42. Rescate

Señor Sira le volvió a preguntar quién era, pero Muñequito no podía dejar de mirar el cuerpo ensangrentado del perrito frente a él.

Lo arruinó. Lo arruinó por ser un mal muñeco, por ser desordenado, por no ser perfecto, así que ahora debía pagar las consecuencias.

Apretó sus dientes al sentir el dolor estallando detrás, ahogando su voz por completo. Bueno. Él sería bueno. No un buen chico, pero sí un buen muñeco. Los muñecos buenos no eran castigados y él ya no quería más dolor.

—Estoy enfurecido contigo —le gruñó Señor Sira mientras se movía contra él, enviando más sufrimiento por toda su espina dorsal— tener que irnos de ese lugar por éste otro...

Muñequito fingió no comprenderlo, incapaz de observar hacia otro lado que no fuera T̄h̀ānh̄in muerto y cubierto de sangre.

Perrito. Rojo. Sangre.

Los recuerdos se mezclaban en su mente y no pudo evitarlo: vomitó la papilla que comió obligadamente cuando llegó.

Señor Sira gritó de la ira, aunque no dejó de moverse, sólo restregó su mejilla contra ese maloliente vómito, ensuciándolo y haciéndolo llorar en silencio.

‹‹Lo siento››, quería decir, sin embargo, no lo hizo, ‹‹perdóname, por favor. Seré bueno, pero ya no lo soporto››.

Cuando T̄h̀ānh̄in dejó de respirar, ese monstruo agarró su cuerpo pequeño, caliente todavía, y se lo puso en brazos. Muñequito no dejaba de mirarlo con ojos abiertos en shock, sin entender lo que acababa de ocurrir, sin comprender porque ese animalito no se movía y tenía sus ojos cerrados.

Muévete. Por favor, muévete.

Pero no hacía nada, sólo estaba quieto.

Señor Sira lo agarró del brazo, sacándolo de allí apresuradamente. Fuera, estaba ese otro hombre que conocía –el de un ojo extraño, ¿cómo se llamaba?– y lo arrastraron hacia el auto, hablando con velocidad. Sira le ordenó a ese tipo que limpiara el cuarto, que eliminara las pruebas, para luego subirlo al auto, yendo hacia otro lugar, a otro motel de mala muerte para que no les encontraran.

Ahora estaba pagando las consecuencias de sus actos. De sus errores.

Muñequito quería que todo eso acabara, aunque una parte suya sabía que no se detendría. Muñequito quería regresar con ese hombre y esa mujer que lo llenaban de abrazos inocentes y besos dulces. Quería estar con esos muchachos con quienes se sentaba y le hablaban cariñosamente, haciéndolo reír por las bromas que hacían. Quería estar con ese chico más alto que él, con unos hoyuelos en su rostro, que le decía cosas bonitas al oído y le hacía feliz. Todos ellos le hacían tan feliz.

‹‹Seré bueno si me dejas volver con ellos››, sollozó en su mente, ‹‹te lo ruego, déjame volver con ellos››.

Señor Sira era tan malo con él.

Escuchó su gemido y cómo se retiraba provocando que el dolor estallara una vez más. Se derrumbó sobre ese viejo, sucio colchón, oyendo ese murmullo de que saldría a fumar y que no se atreviera a ser malo otra vez. Lo vio salir del cuarto con su celular en sus bolsillos y poniendo llave, dejándolo completamente solo.

Se arrastró por la cama, agarrando la papilla que Sira compró, sus manos temblando cuando la echó a la palma de su mano y la extendió hacia el hocico de T̄h̀ānh̄in. Recordaba vagamente que el cachorrito no comía si no era de su mano.

—Come —susurró apenas, temiendo que Sira llegara—, Tannie, come...

El animalito no se movió y Muñequito jadeó, con las lágrimas cayendo por su rostro.

—Come —insistió con su voz ahogada—, T̄h̀ānh̄in, toma, comida...

Muñequito lo agarró sin importarle si ensuciaba su pelaje –daba lo mismo, ya estaba sucio– y lo apretó contra su pecho, meciéndose a pesar del dolor.

—Por favor —lloró, roto para siempre— por favor...

