Capítulo 23

Hoseok llevaba un mes en su hogar cuando lo llevaron con Namjoon.

Al niño no le gustaba mucho salir afuera, prefería quedarse dentro de la gran casa y jugar solo, ver televisión o simplemente colorear sus libros de dibujos. Además, cada tarde, le iba a ver una profesora de educación primaria particular junto a una psicopedagoga que le enseñaban a leer, escribir, sumar y restar, que hacían pocas preguntas pero le eran de gran ayuda para enseñarle lo que tuvo que aprender años atrás.

Sin embargo, sus padres sabían que iba siendo momento de que Hoseok comenzara a salir de a poco; si bien querían cuidarle, no deseaban tampoco tenerle encerrado todo el tiempo, porque a fin de cuentas, eso no sería tener una vida normal, que era lo que tanto deseaban para su hijo.

Al inicio estuvo reacio a salir con ellos, escondiéndose en los armarios o bajo las camas para que no lo sacaran de casa, pero ambos fueron pacientes, diciéndole que irían en el auto, que estaría con ellos en todo momento, que no le iban a dejar solo.

Eso era lo más importante: no le dejarían sin compañía alguna en ningún momento.

Luego de varios días, lograron convencerlo de acompañarlo al exterior: prácticamente corrió hacia el interior del auto, haciendo que su mamá se sentara a su lado, y se abrazó a ella, enterrando su rostro contra su costado, negándose a soltarla. Fue así también cuando caminaron hacia la oficina de Namjoon, apenas despegándose de la mujer, y cuando el psicólogo apareció, se ocultó detrás de ella en todo momento.

—Hola —se presentó Nam en lenguaje de señas, sonriéndole al niño con suavidad—, me llamo Namjoon y soy un doctor.

Hoseok no se asomó, sus manos aferrándose al suéter de su mamá.

Pero todos fueron pacientes allí, dejando que el chico se tomara su tiempo.

—¿Te gustan los caramelos? —preguntó Namjoon—. Tu papá me ha dicho que te encantan. Tengo una paletita para ti —agregó Nam, sentándose en un puff y sacando el dulce—. ¿Lo quieres?

Entonces, Hoseok asomó su cabeza, sus ojos nerviosos moviéndose por el rostro de Jin hasta detenerse en el caramelo. Mordió su labio inferior, soltando su agarre de Taeyeon pero sin alejarse. La mujer dio un paso en dirección al psicólogo, lo que impulsó a Hoseok a seguirla, y se sentó en las piernas de la mujer cuando recibió la paleta, su cuerpo en tensión, su mirada negándose a posarse en Nam.

Pero ya era un gran avance. Ya era un enorme paso.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Namjoon pausadamente.

Hoseok se llevó el caramelo a la boca, mirando unos segundos a Nam, para luego hablar de forma recelosa:

—Muñequito —dijo—, pero papá y mamá me llaman Hoseok.

Taeyeon le agarró la mano a Jongwoon, su garganta apretada, en tanto su esposo bajaba la vista con dolor.

Sin embargo, Namjoon mantuvo su rostro tranquilo, la sonrisa dulce sin desaparecer.

—Pero ¿cuál te gusta más a ti? —preguntó—. ¡Hoseok suena mucho mejor, ¿no lo crees?!

El niño se quedó pensativo otro momento, su expresión relajándose al ver que seguía en los brazos de esa bonita mujer que le iba a arropar todas las noches, le leía un cuento y le besaba la frente sin dobles intenciones, llenándole de abrazos y cariño. Ella decía ser mamá, y Muñequito estaba feliz de eso, aunque no entendía bien qué significa eso. O qué significaba papá.

Le gustaba mucho que le dieran abrazos, le revolvieran el cabello y no le tocaran de otra forma. Papá y mamá decían que eso era amor, y Muñequito se sentía entonces como un monstruo desesperado de amor, porque le gustaba mucho.

—Sí, Hoseok es más lindo —dijo el menor—, ¡me gusta más que Muñequito!

—¡Qué niño más inteligente eres, Hobi!

—¿Tú crees? —Hoseok, de a poco, se estaba relajando más y más, balanceando sus pies, su expresión animada—. ¿Tú eres algo, Namjoon?

—¿Algo como qué, Hoseok?

—Como mamá y papá —trató de explicar Hoseok—, o como mi abuelita. Familia. ¿Eres eso?

Nam negó con la cabeza.

