Capítulo 03.
Kim Seokjin es gay.
Se dio cuenta de que le gustaban los chicos cuando tenía once años y un chico de su clase, Chanyeol, le besó a escondidas de todo el mundo, diciendo que ellos dos se verían muy lindos juntos. Jin no había entendido muy bien ese beso inocente, ni los posteriores abrazos ni caricias que Chanyeol le daba, sólo sabía que estar junto a Chan se sentía muy bonito.
Pero al año siguiente, los padres de Chanyeol se mudaron y por supuesto su hijo se fue con ellos.
Sin embargo, eso no se lo dijo a sus padres hasta una tarde en la que una de sus vecinas, Soojin, dijo que él le gustaba mucho y le dio un beso en la mejilla frente a su media hermana mayor.
Soyeon lo estuvo molestando todo el día por eso, y a la hora de la cena, harto de aquella situación, le gritó que él no estaría con la tonta de Soojin porque a él no le gustaban las chicas, sino los chicos guapos como Jiyong, que era dos años mayor.
Sus padres no reaccionaron violentamente. Jin no tenía una historia de violencia intrafamiliar ni palabras crueles, pero tampoco encontró comprensión en sus padres: su mamá creía que sólo era una etapa, que se le pasaría cuando conociera a una chica de su gusto, y debido a ello, le presentaba a las hijas de sus amigas y lo obligaba a pasar tiempo con ellas; su papá se limitaba a ignorarlo, hablándole sólo lo necesario; y su hermana...
Bueno, la relación con Soyeon se rompió definitivamente, porque también insistía en presentarle a chicas y hacerle citas a ciegas para que así volviera al buen camino.
Aunque la situación había empeorado en casa desde que Jin conoció a Park Jimin, el compañero de clases de Soyeon.
Park Jimin era un dolor en el culo.
Aunque un dolor en el culo algo agradable, pero jamás se lo diría para no subirle el tonto ego que tenía.
Se conocieron el día en que Jimin fue a hacer un trabajo a la casa de Soyeon y vio a Jin jugando videojuegos en el comedor, gritándole a la pantalla, ignorando a su hermana mayor con su amigo, y cuando Soyeon fue al baño, Jimin se le acercó.
Jin lo vio y supo que había conocido al amor de su vida... hasta que Jimin habló, por supuesto.
—¡Eres muy bonito! —le dijo sonriendo—. ¡Eres como un lindo ratoncito!
Jimin terminó empapado cuando Jin le lanzó el jugo, pero no fue suficiente para que se alejara.
Hoseok se bajó del auto de Jimin luego de despedirse y Jin le hizo un gesto de que luego iría a su casa, quedando los dos chicos a solas en el lugar, y cuando el menor notó que no había ningún vecino fuera, se permitió recostarse contra Jimin. El mayor no dudó en rodearlo con sus brazos, dándole un beso en la frente.
—No fue un mal día —comentó Jimin contra su cabello.
—Cállate —murmuró Jin—, te he dicho varias veces que...
—Que no me acerque a ti en el instituto —terminó de decir Jimin con voz triste—. Lo sé. Lo siento, bebé. Es que me gusta estar a tu lado.
Jin sintió como sus ojos se llenaban con lágrimas porque, tal vez, si toda la gente no lo mirara con malos ojos, se permitiría ser abrazado y besado por Jimin frente al mundo.
Pero no podía hacerlo, porque a Jimin no le harían nada, sin embargo, a él...
Las burlas habían comenzado el año pasado junto a los golpes, y Jin tenía que ocultar eso de Jimin, de su hermana, porque Jimin no dudaría en protegerlo y Soyeon se apresuraría a decirle "te lo dije", para seguir insistiendo en que saliera con alguna chica.
Y ahora Hoseok estaría con él (y Tae, había notado que Taehyung permanecería con ellos), y tenía que protegerlos. Tenía que cuidarlos, porque así se lo había prometido a los papás de su amigo.