Pero nadie contestó. Muñequito sabía que ya nadie iba a responder nunca más y era sólo su culpa.

Leo fue el segundo en derrumbarse para sorpresa de todos.

La llamada se cortó y hubo un instante de tenso y pesado silencio, como si pudiera cortarse con un cuchillo, y el adulto comenzó a llorar sin control alguno. Cherreen lo abrazó con lágrimas en los ojos, mientras Earth apretaba sus labios y Gulf marcaba unos números.

Mew miró a los tres adolescentes con ojo crítico, en tanto Singto se apresuraba en ir hacia los padres descompuestos.

—Agua con azúcar —dijo con un tono que no admitía réplica— ¿pueden traer, chicos?

Los muchachos se apresuraron en ir hacia la cocina.

Las manos de Off temblaban sin control alguno, Fluke parecía a segundos de romper a llorar y Ohm lucía más pálido que nunca, moviéndose por la habitación a paso inseguro.

Off no quería pensar en lo que acababa de ocurrir, no quería creer en la posibilidad de Gun...

Tuvo que sentarse cuando un mareo lo atacó y recibió un vaso con agua que bebió, el sabor dulce del azúcar bajando por su garganta. Ohm era el que lucía más entero de los tres, aunque su aspecto seguía siendo bastante... deprimido.

Fluke abrió la boca para decir algo, pero entonces–

Off comenzó a llorar.

Primero soltó un ruido bajo, un sollozo, y ya no pudo detenerse más, con las lágrimas borboteaban de sus ojos sin control alguno, así que cubrió su rostro con ambas manos como si de esa forma pudiera parar el llanto, que sólo aumentó.

Off sintió tanta culpa, tanto arrepentimiento por la forma en la que actuó los últimos minutos que vio a Gun. Recordó el rostro del menor frente a él con una expresión de sufrimiento, y él sólo se negó a escucharlo, a ceder, porque tenía miedo. Tenía tanto miedo, cuando Gun vivió gran parte de su vida también aterrorizado y con un horror más grande que el de nadie.

Una pequeña parte suya parecía decir que eso no era su culpa, que él no tenía nada que ver con eso, pero bajo toda la situación, parecía más fácil para Off auto-culparse por lo sucedido y llorar. Llorar para quitarse su propia decepción hacia sí mismo.

Si Off hubiera comprendido a Gun, no habrían discutido.

Si Off hubiera cedido al inicio, ellos estarían juntos.

Si Off hubiera sido más rápido, Gun no se habría perdido.

¿Qué más podía hacer sino culparse?

Recibió un abrazo, aunque no fue necesario que mirara para saber quién era: Fluke le habló en voz baja, acariciando su espalda con suavidad.

—P'Off... —murmuró el menor de los tres— está bien que llores, no sientas vergüenza por eso.

Off ni siquiera era capaz de hablar, de responderle, pues sólo podía llorar por toda esa jodida, horrible situación. Por el pensamiento de su chico, su lindo Gun, en manos de un monstruo. ¿Cómo era posible que existieran personas tan bastardas en el mundo, capaces de hacerle tanto daño a gente inocente?

Fluke iba a decir algo más, pero entonces su celular sonó en señal de un mensaje, así que se alejó y vio el número.

Lo abrió con el ceño levemente fruncido.

Número desconocido:

Hey, niño bonito.

El lugar que me describiste.

Motel Bella Luna.

Te envío la dirección.

Ohm, detrás de él, también leyó el mensaje.

Ambos se miraron, mientras Off agarraba una servilleta y hacía sonar su nariz, ya más calmado. Necesitaba liberar toda la frustración y desesperación de alguna manera, siendo el llanto su mejor opción.

—¿Chicos? —balbuceó al mirarlos.

—Tenemos algo —farfulló Fluke apenas, y Off leyó el mensaje— podemos...

—Sé dónde queda —soltó Off— en la periferia. Es... —se puso de pie, frotando sus ojos—. Vamos. Vamos.

Salieron de la cocina atropelladamente hacia el comedor, donde los adultos seguían en pasmado y pesado silencio. Off fue el primero en interrumpirlo cuando las miradas se posaron en ellos:

—Sabemos dónde lo tiene —dijo con su voz ahogada, provocando que Earth se pusiera de pie y Gulf abriera la boca— nosotros...