—No, no soy de tu familia —contestó—, pero quiero ser tu amigo, Hoseok, ¿sabes lo que son los amigos?

—No. Amigos. ¿Qué son los amigos?

—Son dos personas que confían en el otro —dijo Nam—, que se ven varias veces y se cuentan las cosas. Si tienes algo que quisieras contarme, por ejemplo, podrías hacerlo conmigo, o si quieres jugar. Tengo también juguetes por aquí, ¿quieres verlos?

—¿Juguetes? ¡Está bien! —Hoseok hizo el amago de ponerse de pie, sin embargo, lo pensó mejor y volví a abrazarse a Taeyeon—. No. Mejor no. ¿Puedes traerlos?

Nam no mostró otra expresión más que relajo y tranquilidad, aunque sus ojos no dejaban de analizar todas las expresiones y movimientos que Hoseok hacía. Indecisión. Torpeza. Desconfianza. Ánimo que rápidamente se transformaba en susto.

Interesante. Interesantemente triste.

—Hoseok, mírame.

Metió el caramelo en su boca, observando a Namjoon con el ceño fruncido, su mano abriéndose y cerrándose sobre su rodilla.

Sin embargo, Nam sólo le sonrió como si nada. Namjoon siempre se mantenía tranquilo, juguetón y relajado, incluso cuando Hoseok se enojó una vez con él y lo mordió en el brazo. No se avergonzaba de ello. No por completo.

¿Qué pasa? —preguntó.

Quiero que juguemos —le dijo, tendiéndole una hoja de papel en blanco junto a un lápiz—. La lista de compras del lunes.

Odio ese juego —replicó Hoseok—. Hace que me duela la cabeza.

Nam se rió con diversión, tratando de quitarle tensión al aire.

—Por supuesto que sí, Hobi—dijo Nam, imperturbable ante las cejas arrugadas de Hoseok—. Comencemos. Queso. Tomates. Pescado. Arroz...

Cuarenta minutos después, Hoseok estaba frente a la hoja con expresión concretada en tanto Namjoon leía el informe del niño frente a él, aunque mantenía un ojo sobre el muchacho, pendiente de sus expresiones.

Hoseok mordió su lengua, concentrado, terminando con la lista del día lunes aunque se le habían olvidado tres palabras. Ya luego las recordaría. Ahora debía hacer la del día martes.

Namjoon había dicho Yogurt, ¿no? ¿O eso estaba en la lista del lunes?

¿Y las Uvas era del martes también?

Pero... ¿y la Papilla de bebé?

¿Nam la había mencionado o no?

Su cabeza empezó a palpitar. Odiaba la papilla, cuando la veía sentía ganas de vomitar porque Señor Shin lo alimentaba con eso. Y su segundo Dueño también le daba de comer sólo papilla. Era detestable.

Una papilla en la mañana. Dos a mediodía. Una en la noche.

Su estómago se contrajo, dejando el lápiz sobre la mesa. Comenzó a rascarse el brazo.

Nam se inclinó.

—Hoseok—le susurró—, ¿ocurre algo?

Hoseok lo observó.

Tengo sed —dijo con movimientos lentos, torpes—. ¿Me das?

Namjoon le tendió la botella con agua fría que tenía. Las manos de Hoseok no dejaban de temblar, la lista del día martes olvidada.

¿Me das otro dulce? —volvió a preguntar, sus labios secos.

Nam le ofreció un caramelo rojo.

Hoseok lo observó.

Señor Shin me daba caramelos rojos cuando era bueno —dijo entonces Hoseok bruscamente.

Nam no lo sacó de su vista, lo dejó sobre la mesa con un movimiento pausado.

¿Quieres otro? —preguntó.

Huele a papilla de bebé —continuó Hoseok como si no hubiera visto sus gestos—, la odio tanto, Namjoon. La odio mucho.

Nam lo sospechaba. El informe de Hoseok que sostenía decía que le habían encontrado en un entrado estado de desnutrición, con una importante falta de músculos, y exámenes posteriores confirmaron que fue alimentado todo ese tiempo en base a comida para bebés y agua.

¿Qué más odias, Hoseok?

Hoseok tragó saliva.

Los muñecos. Los odio, aunque yo soy uno.

El primer impulso de Nam era negarle aquella afirmación, aunque lo pensó mejor y decidió no hacerlo. No quería alterar el estado de Hoseok, no quería romper con el ambiente que generó a propósito para poder extraer más información. No cuando Kyuhyun le había dicho que estaban retomando la pista del caso con lo poco que el menor estaba soltando.

