Capítulo 06.
Hoseok quería golpear a Jungkook.
Quería ponerse frente a él, mirarlo a los ojos, ser capaz de enfrentarlo y poder decirle que no era necesario que le mintiera, que podía ser sincero con él, porque Hoseok no le creía nada de toda esa fachada de estudiante, novio, amigo e hijo perfecto que le vendía a todo el mundo.
Hoseok quería ser capaz de decirle que podía confiar en él a pesar de que Jungkook lo odiara.
―Bueno, ¿por qué estás enojado, Hobi?
Levantó la vista cuando en la habitación entró su psicólogo, Namjoon, sonriéndole ampliamente, y trató de relajar su expresión seria y enojada.
Nam se sentó en el puf frente a él.
―Estás enojado, ¿qué pasó? ―preguntó Nam hablando en voz alta pero usando el lenguaje de señas también.
Hoseok agarró el lápiz de color amarillo sobre la mesa, comenzando a apuñalar las pobres hojas que Namjoon solía tenerle para que dibujara o escribiera.
―Hobi, Hobi, ¿qué haces? ―insistió Joon―. ¿Qué hemos hablado acerca de tus emociones? Las hojas no te han hecho nada.
Lo ignoró y Nam suspiró, tomándolo de las manos para detenerlo. Hobi forcejeó, enfurecido, para luego abrir su boca.
―¡Mordidas no, Hoseok! ―regañó Nam.
Hoseok soltó un ruido extraño, entre un bufido y un gruñido.
Nam logró que soltara el lápiz y las hojas, mirando el papel blanco arruinado.
―Odio que se vean blancas y perfectas ―expresó Hoseok―. Me gusta que estén sucias, que se vean feas, como yo.
Namjoon frunció los labios, pensativo, negando con la cabeza.
―No estás sucio, Hoseok―dijo Namjoon con calma, como si el arrebato de Hoseok no hubiera llamado su atención―. ¿Has tenido pesadillas?
Hoseok hizo el amago de agarrar nuevas hojas, pero Nam le miró con advertencia.
―¡Lo odio! ¡Lo odio! ―soltó Hoseok amurrado―. ¡Es... es un idiota!
―Hoseok, no estoy comprendiendo nada ―contestó Nam.
―¡Jungkook!
―¿Es un nuevo amigo?
―¡Es un grano en el culo!
―¡Hoseok!
―¡Me mira como... como si yo fuera tonto, y trato de ser agradable con él, pero es falso, es un hipócrita, es un cínico, y eso me enferma! ¡Odio a la gente mentirosa! ―Hoseok soltó un resoplido―. ¡Me odia, ¿cree que no lo sé?! ¡Pero se porta bien conmigo porque es un tonto lameculos que tiene que ser bueno con todo el mundo! ¡No quiero que sea bueno conmigo! ¡Quiero que me odie y me lo demuestre!
Namjoon no dijo nada por varios segundos con expresión sorprendida y algo divertida por lo que le estaba diciendo Hoseok para luego sacudir la cabeza.
―Creo que debes ser el primer paciente que me dice que quiere ser odiado ―comentó como si nada, anotando algo en sus hojas―. Hobi, ¿quieres comenzar desde el principio?
Hoseok soltó un nuevo bufido, rodando los ojos para luego hacer una mueca cuando Namjoon le pegó en la frente con su lápiz, llamando su atención. El psicólogo le miró con insistencia, y Hoseok no pudo evitar recordar esos primeros días de años atrás, cuando estaba comenzando a ir y odiaba a Namjoon porque Namjoon era un adulto desconocido además de que le hacía preguntas tontas, sin sentido que no podía comprender y solía morderlo si perdía el control de sus propias emociones.
Fue un proceso largo, tedioso y duro que Hoseok terminara confiando en el psicólogo, pero había valido la pena.
―Lo conocí el primer día de clases ―expresó Hoseok―, pasamos a chocar y derramé el café de Jin sobre él, y él se enojó mucho y me gritó, pero...
―Pero...
