41. Poca esperanza para Muñequito imperfecto

Leer con prudencia - Cosas oscuras de aquí en adelante.

Este capítulo contiene una escena delicada para el final, con muerte y sangre.

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No fue necesario que pasaran las veinticuatro horas para que declararan a Gun como desaparecido, no cuando las cámaras de la ciudad grabaron el momento exacto en que Sira se lo llevó.

Off dio su declaración cerca de diez veces, todas a distintos policías, mientras Fluke trataba de controlar las salientes lágrimas que escapaban de sus ojos cada tanto.

—Será mejor que vayan a casa —dijo el último policía con tono amable— este no es ambiente para niños como ustedes.

Off quiso replicar, aunque sabía que, en el fondo, algo de razón tenía. Fluke y él no podrían hacer nada porque eran sólo dos adolescentes, ni siquiera los padres de Gun tenían las capacidades para actuar.

Sólo debían esperar y eso lo hacía sentir... impotente.

Dejó a Fluke fuera de la casa de su mamá sin decir otra palabra, era casi la una de la mañana y realmente necesitaba dormir, por muy poco que fuera. Sabía que, cuando despertara, iría otra vez a casa de Gun para saber cualquier cosa. Lo que fuera.

Él lo único que quería era que estuviera a salvo y pedirle perdón por todo lo que hizo.

Fluke se bajó, apenas despidiéndose, así que Off no tardó en ir a su casa. Para su fortuna, sus padres ya estaban durmiendo, por lo que sólo subió a su cuarto y se acostó. Sorpresivamente, cayó dormido de inmediato.

Aunque durmió mal, con pesadillas que no podía recordar bien, pero le hicieron transpirar el resto de la noche y parte de la mañana. Despertó con los ojos lagrimosos y ojeras marcadas en su rostro. Lo primero que hizo al levantarse fue revisar su móvil, esperando ver algún mensaje –de quién fuera–, donde le decían que Gun estaba a salvo. Estaba con ellos.

Pero no había nada. Sólo silencio helado, que provocaba que su estómago se revolviera por el dolor.

Frotó sus ojos, sentándose sobre la cama un momento para luego ir al baño y darse una ducha. Iba a desayunar y después iría donde Gun, aunque no sabía si iba a lograr que su estómago digiriera algo por la situación en la que estaba.

Menos cuando, una vez vestido, entró al comedor y se quedó quieto.

¿Qué mierda?

—¡Off! —dijo su mamá con una sonrisa amplia—. Davika ha venido a desayunar con nosotros, ¿no es una buena chica?

Off miró a Davika en medio de sus padres con una sonrisa amable y dulce, pero en ese instante, sólo la odió. Ploy, sentada también, lucía incómoda y fuera de lugar, como si no supiera qué decir.

—Sí —dijo, y su voz salió brusca, pero no le importó. Ya no tenía ganas de comer nada—. Voy saliendo.

—¡Off! —Espetó su papá—. Ven, Davika quiso venir a comer con nosotros y lo mínimo que puedes hacer es sentarte en la mesa.

El muchacho pudo sentir cómo su mandíbula se tensó y sus ojos se entornaron. De verdad, lo que estaba haciendo Davika rozaba ya lo maniaco.

—Off, ven —dijo la chica, sin dejar esa sonrisa.

¿Qué vio Off en ella, en primer lugar? Sí, era bonita y muy inteligente, pero estaba podrida, lo sabía desde que vio la manera en que esquivaba a su propio hermano en el colegio. Sin embargo, trató de justificarla siempre, porque decía que todos actuaban de esa forma, que si ella no se llevaba bien con Fluke, tenía el derecho a evitarlo.

Sin embargo, que todos dijeran que algo era cierto no hacía que ese algo fuera, efectivamente, cierto.

Todos decían que Ploy era una chica tonta y superficial, pero eso era mentira. Ploy era muy inteligente, preocupada y cariñosa por el resto.

Todos decían que Fluke era asqueroso, patético y una puta. Pero Fluke era realmente uno de los mejores chicos que pudo haber conocido, capaz de dar lo que fuera por sus amigos, por la gente que quería.

Todos decían que él era inteligente y ejemplar. Pero Off sólo era un fracasado y un perdedor en el fondo.

—No volveré contigo —le dijo a Davika frente a sus padres, viendo la sonrisa en el rostro de la chica desaparecer— nunca me gustaste, Davika. Nunca te quise.

—¡Off! —gritó su mamá, escandalizada.

