Capítulo 29

Las horas pasaron.

El lunes llegó lentamente, arrastrándose hacia todo el mundo como un inevitable recordatorio de que el tiempo corría y ellos seguían allí sin poder actuar. Ni Jin ni Jungkook fueron al colegio, volvieron a casa de los padres de Hoseok que parecía sumida más en un extraño dolor difícil de explicar.

Ambos querían buscar palabra alguna para consolar a los adultos aunque sabían que no lograría mucho. Otra persona apareció a mediodía: Jimin saludó a los señores Jung educadamente y fue al patio, donde Seokjin y Jungkook estaban sentados.

Hey —dijo con voz apagada—, sólo quería...

Seokjin se hizo a un lado, apuntando a su lado por lo que Jimin no tardó en sentarse allí.

¿Cómo va todo? —preguntó Jimin.

Horrible —contestó Jungkook—, ninguna noticia nueva. Yoongi ha estado preguntando también...

Lo vi en el colegio, junto a Tae—respondió Jimin—, también quería venir pero sabe que no es bueno para Taehyung, no quiere alterarlo demasiado porque ya está muy nervioso.

Es todo una mierda —murmuró Seokjin, su tono quebrado—, esto no tuvo que pasar así. No otra vez.

Jimin, algo temeroso, abrazó a Seokjin por los hombros y lo atrajo a su cuerpo para consolarlo de alguna forma, asustado de que el chico lo alejara bruscamente. Sin embargo el menor sólo se acurrucó contra él, débil y aterrado.

¿No tienen ninguna pista? —preguntó Jimin.

Cámaras, testigos, pero nada que nos indique dónde pueden estar —respondió Jungkook porque Seokjin se veía enfermo—, los detectives no saben por dónde continuar sin llamar la atención de ese hombre asqueroso. Si tuvieran más gente...

La policía es una puta mierda —escupió el menor de los tres.

Jimin deslizó sus dedos por el cabello de Kim para calmarlo un poquito, notando inmediatamente que se sentía muy mal.

Nosotros podríamos averiguarlo —dijo Jimin.

Seokjin y Jungkook lo miraron con sorpresa ante sus palabras pero Jimin entonces levantó sus manos en un gesto extraño.

Lo dije sin pensarlo, no se les ocurra...

Nosotros no porque Shin debe ubicarnos —dijo Jungkook—, pero si lo hicieran otras personas...

¿Qué? —preguntó Seokjin.

Jungkook mordió su labio inferior y sacó su móvil.

Los chicos de D-Town —explicó apenas, buscando un número en su celular—, muchos pertenecen a pandillas, ya sabes, para asaltar gasolineras o... Oh dios, no le digas a nadie que yo dije eso...

Espera —Seokjin agarró el móvil de Jungkook bruscamente—, ¿tienes el número de Iron?

Eeeh... ¿sí?

¿Jin? —inquirió Jimin más confundido ahora.

El menor marcó el número del conocido, escuchando cómo sonaba el timbre y rogando a cualquier dios existente que contestara porque tuvo una idea repentina.

¿Jungkook? —bufó una conocida voz al otro lado de la línea—. ¿Para qué mierda....?

Hola —dijo de pronto tímido—, soy Seokjin.

—¿Seokjin? —un instante de silencio, como si Iron lo estuviera pensando—. Oh, niño bonito.

se sintió estúpido, más cuando Jimin y Jungkook le miraban atentamente, ambos con expresiones de "¿qué mierda estás haciendo?"—.No debería llamarte por esto, pero... yo... necesito un favor...

—Cuéntame, precioso.

Seokjin tomó aire y le contó, a grandes rasgos, lo que estaba ocurriendo y qué era lo que necesitaban. Iron escuchó todo en silencio, sin comentar mucho sobre los hechos, dejando que el muchacho le explicara el panorama completo.

—Entonces, ¿quieres que movilice a mis chicos? preguntó Iron.

—Sé que es mucho...

—Puedo hacerlo —respondió Iron—, pero no gratis.

—¿Cuánto dinero quieres? —Seokjin arrugó el ceño—. ¿O quieres que pase una noche contigo?

Iron se rió al otro lado de la línea.

—Más adelante —aseguró el mayor—, ahora, sólo quiero una cita.

—Trato hecho —prometió Seokjin.

—Bien, veré qué podemos hacer —dijo Iron—, de todas formas, cualquier información que puedan darme, avísame enseguida. Trataré de que no haya mucho revuelo, niño bonito.

—Jin. Mi nombre es Seokjin.

—Lo sé —se burló Iron antes de cortar.

El menor se quedó mirando el móvil con el ceño todavía fruncido antes de entregárselo a Jungkook, que se veía bastante desorientado por lo recién ocurrido. Jimin, en cambio, se veía incrédulo, su expresión seria.