―Pero me gustó que lo hiciera porque dejó de ser ese chico perfecto que quiere que todo el mundo crea que es ―prosiguió Hoseok indeciso―. Me asustaron sus gritos, me recordó a... Me hizo volver a... ―bajó sus manos, pensativo, pero antes de que Nam pudiera hacerle otra pregunta, continuó―: Luego se acercó, con su novia, y me pidió perdón como se esperaba de él, y desde entonces apenas me lo he cruzado, pero es tan... Es tan falso, sonríe educadamente ante todo el mundo y se porta bien, pero puedo notar que él no es feliz así. Que... que él no quiere ser así.
―¿Te gusta? ―preguntó abruptamente Nam.
Hoseok se detuvo de golpe, abriendo la boca por la sorpresa.
Frunció el ceño a continuación, bufando por tercera vez en la sesión.
―Lo odio ―contestó.
Nam sonrió, un poco burlón.
―No pareciera que lo odias ―dijo―, cuando odias a alguien no le prestas tanta atención.
―¡Lo odio! ―insistió Hoseok exasperado.
Nam comenzó a reírse con esa particular risa que tenía, divertido por la situación mientras Hoseok parecía contener las ganas de lanzarle un lápiz. El psicólogo pareció darse cuenta porque trató de controlarse, guiñándole un ojo, aunque por dentro sabía que tenía que proceder con cuidado.
Hoseok había sido su caso más particular, difícil e interesante en su década ejerciendo como profesional: recordaba con facilidad al niño de diez años, delgado, torpe y desconfiado de todo el mundo, escondiéndose detrás de la falda de su madre, aferrándose a ella como si en eso le fuera la vida.
Cuando Taeyeon le contó todo el historial de Hoseok junto con leer los informes de la policía y doctores en el hospital donde lo internaron, por supuesto, estuvo tentado de rechazarlo al inicio porque a todas luces se notaba que era un caso complicado y desgastante, pero una mirada fugaz a los ojos vacíos del pequeño lo hicieron cambiar de opinión.
Fue complicado al inicio: Hoseok había crecido durante siete años sin saber leer, escribir ni comunicarse con el resto de las personas además de no mostrar emociones ni interés por ninguna cosa. Era agresivo porque su instinto se lo demandaba de esa forma, y sus sentimientos y expresiones no podía manejarlas con facilidad porque no había nadie a su lado que le criara como correspondía.
Sin embargo...
Sin embargo, había logrado salir delante de alguna forma. Sus padres podrían haberse desentendido del caso, pero habían buscado a los mejores especialistas para tratarlo: no sólo Namjoon, sino también a psicopedagogos, profesores particulares y pediatras que pudieran ayudar a Hoseok en todos los ámbitos posibles. A pesar de todo lo que había pasado, Hoseok tenía la fortuna de haber nacido en una familia acomodada (Taeyeon era hija de un CEO de una empresa de música y Jongwoon trabajaba como actor de drama) y de estar rodeado de una familia que lo amaba.
―Muy bien, lo odias ―concedió Nam aunque no se creía ni un poco eso―, entonces sólo evítalo, Hobi, ¿no es eso más sencillo?
El menor mordió su labio inferior, repentinamente avergonzado, y Nam sólo tuvo que observarlo un momento más para saber lo que le ocurría.
―¿No puedes evitarlo? ―le preguntó sonriendo.
―¡Se cruza siempre en mi camino! ―trató de explicar Hoseok.
―Quizás le gustas ―dijo Namjoon con tranquilidad.
―No ―Hoseok sacudió la cabeza―, tiene una novia y me odia. Además, ¿cómo yo podría gustarle?
Namjoon suspiró, serio ahora, mirando los ojos tristes de Hoseok, sus labios apretados en una línea tensa, su nariz fruncida en señal de dolor.
―Eres un chico hermoso, Hoseok―dijo Nam.
―Soy defectuoso ―los movimientos del menor se volvieron erráticos―. Un muñequito defectuoso. Un muñequito–
―Una persona ―Nam le interrumpió llamando su atención―. Eres una persona, Hoseok, una persona maravillosa, increíble, hermosa y sincera.
―Una persona ―afirmó Hoseok con expresión confundida.
Nam dejó las notas sobre la mesita, calmado.