—¿Dónde? —Chistó Cherreen—. ¡¿Dónde?!

Off se sobresaltó por el grito y Singto agarró a la mujer con suavidad de la muñeca.

—Calma, Cherreen —le dijo el psiquiatra con tono cansado.

La adulta parecía dispuesta a mandarlo a la mierda, sin embargo, el celular de Fluke volvió a sonar en un mensaje.

Iron:

Corrijo. Se están moviendo.

Tiger trabaja al lado como mecánico. Los ha visto salir.

El auto no tiene patente.

Se quedó el tipo del ojo raro allí.

Fluke:

¿Puede seguirlo?

¿Es posible?

Le pagaré si es necesario.

Iron:

Me encanta cuando hablamos de dinero.

Ya está en ello.

Fluke casi reclamó cuando Gulf le quitó el celular y leyó sus mensajes, entrecerrando sus ojos en una señal de irritación.

—Les dijimos ayer que no debían involucrarse en esto —le espetó a Fluke, que se encogió en su lugar por el miedo.

Ohm soltó un gruñido de enojo, atrayendo al menor contra su cuerpo, dispuesto a agarrarse con el policía, a pesar de que fuera mayor que él.

—¡Por Dios! —gritó Mew, exasperado—. Gulf, ¡olvídalo! Tenemos algo, ¿puedes empezar a moverte?

Gulf hizo un ruido, mitad bufido mitad grito también, sin entregarle el celular a Fluke a pesar de sus débiles protestas.

—Earth, ve con dos de mis hombres y Singto hacia el motel Bella Luna —dijo Gulf— necesitaré...

—Yo conozco los barrios periféricos —le interrumpió Off de pronto en voz baja, llamando la atención del hombre— me... los conozco muy bien: calles, callejones... vías trampas...

Cuando Off se dedicaba de lleno al rap, con sólo catorce años, recorrió todos esos lugares con Tay o sus amigos al escapar de la policía. Se los sabía muy bien, casi con los ojos cerrados.

Además, no podía quedarse...

—Iremos contigo —dijo Leo, de forma repentina, hacia Gulf.

—No —dijo el policía.

—Sí —replicó Cherreen— no te atrevas a dejarnos fuera de esto. No más. Estoy harta de quedarnos aquí sin hacer nada más.

Gulf parecía dispuesto a protestar, pero se dio cuenta de que estaban perdiendo el tiempo, así que sólo soltó un chasquido de dientes.

—Al auto, vamos —apuntó a Off— sígueme. Si molestas, te devolveré —miró a los otros dos chicos—. Ustedes se quedan. No llevaré a nadie más. Mew, hazte cargo de ellos.

—Que aburrido —bufó Mew, aunque asintió, agarrando a Fluke y Ohm de los hombros para que no se movieran. Los chicos protestaron un poco más, sin embargo, tampoco sabían qué más decir.

—Comunícate conmigo cada tanto —le dijo a Earth cuando salieron— no quiero nada de sorpresas. Si Mike actúa, dispárale, pero déjalo con vida. Ese hijo de puta nos va a servir.

Earth asintió con un gesto, yendo a su auto con dos hombres de Gulf. El policía le hizo un gesto a otra patrulla para que lo siguiera.

—Dime que va diciendo ese chico —dijo Gulf, entregándole el celular de Fluke.

Off podía sentir su estómago dando vueltas y anticipándose hacia lo que podría ocurrir en cualquier momento. Lo único que tenía claro era que deseaba encontrar pronto a Gun, envolverlo en sus brazos y no soltarlo jamás. Una mirada a los padres del menor bastó para saber qué estaban pensando lo mismo.

El celular sonó.

Iron:

Motel Eclipse.

Tiger pasó de largo para no llamar la atención.

Es todo. No puedo ayudarte más.

Fluke:

Gracias.

Te hablo después para la cita.

Se sintió avergonzado escribiendo lo último, pero supuso que Fluke respondería algo así.

Le dijo a Gulf sobre los últimos avances y se fijó en la dirección que Iron le envió. Perfecto. Conocía la calle muy bien, sino se equivocaba hizo varios grafitis por allí cerca con Tay.