Pero él ya no podía detenerse. Ya no quería parar. Las palabras en su boca eran, en ese instante, como flores germinando en el sol.

—¿Sabes por qué salí contigo? —continuó, ahora sin importarle si decepcionaba a alguien, pues ya no le importaba—. Porque mis papás querían que tuviera una novia que me quitara lo maricón.

Silencio.

Su padre palideció mientras su madre cubrió su boca con ambas manos. Davika lucía a punto de desmayarse o vomitar o las dos. Ploy trataba de ocultar la sonrisa de su rostro.

—Antes de que saliéramos, estuve con un chico —agregó, como si estuviera viendo a Bas frente a él, llorando— lo abracé, lo besé e incluso me lo follé. Fue mi novio, era mi chico, pero mis papás no estaban felices, a pesar de que yo lo quisiera.

—¿Off? —Balbuceó Davika—. ¿Qué estás...?

—Ya es historia pasada —sacudió su cabeza— pero terminé contigo porque me enamoré otra vez, ¿quieres saber de quién?

—Basta —lloró la chica.

—De Gun Atthaphan. Gun es mi novio.

—¡Por favor! —Davika se puso de pie, destrozada.

Sus padres seguían en shockeado silencio y Off retrocedió, sintiendo como el peso sobre sus hombros parecía estar desapareciendo, parecía irse y evaporarse en el aire.

—Me gustaría pedirles perdón —terminó de decir, mirando a sus papás— sin embargo, no lo lamento. No lamento haberme enamorado, papás.

Se giró, ignorando los reclamos de Davika y su mamá que pareció recuperar el habla, aunque los pasó por alto completamente y fue a la salida. Una vez fuera, pensó en agarrar su auto, mas terminó descartándolo porque necesitaba caminar para despejarse un poco.

Pero no dio ni cinco pasos cuando alguien lo llamó.

—¡Off!

Se volteó viendo llegar a Ploy, tan bonita y pequeña, agarrándolo del brazo.

Bajó la vista, avergonzado.

—Lo siento —le dijo enseguida— por lo que hice. Por hacerte creer que...

—Ya lo sabía —le dijo Ploy, dándole un apretón a su mano— lo sé desde hace un tiempo, Off.

Off se quedó en silencio y sólo la miró, completamente enmudecido por sus palabras. Ploy le miraba con una expresión apenada, aunque había también decisión en sus bonitos ojos amorosos.

—¿Qué? —preguntó con la voz ahogada.

Ploy se encogió de hombros.

—He visto la forma en que lo miras. Como él te mira. Los estuve observando mucho tiempo y... y, a veces, los seguía cuando se juntaban, para confirmarlo. El salón de música es una buena opción, parece —añadió, queriendo quitarle el peso a la situación.

Siguió incapaz de poder hablar algo, pues la sorpresa era demasiado en aquel momento. No sabía qué decir o hablar en ese instante, ya que estaba bastante desconcertado de que su hermanita hubiera sido capaz de ello.

—Sé que seguirlos no estuvo bien —agregó Ploy con voz triste— pero... pero supongo que estaba celosa de la persona a la que Gun quería, porque él me lo dijo. Luego del beso, Gun me dijo que estaba interesado en otra persona y quería saber quién para... para ver si esa persona era digna de él.

—Lo siento —repitió Off, apenado y lleno de vergüenza por la situación— por todo. Por ilusionarte y hacerte creer que...

—Estaba muy enojada —admitió Ploy— enojada y dolida porque... tú eres mi hermano mayor. Pero entonces los veía, la forma en la que Gun te miraba, cómo... él parecía aferrarse a ti y... y me hace feliz de que tú lo quieras también —Ploy le tomó la mano, dándole un abrazo—. Antes no lo dije porque tenía miedo, pero a mí no me importa si te gusta un chico, porque tú siempre serás mi hermano mayor.

Off le devolvió el abrazo y quiso llorar pues era su hermanita, su niña bonita, tan callada la mayoría de las veces, ya que estaba acostumbrada a que la silenciaran. Ploy era una muchacha hermosa de mil formas y la persona que la amara sería muy, muy afortunada.

—Gracias, Ploy —le dijo, dándole un beso en la frente antes de separarse—, te quiero mucho.

—Yo también te quiero —respondió ella con una sonrisa dulce.

Off se forzó a aguantar las lágrimas, porque sabía que si empezaba a soltarlas ya no pararía.

No se detendría, pues toda esa rabia y pena que tenía acumulada de años saldría.