―Repitamos todos los ejercicios que hemos estado haciendo, Hoseok―dijo, y el chico obedeció, confiando siempre en que Namjoon iba a hacer todo lo posible para ayudarlo.
Para que dejara de ser ese torpe y desgastado muñeco que nadie quería.
Jungkook se despidió de sus papás, deseándoles las buenas noches para después caminar hacia su cuarto, entrando y cerrando con llave. Se quedó quieto unos minutos, esperando que la casa quedara sumida en silencio antes de abrir la ventana de la habitación, observando el árbol al lado de la ventana, por el que solía bajar cuando lo encontraba necesario.
Miró hacia abajo, viendo a Yoongi esperándolo, con una gorra sobre su cabello y un cubrebocas puesto, su largo abrigo negro cubriéndolo bien.
Rodó los ojos, saliendo de la habitación cuidadosamente, poniéndose un gorro sobre su cabello junto a un cubrebocas, bajando con esfuerzo para no hacerse daño. Pero, por supuesto, era un torpe de primera y al final terminó resbalando a unos centímetros del suelo, cayendo sobre su culo.
Yoongi comenzó a reírse ahogadamente para no ser escuchando, ayudándolo entre burlas.
―Muérete ―regañó sonriendo.
Yoongi le sacó el dedo del medio, caminando por la calle con su amigo siguiéndolo, contento.
―Hace mucho no hacemos esto ―dijo Yoongi ocultando las manos en su abrigo.
Jungkook arrugó el ceño.
―Ha perdido la gracia ―dijo con voz apagada.
Yoongi soltó un resoplido, rodando los ojos mientras se limitaba a caminar a su lado por las calles medio vacías del lugar. Era, después de todo, las once de la noche de un viernes, sólo los jóvenes estarían fuera en ese momento.
―El que ha perdido la gracia eres tú ―regañó Yoongi con tono firme―, ya no te reconozco, Jungkook, ¡hace sólo dos años querías dedicarte a la música! Y ahora...
―Yoongi ―gruñó Jungkook con disgusto.
―¡Ahora pareces un muñeco, dejando que tus padres te manipulen como quieres! ―terminó de decir sin amedrentarse por su mirada―. Si no quieres acompañarme, entonces devuélvete, no pienso arruinar mi noche por tu actitud poco colaborativa.
Jungkook arrugó el ceño, viendo la expresión molesta de su mejor amigo, para luego darle un empujón por el hombro.
―Me siento mal de que tú me digas que soy poco colaborativo cuando nunca quisiste salir a trotar conmigo ―dijo con tono relajado.
―Trotar es para idiotas que no saben apreciar lo que es bueno ―rebatió Yoongi mientras hacia un gesto para detener el bus que se acercaba por la calle.
Jungkook decidió no seguirle discutiendo porque sabía que su mejor amigo podía hablar una hora sin cansarse sobre lo necesario que eran las quince horas de sueño mínima para que él pudiera sentirse bien con el mundo.
Se sentaron al final del vacío bus, más relajados que minutos atrás, y Jungkook decidió aprovechar ese silencio cómodo para poder conversar con Yoongi sobre aquello que llevaba días picándole por todas partes. Si no lo había hecho antes era porque siempre estaban rodeados de más gente, teniendo pocos momentos para los dos a solas como solían tener antes.
Como tenían dos años atrás.
―Yoongi ―dijo llamando su atención, notando su expresión de sueño―, ¿qué traes entre manos con este chico, el amigo de Jin, Taehyung?
La expresión de Yoongi no cambió, permaneciendo tranquilo y relajado.
―No me traigo nada entre manos ―respondió bostezando―, mis intención para con él son serias.
Jungkook le devolvió la mirada, parpadeando mientras Yoongi tarareaba una melodía vieja.
―Estás bromeando ―murmuró incrédulo.
Yoongi se encogió de hombros.
―Hay algo que me gusta de él ―dijo como si nada―, es como... como que aparece por los pasillos, así de la nada, y quiero mirarlo todo el día. Podría mirarlo todo el día y creo que jamás me cansaría ―miró sus uñas―. Me parece adorable.