Mordió su labio inferior y le envió un mensaje rápido a su mejor amigo. Apenas habló con él por los nervios y la ansiedad, con el más bajo preocupado por la situación, aunque permaneciendo con New para no provocarle más temor. Por las pocas palabras que intercambiaron, supo que el chico de cabello naranja estaba más alterado que nunca, e incluso tuvo una pequeña crisis que Tay tuvo que contener.

—Gire a la izquierda —le indicó, empezando a reconocer las calles— y siga derecho —Off mordió su labio inferior—. Tal vez... deberían apagar las sirenas. Eso podría...

—Increíble. Un niño mandándome —masculló Gulf.

—Hazlo —espetó Cherreen— no quiero ningún error. Quiero a Gun a salvo conmigo.

Gulf no reclamó nada más, apagando la sirena y hablando por el comunicador con sus compañeros que iban más atrás.

—Está a pocas cuadras —dijo Off, minutos después— a unas cinco, no sé si va a...

—Seguiremos a pie —dijo Gulf— los vehículos van a llamar la atención de todo el mundo. Ahora, ustedes —se volteó hacia Off, Cherreen y Leo— se van a quedar aquí, no quiero...

—¿Realmente esperas que lo hagamos? —Balbuceó Leo—. ¡Estás hablando de nuestro hijo!

—Dios, ¡pueden destituirme por atreverme a llevarlos! —Dijo Gulf—. ¡Ya estoy en grandes problemas! No sé cuántos hombres tendrá Sira o cuán armado está, si cometo algún error, si doy un paso en falso es probable que esto termine mal.

—No debe tener a nadie —soltó Off repentinamente—, quiere pasar desapercibido y no lo hará si tiene a muchas personas —el chico podía sentir su adrenalina subiendo a mil, su mente trabajando como un motor. Gun siempre le decía que era muy inteligente, ¿iba a decepcionarlo ahora?—. Hay que aislarlo, cubrir toda la cuadra y no dejarle salida, él...

—Santo Jesús —murmuró Gulf— eres sólo un niño, chico.

Off lo sabía, lo tenía claro. Era un simple adolescente que lo arruinó todo, pero quería a su Gun consigo otra vez. Quería tenerlo a salvo e impedir que le siguieran haciendo daño.

Gulf lo miró un instante antes de quitarse el cinturón de seguridad y bajarse del auto, el resto siguiéndole sin dudarlo un poco. Del vehículo policial que les seguía se bajaron también tres policías más.

La radio de Gulf sonó y respondió de forma inmediata: la voz del detective habló con rapidez.

—Tengo a Mike —dijo Earth con tono agitado— herido y maniatado, pero vivo. Tus hombres están revisando el cuarto en el que estaba Sira.

—¿Algo que decir?

—Saca a Gun de allí con rapidez —respondió el detective— hay mucha sangre en este lugar.

Eso fue suficiente para Cherreen, que se giró y caminó con rapidez hacia donde debía estar el motel. Leo le tomó la mano y Gulf se apresuró en alcanzarlos.

—Tienen que permanecer fuera —dijo el policía—, el protocolo...

—¡Me importa una mierda ese protocolo! —Gritó Cherreen—. ¡Ese monstruo tiene a mi hijo y no dejaré que pase un segundo más con él! ¡Estoy harta de quedarme esperando sentada, cuando Gun está con ese bastardo!

—Si no obedeces me veré en la obligación de detenerlos por interferencia policial —amenazó Gulf.

Off se estaba poniendo nervioso bajo toda esa situación.

—¿Realmente... —farfulló apenas— van a... a ponerse a discutir aquí cuando Gun...? —no pudo seguir hablando, su voz quebrándose.

Los adultos lo miraron en helado silencio, con el aire estático entre ellos un momento.

Gulf levantó su radio.

—Earth, necesito que vengas ahora. Deja a Mike con Kang, es de confianza —habló, mirando a Cherreen.

—Entendido.

—Neo —continuó Gulf, y una policía se adelantó—, necesito tres chalecos antibalas, ahora.

—Enseguida, señor.

La mujer volvió segundos después con los chalecos, entregándoselos a Cherreen, Leo y Off.