Fluke recordaba con claridad cuando conoció a Cherreen Atthaphan y Leo Atthaphan, la misma tarde en que la abuelita de Gun le dejó pasar y conoció a su mejor amigo. Los padres del muchachito llegaron horas después, sorprendido de verlo en el patio, pero sin hacer muchas preguntas, no cuando se percataron que jugaba con su hijo.

Recordaba que pensó que a él le gustaría una mamá así, bonita y preocupada por su hijo, dispuesta a darle lo que fuera para hacerlo feliz. Cherreen era una muy buena madre, porque abrazaba a Gun, le llenaba de besos y nunca le negaba cariño alguno.

Ahora la veía frente a él, abrazándose a sí mismo mientras lloraba en silencio, oyendo a los policías decir que estaban tras la búsqueda de Gun, pero no tenían muchas pistas con las que trabajar.

—El móvil de Gun estaba en el basurero —terminó de decir el policía— y la patente de Sira se hallaba cubierta. Tenemos a más de cincuenta hombres desplegados por la ciudad buscando al niño, señora Atthaphan, así que es cuestión de tiempo que aparezca.

Cherreen no dijo nada, sin dejar de llorar en silencio, y Leo despidió al policía en la puerta de entrada. Al volver, Off iba detrás, y no tardó en sentarse junto a Fluke.

—He hablado con Newwie —dijo Fluke, luego de saludarlo— no entiende mucho lo que está ocurriendo, así que su mamá tratará de contenerlo.

—Tay también lo sabe, supongo que irá con él —contestó Off.

—Es mejor así —dijo Fluke— no me gusta cuando New se altera. Él no se lo merece.

Hubo silencio entre ellos dos, mientras Leo limpiaba el rostro de Cherreen. Los dos adultos se veían pálidos, como si no hubieran dormido en toda la noche –probablemente fue así– y demacrados.

—Gracias por estar aquí, chicos —dijo de forma repentina Cherreen con voz suave, aunque rota— no es necesario, ya saben...

—Nos quedaremos —afirmó Fluke, sin lugar a dudas—, Gun sigue siendo mi amigo a pesar de todo y cualquier cosa que pase, prefiero estar aquí —le sonrió a la mujer con suavidad—. Ustedes han sido como una familia para mí.

Cherreen le tomó la mano a Fluke, dándole un apretón dulce y Off se admiró de lo honesto que era el menor con esas personas. Sintió más pena por todo lo que hizo, así que se juró que, una vez todo ese acabara y estuviera con Gun, le pediría mil disculpas a Fluke.

—Es sólo que... —Leo habló, bebiendo un poco de agua. Abuelita Lara y Tommy viajaron tres días atrás por unas vacaciones, pero ahora estaban yendo de vuelta— nunca he confiado en la policía. Sé que no deberíamos hablarlo, pero...

—Dios, la policía está jodidamente comprada —escupió Cherreen con odio en su voz— por supuesto que hay personas buenas allí metidas, pero... ¿diez años en encontrar a mi hijo? ¿No encontrar a esos otros niños? Tienen que estarme jodiendo —Leo asintió con un suspiro bajo—. Por eso contratamos un detective privado, porque sabíamos que estos inútiles traidores nunca los encontrarían. Actuaron cuando las pruebas sólo eran evidentes.

Off los observó, tratando de comprender todo lo que le estaban diciendo. Por supuesto que creía que existía gente corrupta en los policías, pero que fuera la gran mayoría era realmente un panorama desalentador. Más cuando pensaba en Gun asustado, aterrado de lo que le estuvieran haciendo.

Antes de poder decir otra cosa, tocaron el timbre y Cherreen fue a ver quién era. Regresó a los pocos segundos con dos hombres detrás, ambos adultos que lucían cansados, pero decididos de alguna forma.

—Él es Earth Pirapat —presentó Leo, señalando al primero— el detective privado que contratamos para buscar a Gun. Ha estado trabajando junto a Gulf Kanawut, el policía a cargo del caso, en encontrar al señor Sira.

—Están poniendo restricciones —dijo Gulf con un bufido— quieren asignarle todo esto a otro hombre, pues ya saben que estoy muy involucrado. Una mierda. Aunque como sigo a cargo, logré tener acceso a las cámaras, y no han mentido con el tema de la patente. Sira es un cabrón inteligente.