¿Desde cuándo conoces a Iron? le preguntó Jimin.

Aún sigo enfadado contigo —replicó Seokjin poniéndose de pie.

Jimin decidió no insistir más aunque por su rostro no se veía para nada contento. Jungkook frunció las cejas, imitando la acción de Kim.

¿Entonces...? —aventuró, caminando hacia el interior de la casa.

Hará lo posible respondió Seokjin con cansancio, Jimin detrás de él—, no es mucho, pero es mejor que nada.

Decidieron no decirle a ningún adulto, mientras, lo recién ocurrido porque preferían no entregar información hasta tener un dato concreto. Menos cuando los padres de Hoseok parecían desesperado por cualquier información que pudieran conseguir.

En el interior estaban NamJoon y Kyungsoo hablando con Dongho y Kyuhyun, mostrándoles por completo los retratos que hizo Hoseok.

—Shin es alto —decía Kyungsoo—, ojos oscuros y cabello negro. Hoseok lo recordaba como pelo largo, no lo suficiente para una coleta pero si más largo que la media. Hoseok también nos describió a otro hombre, Choijung, que tenía una cicatriz en un lado de la cara, larga, que cruza su mejilla, pero lo que más recuerda Hoseok son sus ojos. Uno azul y otro café.

Le preguntamos si lucía como heterocromía —agregó NamJoon—, pero dijo que no. Dijo que el azul se veía raro, como si no fuera real. Quizás un ojo de vidrio.

Mientras Seokjin oía todo esto mensajeaba a Iron, diciéndole todos los datos que podía rescatar para que así fuera más fácil.

Choijung es también alto, como señor Shin —continuó Kyungsoo—, pero más regordete. Shin es delgado.

Taeyeon se puso de pie, torpe y golpeando la mesita a un lado del sofá. Esa mañana fue un doctor que le recomendó unos calmantes y tuvo que consumir uno cuando se puso a llorar minutos atrás. Ahora se veía algo desorientada aunque no mejor. Parecía sólo tristemente drogada.

—¿Cuánto falta para que comiencen a hacer algo? —preguntó con tono lento, abrazándose y caminando hacia la ventana—. Seokie me necesita. Nos necesita, Jongwoon.

Jongwoon se puso a llorar. Todo era un desastre, un maldito y jodido desastre. Los minutos siguieron pasando, apenas los murmullos escuchándose mientras NamJoon y Kyungsoo trataban de dar unos perfiles psicológicos y características físicas que pudieran ayudar en la búsqueda de esas personas.

Taeyeon no tardó en acostarse en el sofá otra vez, consolando a su marido mientras los adolescentes estaban en la cocina preparando café y té. Era lo único que parecían poder hacer para no derrumbarse también. Ocurrió cuando entraron al comedor cargando las bebidas, dejando todo en la mesita del centro. El celular de Jongwoon sonó anunciando una llamada.

—Un número desconocido —murmuró Jongwoon—,debe ser de alguna empresa...

Taeyeon le quitó el celular y contestó.

¿Sí? —preguntó con voz grave.

Silencio al otro lado de la línea. Taeyeon mordió su labio inferior.

¿Hola? —insistió.

Más silencio. Lo puso en altavoz, oyéndose una respiración acompasada, pero nada más.

—¿Es una broma? —espetó Taeyeon—. No estoy para jueguitos...

—Ma-má.

Todos miraron hacia el móvil al oír una temblorosa, sacudida voz hablar, un tono ronco y quebrado. Jungkook lo reconoció enseguida en tanto Seokjin pudo sentir los nervios invadiendo su estómago.

¿Hoseok? —jadeó la mujer—. ¿Hobi?¿Bebé?

—Mamá —insistió Hoseok—, mami, p-por favor...

Llanto destrozado se escuchó al otro lado de la línea.

Cariño, cariño —murmuró Taeyeon en tanto Dongho le hizo un gesto de mantenlo en línea, Kyuhyun agarrando su computadora—, mi amor, ¿Dónde estás?

—No —gimoteó Hoseok—, no, no... no lo sé... —más llanto—. Ayuda. Por favor...

—Sí, sí bebé, ya iremos —sollozó Taeyeon—, pero por favor, necesito que nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?

—Sí. Dos ventanas —el niño sorbió por su nariz—. No... Du-duele si me paro...

Jongwoon abrazó a Taeyeon cuando observó que parecía a punto de desmoronarse mientras el resto de personas allí lucían a segundos de vomitar o llorar también. O quizás una mezcla de los dos.

—Haz el intento —susurró Taeyeon destrozada—,cariño, te lo ruego...