—A mí también me gusta estar a tu lado —le dijo Jin levantando la vista, viendo como la expresión de Jimin se iluminaba—, pero no te creas tanto, sólo te soporto cinco minutos.
Jimin se rió, sin soltarlo.
—No mientas, tardo al menos media hora en follarte —le murmuró al oído.
Jin se puso colorado y trató de alejarse, escuchando la risa de Jimin.
—¡Ves! ¡Todo lo arruinas, pervertido! —gritó Jin, abriendo la puerta del auto.
—¡Despídete bien de tu novio, mi amor! —regañó Jimin sin dejar de reírse.
—¡Que no eres mi novio! —le gritó Jin.
La risa de Jimin le persiguió en todo momento, y no pudo evitar sonreír por la felicidad.
Wheein se había acercado a él una vez las clases acabaron, siendo seguida de sus amigas que permanecieron alejadas, y Jungkook le besó la mejilla a Soyeon.
—¿Vamos? ¿O te quedarás con tus amigas? —preguntó Jungkook, mirando a su hermana menor.
La chica asintió, sonriendo.
—¡Tenemos mucho de qué hablar! —dijo Wheein como si estuviera hablando de algo interesantísimo—. Tenemos dos chicos nuevos y raritos que son amigos del rarito de Jin.
Pudo notar como Soyeon se tensaba a su lado ante la mención de su hermano menor.
—Jeon Wheein... —llamó la atención Jungkook.
La chica dirigió una mirada de disculpa a Soyeon.
—No quise decirlo así, unnie —pidió perdón—, pero a todo el mundo le da risa eso. Si hasta ya les llaman como trío de enfermitos...
—Jin no está enfermo —se apresuró a decir Soyeon—, es sólo una etapa.
Wheein no parecía convencida, pero no dijo cosa alguna, alejándose para volver con sus amigas.
Jungkook le abrió la puerta a Soyeon, que lucía triste y apenada, y una vez se sentó a su lado, le tomó la mano.
—Ya verás que se le pasará a Jin —le dijo, aunque en el fondo, Jungkook sabía que eso no ocurriría.
—Si Jimin no lo molestara ya podría haberle conseguido una cita con alguna de sus compañeras —dijo en voz baja Soyeon—. ¿Por qué no puede ver que es por su bien? Todo el mundo lo considera como un fenómeno, ¿cómo no se da cuenta de lo mal que está?
—Hey, Soyeon, tranquila —le dijo comenzando a conducir—, debes dejar que se dé cuenta solo. Seokjin ya está grande, pronto notará que es todo un capricho.
Soyeon asintió, sin perder la expresión preocupada, y el viaje hacia la casa de la chica fue hecho en silencio, apenas intercambiando palabra alguna porque cada uno parecía perdido en su propio mundo.
Sólo cuando se detuvo frente a la casa se volteó a mirarla, notando de reojo como Kim Seokjin se bajaba del auto de Park Jimin pero sin ir a su hogar, caminando hacia otra casa más lejos de allí. Afortunadamente Soyeon no se había dado cuenta, metida demasiado en su mundo.
―Oye, Soyeon... ―llamó su atención en voz baja, y la chica se volteó a mirarlo―, ¿de dónde conoce tu hermano a ese chico, Hoseok? ―preguntó tratando de sonar casual―. No recuerdo haberlo visto antes.
La muchacha permaneció en silencio unos segundos que se le hicieron eternos, tratando de no lucir urgido a pesar de que la curiosidad lo estuviera carcomiendo por dentro.
Finalmente, Soyeon suspiró.
―Bueno... Hoseok es un vecino nuestro ―dijo con tono indeciso.
Asintió como si no estuviera impaciente, tratando de lucir torpe y adorable para conseguir lo que quería. Aunque, según Yoongi, no era necesario esforzarse demasiado porque siempre lucía así.
Pendejo.
―¿De verdad? No recuerdo haberlo visto antes ―comentó como si nada.