—Las cámaras graban sólo hasta cierta parte de la ciudad, no más allá de las periferias. Como son sectores peligrosos, no se dedican a grabar —agregó Earth— y estoy complicado con seguirle la pista al vehículo por eso. Todas las periferias están conectadas de alguna forma y puede estar en cualquier parte de la ciudad... si es que siguen aquí, por supuesto.

—Por supuesto que siguen aquí —espetó Cherreen bruscamente— no puede trasladar a un niño de diecisiete años así como así. Más si Gun fue... Habló. Off ya lo dijo: Gun le habló y huyó, probablemente, por el miedo. Mew también nos advirtió que Gun colapsaría si seguía hablando y no tenía contención a su lado.

—Señora Atthaphan —balbuceó Off— espera, ¿qué...?

Cherreen botó el florero de la mesa con ira contenida, el dolor en su mirada, y el agua se derramó por el suelo.

—Lo han entrenado para ser un muñeco y cada error que cometía era un castigo. Gun no habla porque sabe que si lo hace iba a ser castigado, entonces si rompió las reglas y Sira estaba allí, se va a encargar de que Gun no sea malo otra vez —cayó de rodillas, destrozada—. He-hemos fallado, Leo...

Leo se movió con rapidez para sostenerla, aunque también tenía lágrimas en los ojos, sollozando por el panorama que Cherreen estaba describiendo y no quería imaginar. El sólo hecho de pensarlo los estaba destruyendo demasiado.

—Lo vamos a encontrar —aseguró Earth— no sólo a Gun, sino también a ese bastardo y nos vamos a asegurar de que pague.

—Lo mataría si lo tuviera frente a mí —escupió Leo, llevando a su esposa al sofá— me encargaría de matarlos con mis propias manos y hacer que pague por haber tocado a mi hijo y a todos esos otros niños.

Off quiso encontrar horribles sus palabras, pensar que no eran las correctas, pero sólo podía sentir odio también. Se venía enterando hace poco de toda la verdad, sin embargo, la rabia por ese bastardo que se dedicaba a arruinar vidas iba creciendo a cada segundo. La rabia y el terror, porque Gun estaba en sus garras y poco podía hacer para impedirlo.

—Él... ese hombre... —balbuceó Fluke apenas, llamando la atención del resto— no es de aquí, ¿cierto?

—No —respondió Gulf— cuando encontraron a Gun, Art señaló en su declaración que... la compra fue en Otapol. Pensamos que todo el centro de operaciones y los niños se encuentran en la capital.

—Entonces ese señor Sira debería estar en algún hotel o algo así —soltó Off— a menos que tenga familia aquí que lo esté alojando, pero...

—Lo hemos pensado —respondió Earth— pero la cantidad de hoteles, moteles, pensiones y hosterías son enormes. No podemos ir una por una buscándolo, ya que le daremos tiempo para huir. Necesitamos algo más...

—¿De tiempo? —Soltó Cherreen—. No lo tenemos. No hay nada de tiempo, porque mientras nosotros estamos hablando, ¡ese monstruo está violando a Gun!

Un tenso silencio le siguió a las horribles palabras de la mujer, pero nadie pudo decir algo, pues sabían que tenía razón. Negar ese asqueroso y monstruoso hecho sería de idiotas, porque ellos tenían claro que Gun no estaba a salvo. Vivo muy probablemente, aunque ¿en qué condiciones?

—So-sólo... sólo quiero que esté conmigo otra vez —sollozó Cherreen— sólo quiero que vuelva a mí, porque no lo soltaré nunca más. Ahora si es en serio.

Más silencio, pesado y duro, como si un cuchillo pudiera cortarlo, y los mensajes esperanzadores se acabaron.

Ya no había mucho más qué decir.

»Las horas pasaron.

El lunes llegó lentamente, arrastrándose hacia todo el mundo como un inevitable recordatorio de que el tiempo corría y ellos seguían allí sin poder actuar.

Ni Fluke ni Off fueron al colegio, volvieron a casa de los padres de Gun, que parecía sumida más en un extraño dolor difícil de explicar. Ambos querían buscar palabra alguna para consolar a los adultos, aunque sabían que no lograría mucho.

Otra persona apareció a mediodía: Ohm saludó a los señores Atthaphan educadamente y fue al patio, donde Fluke y Off estaban sentados.

—Hey —dijo con voz apagada— sólo quería...

Fluke se hizo a un lado, apuntando a su lado por lo que Ohm no tardó en sentarse allí.

—¿Cómo va todo? —preguntó Ohm.

—Horrible —contestó Off— ninguna noticia nueva. Tay ha estado preguntando también...

