantos patanes que me rompieron el corazón.

—Lo haré con gusto.

Ambos rieron y Amber decidió ser la primera en salir de la habitación. No quería llorar frente a él, no quería decirle adiós, porque nunca podría hacerlo, no era mentira, siempre tuvo celos de Elisa, ella desde siempre pasó más tiempo que ella con su hermano mayor, pero ahora ella que no era nada religiosa solo quería rezar y rezar, su hermano no podía morir. Él no lo merecía. Y a su parecer incluso Elisa merecía estar ahí.

—Bueno... Te estaremos esperando —dijo su padre cuando los enfermeros llegaron para llevarse a Alex—. Aquí estaremos.

—¡Padre! —Se sentó y tomó su mano. —Sé fuerte. Yo tuve una hermosa vida.

—Y la seguirás teniendo. Todavía espero el día que me hagas abuelo y le enseñe a mi nieto a tocar guitarra en la casa del árbol. Ese día llegará.

Christine solo le dio un beso en la frente y se fue, no podría hablar.

Alex observó cómo inyectaban aquel espeso líquido blanco en su vena. Lo dejaron en aquel frío quirófano esperando, observaba la gran lámpara sobre él y sus manos comenzaron a temblar, sentía mucho frío y la escasa serenidad que tenía se fue, comenzó a asustarse de nuevo ¿Eso sería lo último que vería? ¿Un cuarto tétrico y una lámpara enorme? La maquinita que registraba sus pulsaciones comenzó a sonar cada vez más fuerte y varios doctores llegaron.

—¡Alex! ¡Alex! ¡Tranquilo! Todo está bien.

—No, nada lo está. No quiero esto, no lo quiero, no quiero. —Intentó ponerse de pie pero lo sostuvieron, sus manos estaban atadas a la cama y él solo quería irse de ahí.

—Tranquilo, todo está bien. Tu familia te espera dentro de unas horas los verás. Te están esperando.

Él seguía resistiéndose y unas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Pusieron una mascarilla cerca de su boca y seguían intentando calmarlo.

—Dentro de unas horas los verás y estarás mejor.

Su respiración comenzó a ser más normal y todo se tornó borroso. No, ese frío cuarto y esa gran lámpara no sería lo último que vería, eran ellos, eran los cinco lanzándose por una gran bajada en sus patinetas, era la risa de ella, era la brisa agitando el cabello de todos, eran los cinco siendo adolescentes, era él, el verdadero él, y el sol se hizo tan intenso que todo se emblanqueció y sonrió. Y así sin notarlo dejó de pensar.







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