Y Jungkook lo recordaría, porque antes de ser novio de Soyeon fue su amigo durante tres años, y jamás vio que Kim Seokjin tuviera un compañero tan cercano, porque todos en el colegio le hacían el quite desde que no se molestaba en ocultar su gusto por los chicos.
A Jungkook en realidad no le interesaba si Jin gustaba de los chicos, pero no quería pelear con Soyeon sobre eso, así que se limitaba a callar y asentir porque le gustaba tener todo perfectamente controlado.
Era algo así como un maniático del orden, como decía Yoongi, pero Jungkook prefería llamarse a sí mismo alguien ordenado.
―Sí, él... um...
Jungkook no presionó. Soyeon se rindió luego de varios segundos de indecisión.
―Mira, se supone que no debemos hablar de estas cosas, ¿bien? En realidad, todos sabemos de esto, pero no lo hablamos en voz alta porque es delicado y no tengo muchos detalles, pero... ―Soyeon mordió su labio inferior―. ¿Recuerdas a Jung Jongwoon y Jung Taeyeon?
Si Jungkook hubiera estado bebiendo algo de seguro lo habría escupido.
Su novia asintió cuando notó su expresión de sorpresa e incomodidad. Entonces, Jungkook unió los puntos.
―Debes estar de joda ―balbuceó, incrédulo―. ¿Es...? ¿Hoseok es acaso...?
―El niño desaparecido ―completó Soyeon―. Sí. O, bueno, eso es lo que dicen los informes...
Jungkook sintió como un escalofrío recorría toda su espina dorsal ante las palabras de Soyeon.
Él no sabía la historia completa, sólo algunos detalles que escuchó por ahí, porque a nadie le gustaba hablar de lo ocurrido hace mucho tiempo en la tranquila ciudad de Suwon, pero según la información que poseía, el matrimonio Jung, compuesto por Jongwoon y Taeyeon, tuvo un hijo dieciséis años atrás, el primer hijo de su joven matrimonio, que a la edad de tres años, por un descuido de su padre cuando estaban en un parque en el centro de la ciudad, había desaparecido.
Evaporado. Sin ningún rastro. Sin ninguna pista.
Al inicio, por supuesto, fue un revuelo enorme, un caos en la ciudad, todo el mundo ayudando de alguna forma al joven matrimonio a buscar al pequeño niño que desapareció, pero no hubo resultado alguno. Incluso la policía de otras ciudades se involucró en el caso, sin embargo, nunca se llegó a ninguna conclusión sobre el paradero del niño, y con el pasar de los años todo el mundo se fue olvidando (a propósito) de lo ocurrido.
Los últimos años no vio más de esos carteles y había asumido que sus padres se rindieron por fin, pero tal vez–
―¿Y dónde estaba? ―preguntó, con tono todavía incrédulo.
Soyeon se encogió en hombros.
―Sus padres no... Supongo que la policía y ellos saben, pero han decidido no decir nada por el bien de Hoseok...
Recordó el rostro de Hoseok esa mañana, a la hora de almuerzo, sus ojos mirándolo, siguiendo sus movimientos, y volvió a estremecerse sin motivo alguno.
Decidió que lo mejor sería mantener alejado de Hoseok.
―Según lo que sé, encontraron a Hoseok cuando tenía diez años y lo han educado en casa por su discapacidad ―siguió Soyeon―, Jinnie lo conoció cuando tenía doce, un día lo vio jugando en el patio y Jin no tenía amigos, así que decidió que Hoseok sería su mejor amigo y... ―rascó su brazo, nerviosa―. Jin le llevaba todos sus juguetes y Hoseok era muy tímido al inicio según lo que me contaba él, pero pareció ganárselo cuando comenzó a estudiar el lenguaje de señas...
Jungkook creía que iba a obtener más respuesta si Soyeon le contaba de dónde conocía a Hoseok, sin embargo, sólo consiguió más preguntas y dudas por toda la verdad que implicaba la historia del chico.