—Lo vi en el colegio, junto a New —respondió Ohm— también quería venir, pero sabe que no es bueno para New, no quiere alterarlo demasiado porque ya está muy nervioso.

—Es todo una mierda —murmuró Fluke, su tono quebrado—, esto no tuvo que pasar así. No otra vez.

Ohm, algo temeroso, abrazó a Fluke por los hombros y lo atrajo a su cuerpo para consolarlo de alguna forma, asustado de que el chico lo alejara bruscamente. Sin embargo, el menor sólo se acurrucó contra él, débil y aterrado.

—¿No tienen ninguna pista? —preguntó Ohm.

—Cámaras, testigos, pero nada que nos indique dónde pueden estar —respondió Off, porque Fluke se veía enfermo—, los detectives no saben por dónde continuar sin llamar la atención de ese hombre asqueroso. Si tuvieran más gente...

—La policía es una puta mierda —escupió el menor de los tres.

Ohm deslizó sus dedos por el cabello de Natouch para calmarlo un poquito, notando inmediatamente que se sentía muy mal.

—Nosotros podríamos averiguarlo —dijo Ohm.

Fluke y Off lo miraron con sorpresa ante sus palabras, pero Ohm levantó sus manos en un gesto extraño.

—Lo dije sin pensarlo, no se les ocurra...

—Nosotros no, porque Sira debe ubicarnos —dijo Off— pero si lo hicieran otras personas...

—¿Qué? —preguntó Fluke.

Off mordió su labio inferior y sacó su móvil.

—Los chicos de D-Town —explicó apenas, buscando un número en su celular— muchos pertenecen a pandillas, ya sabes, para asaltar gasolineras o... Oh Dios, no le digas a nadie que yo dije eso...

—Espera —Fluke agarró el móvil de Off bruscamente— ¿tienes el número de Iron?

—Eeeh... ¿sí?

—¿Fluke? —inquirió Ohm, más confundido ahora.

El menor marcó el número del conocido, escuchando cómo sonaba el timbre y rogando a cualquier Dios existente que contestara, pues tuvo una idea repentina.

—¿Pick? —Bufó una conocida voz al otro lado de la línea—. ¿Para qué mierda...?

—Hola —dijo de pronto tímido— soy Fluke.

—¿Fluke? —un instante de silencio, como si Iron lo estuviera pensando—. Oh, niño bonito.

—Sí —se sintió estúpido, más cuando Off y Ohm le miraban atentamente, ambos con expresiones de "¿qué mierda estás haciendo?"—. No debería llamarte por esto, pero... yo... necesito un favor...

—Cuéntame, precioso.

Fluke tomó aire y le contó, a grandes rasgos, lo que estaba ocurriendo y qué era lo que necesitaban. Iron escuchó todo en silencio, sin comentar mucho sobre los hechos, dejando que el muchacho le explicara el panorama completo.

—Entonces, ¿quieres que movilice a mis chicos? —preguntó Iron.

—Sé que es mucho...

—Puedo hacerlo —respondió Iron— pero no gratis.

—¿Cuánto dinero quieres? —Fluke arrugó el ceño—. ¿O quieres que te pase el culo?

Iron se rió al otro lado de la línea.

—Más adelante —aseguró el mayor— ahora, sólo quiero una cita.

—Trato hecho —prometió Fluke.

—Bien, veré qué podemos hacer —dijo Iron— de todas formas, cualquier información que puedan darme, avísame enseguida. Trataré de que no haya mucho revuelo, niño bonito.

—Fluke. Mi nombre es Fluke.

—Lo sé —se burló Iron antes de cortar.

El menor se quedó mirando el móvil con el ceño todavía fruncido antes de entregárselo a Off, que se veía bastante desorientado por lo recién ocurrido. Ohm, en cambio, se notaba incrédulo, con su expresión seria.

—¿Desde cuándo conoces a Iron? —le preguntó Ohm.

—Aún sigo enfadado contigo —replicó Fluke, poniéndose de pie.

Ohm decidió no insistir más, aunque por su rostro, no se veía para nada contento.

Off frunció las cejas, imitando la acción de Ohm.

—¿Entonces...? —aventuró, caminando hacia el interior de la casa.

—Hará lo posible —respondió Fluke con cansancio, con Ohm detrás de él—, no es mucho, pero es mejor que nada.

Decidieron no decirle a ningún adulto lo recién ocurrido, pues preferían no entregar información hasta tener un dato concreto. Menos cuando los padres de Gun parecían desesperado por cualquier averiguación que pudieran conseguir.