―Adorable ―repitió Jungkook.
Yoongi le fulminó con la mirada.
―Tú deberías saberlo mejor que nadie ―dijo con tono borde―, después de todo, ¿no estás enamorado de Soyeon?
Jungkook se crispó.
―Lo estoy ―contestó con firmeza.
―¿Ah, sí? ―Yoongi sonrió con petulancia―. ¿Qué sientes cuando estás con ella?
Jungkook arrugó sus labios, tratando de ponerle nombre a los sentimientos que le invadían cuando Soyeon le sonreía con tanto cariño y amor.
―Calma ―respondió―, calma y seguridad. Sé que, si me volteó, ella estará ahí para mí. Que no necesito hacer nada más porque ella me quiere así como yo la quiero.
Yoongi ladeó la cabeza.
―Cuando yo veo a Taehyung―dijo Yoongi con lentitud―, siento como si un huracán me succionara, una tropa de elefantes me aplastara y cientos de cucarachas recorrieran mi cuerpo.
―Eso suena asqueroso, Yoongi.
―¿Sí? Pues a mí me gusta ―su amigo humedeció sus labios―, porque si eso siento cuando Taehyung me mira, entonces no me importaría experimentar todo eso si así consigo que me devuelva la mirada todo el día, ¿ella te hace sentir así? ―Yoongi lo apuntó con un dedo―. Tú no estás enamorado. Estás acostumbrado.
Mientras hablaba, la imagen fugaz de Hoseok pasó por su mente pero se obligó a eliminarla, confundido.
Jungkook lo observó para luego bajar la voz, el bus adentrándose en los suburbios de la ciudad, ya cerca del lugar al que iban.
―Taehyung es un chico, Yoongi ―dijo con suavidad, sin mala intención.
Una mueca de desprecio pintó el rostro de su amigo.
―No, es una persona ―replicó―, y no me importa si es un chico o una chica, me parecerá adorable aunque fuera un extraterrestre ―Yoongi se puso de pie, apretando el botón para indicar que se bajarían en la siguiente parada―. A ti tampoco te habría importado dos años atrás.
Jungkook le siguió, arrugando las cejas.
―No sé de qué hablas ―bufó.
Yoongi rodó los ojos.
―Por dios, ¿crees realmente que puedes engañarme? ―reprochó el más bajo―. Me sorprende que puedas mentirle a todo el mundo cuando actúas como la mierda ―se bajó del bus, seguido de Jungkook―. Enamorado de Soyeon, sí, cómo no...
―¿Quieres dejar de murmurar como idiota? ―bufó Jungkook.
Yoongi no le hizo caso, por supuesto, caminando por las calles del barrio al que habían llegado, más repleto de gente que el centro de la ciudad. Se podían observar varios bares y clubes nocturnos en las cuadras, música resonando en cualquier lugar.
―Soyeon es tu mejor amiga y la quieres, claro ―decía Yoongi a su lado―, pero ¿enamorado de ella? Sólo quieres complacer a tus padres ―Yoongi lo miró―. ¿Cómo se llamaba ese chico que realmente te gustaba?
―Detente.
―Jinho. Saliste con él a los quince y fuiste la decepción de tus padres ―soltó Yoongi―. Te encantaba Jinho.
Jungkook lo sostuvo de la muñeca, deteniéndolo, y Yoongi se calló cuando notó la mirada enfurecida de su mejor amigo.
―No sigas ―le dijo con tono serio―. Lo de Jinho acabó hace mucho, ya no es importante.
Yoongi pareció considerarlo un instante porque terminó asintiendo, rodando los ojos, y siguió caminando, tirando de él aunque sabía que iban a tener esa conversación en otro momento.
Ahora debían seguir con lo suyo.
Minutos después se detuvieron frente a una bodega de donde salían gritos, música y risas, y un tipo enorme los detuvo, impidiéndoles entrar.
―Identificación ―exigió con voz dura.
Yoongi sonrió perezosamente.
Jungkook tomó aire.
―No jodas, Iron ―dijo con un bufido―, ve a buscar a Zico y dile que Gloss y Jk están de vuelta y van a patear su trasero.