Hoseok lloró con más fuerza y hubo un momento de jadeante silencio hasta que volvió a hablar:

—Hay... u-una calle —tartamudeó Hoseok—. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que brilla. Brilla muy feo —otros tensos segundos en donde no dijo algo—. Frente hay... hay casas pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–

—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?

Un grito.

—¡No! ¡Lo-lo siento!

La llamada se cortó.

La poca esperanza que iba quedando se estaba convirtiendo en cenizas.

La luz neón de color rojo proveniente del exterior se filtraba por esas apestosas cortinas iluminando el cuarto y Muñequito se sintió como si estuviera otra vez en esa habitación donde conoció a su hermana. A esa Muñequita que ese hombre de ojos bicolor estaba usando a su gusto.

Extendió el brazo como si pudiera capturar la luz pero sus dedos se cerraron en la nada antes de recibir un golpe. Olvidó que Señor Shin estaba allí. Otro error a su larga lista de errores. Mickey, amarrado todavía, parecía tener hambre y Muñequito quería tenerlo en brazos para protegerlo aunque fuera un poco.

Eres imperfecto —le escupió Shin levantándose para vestirse, observando los moretones en la piel de Muñequito, la sangre en las sábanas, su rostro carente de expresiones—, deberías agradecerme, pedazo de mierda, porque estoy siendo bueno contigo a pesar de que ya no me sirves mucho.

No respondió aunque podía sentir las palabras en la punta de su lengua. Sin embargo, sabía que si hablaba ese hombre era capaz de quemarle la boca con el cigarrillo como hizo horas atrás cuando gritó por el dolor de la violación.

—Si sigues así —continuó Shin agarrándolo de las piernas, tirando de ellas y Muñequito aguantó el chillido gracias al movimiento brusco—, apenas lleguemos a tu nuevo hogar, voy a cortarte estas piernas. Ya no las necesitas más.

"No, no, no, por favor no...", quiso decir pero trató de ahogar las palabras una vez más.

—Bien, así me gusta —Shin ahora atrapó su rostro, apretando sus mejillas—, para que veas que soy más bueno, saldré a comprarte algo para comer, ¿qué tal caramelos, bebé? —Shin lo empujó contra su cuerpo y lo besó en la boca. Pudo sentir la lengua acariciando sus labios rotos—. Y comida para tu rata asquerosa también, ¿te parece?

No hubo respuesta. Shin soltó su rostro, agarrando su chaqueta y procedió a salir de la habitación. Resonó el ruido de la llave siendo girada, el silencio volviendo al cuarto. Cerró sus ojos brevemente aunque no quería hacerlo porque entonces su mente se volvía una laguna confusa de ideas.

Muñequito.

Hoseok.

Muñequito. Hobi. Muñequito.

Hoseokie.

¿Quién era realmente? No lo sabía. Todo en él era una farsa. Parpadeó, la luz roja molestando. ¿Era de día o noche? Giró la cabeza, desorientado. Lo vio. El celular de Señor Shin encima del velador, negro, delgado, y lo agarró. Batería. Tenía batería. Lo desbloqueó y marcó dos números.

Tres años atrás un señor y una señora le hicieron aprenderse sus números de memoria para cualquier emergencia, por lo que la única idea concreta en su mente en aquel instante era el teléfono del señor. Ese señor tenía una voz agradable y cálida que le hacía dormir muy bien. Tal vez debería pedirle que le hablara para así dormir.

Sonrió con debilidad terminando de marcar y llamó. Hubo sonido cinco veces hasta que alguien contestó. No fue la voz del señor así que su idea se desmoronó por completo. Ese hombre no contestó, ¿Qué haría ahora?

—¿Sí? —habló una mujer que se le hizo conocida, aunque no respondió por el desconcierto—.¿Hola? —continuó esa voz. Como si estuviera en un sueño, Muñequito pareció reconocerla. Perrito habló una vez de ella, ¿Cómo se decía...?—. ¿Es una broma? No estoy para jueguitos...

—Ma-má. Mamá.

Sí. Mamá. Era mami, su mami, quien le abrazaba todas las noches y le sonreía con eterno amor. Y ese número era de papá, su papi, que le cargaba para cualquier lado llenándole el rostro de besos que no escatimaba por nada del mundo.

Mamá y papá.

—¿Hoseok? ¿Hobi? ¿Bebé? —balbuceó apresuradamente ella.

—Mamá —graznó Hoseok, su tono ahogado en desespero porque las ideas seguían mezclándose y no quería eso—, mami, p-por favor... —rogaba, pero no sabía por qué. Antes de darse cuenta estaba llorando y no lo comprendía, no lo entendía, ¿Qué estaba haciendo mal?