En el interior, estaban Mew y Singto hablando con Earth y Gulf, mostrándoles por completo los retratos que hizo Gun.

—Sira es alto —decía Singto— ojos oscuros y cabello negro. Gun lo recordaba con pelo largo, no lo suficiente para una coleta, pero si más largo que la media. Gun también nos describió a otro hombre, Mike, que tenía una cicatriz en un lado de la cara, larga, que cruza su mejilla, pero lo que más recuerda Gun son sus ojos. Uno azul y otro café.

—Le preguntamos si lucía como heterocromía —agregó Mew— pero dijo que no. Dijo que el azul se veía raro, como si no fuera real. Quizás un ojo de vidrio.

Mientras Fluke oía todo esto mensajeaba a Iron, diciéndole todos los datos que podía rescatar para que así fuera más fácil.

—Mike es también alto, como señor Sira —continuó Singto— pero más regordete. Sira es delgado.

Cherreen se puso de pie, torpe y golpeando la mesita a un lado del sofá. Esa mañana fue un doctor que le recomendó unos calmantes, y tuvo que consumir uno cuando se puso a llorar minutos atrás. Ahora se veía algo desorientada, aunque no mejor. Parecía sólo tristemente drogada.

—¿Cuánto falta para que comiencen a hacer algo? —Preguntó con tono lento, abrazándose y caminando hacia la ventana—. Gunnie me necesita. Nos necesita, Leo.

Leo se puso a llorar.

Todo era un desastre, un maldito y jodido desastre.

Los minutos siguieron pasando, apenas los murmullos escuchándose mientras Mew y Singto trataban de dar unos perfiles psicológicos y características físicas que pudieran ayudar en la búsqueda de esas personas. Cherreen no tardó en acostarse en el sofá otra vez, consolando a su marido mientras los adolescentes estaban en la cocina preparando café y té. Era lo único que parecían poder hacer para no derrumbarse también.

Ocurrió cuando entraron al comedor cargando las bebidas, dejando todo en la mesita del centro. El celular de Leo sonó, anunciando una llamada.

—Un número desconocido —murmuró Leo— debe ser de alguna empresa...

Cherreen le quitó el celular y contestó.

—¿Sí? —preguntó con voz grave.

Silencio al otro lado de la línea. Cherreen mordió su labio inferior.

—¿Hola? —insistió.

Más silencio. Lo puso en altavoz, oyéndose una respiración acompasada, pero nada más.

—¿Es una broma? —Espetó Cherreen—. No estoy para jueguitos...

—Ma-má.

Todos miraron hacia el móvil al oír una temblorosa, sacudida voz hablar, un tono ronco y quebrado.

Off lo reconoció enseguida, en tanto Fluke pudo sentir los nervios invadiendo su estómago.

—¿Gun? —Jadeó la mujer—. ¿Gunnie? ¿Bebé?

—Mamá —insistió Gun— mami, p-por favor...

Llanto destrozado se escuchó al otro lado de la línea.

—Cariño, cariño —murmuró Cherreen, mientras Earth le hizo un gesto de mantenlo en línea, con Gulf agarrando su computadora—, mi amor, ¿dónde estás?

—No —gimoteó Gun— no, no... no lo sé... —más llanto—. Ayuda. Por favor...

—Sí, sí bebé, ya iremos —sollozó Cherreen—, pero por favor, necesito que nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?

—Sí. Dos ventanas —el niño sorbió por su nariz—. No... Du-duele si me paro...

Leo abrazó a Cherreen cuando observó que parecía a punto de desmoronarse, con el resto de las personas luciendo a segundos de vomitar o llorar también. O quizás una mezcla de los dos.

—Haz el intento —susurró Cherreen, destrozada— cariño, te lo ruego...

Gun lloró con más fuerza y hubo un momento de jadeante silencio, hasta que volvió a hablar:

—Hay... u-una calle —tartamudeó Gun—. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que brilla. Brilla muy feo —otros tensos segundos en donde no dijo algo—. Frente hay... hay casas, pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–

—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?

Un grito.

—¡No! ¡Lo-lo siento!

La llamada se cortó de golpe.

Cherreen soltó un grito de dolor y un silencio tenso inundó el cuarto, sólo oyéndose los sollozos de la pobre mujer.

La poca esperanza que iba quedando se estaba convirtiendo en cenizas.

«La luz neón de color rojo proveniente del exterior se filtraba por esas apestosas cortinas, iluminando el cuarto, y Muñequito se sintió como si estuviera otra vez en esa habitación donde conoció a su hermana.

