36. El peor muñeco de todos
«Muñequito se acostumbró al dolor. Al terror. Al pánico envuelto en su estómago, subiendo por su garganta, pero quedándose allí, sin salir, porque si salía, iba a significar que todo se derrumbaría a su alrededor.
Él no entendía bien lo que ocurría, pero sólo sabía que dolía y debía soportarlo, pues era lo que se esperaba de él.
Así como se esperaba que estuviera quieto, sin moverse, mientras dejaba que su Dueño le usara como mejor le placiera.
Como estaba ocurriendo en ese momento.
Su Dueño le compró un nuevo vestidito que le puso esa noche, diciendo que se veía bonito y precioso, combinando con su cabello largo, desordenado, que a veces cubría incluso su rostro. Ahora miraba el techo, con sus ojos encandilados en la luz, tratando de ignorar los gemidos que Dueño soltaba a medida que se movía entre sus piernas abiertas y extendidas, y trató de ocultar el estremecimiento cuando de pronto sus muslos estuvieron pegajosos, la sensación conocida de que eso terminó llenándolo.
Su Dueño suspiró con alivio, subiéndose los pantalones y mirando a Muñequito con gusto.
—Qué bonito te ves así —alabó, para después tomarlo en brazos—. Cada día te pones más precioso, Muñequito, ¿no? Llevas casi dos años conmigo y estás muy guapo.
Muñequito no lo miró, sin entender sus palabras, sin reaccionar cuando lo besó en la boca.
El adulto lo cargó hacia el armario, sin importarle un poco si estaba sucio, abriéndolo y sentándolo en la repisa que tenía allí escondida, rodeada de cojines para su muñequito, y lo recostó, cerrando la puerta.
Muñequito se vio envuelto en la oscuridad en ese instante, apenas respirando. Cerró sus ojos luego de un instante y se puso a dormir, acostumbrado a estar acostado en ese lugar.
Lo que no se esperaba fue que su sueño fuera interrumpido tan violentamente.
La puerta se abrió de golpe y él no sabía qué ocurría, sobresaltándose por todo el ruido, por todos los gritos, por la luz sobre él.
—¡Señor! —Gritó un desconocido—. ¡Señor, tenemos...! ¡HAY UN NIÑO AQUÍ, SEÑOR!
¿Niño? ¿Qué niño? Ahí sólo estaba Muñequito.
Hubo más gritos, más luces apuntándolo, y retrocedió de forma automática, aterrado por esa extraña situación, porque no entendía que estaba pasando.
Quiso gritar cuando esos desconocidos lo agarraron, pero no salió voz alguna, sólo gruñidos y jadeos extraños que no pudo reconocer como suyos. Se revolvió y batalló contra esas manos ajenas, sus piernas acalambradas por el tiempo que estuvo acostado en tan incómoda posición, aunque no pudo luchar cuando lo sostuvieron, murmullos suaves tratando de tranquilizarlo, sin embargo, Muñequito no se sentía bien.
Todo se le revolvía, su mundo daba vueltas, veía borroso, y de pronto vomitó.
Vomitó antes de que todo se volviera oscuro.
Entonces despertó otra vez en un lugar desconocido, recostado en una camilla, y sus piernas encontraron o una extraña fuerza para ponerlo de pie, tratando de huir de allí, confundido y perdido. Una mujer lo descubrió, comenzando a gritar, teniendo que ponerle un calmante cuando quiso salir corriendo.
Todo ocurría como si fuera un sueño, sin entender nada, sin comprender qué estaba ocurriendo con él. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Dónde estaba su Dueño? ¿Dónde estaba Señor Sira? Quería volver con Señor Sira, porque era bueno y lo cuidaba, le daba caramelos cuando era bueno, ¿por qué no iba a rescatarlo?
Muñequito sería un mejor Muñequito si aparecía, se prometía.
Después llegaron esas personas desconocidas que decían ser "Mamá" y "Papá", pero ¿a qué se referían con eso? ¿Qué era una "Mamá"? ¿Qué era un "Papá"? ¿Por qué allí nadie le tocaba como Dueño y Señor Sira hacían? ¿Por qué allí todos eran tan... tan...?
Tan distintos.
Muñequito no lo comprendía, no lo entendía, pero de pronto, quería quedarse con esas personas que le hablaban con dulzura, le traían regalos y no le pedían nada a cambio.
Muñequito ya no quería ser Muñequito y quería ser Gun.
Todavía quería ser Gun.»
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Fluke tembló entre jadeos bajos, con sus ojos llorosos, antes de abrazarse a Ohm, que le dio un beso en los labios. Un beso devorador, exigente, de esos que le dejaban sin aire, queriendo más de su novio, posesivo y duro.