Jin miró el suelo mientras sus pies se arrastraban por la gravilla, jugueteando con sus manos, y levantó la vista cuando un vaso con café se posó frente a sus ojos.
Jimin le sonrió ampliamente.
―Está empezando a hacer frío ―dijo Jimin a modo de explicación―, tiene tres de azúcar, como te gusta ―agregó al ver que el chico no lo recibía.
Jin asintió, distraído, tomándolo y dándole un sorbo, el caliente líquido quemando su lengua.
Pero no le importó, el dolor sirvió lo suficiente como para concentrarse en eso.
Jimin se sentó a su lado, relajado.
―Estaba pensando en hacer una fiesta de disfraces para mi cumpleaños ―dijo Jimin en medio del silencio en el parque―, Taehyung podría ir disfrazado de un dinosaurio, Hobi de Snoopy y nosotros podríamos hacer un juego de parejas, ¿qué tal Tony Stark y Capitán América? O si quieres algo sexy como Han Solo y la Princesa...
―Jimin ―le interrumpió Jin bruscamente―, te engañé.
La voz de Jimin se cortó.
Jin bebió el resto del café de golpe, sintiendo como su garganta quemaba, pero poco le importó.
Miró a Jimin, notando sus labios apretados, sin decir cosa alguna.
Jin sabía que estaba todavía atónito.
Mojó sus labios.
―De seguro ya lo sabías ―sonrió amargamente―, pero creíste que sólo eran tontos rumores, ¿no es así? Como los que siempre has oído de mí ―el mayor permaneció en silencio―. El puto de Kim Seokjin le chupa la polla a todo su curso. La zorra de Kim se folla a los profesores para tener buenas calificaciones. A la perra de Seokjin le encanta tragar semen ―soltó una risa entrecortada, sus ojos picando―. No son rumores. Soy una puta.
Casi deseaba que Jimin le arrojara el café, que se pusiera de pie y lo golpeara, le gritara, le humillara por lo que había hecho días atrás para recuperar el dinosaurio de Taehyung, lo que tuvo que hacer para que las cosas estuvieran bien.
―¿Con quién fue? ―preguntó calmadamente, pero antes de poder decir algo, Jimin le hizo un gesto―. Espera, no... ―su tono se volvió pensativo―. Fue con Dongsung, ¿no es así? A Dongsung no le gustaba que nosotros saliéramos ―los ojos del mayor se tornaron fríos―. ¿Qué hicieron?
Sus labios temblaron, queriendo romper a llorar por la situación, pero se obligó a tragar saliva y lucir indiferente.
―¿Qué crees tú? ―le dijo con hosquedad―. De seguro se lo anda contando a medio mundo.
Jimin bebió un poco de café.
―¿Te pusiste en cuatro frente a él, le rogaste que te follara el culo mientras uno de sus amigos te follaba la boca, y luego le hiciste una mamada? ―había burla en su tono de voz aunque su expresión carecía de diversión―. No lo creo, Jin.
Jin iba a matar a Dongsung.
Bajó la vista, humillado, pensando en lo bien que se sentiría si Jimin sólo lo abrazara, le besara la cara y le dijera que todo estaría bien. Que le iba a perdonar todo aunque estuviera sucio, aunque todo el mundo lo odiara y fuera tímido y torpe.
Pero Jimin no iba a hacerlo, lo tenía claro.
―Lo último es cierto ―dijo con voz débil.
Pudo sentir a Jimin furioso a su lado, así que no quiso levantar la vista.
―Por eso no has querido besarme los últimos días ―bufó Jimin―, y yo pensaba que tenía mal aliento.
Soltó una risa entrecortada, sus ojos picando.
La mano de Jimin lo sostuvo de la barbilla, obligándolo a elevar su rostro.
Jimin parecía furioso, pero no con él.
―¿Te obligó a hacerlo? ―sacudió su cabeza en una negativa―. Espera, ¿fue por ese encontrón que contó Taehyung? Dijiste que sólo te agarraste a golpes para recuperar su dinosaurio.