¿Quieres hablar de eso? —preguntó, sin dejar las acciones lentas, sabiendo que cualquier movimiento brusco podría alterarlo.

Hoseok empuñó el lápiz, rayando la hoja blanca en un movimiento frenético y nervioso.

Señor Shin me los mostró —balbuceó, su expresión volviéndose ahora titubeante—, al resto de los Muñecos. Yo me... me había portado mal. Olvidé mis reglas. Pero dolía tanto...

El niño soltó un ruido extraño con su boca, medio jadeo, medio grito, pero Nam no se movió.

Recordaba muy bien eso, aunque hubiera sido más pequeño, aunque hubieran pasado tantos años, porque fue horrible: fue la primera vez que Señor Shin lo usó. Antes sólo había dedos o juguetes, cosas que podía soportar a pesar de que llorara, pero si lloraba, era en silencio. Incluso le enseñó a usar su boca y a veces la usaba, y podía manejar ese dolor.

Pero no eso. No cuando lo puso boca arriba, desnudo, sus piernas abiertas y dobladas, y había tres dedos en su interior. Las lágrimas caían por su rostro, mirando el techo, pero trataba de estar quieto, porque así todo acababa más rápido. No podía entender qué estaba haciendo, nunca quería mirar lo que ocurría y por qué eso dolía, era mejor si se concentraba en un punto y listo.

—Eres un buen Muñequito —le dijo Señor Shin con una sonrisa en su rostro, una sonrisa de satisfacción cuando sacó los dedos, empapados en lubricante—, ha llegado el momento de un nuevo paso en tu enseñanza, bebé.

No lo entendía. No lo comprendía. Y no miró.

Pero eso no quitó el dolor repentino.

Comenzó a retorcerse para huir de él, sin embargo, Señor Shin lo sostuvo, gimiendo en voz baja.

Ardía. Quemaba. Dolía.

Muñequito no pudo seguir apretando sus dientes, sus labios, y gritó.

—¡No! —gritó entre llantos, pataleando, revolviéndose, queriendo que se quitara, y todos esos movimientos hicieron que doliera más—. ¡No! ¡No! ¡No!

Seis años. Hoseok tenía seis años.

Señor Shin lo intentó por las buenas.

—Muñequito, Muñequito —susurró—, no seas así, relájate, vamos...

Pero Muñequito siguió gritando, siguió chillando, y su paciencia se acabó cuando puso una mano sobre su boca, y el niño malcriado lo mordió.

Se salió de su interior sin delicadeza, sangre cayendo al suelo, y lo abofeteó duramente. Hoseok lloró más.

Fugazmente pensó que lo mejor sería castigarlo como hacía con todos los otros Muñecos, sin embargo, ese niño estaba siendo su proyecto perfecto. Y mutilarlo... sería perder años de tiempo invertido en él.

No. No, lo mejor sería usar el miedo. El terror.

El llanto del niño empeoró, acurrucándose en una bolita sobre la cama, e importándole poco su desnudez, la sangre, sus sollozos, lo agarró de la cintura. Era ligero por su delgadez.

—Eres un Muñeco horrible —siseó Señor Shin, sacudiéndolo, sin suavizarse a pesar de los ojos rojos del menor, de su rostro encharcado en lágrimas—, ¿quieres que te corte las cuerdas vocales? ¿Quieres que te mate, pequeño pedazo de mierda? Te voy a enseñar lo que pasará si sigues así, Muñequito.

—No, no, no... —gimoteó con desespero, sorprendido de su propia voz, de que ese ruido extraño estuviera saliendo de su boca.

Shin lo sacó de ese cuarto, una habitación con una cama de dos plazas en el centro y una luz roja, con toda probabilidad para disimular toda la sangre que cubría el suelo.

El pasillo estaba en penumbras, con puertas cerradas, pero abrió una de golpe. Un hombre soltó un gruñido al ver a Shin, pero no detuvo su movimiento. No detuvo sus embestidas.

Hoseok apenas podía ver por entre las lágrimas, sin que dejara de doler. Sin sentirse roto de una forma extraña.

—¿Qué quieres, Shin? —gruñó el desconocido, que tenía una extraña mirada. ¿Era acaso porque tenía un ojo azul y otro castaño?