Ohm se veía suave, dulce y amable con todo el mundo, pero cuando estaban a solas, sin ropa y acariciándose, se transformaba en un chico al que Fluke buscaría complacer como fuera.
—Eres hermoso —le murmuró Ohm contra su boca, su voz ronca por el orgasmo y sin alejarlo—, ¿sabes cuán bonito eres, Flukie?
Le devolvió el beso, sin querer moverse de ese lugar, sabiendo que estar en los brazos de Ohm era el lugar correcto para él.
—Te amo —le soltó, con sus mejillas coloradas por la timidez, dándole otro beso y viendo como los ojos de Ohm se arrugaban, una sonrisa amplia decoraba su rostro—, yo... re-realmente te amo, Ohm.
—¿Sí? —Ohm se volteó, dejándolo bajo su cuerpo—. Yo también te amo, Flukie. Mucho, mucho...
Fluke quería oírlo. Necesitaba oírlo para poder aferrarse a Ohm como fuera y ahogar esos pensamientos de que podría terminarle en cualquier momento.
—¿Sí? —Imitó, acariciando el cabello del mayor, sintiendo su cuerpo todavía sensible por el orgasmo—. ¿Si-siempre seré tu chico?
Ohm lo observó, sin dejar de sonreírle.
—Claro que sí —afirmó—, mi único y precioso chico.
Con eso Fluke era feliz. Con que su mamá le quisiera y Ohm también, no necesitaba a nadie más.
Media hora más tarde, ambos estaban ya bañados y vestidos, sabiendo que los padres de su novio llegaron hace poco. Bajaron para cenar con ellos.
—Hola, Flukie —saludó el padre de Ohm, que estaba terminando de servir la cena.
—Hola, señor Thitiwat —respondió Fluke—, ¿cómo está?
—Bien, bien —le hizo un gesto para que se sentara a comer—, Ohm ya nos debía esta cena contigo, la verdad es que te preferimos a ti por sobre él.
—¡Papá! —regañó Ohm.
Se escuchó una risa suave y la madre de Ohm, apareció llevando la comida.
—Buenas tardes, Fluke —saludó amorosamente la mamá de su novio.
—Hola, señora Thitiwat —dijo Fluke, feliz porque en esa casa también le querían, y mucho.
Al inicio estuvo muy indeciso de conocer a los padres de Ohm, ya que tenía miedo de que no estuvieran de acuerdo con que su hijo saliera con un chico. Sin embargo, el mayor le aseguró que ellos ya sabían que gustaba de chicos también, así que no tenían problema alguno con eso. Fluke seguía sin estar seguro y durante ese almuerzo estuvo muy tenso, apagado y callado, con los nervios carcomiendo su estómago, pero las constantes bromas de los dos adultos le ayudaron a relajarse poco a poco.
Además, el hecho de que le hubieran tratado tan bien terminó por lograr ganarse su aprecio, contento de que allí no le estuvieran mirando de mala forma o le ignoraran como a veces sus padres hacían en la mesa.
Los señores Thitiwat eran muy buenos con él.
—Estás creciendo tan bien, Fluke —dijo la madre de Ohm—, ¿Ohm te trata como se debe?
—¡Por supuesto que sí! —Saltó Ohm—. ¿Cierto, bebé?
Humedeció sus labios.
Creo que me está engañando.
—A veces se pone terco y tenemos que ir a dónde él quiere —delató con inocencia.
Ohm comenzó a quejarse otra vez, negando sus palabras apresuradamente en tanto sus papás volvían a reírse, y Fluke le tomó la mano, dándole un apretón cariñoso.
»Más tarde, ambos estaban volviendo a la casa de Fluke uno al lado del otro, cuando la noche ya caída, conversando en voz baja sin despegarse un poco, y el menor estaba feliz de eso, de tener esos momentos con su novio, de que se hubiera alejado un poco de Gun. Esas últimas semanas lo notó, que ya no interactuaban tanto desde el cumpleaños de New, medio mes atrás, y eso estaba bien, ¿o no? Estaba perfecto, pues eso significaba que quizás ya no se veían a escondidas.
Que quizás...
—Podríamos salir este fin de semana —sugirió Ohm—, sólo los dos, ¿qué tal? Oí de un club...
—¿A bailar? —preguntó Fluke.
—No tanto así —se encogió de hombros—, Tae me ha invitado, en realidad.
—Mmm... ¿Debería preocuparme? —bromeó. Ohm le besó la punta de la nariz, riéndose.
