19. Heridas
Leer con prudencia.
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Fluke cerró sus ojos cuando Ohm le besó el cuello, gimoteando en voz baja al sentir las manos del mayor tocando la piel de su cintura, y tuvo que morder su labio inferior para aguantar los siguientes jadeos que luchaban por escapar de su boca.
—Silencio —susurró Ohm, sus ojos brillando por la excitación—, no queremos que...
—Mis papás nos van a pillar —siseó Fluke, sus manos empujando débilmente a Ohm para quitárselo de encima—, y van a matarme...
—Tú no quisiste ir a mi casa —regañó Ohm, aunque había diversión en su rostro—, allí podría hacerte gritar todo lo que quisiera.
—¡Eres un idiota! —gimió Fluke, antes de recibir un beso en los labios.
Se sentía volar cuando Ohm le besaba, una sensación de éxtasis recorriendo su cuerpo y sus pensamientos volviéndose algodón de azúcar.
Eso le gustaba, le gustaba demasiado, porque le ayudaba a distraerse de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. De Gun alejado, de New haciendo más amigos, de la constante soledad que parecía aplastarlo un poquito más cada día.
Ohm le gustaba, era bueno, le hacía sentir amado y para nada reemplazable.
Se sobresaltó cuando un repentino portazo resonó en la casa.
Ohm se alejó, su rostro colorado, e hizo un gesto de mantenerse en silencio.
Fluke subió sus pantalones (¿cuándo ese idiota se los bajó?), y le susurró a Ohm que permaneciera en silencio. Su papá estaba trabajando, mamá fue a ver a la abuela y Davika le dijo que llegaría tarde porque saldría con Off, ¿quién...?
Caminó hacia los escalones, sobresaltándose cuando de pronto su hermana apareció. Llorando como desquiciada.
—¿Davika? —preguntó con preocupación.
Davika lo miró, sin dejar de llorar.
—¿Qué... qui-quieres? —balbuceó ella, su voz quebrada.
Fluke dio un paso hacia su media hermana.
—¿Qué ocurre? ¿Pasó algo malo? —inquirió, queriendo abrazarla.
Sin embargo, la expresión lastimada de Davika cambió de pronto, furia y rabia pintando su rostro.
La chica lo empujó.
—¡¿Pasó algo malo?! —gritó ella—. ¡Claro que sí! ¡Off acaba de terminar conmigo!
Fluke se encogió ante los repentinos gritos de su hermana y retrocedió unos pasos, tragando saliva.
—¿Cómo? —preguntó, aturdido—. ¿Phi y tú...?
—¡Dice que no me quiere! —Davika lucía histérica—. ¡Dice que no quiere casarse conmigo!
El chico tragó sus palabras de consuelo, aquellas que decían que Off no valía la pena, que no llorara por él, porque en realidad nunca le gustó la pareja que hacían. Ambos lucían tan... tan falsos y perfectos, que daba incluso un poco de asco.
Fluke estaba algo aliviado de que terminaran, porque tenía la impresión de que no serían felices.
Pero otra parte se sentía culpable porque Davika realmente quería a Off, sus lágrimas en ese instante la delataban.
—Davika, ¿quieres que te traiga un vaso con agua? —preguntó, tratando de lucir dulce.
Pero Davika volvió a empujarlo.
—¡No quiero nada de ti! —Ella lucía enfurecida con él, con todo el mundo—. ¡Debes estar contento, ¿no es así, Fluke?!
Parpadeó, confundido, su estómago apretándose.
—¿Qué estás...?
—¡Claro, ahora que Off terminó conmigo, yo voy a ser la decepción de mamá y papá, y no tú! —acusó con ira, su dedo índice tocándole el pecho de forma brusca—. ¡Quieres que yo sea la vergüenza de la familia y no tú, ¿cierto?!
—Davika, eso no es... —su propia voz se quebró ante las acusaciones.
—¡Pues sabes qué, Fluke, siempre serás la basura de papá y mamá, porque eres un bastardo! ¡Off volverá conmigo y tú seguirás siendo un pedazo de mierda!
—¡Davika!
La chica se sobresaltó cuando una enfurecida voz habló, y Fluke miró al suelo, llorando en silencio y temblando por las palabras crueles e inhumanas que su media hermana le dijo.
Ohm empujó a Davika, haciéndola a un lado, y abrazó a Fluke contra su pecho, importándole poco la chica, porque en ese instante, el menor parecía un niño desorientado y herido.
—Estoy aquí, estoy aquí, bebé... —arrulló Ohm, mientras Fluke sollozaba en voz baja.
Davika soltó un ruido de disgusto.
—¿De verdad estabas con Ohm, maricón asqueroso? —Gruñó Davika—. Eres una basura.
Fluke lloriqueó y Ohm lo apretó más contra él.