—Continúa, Choijung —espetó Señor Shin, acercándose hacia el desconocido, y dejó a Muñequito en el suelo.

El primer impulso del niño fue correr lejos de allí, pero su cadera dolía, sus piernas temblaban, y lloró con más fuerza cuando recibió otra bofetada en el rostro. Sabor metálico inundó sus papilas gustativas.

Shin lo agarró del cabello, elevando su rostro, y gritó cuando vio la escena.

Había una niña en la cama. Una niña mutilada.

—¡Mírala, mírala! —gritó Shin, golpeándolo cuando lo vio cerrar sus ojos—. ¡Mírala, Muñequito, así vas a terminar si sigues gritando!

Volvió a chillar cuando lo obligó a abrir los ojos.

—¡No, no! —era lo único que podía decir, lo único que podía balbucear.

Choijung no dejaba de moverse, ubicado entre las piernas de ella. En donde debían estar sus piernas.

Lucía mayor que Hoseok, pero eso no aliviaba en nada la situación. No cuando la niña lloraba, su boca abierta en una expresión de sufrimiento, lágrimas cayendo por su rostro, pero no había ruido alguno.

—¿Quieres que te corte las cuerdas vocales como a ella? —espetó Shin, empujándolo contra la cama, acercándolo a la pobre chica, y Hoseok vio la cicatriz en su cuello—. ¡¿Quieres que te deje ciego como a ella?!

Los ojos sin vida de la chica se movían para todas partes, parpadeaba, sin embargo, no se posaban en ninguna parte.

—¡¿Quieres, pedazo de mierda, que te corte los brazos, las piernas?!

Muñequito negó con la cabeza frenéticamente, sin dejar de llorar, sin entender nada de lo que estaba ocurriendo.

Shin volvió a agarrarlo, saliendo del cuarto a pasos frenéticos, sin importarle Choijung, y caminó hacia otra habitación. Entró sin dudarlo y Muñequito gimoteó al observar la escena.

—¿Quieres acabar como el resto de Muñecos, Muñequito de Porcelana? —gruñó Shin, obligándolo ver a los seis niños sentados en el cuerpo, todos vestidos con tules, todos ajenos al ruido alrededor de ellos—. Ellos son tus hermanos, pero ¿quieres ser como ellos? Porque si es así, entonces dímelo y hoy mismo te cortaré aquí —atrapó una de sus rodillas, apretándosela—. Te dejaré como ellos, ¿eso quieres?

Negó con la cabeza, su voz muriendo, su garganta cerrándose, forzándose a dejar de llorar.

No comprendía bien las palabras de Señor Shin, no entendía con exactitud a qué se refería, pero su instinto gritaba que obedeciera. Que dejara de hablar. Que dejara de escuchar.

—Te puedo romper los tímpanos ahora mismo para que así me hagas caso —siguió amenazando Shin—, pero no quiero arruinarte, bebé. No quiero destrozarte. ¿Serás bueno? ¿Te quedarás quieto cuando te entrene, cariño?

Asintió desesperadamente.

Shin sonrió y lo sacó de allí.

Namjoon lo observó en silencio cuando terminó de narrar toda la historia, su rostro pálido y enfermizo, su boca seca, la bilis subiendo por su tráquea, sin embargo, se obligó a no vomitar. A contener las náuseas en su estómago, porque Hoseok estaba frente a él, contándole todo eso como si no estuviera hablando sobre algo horrible y despreciable.

Hoseok se mantenía tranquilo, casi indiferente a la situación.

Fui bueno —dijo con orgullo entonces—, ¡no cometí ningún error más y me convertí en el Muñequito Perfecto, Namjoon!

Nam quería llorar.

¿Eso te hace feliz? —preguntó, sus gestos torpes e indecisos.

Hoseok se balanceó.

Fui su creación perfecta —insistió con una sonrisa de superioridad—. No hago sonidos ni escucho nada de lo que me dicen. ¡Comía en las horas que me entrenaron y aguantaba bien las ganas de ir al baño! Sólo podía ir dos veces al día y lo resistía sin problema —Hoseok acarició sus piernas—. Y estoy completo. No estoy mutilado. Los otros Muñecos son imperfectos.

Dios. Santo dios...

Sus manos seguían temblando cuando volvió a hablar:

¿Podrías describirme a Choijung? Sus principales características, hacerme un dibujo de él, ¿puedes hacerlo?