—Bueno, me ha dicho que conoció un lugar donde hacen competencias de canto, ¡deberías intentarlo, Fluke!
Fluke arrugó sus cejas.
—¿Canto? ¿Qué estás diciendo, Ohm?
—Cantas muy lindo —ambos se detuvieron fuera de la casa de Fluke y Ohm le agarró las mejillas, apretándoselas—. ¿Cantarías por mí?
—Me daría pánico escénico —respondió Fluke, balbuceante apenas.
Ohm ahora le dio un beso, sin dejar de sonreír.
—Yo estaré allí —le contestó con confianza—, ¿eso es un sí?
—No.
—Vamos... —bajó su voz un octavo—, si lo haces, luego de eso, podemos ir a un motel, Flukie...
—Somos menores de edad —le observó, confundido, aunque el rubor pintó sus mejillas.
—Tú lo eres, yo no —la sonrisa de su novio era coqueta, provocativa—, y puedo conseguirte un carné falso...
—Eres un delincuente —afirmó Fluke, pero se rió también porque Ohm sabía cómo convencerlo—. Está bien... Podemos intentarlo —recibió otro beso feliz—. ¿Cómo se llama el lugar?
Ohm le pellizcó el labio.
—D-Town.
Off suspiró por décima vez en el día, observando de reojo a Gun sentado a su lado, pero sin mirarlo, y rascó su nuca algo incómodo por el ambiente tenso entre ellos dos.
No sabía qué paso con ambos, pero esas últimas semanas Gun parecía algo lejano y poco... comunicativo a su lado. Su relación básicamente se enfrió mucho, hasta el punto en que Gun le estuvo evitando con claridad, sin querer verlo mucho y sólo respondiéndole por mensaje de texto.
Trataba de pensar y se reventaba la cabeza queriendo adivinar qué hice mal como para que su novio se estuviera comportando de esa forma, pero no encontraba una explicación concreta para ello.
Así que pensó que, tal vez, Gun ya no le quería como antes y estaba buscando la forma de terminar con él.
Ese sólo pensamiento lo alteraba demasiado, provocando que su estómago se revolviera por completo.
—Gun —llamó.
El chico se volteó a mirarlo, con sus ojos abriéndose por la sorpresa y su mandíbula apretándose.
La tráquea de Off se apretó cuando se dio cuenta de que habló en voz alta hacia su novio. Pero también notó la forma en la que la expresión de Gun parecía alterarse por su desliz.
—¿Estás enojado conmigo? —preguntó con velocidad haciendo señas.
Gun mordió su labio inferior, con la mirada perturbada de su rostro desapareciendo, mientras tomando aire.
—No, ¿por qué dices eso? —respondió, desviando sus ojos y observando por la ventana.
Ambos se escaparon, por insistencia de Off, hacia la biblioteca luego de clases, yendo hacia el final de todos los estantes, a la mesa más escondida del lugar. Tampoco es como si fueran muchas personas a esas alturas del día, así que estaban bien protegidos de otras miradas.
Gun, en tanto, trataba de pensar alguna forma de escapar de allí porque no soportaba ver a Off, ver su expresión decaída, verlo tan necesitado de él. Una parte suya estaba desesperada por abrazarlo, enterrar su rostro en su cuello, dejarse mimar por él, sin embargo, su otro lado gritaba que no lo hiciera, pues Off podía tocarlo.
Podía tocarlo de esa forma y todo en él entraba en pánico.
Esas últimas noches estuvo teniendo más pesadillas que nunca y corría a la cama de sus papás a dormir con ellos, ya que era el único lugar seguro para él. Sus papás lo protegerían, jamás dejarían que algo malo le pasara.
—Me has estado evitando —explicó Off, haciendo una pequeña pausa—. Tú sabes, si quieres terminar conmigo, puedes decírmelo con total confianza. No voy a enojarme.
Gun lo observó, congelado, parpadeando, y algo dentro de él se quebró al entenderlo.
—¿Terminar? —sus movimientos fueron lentos, titubeantes—. Pero... pero yo te quiero.
Off trató de suavizar su expresión al notar el rostro decaído de Gun.
—Yo también te quiero —dijo con cariño—, pero Gun, para que esto funcione, los dos tenemos que comunicarnos bien. ¿Por qué no me dices qué ocurre para así solucionarlo? Quiero que todo sea como antes, cuando no me evitabas y me llenabas de besos en todo momento.