—Tul y Kan —llamó otra vez—, necesito que ingresen al motel y saquen a la persona que esté en la recepción. Si hay otras personas, igual sáquenlas, que dejen el lugar vacío.

—Sí señor —balbucearon los dos policías, adelantándose para cumplir con la orden.

—Cooper —agregó hacia su último hombre—, revisa el perímetro, otras posibles entradas y salidas.

El policía aludido se apresuró en cumplir la orden.

Los tres adultos junto con Off empezaron a caminar hacia el motel, viendo que a medida que se acercaban, la gente estaba saliendo, algunas parejas quejándose. Neo sostenía a un hombre, diciendo que se trataba del recepcionista.

—Mi-mis je-jefes me han dicho que deje entrar incluso a... a me-menores de edad... —balbuceaba el hombre.

—Podrían ser acusados como encubridores de pedofilia y violación —replicó Gulf.

El recepcionista palideció, a segundos de desmayarse.

—Se ha dado cuenta —dijo uno de sus hombres— así que se encerró en el cuarto. Dejé mi radio, señor, por si desea...

—Gracias, quiero que estén atentos. Debemos ser cuidadosos con nuestro proceder —Gulf llevó su propia radio a sus labios—. Sira, ¿me oyes?

Silencio estático al otro lado de la línea. A pesar de las quejas y las conversaciones a su alrededor, entre ellos sólo había tensión y nervios.

—Soy el policía Gulf Kanawut —continuó el hombre—, quiero hablar contigo, ¿me escuchas?

Otra vez no ocurrió nada, hasta que Gulf abrió la boca para volver a decir algo.

—No le haré nada a Muñequito sólo si me dejan salir con él e irnos —habló Sira con calma— si no es así, lo mataré, tal como maté a su perro.

Off sintió su estómago revuelto, con el desayuno subiendo por su tráquea. Cherreen estaba llorando otra vez, en tanto Leo palideció con rapidez.

—Podemos llegar a otro acuerdo —ofreció Gulf.

—No me interesa otro acuerdo —Sira se rió—. Sólo quiero a Muñequito para follármelo más veces de las que he hecho ahora.

El ruido estático volvió.

—¿Sira? ¡Sira!

Pero no hubo respuesta alguna.

Leo tuvo que sostener a su esposa, a segundos de desmayarse y Off tragó la bilis, ya que realmente no quería descomponerse en ese momento, a pesar de que las palabras que ese bastardo dijo seguían resonando a su alrededor.

Gulf no tuvo tiempo para responder, pues en ese momento llegaron dos personas más: Earth y otro policía. Le hizo un gesto a su hombre para que hablara.

—Una salida trasera de emergencia que da hacia los estacionamientos, allí está el auto de Sira —dijo rápidamente—, y el estacionamiento tiene sólo una salida. Da para la otra calle.

—Es suficiente para trabajar. Cúbrela —el hombre no tardó en obedecer—. Earth, quiero que entres con Neo al lugar y te encargues de sacar a Sira de allí. Iría yo, pero voy a distraerlo con mi intento de negociación. No confío en nadie más que en ti para esto.

—Me das lo más difícil —bufó Earth, mientras se ponía un chaleco antibalas.

—Probablemente luego de esto me destituyan —confirmó Gulf con un suspiro— pero no voy a esperar más. No puedo dar más tiempo. Número de la habitación. —pidió.

—Habitación dieciséis, señor.

—Trataré de hacerlo rápido —dijo Earth, recargando su arma.

Antes de que alguno pudiera decir otra cosa, Earth fue con rapidez hacia el edificio. Off lo vio desaparecer y él sólo quería que esa horrible pesadilla acabara pronto, porque ya no lo soportaba.

Él sólo quería que Gun estuviera otra vez a su lado.

Muñequito no comprendía lo que estaba ocurriendo, sólo que Dueño estaba muy enojado, lo podía ver en su expresión.

Trató de no moverse a pesar del dolor en su cuerpo, cubierto de sangre –¿era suya o del cachorro?–, además de saber que eso provocaría que Sira se enojara más. Pero estaba muy incómodo boca abajo, con su rostro girado hacia un lado, viendo cómo el adulto se movía por el lugar recogiendo algunas cosas.