Hoseok asintió, aunque ahora su expresión se volvió juguetona.

¡Sólo si me das ese caramelo, Nam!

Nam sonrió débilmente, poniéndose de pie y se lo ofreció. Hoseok no tardó en llevárselo a la boca, concentrado en dibujar, y el psicólogo lo aprovechó para ir al pequeño baño que tenía en la oficina, encerrarse, y vomitar su almuerzo.

Lo vomitó todo antes de romper a llorar.

Seokjin miró la puerta de la casa con un gesto de indecisión, moviendo su pie de forma nerviosa, y Jimin le tomó la mano.

Aunque, contrario a muchas veces, Jin no se sintió confortado. No se sintió mejor, porque su cabeza era un hilo de pensamientos horribles que le afectaban más de lo que esperaba.

Jimin y Hoseok abrazándose al salir de un salón luego de que todos se hubieran ido. Jimin diciéndole a su mejor amigo que iban a tener que decirle a él algo tarde o temprano porque no podía seguir mintiéndole.

¿Es que acaso ellos dos...?

Jin no quería imaginarlo. Estaba forzándose a pensar que le querían decir otra cosa y no que los dos estaban en una relación a escondidas.

El sólo creer que fuera cierto hacía que su mundo se derrumbara por completo.

—Jinnie—llamó Jimin su atención—, oye, ¿qué pasa? Has estado muy callado.

Parpadeó, volteándose hacia el mayor, y trató de que su rostro se mostrara algo más estable.

—No, no, es sólo que... yo estoy muy nervioso —quiso explicar, aunque era medio cierto—. La otra Im Yoonah no era... no me conocía, y que la de ahora sea me asusta mucho...

Jimin le dio un apretón en su mano, tirando de él para abrazarlo, así que Seokjin lo rodeó por la cintura enterrando el rostro en el hombro de su novio. Quería quedarse allí para siempre porque era el mejor lugar del mundo. Porque así no pensaba que Jimin podía estar engañándole con su mejor amigo.

—Estarás bien, Jinnie—dijo Jimin, besándole la coronilla—, si esto no resulta, siempre me vas a tener a mí. Yo siempre estaré contigo, ¿lo sabes? Te amo mucho.

Su garganta ardió por el llanto contenido.

—¿Lo prometes? —preguntó, su tono algo más agudo de lo que realmente hubiera querido.

Jimin le sonrió. Se veía tan bonito cuando hacía eso.

—Lo prometo.

Y le gustaba mucho que le mintiera para hacerlo feliz.

Luego de varios segundos se bajó del auto seguido del mayor, que le volvió a tomar la mano. Esta Im Yoonah vivía casi fuera de la ciudad, en una periferia, en un barrio tranquilo y alejado del centro, del ruido excesivo. La casa se veía bien cuidada, pequeña pero cálida.

Tragó saliva, caminando hacia la puerta, y tocó tres veces.

Ruido se escuchó desde el interior antes de que la puerta fuera abierta, una niña de no más de diez años asomándose con una mirada curiosa.

—¿Síííííí? —preguntó con tono estridente.

—Ho-hola —balbuceó Seokjin—, yo... um... e-estoy buscando a Im Yoonah, ¿ella se encontrará?

La niña asintió.

—Sí, ¡mamá está preparando el almuerzo! —la niña ladeó la cabeza—. ¿Quién la busca?

Jin se quedó en blanco así que Jimin actuó primero, poniendo ahora una expresión encantadora. El menor siempre lo había admirado mucho por ser capaz de eso, por llamar la atención sin esfuerzo alguno.

—Somos parte de World Vision —dijo Jimin como si nada—, somos una ONG de ayuda humanitaria y nos gustaría saber si tu mamá quisiera informarse sobre esto, ¿podrías traerla?

La niña lucía desconcertada y confundida, pero sólo asintió para correr hacia el interior de su casa. Jin se volteó hacia Jimin.

—¿World Vision? —farfulló.

Jimin se encogió de hombros.

—No se me ocurrió nada mejor —admitió—. ¡Sería muy mala persona si ella dijera que no quisiera vernos!

Seokjin sonrió contra su voluntad.

Por favor, por favor, no dejes de quererme. Te amo. Te necesito. Puedes estar con Hoseok, pero no me dejes.

Quería volver a llorar ante esos pensamientos tan deprimentes.