―Te mentí ―contestó queriendo alejarse―, y no me obligó, Jimin. Lo hice porque podía hacerlo.
El mayor hizo una mueca, soltándolo pero sin alejarse.
―¿Por qué actúas así? ―interpeló bruscamente―. ¡Mientes horrible, Jin! ―Jimin apretó su mandíbula―. ¿Es porque estás avergonzado?
―Hyung...
―¿Es porque te sientes culpable?
―Jimin...
―¿O es porque temes que te tenga pena?
―¡Basta!
Seokjin se puso de pie ante las palabras de Jimin, la gente a su alrededor mirándolo cuando habló en voz alta, y trató de recomponerse para no lucir tan descompuesto por la situación.
Jimin, frente a él, respiraba aceleradamente.
―Es porque eres un orgulloso, Kim Seokjin―dijo Jimin con voz extraña―, ¿no es así? No quieres admitir que necesitas ayuda, que no puedes proteger a Hoseok y Taehyung solo, que me necesitas.
Jin quiso romper a llorar.
―Lo arreglaré sin tu ayuda ―dijo Jin―, no necesito que me defiendas. No soy una damisela en peligro.
Jimin sonrió con ironía.
―Nunca te he visto como una, Jin―contestó para luego hacer una pausa―. ¿Debo tomar esto como un término, entonces?
Jin bajó la vista una vez más, sus labios queriendo formar un no como respuesta para agarrar el brazo de Jimin, sostenerlo y acurrucarse a su lado, no salir nunca más de allí, dejar que le cubriera con amor y ternura, pero las cosas no eran así de fáciles.
No cuando sabía que Dongsung no tardaría en buscarlo otra vez.
―Te engañé ―repitió, como si eso fuera explicación suficiente.
Levantó el rostro y se encontró con los ojos llorosos de Jimin.
―¿Lo harías otra vez? ―preguntó.
Por Hobi y Tae, lo haría mil veces.
Asintió en silencio.
―No, esa no era la pregunta ―dijo Jimin―. ¿Me dejarías ayudarte, Jin?
―Son mis amigos ―le dijo Jin, su voz quebrándose en la última palabra.
Jimin lo miró, serio.
―Y yo tu novio ―contestó antes de darse vuelta e irse caminando de allí sin mirar hacia atrás, dejándolo solo en el parque.
Hoseok suspiró mientras le tendía su botella con agua a Jin, distraído a su lado, mientras el resto de sus compañeros iban a sentarse a sus puestos. Taehyung, delante de ellos, se removía en su lugar con incomodidad, sus manos moviéndose de forma errática por un cubo rubik, tratando de descifrarlo.
―No lo entiendo ―dijo Taehyung mirando el juego―, ¿por qué terminaste con Jimin si lo quieres? ¿No deberían estar juntos?
Jin suspiró, negando con la cabeza.
―Las cosas no son así de fáciles, Tae―contestó con voz amable.
―Pero lo quieres ―replicó Taehyung, su voz plana―, mamá dice que cuando quieres a alguien, estás a su lado. Por eso yo siempre veo televisión con ella aunque me aburra, porque quiero a mamá.
Jin soltó una risa baja, agotado, pero no pudo decirle nada a Taehyung porque la profesora de Artes entró en ese instante, callando a todo el mundo.
La clase pasó lenta mientras la profesora hablaba sobre la materia, y Jin se sobresaltó cuando recibió un pequeño papelito por parte de Hoseok.
¿Te sientes mejor, Jinnie?
Puedo ir a tu casa en la tarde o puedes venir a la mía
Mi abuelita hará galletas
Jin sonrió, conmovido, para después asentir hacia su mejor amigo, observando la sonrisa de corazón que Hoseok le dirigió, y no pudo evitar recordar al chico de trece años, torpe y asustadizo, incapaz de expresar sus propias emociones. A Hoseok todavía le costaba, por supuesto, si se enojaba o se sentía triste no solía demostrarlo, pero cuando las emociones eran positivas, era más fácil saber qué ocurría con él.