—Le dices a papá y mamá que Off terminó conmigo, y prometo decirles que eres la puta del colegio —espetó Davika, girándose y caminando a su cuarto.
Un nuevo portazo resonó en la casa.
Fluke se aferró al abrazo de Ohm, que seguía meciéndolo mientras le murmuraba palabras dulces a su oído, y trató de no pensar en todas las horribles palabras que Davika soltó.
Fluke habría preferido que lo golpeara. Tal vez un golpe hubiera dolido menos que todas esas cuchillas que Davika enterró sólo con unas simples frases que dijo en segundos.
«Muñequito despertó en medio de la oscuridad.
Había ciertas cosas que Muñequito no recordaba bien como, por ejemplo, cómo había llegado allí. Para él, siempre estuvo allí. No tenía recuerdos de otro lugar, de otras personas, de papá, de mamá, y pensaba que muy probablemente, papá y mamá le abandonaron.
El primer recuerdo que tenía era de un hombre al que había que llamar como "Señor Sira", de pie frente a él, dándole una paleta por haber sido un buen niño.
Muñequito quería ser un buen niño, el mejor niño del mundo, porque eso significaba que no iba a ser castigado.
—Du-duele... —gimió Perrito a su lado, y Muñequito se sobresaltó al escucharlo hablar.
Inmediatamente se arrepintió de su acción, así que tan rápido como despertó, se acostó otra vez en la fría tabla, acurrucándose bajo la manta cuando pudo ver movimiento en la oscuridad.
El Señor Sira estaba dentro del cuarto.
—¿Perrito? —gruñó el Señor Sira—. ¿Acabas de hablar, Perrito desagradecido?
Perrito lloró, gimoteó, sollozó, pero no volvió a hablar.
—Te escuché —espetó el Señor Sira—. ¿Qué es lo que te duele? Hoy fueron amables contigo, ¿así es como me pagas, Perrito?
—Pe-pero duele mucho... —lloriqueó Perrito, y Muñequito quiso golpearlo, porque Perrito era tonto.
El cuarto estaba en tensión, por lo que Muñequito adivinó que no era el único escuchando. Conejitos, Gatitos, otros Perritos, Zorritos, todos debían estar oyendo.
Él no debía estar escuchando, pero a veces se le olvidaba porque era el único Muñequito.
Señor Sira le dijo que era especial, que por eso sería Muñequito, que debía sentirse orgulloso de ello, porque era un Muñequito especial. Había otros Muñequitos en otro cuarto, pero esos eran normales, no eran especiales como él.
—¿Duele mucho, Perrito? —gruñó el Señor Sira—. ¿Esto te duele?
Trató de no sobresaltarse cuando escuchó un golpe seco, y luego un gemido.
—¿Cómo hacen los perritos, Perrito?
—Guau. Guau.
Muñequito se forzó a respirar para mantener la calma.
—¿Muñequito?
Su primer instinto era responder, era contestar, pero apretó los labios ante la presencia desconocida frente a él, unos callosos dedos quitándole la manta.
Miró al techo, su rostro sin expresión alguna.
—¿Estás despierto, Muñequito?
El Señor Sira lo tomó en brazos, una horrible sonrisa pintando su rostro, pero mantuvo su cara tranquila.
Desde que tenía memoria era Muñequito, así que sería Muñequito para siempre.
—Eres el mejor Muñequito del mundo, precioso —alabó el Señor Sira, acostándolo otra vez—, tan obediente y bueno. Pronto irás con tu nuevo dueño, a él le fascinan los muñequitos. ¿Sabes cuáles son sus favoritos? Los muñequitos de porcelana. ¿Tú serás el muñequito de porcelana perfecto para él?
No hizo gesto alguno.
Señor Sira se rió, contento.
—Claro que lo eres.»
Gun despertó empapado en sudor, las manos callosas acariciando su rostro, y olisqueó el aire.
No. No...
Muñequito se había orinado.
No. !No Muñequito! Gun. Gun. Gunnie.
Gun, Gun.
GUN.
Salió de la cama, llorando, con sus pantalones mojados, y corrió al cuarto de mamá y papá.
Mamá y papá le protegerían, le cuidarían, le dirían que no era Muñequito. Que se llamaba Gun, tenía dieciséis años, tenía una familia que lo amaba, tenía amigos que se preocupaban por él.
Entró al cuarto estrepitosamente, sus padres despertando de golpe, pero poco le importó cuando subió a la cama, sus manos envolviéndose alrededor del cuerpo de papá y aferrándose a él con una desesperación casi dolorosa.
—Oh, bebé, no llores, no llores —susurró Cherreen, con los ojos lagrimosos al darse cuenta de lo que ocurría.
Gun berreó, ocultando su rostro contra el pecho de Leo, y quería quedarse allí para siempre, en los brazos de papá y mamá, porque allí no era Muñequito.
Gun no quería ser nunca más Muñequito.
Gun sólo quería ser Gun.
𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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