Gun sintió su rostro colorado por sus palabras, pero más aún porque sintió vergüenza, ya que no quería hablar de ese tema. Comprender todo lo que Fluke le explicó semanas atrás todavía le ponía nervioso, más aún si se trataba de conversarlo con Off, pero sabía que debía soltarlo o lo seguiría evitando.
Y él también extrañaba sus besos y abrazos
Bajó la vista, buscando su cuadernito para escribirle lo que ocurría, porque siendo sincero, no se veía capaz de expresárselo con gestos.
"Es que yo... Lo he pensado mucho, sobre lo que ocurrió hace unas semanas. Sobre tener sexo."
Off leyó sus palabras y de forma inmediata el color pintó su rostro.
Oh.
¿Es eso, Gun? ¿No quieres tener sexo conmigo?
Gun apenas levantó la vista, sus ojos cristalinos, y negó con la cabeza de forma torpe. El mayor dejó salir el aire de sus pulmones.
Gun, está bien. Lo prometo. Si no te sientes listo en este momento, no tenemos por qué hacerlo. No te sientas mal por no querer hacerlo, ¿bueno?
El muchacho sorbió por su nariz, asintiendo de forma torpe.
"¿No te molesta? Es que si tú quieres yo podría intentarlo y..."
Off no lo dejó terminar, quitándole el cuaderno, un rayón marcando las hojas. Gun lo miró con sorpresa.
No, Gun. El sexo es algo muy íntimo y los dos tenemos que estar cómodos para eso, ¿entendido? Yo puedo esperar el tiempo suficiente para que tú te sientas preparado, te quiero mucho y no deseo que te fuerces a eso. Estaré bien con cualquier decisión que tomes, ¿entendido?
Gun leyó sus palabras, sintiendo como algo dentro de él pareció estrujarse ante lo que Off le estaba diciendo, y de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas, pues esas simples frases guardaban demasiado significado para él.
Señor Sira jamás le dijo algo así. Su Dueño tampoco.
Y Off, que le trataba tan bien, que se preocupaba por él, estaba interesado en que Gun se sintiera bien para tener sexo.
Sin poder evitarlo, se lanzó a los brazos de Off, enterrando su rostro en el hombro del mayor. Sus brazos rodearon su cuello, y se pegó a él con desesperada necesidad, tratando de demostrarle con ese gesto lo importante que era eso para él.
Off hizo un ruido de sorpresa, agarrándolo por la cintura, y sólo sonrió cuando Gun levantó la vista, con ojos brillantes observándolo, para entonces comenzar a repartir besos por su rostro.
»Media hora después, Off dejó a Gun a unas cuadras de su casa, besándolo otra vez y prometiendo encontrarse al próximo día e ir a comer un helado. Al verlo desaparecer se marchó de allí, pero no hacia su casa sino en dirección contraria, acelerando un poco porque prometió llegar en unos minutos.
Estacionó su auto fuera de la pequeña casa, pero no caminó hacia la puerta principal sino hacia el garaje, observando a su amigo sentado como si nada, de espaldas en su dirección.
—Hey, Prince —dijo, y su amigo se sobresaltó, volteándose.
El aludido lo miró con el ceño fruncido antes de bufar.
—Off —saludó Prince—, ya pensé que no vendrías y me dejarías plantado. Anda, dime, ¿qué quieres de mí?
Off observó todo el material que Prince tenía a su alrededor: micrófonos, una computadora, audífonos aislantes de ruido...
—¿Cuánto me cobrarías por una grabación? —le preguntó.
Prince se recostó en su silla, observándolo en silencio varios segundos, como si lo estuviera pensando bien.
—Anda, baja la lata —chasqueó su lengua—, ¿qué quieres grabar?
—Un regalo —Off sonrió—, un regalo para mi novio.
Su amigo rodó los ojos, sin embargo, sólo sacudió la cabeza mientras Off sacaba la letra que ya terminó para Gun, y pronto esperaba regalar.
Sólo esperaba que Gun estuviera muy, muy feliz con eso.
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New siempre fue muy reacio al contacto físico a menos que viniera de su mamá, pero cuando Tay le sostenía la mano, con sus dedos entrecruzados con los suyos, se sentía bien, aunque su estómago diera mil vueltas.
No entendía muy bien eso. Mamá le dijo que eso ocurría cuando estaba enamorado y New pensaba que no quería sentirse enamorado para evitar esas situaciones, pero entonces Tay le miraba, le sonreía y...
Y...
—¿H̄wạng? —Tay llamó y New lo miró. Los dedos de su novio le dieron un apretón—, ¿pasa algo? Te noto distraído.
—Estaba pensando —dijo, su tono plano, bajo, pero Tay le escuchó sin problema alguno.