Pero logró contenerse lo suficiente hasta que la puerta fue abierta una vez más, una bonita mujer asomándose con una expresión de confusión. Llevaba el pelo castaño recogido en una coleta, su rostro despejado, pálida y con una sonrisa dulce.

—¿Me estaban buscando? —preguntó, su voz teñida de confusión—. Nayeon dijo que son parte de algo llamado World Vision, ¿no son muy jóvenes para formar parte de eso?

Seokjin quiso hablar. Quiso decir algo, pero su voz quedó ahogada en su interior, sin poder dejar de ver los ojos cafés de la mujer.

Jimin tuvo que hablar otra vez, notando el silencio extraño que se asentó entre los tres.

—Sí, um, nosotros queremos...

—¿Cuántos años tienen? —preguntó la adulta, frunciendo el ceño—. ¿Cuáles son sus nombres?

—Es que...

—Lo siento, pero no confío en lo que sea que ustedes estén...

—Jin—balbuceó el menor entonces, su tono siendo casi un graznido desesperado. La mujer se quedó quieta—. Kim Seokjin. Así me llamó. ¿Tú eres... Im Yoonah?

La mayor posó sus ojos en él y Jin podía sentir sus labios temblando, a punto de quebrarse en sollozos, porque la mirada de ella se suavizó.

—¿Seokjin? —repitió—. ¿Seokjinnie?

Asintió en silencio, sorbiendo por su nariz, y cuando Yoonah abrió la boca para volver a hablar, comenzó a llorar entrecortadamente, soltando jadeos bajos mientras las lágrimas se derramaban por su rostro.

Jimin se movió, abrazándolo para tratar de contenerlo, y la mujer los hizo pasar con una expresión de pánico, llevándolos hacia el living-comedor. La niña de antes parecía estar en el patio, por lo que sólo estaban ellos tres. Pasados unos minutos Jin logró calmarse, bebiendo el agua que Yoonah le ofreció, limpiando sus ojos entre hipidos.

—¿Junghyun te envió? —fue lo que preguntó Yoonah, su vista baja.

Sacudió su cabeza en una negativa.

—Papá no sabe que estoy aquí —dijo apenas—, él... a él no le gusta que pregunte por ti.

Dolor recorrió la mirada de la mujer, sus ojos llenándose de lágrimas.

—¿Por qué estás aquí, entonces?

Seokjin sintió como algo se apretó en su interior al escuchar sus palabras, el rechazo instalándose de forma automática, queriendo desaparecer de allí.

Por supuesto. Por supuesto, ¿qué estaba haciendo en ese lugar? ¿Qué estaba esperando?

Esa mujer pudo haberle buscado en cualquier momento, acercársele cualquier día, pero no lo había hecho. No lo hizo, por un claro motivo: ella lo había parido, sin embargo, eso no la convertía en su mamá. No la convertía en su familia.

Se puso de pie, haciendo una inclinación.

—Lo siento, no fue mi intención incomodarle —se disculpó, incapaz de mirarla—. Me retiro ahora y prometo no volver a molestarla.

Jimin le imitó, desconcertado por completo, e incluso la mujer lucía fuera de lugar ante sus palabras. Pero Seokjin quería salir de allí, porque no quería ver lástima en sus ojos.

¿Y qué si ella no le quería? ¿Y qué si su padre, su madrastra, su hermana, el resto de su familia, tampoco le quisieran? Se las arreglaría solo, tenía aún a Jimin, a Taehyung, a Hoseok, y eso era lo importante. Eso era...

—Jinnie, ¿para dónde vas? —preguntó Yoonah—. Creí que...

Seokjin explotó.

—¡Está bien si no me quieres! —dijo, su voz totalmente alterada, sobresaltando incluso a Jimin—. ¡Está bien si no me ves como tu hijo! No he tenido una mamá en más de diez años, puedo estar más tiempo sin ti, ¡y eso está bien! Sólo pensé que quizás... que tú...

—Jinnie, bebé, no llores... —susurró Jimin, agarrándolo de las mejillas, y el menor se dio cuenta en ese momento de que su rostro estaba húmedo.

—Necesito irme —jadeó—, yo no... ne-necesito...

—Eres mi hijo.

Enmudeció al escucharla hablar.

Yoonah también estaba de pie con una expresión seria, sus ojos decididos. Dio dos pasos y Jimin lo soltó, retrocedió, por lo que la mujer lo agarró de los hombros, forzándolo a mirarla. Era más bajita que él, sin embargo, en ese instante, se veía más imponente y grande.