Minutos atrás entró de golpe, sobresaltándolo, aunque sin fijarse en él, cerrando con fuerza la puerta y poniendo la llave.

—Lo has complicado todo —gritó Sira, caminando hacia él y agarrándolo del brazo. Tuvo que apretar sus labios para no soltar un chillido de dolor— ¡lo has jodido completamente!

Entonces recibió dos golpes en su rostro y ahora no pudo evitar el grito que escapó de su boca cuando el puño conectó en su ojo izquierdo, punzante sufrimiento explotando en su cara. En ese instante, no podía ver mucho por ese ojo, hinchado y morado, palpitando a cada segundo.

Sira lo soltó luego de descargarse lo suficiente, echándolo sobre la cama y abrió la puerta otra vez, agarrando un pequeño objeto cuadrado y negro. Habló contra esa cosa con quien sabe quién, ignorándolo antes de echarlo a un lado a los segundos después.

Y sacó el arma.

Muñequito observó la pistola, pues no era la primera vez que la veía: como un sueño, como un recuerdo lejano –¿era un recuerdo o no?–, se vio más pequeño, con un entrenamiento avanzado, pero cometiendo un error: Sira lo quiso usar tres veces seguidas y él ya no podía más, todo dolía, así que trató de alejarse, de luchar contra él. Enfurecido, Sira le gritó un montón de cosas que Muñequito no comprendió ya que sólo quería estar lejos de él y... y...

Y de pronto lo volteó boca arriba, sacándole un jadeo sorpresivo y el arma estaba en su boca, fría, grande, con sabor metálico en su lengua.

—Quédate quieto —le dijo con su voz otra vez calmada, metiendo más adentro el arma, haciendo que comenzara a atragantarse—, ¿sabes qué es esto, Muñequito?

No lo sabía, pero tenía claro que era malo. Todo lo que Dueño le mostraba era malo, excepto esas pequeñas cosas envueltas en algo rojo, ¿cómo los llamaba? Caramelos. Sí, los caramelos eran lo único bueno que Dueño le entregaba.

—Es un arma. Una pistola —Sira sonrió, moviéndola en su boca—. Puedo matarte con ella, ¿quieres que te mate?

Muñequito sólo quería que Dueño se detuviera.

—Ahora, quédate quieto —le dijo dulcemente—, o te meteré esta pistola por el culo y te dispararé, ¿entendido?

Obedeció. No podía hacer otra cosa más que obedecer.

Muñequito ahora no podía dejar de mirarla y un pensamiento pasó por su balbuceante mente: ¿podía morirse? Muñequito ¿podía irse de ese lugar para siempre? Una parte suya comenzó a ansiarlo, morirse parecía como una buena opción, ¿podía tomarla?

No quería estar más con señor Sira, era malvado y cruel y quería estar lejos de él. Muy lejos de él para siempre.

Quería estar con T̄h̀ānh̄in y pedirle perdón.

Antes de poder procesar todo lo que estaba ocurriendo, soltó un nuevo jadeo porque las manos de Sira separaron sus piernas y comenzaron a vestirlo con su ropa interior sucia y una camisa vieja. No sabía dónde estaba el resto y no le importaba.

—Tendré que apurar todos mis planes por tu culpa —gruñía Sira, mientras lo vestía— ¿sabes qué haré apenas lleguemos? Voy a dejarte sordo realmente, romperé tus tímpanos, quizás con eso aprendas...

Mátame. Mátame, por favor, ya no lo soporto más.

Las palabras no salieron de su boca, no hubo respuesta alguna de su parte.

Sira recogió sus cosas y lo puso de pie, aun cuando Muñequito soltó pequeños quejidos por el dolor en su cuerpo. Todo en él temblaba por lo que estaba ocurriendo, no lo entendía, sólo quería volver a acostarse y que nadie más le tocara.

Señor Sira se quedó quieto de pronto y llevó el arma a su cabeza, a un costado.

—Si das otro paso más, le volaré los sesos a mi Muñequito —gritó con voz tranquila al aire.

Si Sira hacía eso, ¿significaba que iba a morir? Tal vez podría probarlo.