—Mmm... ¿y en qué pensabas? —preguntó Tay.
—En como aceleras mi corazón cuando sonríes —respondió.
Tay lo miró, color pintando su pálido rostro y a New le costó entender qué pasó. ¿Acaso dijo algo malo?
—Eres muy lindo —murmuró Tay débilmente.
—¿De verdad?
—Eres lindo y adorable.
Antes de que New pudiera echarse hacia atrás recibió un beso fugaz en sus labios, y pensó un instante en quejarse, pero pensó otra vez que esos besos se sentían muy bonitos. Cuando Tay lo abrazaba por la cintura con suavidad también se sentía bonito.
—Te quiero —le dijo Tay con cariño, deteniéndose, y New se dio cuenta de que estaban fuera de la casa de Gun.
Se sintió algo extraño y molesto consigo mismo, pues quería que esa caminata durara más para así estar con Tay, pero lo reprimió porque eso se le hacía extraño.
Tay lo agarró de la barbilla para levantar su mirada y que así se observaran a los ojos.
—¿Tú me quieres? —le preguntó su novio, y New se estremeció.
No entendía con claridad ese concepto de querer. Mamá se lo trató de explicar muchas veces, sin embargo, todavía no lo entendía muy bien.
—Sí —dijo apenas, de pronto retrayéndose.
Pero Tay le sonrió, dándole otro beso suave luego de empujarlo hacia él, así que New lo aceptó.
Tay se sentía bien.
—¿Hasta qué hora te dio permiso tu mamá, bebé?
También se sentía bien cuando le decía apodos cariñosos. New trataba de hacer lo mismo, de demostrarle cuán importante era para él, pero tenía que esforzarse mucho y eso provocaba que se pusiera ansioso y entonces se estresaba y...
—A mediodía —barboteó apenas.
Tay asintió.
—Pasaré a buscarte a esa hora, así que espérame, ¿bueno?
—Está bien, gatito bonito —farfulló, nervioso.
Su novio sonrió, mostrando sus encías, sus ojos arrugándose, y New pensaba que era muy, muy bonito.
Tay le dio otro beso y New se marchó hacia la casa de Gun, despidiéndose del mayor, para luego tocar la puerta. Su amigo lo invitó a quedarse a dormir junto a Fluke y su mamá le dio permiso, así que ahora estaba allí.
La mamá de Gun le abrió, invitándolo a pasar y diciéndole que los chicos estaban en el cuarto de su hijo. Después de saludar a todas las personas de allí subió al segundo piso, tocando la puerta.
—¡Pasa! —gritó Fluke, por lo que New entró.
Los dos amigos estaban jugando algo de autos de carrera con la PlayStation de Gun, mirando la pantalla de forma concentrada.
—¡Newwie! —Fluke pausó el juego, ganándose un berrinche de su mejor amigo—. Hey, ¿quieres jugar?
—Hola —New se balanceó en su lugar—. No sé jugar eso.
—¡Deja tu mochila sobre mi cama! —dijo Gun, sonriendo—. ¡Vamos, yo te enseño!
New lo observó, algo confundido.
—Pero hablé en voz alta —dijo, desorientado.
La sonrisa de Gun se congeló. Fluke se tensó. New no entendía qué estaba ocurriendo.
Fluke fue el primero en moverse, poniéndose de pie con calma, aunque el pánico estaba invadiéndolo al notar la forma en que Gun comenzó a mover sus manos, formando y deshaciendo sus puños.
—¡New, ¿trajiste tus dinosaurios para jugar?! —preguntó de golpe, casi rebotando en su lugar. Los dos chicos se sobresaltaron con la acción de Fluke. Gun parpadeó. New lució más perdido aún.
—Sí, los tengo en mi mochila...
—¿Jugamos con ellos? —ofreció Fluke, agarrando a Gun del brazo y levantándolo.
—¡Está bien! —saltó New, dirigiéndose a su mochila y abriéndola.
Fluke aprovechó que New estaba distraído para abrazar a Gun.
—Estoy aquí —le susurró en voz baja contra el oído, estremeciéndolo— cualquier cosa, estoy aquí para ti, Gunnie.
Gun le dio un apretón, devolviéndole el abrazo, e incluso permitió que Fluke le besara la mejilla al alejarse de manera cariñosa, volteándose para ir donde New y escuchar lo que estaba diciendo al sacar sus juguetes.
Gun estaba echando todo a perder, lo sabía, y todo a su alrededor parecía estar desmoronándose poco a poco.
Antes fue el mejor Muñeco de todos, pero ahora parecía estar convirtiéndose en el peor.
𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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