—Tu padre me alejó de ti cuando acababas de cumplir cuatro años —dijo Yoonah, su tono lleno de sufrimiento—. Me estuvo dando dinero para que no dijera nada de tus orígenes hasta que tuviste tres años, eras muy pequeñito y te encantaban las galletas de chocolate —Seokjin hipó—, pero entonces tu papá regreso y peleó por tu custodia. Tú ya debes saberlo, el hecho de que está bien acomodado por lo que pudo pagar buenos abogados para que no estuvieras conmigo. No pude hacer nada, Jinnie, y cada día iba a rogarle a su trabajo, a su casa, a toda su familia, que te devolviera conmigo. Que eres mi bebé y no me importaba nada más, ni siquiera todo el dinero del mundo iba a reemplazarte a ti.

Comenzó a llorar ahora sin poder controlarlo, abrazándola, enterrando su rostro en el pecho de ella, aferrándose con desespero a Yoonah.

—Mamá... —balbuceó destrozado—, mamá...

—Sí, sí —aceptó Yoonah—, estoy aquí, bebé. Siempre voy a estar aquí.

Volvió a llorar, sin embargo, ahora el dolor estaba desapareciendo poco a poco, y el alivio empezó a llegar lentamente.

Hoseok sonrió al agarrar a Mickey, acercando al pequeño perrito a su rostro, para después mirar hacia ambos lados de la calle. No había nadie. Ningún ojo sobre él.

Mickey lamió su nariz, volviendo a dejarlo en el suelo, haciéndole un gesto de que se quedara quieto. Dio unos pasos, alejándose, volteándose otra vez hacia el perro, que seguía en su lugar, sentado en sus patas traseras.

—Mickey—susurró, su voz ronca, apretada, un graznido, y se sobresaltó al escucharse a sí mismo.

El animal se puso a cuatro patas, alarmado, y Hoseok palmeó sus rodillas.

—Ven, Mickey—volvió a susurrar, y el cachorro ladró, corriendo a sus brazos.

Hoseok volvió a acercarlo, dejando que lamiera su rostro, y se rió entre dientes, volviendo a caminar hacia la casa de Jungkook. Su novio le había enviado un mensaje diciéndole que estaba solo, así que podía pasarse con él un instante, y no dudó en hacerlo, queriendo llegar pronto para acurrucarse en sus brazos.

El día anterior fue muy extraño, porque tuvo sesión con Nam y no recordaba mucho de ella, sentía como si todo hubiera sido un sueño, aunque trató de no preocuparse demasiado, era mejor así.

—Esto quedará entre nosotros —le murmuró a Mickey, llamando la atención del cachorro—. Tú no vas a acusarme, ¿cierto, Mickey?

El animalito lamió su mejilla y sonrió, contento, volviendo a caminar hacia la casa de Jungkook. Llegó un instante después, sin dudar en tocar la puerta, acariciando el lomo de su mascota.

Jungkook abrió, sonriendo al ver a su novio fuera, y le hizo entrar, tomándole la mano, guiándole a su cuarto. Sus papás salieron a una comida de la empresa en la que trabajaban en tanto Wheein se juntó con unas amigas, así que tenía al menos un par de horas para estar con Hoseok.

No se hará dentro de la casa, ¿cierto? —preguntó Jungkook, apuntando a Mickey cuando Hoseok lo dejó en el suelo, comenzando a olisquear alrededor del cuarto.

Hoseok negó con la cabeza, echándose sobre la cama, sin dejar de sonreír, y Jungkook pronto lo olvidó, sentándose al lado de su novio para comenzar a besarlo. Luego de darse un instante, decidieron continuar viendo FRIENDS. Mickey se acurrucó sobre un cojín, aburrido.

Estuvieron una hora así, abrazados y observando la serie, mimándose y besándose de vez en cuando. Hoseok era muy feliz así, por él, ¡se quedaría todo el día en brazos de Jungkook para dejarse mimar de esa forma!

Jungkook acarició su mejilla, olvidándose de la serie cuando Hobi le volvió a besar, subiéndose sobre él, sin dejar de sonreír. Su novio era realmente un chico hermoso, pensó brevemente, con esos ojos tan brillantes y esa sonrisa rara que poseía. En definitiva, le encantaba mucho.