―El trabajo que me deberán entregar en un mes consiste en fotografías, entonces ―dijo la profesora casi al término de la clase―, haremos una exposición donde mostraré los mejores trabajos. Quiero que plasmen sus emociones, que escojan un sentimiento, y a través del lente de la cámara me lo expliquen. Será en grupos de a tres ―todo el curso empezó a moverse para elegir a sus compañeros―, pero yo elegiré a los integrantes ―las protestas comenzaron.
Jin permaneció quieto ante las últimas indicaciones de la profesora mientras Taehyung se volteaba, confundido, y Hoseok le miraba con expectación.
La profesora hizo caso omiso de los estudiantes reclamando, mirando entre ellos y nombrándolos en voz alta mientras iba armando los grupos.
Entonces–
―Chae Hyungwon ―dijo la mujer―, con Seo Hyerin y... Kim Taehyung.
Taehyung se sobresaltó.
Jin se puso de pie.
―Profesora ―dijo haciendo una inclinación―, ¿no podría considerarlo? Preferiría que Taehyung estuviera conmigo y Hoseok. Los tres ―aclaró.
―Siéntese, Kim―ordenó la profesora―, el grupo ya fue armado.
―¡Pero no quiero estar con el rarito! ―se quejó Hyungwon.
―¡Sí, profesora, nos puede contagiar! ―agregó Hyerin enojada.
Taehyung permanecía en silencio, sin expresión alguna en su rostro.
La profesora miró a los estudiantes, enojada.
―¿Qué clase de cosas están diciendo? ―dijo enfurecida―. ¡Son unas personas horribles! Taehyung no es rarito, no tiene nada contagioso y trabaja fantástico. ¡Si no hacen el trabajo con él, los reprobaré sin dudarlo y a Taehyung lo meteré en otro grupo!
Se hizo un silencio enorme en el salón.
―Profesora... ―trató de decir otra vez Jungkook.
―Alumno Kim―le interrumpió la mujer―, usted será con Jung Hoseok y Jeon Wheein.
La hermana menor de Jungkook puso una expresión de horror.
―¡No, profesora! ―gritó―. ¡El gay me puede pegar su enfermedad!
―¡Silencio ahora mismo! ―la paciencia de la profesora parecía a punto de acabarse―. ¡Otro reclamo más y les prometo que los dejaré castigados dos meses!
Nadie volvió a levantar la voz.
Jin se sentó en su lugar.
―¿Jin? ―preguntó Hoseok.
―No pasa nada ―se apresuró a decir Jin―, tendremos que trabajar con Wheein.
―¿Y yo? ―preguntó Taehyung―. No entiendo. Quiero trabajar con ustedes. El resto no me agrada.
―Taehyung... ―Jin sentía que pronto le iba a dar una migraña―, arreglaré esto, tal vez si le explico a la profesora...
No, la profesora se negó a hacer un cambio cuando el timbre tocó y Jin fue a hablar con ella personalmente.
―Lo siento, Kim, pero tus amigos tienen que aprender a valerse por ellos mismos ―le dijo la mujer―. Tú no vas a estar siempre para ayudarlos.
―Pero Taehyung...
―Taehyung podrá arreglárselas sin problema alguno ―fue lo último que dijo antes de marcharse de allí.
Jin se volteó, desanimado, y levantó la vista cuando Wheein se le acercó con los labios apretados en disgusto.
―En mi casa, el fin de semana ―dijo bruscamente―, comenzaremos a trabajar allí.
Asintió, sin ganas de pelear con la chica, y volvió con sus amigos.
Taehyung estaba mirando al suelo mientras Hyungwon y Hyerin estaban a su lado, fastidiados.
―Nosotros vamos a planificar todo ―decía Hyerin―, tú sólo limítate a estar callado y no tocarnos, enfermo.
Jin arrugó el ceño, tocando el hombro de Taehyung, llamando su atención.
―Ustedes son los enfermos, imbéciles ―les dijo tirando de sus amigos, saliendo del salón.
―No me gusta esto ―dijo Taehyung en voz baja.
Hoseok asintió con expresión seria.
Jin no pudo evitar darles la razón, pensando en que las cosas parecían dificultárseles cada vez más.
Dedicado a: HobitaJk tu_pan_con_nutella ♡
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