Él quería estar tanto con ellos, ¿por qué señor Shin no le dejaba en paz?

—Cariño, cariño —masculló mamá—, mi amor, ¿dónde estás?

—No, no, no... —no dejaba de llorar, Hobi quería que papá lo abrazara y mamá le quitara ese dolor, ¿por qué no estaban allí? Los necesitaba mucho —no lo sé... Ayuda. Por favor...

—Sí, sí bebé, ya iremos —mamá también lloraba pero Hoseok no quería que lo hiciera, ¡mamá no debía llorar!—, pero por favor, necesito que nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?

—Sí —se volteó y las miró, la luz filtrándose todavía— Dos ventanas —agregó apenas—. No... Du-duele si me paro...

Todo su cuerpo dolía y quería acurrucarse de cualquier forma, como si de esa forma pudiera protegerse aunque fuera imposible.

—Haz el intento, cariño, te lo ruego...

El llanto aumentó mientras se sentaba apenas, su cadera doliendo, algo atrás ardiendo, y caminó apenas hacia la ventana más cercana. Mickey, en el suelo, se puso de pie con un gimoteo débil pero Hoseok lo ignoró, aferrándose a la sucia cortina para mirar hacia el exterior. Una calle. Un letrero. Una muralla.

—Hay... u-una calle. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que brilla —describió débilmente—. Brilla muy feo. Frente hay... hay casas pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–La puerta se cerró y se volteó.

Shin estaba de pie ante ella con el rostro desencajado por la rabia, sosteniendo una bolsa, sus ojos inyectados en ira y cólera. Si hubiera podido retroceder lo habría hecho.

—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?

Tres pasos y Shin lo golpeó en el rostro. Gritó, el celular cayendo al suelo.

—¡No! ¡Lo-lo siento!

Shin pisó el móvil, destrozándolo pero Hoseok no pudo pensarlo bien porque entonces recibió un golpe en el estómago. Otro grito y escupió sangre. Mickey comenzó a ladrar, enloquecido.

—¡Te das cuenta! —le gritó Shin agarrándolo del cabello—. ¡Te das cuenta de lo desagradecido que eres, maldito niño de mierda! —lo abofeteó, su labio partido reventándose una vez antes de que esas grandes manos se cerraran en su cuello—.¡Lo único que estás haciendo es ser un mocoso imperfecto y desordenado!

—Pe-perdón —jadeó Hoseok apenas sin aire, viendo puntos negros, su boca inundada en sangre—, pe-perdón...

Otro golpe en su rostro. Los ladridos de Mickey aumentaron. Sollozó apenas cuando el aire volvió, viendo a Shin alejarse.

—Quiero sacarte los ojos —gruñó Shin—, pero no te arruinaré. Fui bueno, Muñequito, fui muy bueno contigo, pero tú no aprendes. Ahora seré malo. 

Hoseok lo agarró del brazo con desesperación.

—Po-por fa-favor...

Shin lo golpeó con su puño en la mejilla y lo soltó. Más sangre manchó las sábanas, apenas moviéndose pero se forzó a hacerlo cuando lo vio caminar hacia el cachorrito. Hacia Mickey. Mickey le ladró, le gruñó y retrocedió aunque era pequeño, tan pequeño que era fácil de agarrar sin que pudiera morder. Lo agarró del pescuezo y lo levantó.

—Iba a dejar que lo conservaras —espetó Shin sacudiendo al animal que ahora lloró y gimió.

—Fa-favor... —tartamudeó Hoseok entre lágrimas, cayendo al suelo para arrastrarse hacia Shin—, l... s-siento...

—Todavía te lo puedes quedar —Shin le sonrió, levantando al animal. Cerró sus ojos.—Mírame, Hoseok.

Lo observó de golpe porque era la primera vez que lo llamaba por su nombre, nunca lo hizo antes ya que sería validarlo como persona. Shin lo hizo ahora.

—Quédatelo —dijo Shin—, pero muerto.

El sonido que hizo el cachorrito al ser golpeado contra la pared fue escabroso. Muñequito vio a Mickey caer al suelo, sin vida alguna, sangre manchando el horrible concreto. Algo dentro de él se destrozó, para siempre muy probablemente. Shin lo agarró del cabello.

—¿Quién eres? —le preguntó con voz dulce.

Muñequito no contestó, sin dejar de mirar el cuerpo muerto del perrito frente a él.

Dedicado a anisequeescribirz aeseemeere HobitaJk KimwendyJung y todos los que leen.

Dioooos mickeeeey, sentí mucha tristeza por él. Al igual que Hoseok siendo de nuevo sometido por el señor Shin :(

Y aún lloraremos más.

Los tqm!

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