—Quiero a Gun, Sira —habló una voz al otro lado de la puerta—, por favor, dámelo.

Gun. Gun, ¿quién era ese Gun? Allí sólo estaba Muñequito, Dueño y un perrito muerto. Perrito. Perrito...

—No lo creo —espetó Sira, tirándolo contra él—, ahora quítate de la puerta, voy a salir con mi juguete. Si intentas algo, lo mataré.

—Sus padres lo están esperando. Sira, vamos...

Dueño soltó una maldición y disparó a la chapa de la puerta. El sonido explotó en el oído de Muñequito, sobresaltándolo por completo y haciendo que temblara. Por un instante, temió haber quedado sordo por el ruido.

La chapa cayó al suelo y la puerta se abrió sola. Al otro lado, había un hombre de pie, también con un arma, aunque sus manos estaban levantadas, con su rostro tranquilo a pesar de que sus ojos estaban fijos en Muñequito.

—Me importan una mierda sus padres —dijo Sira, sin soltar un poco a Muñequito—. Ahora, bota el arma y tírala hacia donde yo estoy. Luego entra al cuarto. Y no quieras pasarte de listo, detective Earth —Sira sonrió—, mataré a Muñequito sin problema alguno si es necesario.

El hombre desconocido hizo un mohín, dejando el arma en el suelo y empujándola con un pie hacia donde estaba Sira, que la recogió sin perder la calma. Earth levantó sus manos otra vez, ingresando al cuarto y pegándose a la pared izquierda, mientras Sira avanzaba por la derecha, aferrando a Muñequito contra su cuerpo.

Salió por la puerta, escupiendo al suelo antes de disparar contra la pierna del detective arrancándole un grito. Luego, empujó a Muñequito por los pasillos para que avanzara, ignorando sus suaves gemidos de dolor. Iba descalzó, pero poco le importó cuando abrió una puerta y salió por allí hacia los estacionamientos. Había varios autos, sin embargo, Muñequito reconoció el de Dueño enseguida.

Las piedras se estaban enterrando en las plantas de sus pies, aunque Sira seguía empujándolo, acercándolo al vehículo y sin dejar de apuntar a su cabeza.

—¡Suéltalo! ¡Maldito cerdo, suéltalo!

Sira se detuvo y lo giró de golpe.

Muñequito, mareado, observó el rostro de una mujer. Una mujer conocida. Una mujer... ¿dónde la vio? Tal vez en sus sueños. Tal vez en ese sueño donde él no era un Muñequito, sino un niño que merecía amor y no odio. ¿Por qué no podía recibir amor siendo Muñequito?

Esa mujer era muy bonita y quería estar en sus brazos.

Entonces, se fijó en el hombre detrás de ella, ese adulto alto que también se le hizo conocido, que le tomó la mano a la mujer y le miraba con dolor. ¿Cómo se llamaban? ¿Mamá? ¿Papá? ¿Por qué esas personas lloraban? ¿Por qué...?

Y apareció una tercera persona, un chico joven y guapo que lo hizo sentir más mareado. Eran muchos rostros conocidos, ¿dónde lo vio? Ese niño de sus sueños ¿no tenía eso llamado novio? Tal vez ese muchacho era el novio del niño en sus sueños.

Dos rostros desconocidos nuevos, que cargaban armas también, pero a ellos no los conocía, ellos no le importaban. Muñequito quería que Sira le soltara y dejara ir con mamá y con papá y con su novio.

—Oh, ¿eres Cherreen, cierto? —habló Sira, y Muñequito notó algo: el brazo alrededor de su cuello temblaba. ¿Eran nervios acaso?—. Felicitaciones, cariño, tú hijo es perfecto.

La mujer soltó un ruido de rabia e hizo el amago de dar un paso, pero se detuvo cuando Sira le sacó el seguro al arma.

—No, no —le dijo con tono burlón— un paso más y lo mato, preciosa. No querrías eso, ¿cierto?

—Sira, estás rodeado y es mejor si decides colaborar con nosotros —habló el otro hombre desconocido con voz calmada.

—¿Sí? —Sira se rió—. Prefiero que me dejen en paz de una vez. Muñequito también lo quiere, ¿no? —Se quedó callado, temblando—. Oh, verdad. Los muñequitos no hablan —su voz se endureció—. No estoy bromeando cuando les digo que permitan que me vaya o lo mataré. Ya está medio inservible de todas formas.