Podía escuchar las voces de fondo provenientes de la serie, sin embargo, no le importaba demasiado, no cuando Jungkook sintió besos pequeños en su cuello, enviando escalofríos por su espina dorsal. Hoseok mantenía una mirada juguetona, sonriente, y sus dedos se deslizaron por debajo de su playera, acariciando la piel de la cintura del menor.

Permanecieron así varios minutos, besándose la cara, el cuello, acariciándose apenas, el aire calentándose poco a poco.

—Te quiero —le susurró en voz baja—, Hoseok, te quiero.

Hoseok sonrió con más fuerza, feliz, asintiendo, volviendo a besarlo.

Jungkook se sentó en la cama, sus manos ahora titubeantes deslizándose más abajo, tocando el culo de Hoseok, y el menor comenzó a mover sus caderas de manera automática. Estaba bien. Eso se sentía genial.

Hoseok agarró su playera, tirando de ella, y Jungkook dejó que se la quitara. Siendo honesto, Jungkook dejaría que Hoseok hiciera lo que quisiera con él, no iba a negarse a ninguna petición que le pidiera, así que sólo le sonrió en señal de confianza al notar la mirada titubeante de su novio.

El menor hizo un ruido extraño con su garganta cuando Jungkook apretó una de sus nalgas, alejándose unos centímetros. Sus labios estaban hinchados, su rostro colorado y sus ojos brillantes, respirando de forma acelerada, mientras Jungkook ahora sentía sus pantalones algo apretados.

No estoy listo para eso —dijo Hoseok, avergonzado—. Yo nunca... No lo he hecho nunca, Kookie.

Jungkook soltó el aire que estuvo conteniendo, asintiendo, tratando de quitarle importancia.

Está bien —afirmó, porque lo estaba—, no tienes que sentirte mal, Hobi, te comprendo mucho. Puedo esperar si quieres. Además —hizo un gesto despreocupado—, debemos conversarlo. Digo... ¿a ti te gustaría ser el pasivo o el activo?

Hoseok parecía ahora desconcertado.

¿Cómo?

Jungkook no tenía por qué sentir vergüenza, ¿cierto? Él lo había hecho con Jinho, e incluso una vez lo hizo con Soyeon, pero aun así, sus mejillas se colorearon de rojo.

Si... si llegamos a acostarnos —dijo, titubeante—. ¿Te gustaría que yo...? Es decir... Bueno, si tú lo quieres, yo puedo ser pasivo o activo, según lo que tú quieras. Estoy bien con cualquier posición, te lo prometo.

Pero no entiendo —contestó Hobi.

Jungkook quería hundirse, desaparecer de allí, y decidió agarrar la libreta de notas para escribirle porque, en definitiva, no podía decirlo.

Uno de los dos tendrá que... bueno, podría haber penetración. Se le llama pasivo a la persona que recibe la penetración y activo al que la lleva a cabo. ¿Qué posición te gustaría tener?

Ahora el rostro de Hoseok se pintó como un tomate.

Yo... hyung, creo que... estaría bien si yo... soy el pasivo en la primera vez, ¿no?

¡Genial, genial! La verdad es que no me importa mucho, para la próxima tú podrías ser el activo, ¿no crees?

Ambos se miraron y Jungkook soltó una risa nerviosa. Hoseok negó y lo abrazó, escondiendo su cabeza en el hombro del mayor para que no viera su expresión.

Permanecieron así un instante, dejando que la tensión sexual desapareciera de a poco, y una hora después, ambos ya estaban más calmados, olvidándose de lo ocurrido por un instante.

Hoseok tuvo que marcharse cuando comenzó a atardecer, así que Jungkook le fue a dejar a su casa, despidiéndose con un beso más.

Te quiero —le dijo seriamente.

El menor acarició su mejilla.

Yo también te quiero —le contestó, bajándose del auto.

Se quedó fuera, sosteniendo a Mickey, viendo el auto de Jungkook desaparecer en la esquina, y besó al cachorro entre sus orejas.

—Jungkookie es bueno, Mickey, ¿cierto? —le murmuró apenas—. Lo quiero mucho.

El perrito soltó un ruido extraño y Hoseok volvió a darle un beso, soñando en su pequeña nube de felicidad.

Dedicado a anisequeescribirz HobitaJk KimwendyJung y todos los que leen :3

Ayer ya no pude actualizar por tiempo pero hoy se los traigo :D. 

Si notan algún error, por favor avisar respetuosamente. 

Los tqm!

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