Pero lo mejor era permanecer lejos. No sabía por qué, pero Jung Hoseok lucía como un chico que podía desestabilizar su perfecto mundo, y Jungkook no quería eso por nada del mundo.
La puerta se cerró detrás de él y Hoseok dejó su mochila en el suelo, pensativo.
―¿Hobi? ―preguntó su mamá en voz alta, asomándose al pasillo.
Hoseok la miró y sonrió ampliamente, feliz, corriendo a abrazarla por la emoción. Cada vez que la veía, Hoseok sentía muchas ganas de abrazarla y no soltarla nunca, porque temía despertar y que todo lo que vivió esos años fuera una mentira.
Taeyeon se rió, encantada, revolviéndole el cabello a su hijo, y por dentro suspiró aliviada de que estuviera allí, a su lado. Todo el día había temido que algo malo llegara a ocurrir, que la llamaran del colegio o de la policía y le dijeran que su hijo desapareció otra vez.
Taeyeon no creía poder soportarlo una vez más, volver a ese infierno donde la habitación de Hoseok estaba vacía y no había ningún niño a su lado.
―¿Cómo te fue? ―le preguntó Taeyeon, hablando en voz alta pero sin olvidar el lenguaje de señas.
Hoseok la acompañó hasta la cocina, sin dejar de sonreír.
―Muy bien. ¡Jinnie estuvo a mi lado todo el día! ¡El colegio es enorme! ¡Había muchos niños! ¡Y Taehyung tiene el cabello naranja!
―Más lento, más lento, me estoy perdiendo, bebé.
Taeyeon no pudo decir algo más, porque en ese momento la puerta de la cocina se abrió y Jongwoon entró lleno de tierra.
Taeyeon reclamó al verlo sucio, pero a Hoseok realmente no le importó porque corrió hacia Jongwoon con una sonrisa enorme y saltó a sus brazos, siendo agarrado por su papá que se reía por la diversión. Hoseok frotó su cabeza contra la sucia mejilla de Jongwoon sin preocuparse si quedaba sucio, como un gatito en busca de cariño.
Para Hoseok, su mamá era calidez y comodidad; en cambio, su papá era protección y tranquilidad.
Hoseok realmente se sentía feliz con ellos, cuando se colaba en su habitación en la noche y lo dejaban dormir entremedio de los dos como si tuviera cinco años y no dieciséis.
Sabía que lo permitían, en el fondo, por todos esos años perdidos, pero a él no le importaba. Le gustaba ser su niño mimado.
Fue dejado en el suelo, volteándose hacia su mamá con una sonrisa de disculpa, pero ella sólo sacudió su cabeza con el rostro brillando por la felicidad.
Asintió, saliendo al patio trasero, y vio a su abuelita sentada en su mecedora, observando críticamente el trabajo que hizo su hijo en el jardín, para después voltearse y sonreírle.
Hoseok realmente se podía considerar afortunado de tener una familia que lo quisiera a pesar de todos sus defectos.
A pesar de ser un muñequito sucio y grosero.
Sus uñas rascaron su brazo nerviosamente cuando el leve pensamiento cruzó su mente, y se obligó a concentrarse en el rostro dulce y amoroso de su abuela. No había tenido una recaída desde hace meses (y bueno, lo de la mañana fue sólo un accidente, pudo superarlo con rapidez), así que no podía permitirse volver a sentirse mal por algo que no era su culpa, como decía Namjoon.
Hoseok se merecía todas esas cosas buenas que tenía.
―¿Cómo te fue hoy, príncipe? ―le preguntó su abuelita Haeri.
―¡Muy bien! ―dijo, sentándose a su lado―. ¡Hice un nuevo amigo que tiene el cabello naranja y se llama Taehyung!
―¿A ti te gustaría también pintarte el cabello?
―¡De rojo, de rojo!
Su abuelita se rió y Hoseok se sentía feliz, muy feliz, a pesar ser un muñequito desobediente y roto.
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