—Por favor, te lo ruego —sollozó papá, haciéndolo temblar—, es nuestro hijo...

—Es un Muñequito —Sira sonrió—. A ti igual te conozco, ¿no? Leo Atthaphan. Y a ti... —señaló al otro chico—. Off Jumpol, ¿es así? Tú parecías muy interesado en mi Muñequito, ¿te lo follaste? Yo creo que no, pues seguía muy apretado cuando lo usé.

Off. Off. Off. Off. Ese nombre le sonaba mucho a Muñequito.

Sira retrocedió con él dos pasos.

Off sentía el vómito en su garganta, pujando por salir. Estuvieron esperando fuera con toda la calma posible, pero de forma repentina hubo dos disparos y las cosas se descontrolaron. Cherreen se soltó del agarre de su esposo y avanzó hacia la entrada del estacionamiento, con Kan tratando de detenerla, pero la mujer lo agredió –lo había golpeado, santo Dios, golpeó al policía– para seguir avanzando.

Leo quiso detenerla también, aunque ya todo era un desorden y Off sólo los siguió, porque necesitaba saber qué estaba ocurriendo, necesitaba hacer algo, no podía quedarse quieto, no podía–

Dos policías los siguieron entre gritos, a pesar de que no hicieron caso, entrando a ese lugar, al estacionamiento y viendo a Sira llevando a un maltratado y ensangrentado Gun contra él. Cherreen gritó haciendo que se voltearan y Off deseó por un instante no haber ido.

Gun llevaba sólo su ensangrentada ropa interior, mostrando muslos cubiertos de sangre y piernas llenas de moretones y quemaduras. Una camisa manchada cubría su pecho y brazos, pero su carita estaba hinchada por los golpes, con un ojo morado, heridas cubriendo sus mejillas, sus labios rotos y ensangrentados. El shock era lo único visible en su ojo derecho, con la desorientación y confusión parpadeaba a cada instante.

¿Cómo esa persona era capaz de hacerle eso a un niño? No era una persona, era un monstruo, Off lo supo enseguida.

Los policías también avanzaron, pero eso sólo hizo enfurecer a Sira, que disparó al aire.

—¡¿Creen que estoy bromeando, imbéciles?! —les espetó—. ¡Si siguen avanzando lo mataré!

Retrocedió cinco pasos más, ya cerca del auto y Gulf dio otro paso.

Sira escupió al suelo y disparó, aunque no a Gun.

Off sintió el aire escapando de su boca antes de soltar un pequeño grito.

Gun abrió –lo más que pudo– sus ojos cuando vio a ese chico caer al suelo, hacia atrás, con un jadeo de dolor.

—¡Off! —gritó la mujer.

Off. Off. Su Off.

Gun sintió instinto primitivo apoderándose de él. Sira tocó a Off, su chico, su novio, su... su...

Podía permitirle todo, pero no eso. No a Off ni a mamá ni a papá.

Sin pensarlo demasiado, sólo su instinto tirando de él, Gun abrió su boca y mordió el brazo de Yai Sira con fuerza, gruñendo como cuando T̄h̀ānh̄in jugaba con sus peluches, removiéndose para que le soltara.

Sira soltó un grito sorpresivo y de dolor, aturdido por la acción del niño, soltándolo y empujándolo contra el suelo. Gun cayó boca abajo, perdido y escuchando cómo el hombre le quitaba el seguro al arma, para quizás...

Otro disparo resonó en el lugar y se volteó, viendo a Sira cayendo al suelo.

—¡Aleja al niño, Neo! —gritó Gulf.

De pronto, lo agarraron de los hombros, pero su instinto seguía a flote y mordió esas manos.

Gun se puso de pie con rapidez, viendo a Off siendo sentado por su papá en el suelo, sosteniendo su costado donde no había nada, no había...

A un lado, Cherreen lo miraba con ojos llenos de lágrimas.

Dio dos pasos titubeantes antes de correr hacia ella y romper a llorar cuando los dulces brazos de mamá lo rodearon, para siempre esta vez.

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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