A esa Muñequita que ese hombre de ojos bicolor estaba usando a su gusto.

Extendió el brazo como si pudiera capturar la luz, pero sus dedos se cerraron en la nada antes de recibir un golpe. Olvidó que Señor Sira estaba allí.

Otro error a su larga lista de errores.

T̄h̀ānh̄in, amarrado todavía, parecía tener hambre y Muñequito quería tenerlo en brazos para protegerlo, aunque fuera un poco.

—Eres imperfecto —le escupió Sira, levantándose para vestirse, observando los moretones en la piel de Muñequito, la sangre en las sábanas, su rostro carente de expresiones—, deberías agradecerme, pedazo de mierda, porque estoy siendo bueno contigo, a pesar de que ya no me sirves mucho.

No respondió, a pesar de que podía sentir las palabras en la punta de su lengua. Sin embargo, sabía que si hablaba ese hombre era capaz de quemarle la boca con el cigarrillo como hizo horas atrás, cuando gritó por el dolor de la violación.

—Si sigues así —continuó Sira, agarrándolo de las piernas, tirando de ellas y Muñequito aguantó el chillido gracias al movimiento brusco— apenas lleguemos a tu nuevo hogar, voy a cortarte estas piernas. Ya no las necesitas más.

"No, no, no, por favor no...", quiso decir, pero trató de ahogar las palabras una vez más.

—Bien, así me gusta —Sira ahora atrapó su rostro, apretando sus mejillas— para que veas que soy más bueno, saldré a comprarte algo para comer, ¿qué tal caramelos, bebé? —Sira lo empujó contra su cuerpo y lo besó en la boca. Pudo sentir la lengua acariciando sus labios rotos—. Y comida para tu rata asquerosa también, ¿te parece?

No hubo respuesta. Sira soltó su rostro, agarrando su chaqueta y procedió a salir de la habitación. Resonó el ruido de la llave siendo girada, el silencio volviendo al cuarto.

Cerró sus ojos brevemente, aunque no quería hacerlo, porque entonces su mente se volvía una laguna confusa de ideas.

Muñequito. Gun. Muñequito. Gunnie. Muñequito. Gunnie.

¿Quién era realmente? No lo sabía. Todo en él era una farsa.

Parpadeó, la luz roja molestando. ¿Era de día o noche? Giró la cabeza, desorientado.

Y fue cuando lo vio.

El celular de Señor Sira encima del velador, negro, delgado, y lo agarró de manera inerte, como si no sintiera que estaba en su cuerpo. Lo encendió.

Batería. Tenía batería.

Lo desbloqueó y marcó dos números de manera automática. Tres años atrás, un señor y una señora le hicieron aprenderse sus números de memoria para cualquier emergencia, por lo que la única idea concreta en su mente, en aquel instante, era el teléfono del señor. Ese señor tenía una voz agradable y cálida que le hacía dormir muy bien. Tal vez debería pedirle que le hablara para así dormir.

Sonrió con debilidad, terminando de marcar, y llamó.

Hubo sonido cinco veces hasta que alguien contestó.

No fue la voz del señor, así que su idea se desmoronó por completo. Ese hombre no contestó, ¿qué haría ahora?

—¿Sí? —habló una mujer. Su voz se le hizo conocida, aunque no respondió por el desconcierto—. ¿Hola? —continuó esa voz. Como si estuviera en un sueño, Muñequito pareció reconocerla. Perrito habló una vez de ella, ¿cómo se decía...?—. ¿Es una broma? No estoy para jueguitos...

—Ma-má.

Mamá.

Sí. Mamá. Era mami, su mami, quien le abrazaba todas las noches y le sonreía con eterno amor. Y ese número era de papá, su papi, que le cargaba para cualquier lado, llenándole el rostro de besos que no escatimaba por nada del mundo.

Mamá y papá.

—¿Gun? ¿Gunnie? ¿Bebé? —balbuceó apresuradamente ella.

—Mamá —graznó Gun, su tono ahogado en desespero, pues las ideas seguían mezclándose y no quería eso—, mami, p-por favor... —rogaba, pero no sabía por qué. Antes de darse cuenta, estaba llorando y no lo comprendía, no lo entendía, ¿qué estaba haciendo mal?

Él quería estar tanto con ellos, ¿por qué señor Sira no le dejaba en paz?

—Cariño, cariño —masculló mamá—, mi amor, ¿dónde estás?

—No, no, no... —no dejaba de llorar, y Gun quería que papá lo abrazara y mamá le quitara ese dolor, ¿por qué no estaban allí? Los necesitaba mucho— no lo sé... Ayuda. Por favor...

—Sí, sí bebé, ya iremos —mamá también lloraba, pero Gun no quería que lo hiciera, ¡mamá no debía llorar!— pero por favor, necesito que nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?

—Sí —se volteó y las miró, la luz filtrándose todavía— Dos ventanas —agregó apenas—. No... Du-duele si me paro...

Todo su cuerpo dolía y quería acurrucarse de cualquier forma, como si de esa forma pudiera protegerse, aunque fuera imposible.

—Haz el intento, cariño, te lo ruego...

El llanto aumentó mientras se sentaba apenas, con su cadera doliendo, algo atrás ardiendo, y caminó apenas hacia la ventana más cercana. T̄h̀ānh̄in, en el suelo, se puso de pie con un gimoteo débil, pero Gun lo ignoró, aferrándose a la sucia cortina para mirar hacia el exterior. Una calle. Un letrero. Una muralla.

—Hay... u-una calle. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que brilla —describió débilmente—. Brilla muy feo. Frente hay... hay casas, pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–

La puerta se cerró y él se volteó, Sira estaba de pie ante ella con el rostro desencajado por la rabia, sosteniendo una bolsa, sus ojos inyectados en ira y cólera.

Si hubiera podido retroceder, lo habría hecho.

—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?

Tres pasos y Sira lo golpeó en el rostro. Gritó, el celular cayendo al suelo.

—¡No! ¡Lo-lo siento!

Sira pisó el móvil, destrozándolo, pero Gun no pudo pensarlo bien, pues recibió un golpe en el estómago. Otro grito y escupió sangre.

T̄h̀ānh̄in comenzó a ladrar, enloquecido.

—¡Te das cuenta! —Le gritó Sira, agarrándolo del cabello—. ¡Te das cuenta de lo desagradecido que eres, maldito niño de mierda! —Lo abofeteó, su labio partido reventándose una vez antes de que esas grandes manos se cerraran en su cuello—. ¡Lo único que estás haciendo es ser un mocoso imperfecto y desordenado!

—Pe-perdón —jadeó Gun apenas sin aire, viendo puntos negros, su boca inundada en sangre—, pe-perdón...

Otro golpe en su rostro. Los ladridos de T̄h̀ānh̄in aumentaron.

Sollozó apenas cuando el aire volvió, viendo a Sira alejarse.

—Quiero sacarte los ojos —gruñó Sira—, pero no te arruinaré. Fui bueno, Muñequito, fui muy bueno contigo, pero tú no aprendes. Ahora seré malo.

Gun lo agarró del brazo con desesperación.

—Po-por fa-favor...

Sira lo golpeó con su puño en la mejilla y lo soltó.

Más sangre manchó las sábanas, apenas moviéndose, pero se forzó a hacerlo cuando lo vio caminar hacia el cachorrito. Hacia T̄h̀ānh̄in.

T̄h̀ānh̄in le ladró, le gruñó y retrocedió, aunque era pequeño, tan pequeño que era fácil de agarrar sin que pudiera morder. Lo agarró del pescuezo y lo levantó.

—Iba a dejar que lo conservaras —espetó Sira, sacudiendo al animal, que ahora lloró y gimió.

—Fa-favor... —tartamudeó Gun entre lágrimas, cayendo al suelo para arrastrarse hacia Sira—, l... s-siento...

—Todavía te lo puedes quedar —Sira le sonrió, levantando al animal.

Cerró sus ojos.

—Mírame, Gun.

Lo observó de golpe porque era la primera vez que lo llamaba por su nombre, nunca lo hizo antes ya que sería validarlo como persona.

Sira lo hizo ahora.

—Quédatelo —dijo Sira—, pero muerto.

Como si fuera una película en cámara lenta, vio al hombre, sin soltar al perrito, estamparlo contra la pared.

El sonido que hizo el cachorrito al ser golpeado contra el muro fue escabroso.

Muñequito vio a T̄h̀ānh̄in caer al suelo, sin vida alguna, sangre manchando el horrible concreto. Algo dentro de él se destrozó, para siempre muy probablemente.

Sira lo agarró del cabello.

—¿Quién eres? —le preguntó con voz dulce.

Muñequito no contestó, sin dejar de mirar el cuerpo muerto del perrito frente a él.»

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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