Capítulo 7
Deduzco que esta no es la habitación principal de él porque está en la planta baja de la casa.
La gente rica tiene la habitación principal en la planta alta, mientras que la de abajo suele ser la de huéspedes.
Aunque es muy bonita para no ocuparla. Y tiene jacuzzi propio. ¡Qué maravilla, de cama! Ahí entran fácilmente unas seis personas.
Quizá la tiene para fiestas personales.
Está a media luz. Tiene un cortinado muy bonito en toda la parte sur y el suelo es de madera lustrada. Hay un juego de sillones rojos a un costado, mesas de luz a los extremos y la pared lateral norte es un armario enorme. ¿Qué tendrá ahí dentro?
—¿Qué música te gusta?
—Ejem—me vuelvo a él. Sus ojos grises están puestos en la pantalla que enfrenta a la cama. Ha conectado su celular y se encuentra pasando música de un podcast a otro—. Elige algo que te relaje—le sugiero.
—Perfecto—tú también ponte cómoda, bonita.
Evidentemente la que necesita el masaje soy yo.
Y pensar que me pagará por esto...¿se notará mi inexperiencia?
Él selecciona una canción Muse, conozco la banda, pero no su música. Un solo de guitarra comienza a escucharse con cierta lentitud, no sé si es precisamente relajante, pero sería la música ideal para montarme arriba del sexo de un hombre macizo y dejar que me coja sin parar. Al menos, eso sugiere el tono de la guitarra eléctrica bramando.
—¿Puedes colocarla de tu parte?—me dice él, tendiéndome uno de los extremos de la sábana.
Y observo la que está puesta. Es de seda, muy suave y deliciosa al tacto. Me tiene fascinada.
Un momento, ¿qué? ¿"De mi lado"?
—Puedo tenderla de manera que puedas ubicarte y sentirte cómodo—le sugiero, tomando la sábana. Y recordando el consejo de no decirle directamente que no a algo sino sugiriendo una contrapropuesta.
Aunque creo que no soy la primera que pasa por esta cama, así que él ya debe tener de memoria los consejos de la mentoría que recibí en la web.
—Cuando te ensucies, no mancharás así las sábanas azules—me indica, mirándome de reojo y con una lobuna sonrisa en sus labios.
Santo cielo.
Lo hago, obedeciendo sin más, pero pensando cuál será mi propio estilo ante estos desafíos. Cuándo decir que no, cuándo decir que sí... Aunque en el lugar que estoy, ofreciendo un servicio, se evidencia que mi papel aquí es sólo ser condescendiente a sus deseos.
—Bien, pues, me pondré cómodo dice él—al notar que estoy haciendo tiempo buscando el aceite Johnson en mi bolso.
Cuando enderezo la mirada, lo observo quitándose la camiseta del pijama, mostrando sus pectorales marcados, unos abdominales fuertes y el tatuaje de un halcón con sus alas extendidas a la altura del esternón.
Luego baja los pantalones.
No lleva ropa...interior.
Wou.
San...tísima... Mierda...
—Te espero en la cama—me indica, pero me resulta difícil no quitar mi mirada del pene enorme que tiene. Lo que más me sorprende en realidad es el grosor. Muy grande, pienso en cuánto me dolería de tenerlo dentro y comparándolo con el de Jamie. Definitivamente no son iguales. Puede que el de Jamie sea del mismo tamaño, pero este es tan grueso que de cerrar mi mano alrededor, no sé si conseguiría tocar mi dedo índice con el pulgar.
Él ya está boca abajo con los brazos bajo el rostro, mostrando los marcados músculos de sus hombros evidenciando las divisiones entre sí y ensanchando su cuello.
—Puedes quitarte la ropa o dejártela puesta, Leila.
En primer lugar ha dado la opción de quitarme la ropa, así que ya sé cuál es la orden implícita en la oración.
En segundo lugar, me ha llamado de la manera que figura en mi perfil.
Así que opto por llamarlo de la manera en que figura el de él.
—Si no te molesta, me la quitaré, Isaac.
Él se gira para observarme mientras me lo quito. Su hermoso culo redondo está a la vista, captando todo mi campo visual.
Una vez que quedo sólo en ropa interior, opto por quitarme también el sostén y hacer el masaje en tanga.
—Vaya—murmura—, acércate.
Él está con sus ojos prendidos al hilo de mi tanga roja. Cuando ya estoy a su lado, él estira una de sus manos y acaricia el borde a la altura de mi cadera y sus manos rozan en una caricia mi nalga derecha.
—Te queda de maravilla—dice, cediendo luego su mano, aunque su pene aparece erecto entre la división de sus piernas.
Consiguiendo que mi corazón se acelere aún más.
Busco un lugar cómodo. Comienzo por sus piernas, luego será oportunidad de subir.
Deslizo aceite desde el borde que separa sus nalgas de sus piernas. Son muy firmes. Empapo toda su piel de aceite, guardando cuidado de que toque lo menos posible las sábanas. No querré que se pase y ensucie la linda seda.
A continuación, humedezco mis manos con el aceite y no me molesta gastar demás. Con lo que me pagará, luego podré comprarme cien de estos.
Tras corroborar que mis manos no están frías sino cálidas, comienzo con su pierna izquierda. Debajo de sus glúteos, cierro mis manos y presiono con suavidad, en movimientos circulares, tratando de llamar a la sabiduría de todas las diosas masajistas.
A medida que presiono y acaricio, sigo deslizándome y abarcando sus piernas. Su pene se endurece, ya será el momento de rozarlo. Se ve maravilloso. La sensación del aceite en las manos es exquisita.
—Caray, es muy rico—suspira Isaac.
Observo sus labios entreabiertos, sus ojos cerrados, la quijada cuadrada presionada.
Deslizo más mis manos hasta abarcar toda la pierna.
Y me animo a sus pies.
Vuelvo a colocarme aceite en las manos y masajeo sus pies. Cruzo mis rodillas alrededor de las de él y mi culo se sienta encima del suyo, consiguiendo arrancarle un jadeo desde lo más profundo de su garganta.
—Qué belleza—ronronea.
Y me vuelvo a su rostro mientras masajeo sus pies. Contempla con atención la triangular manera en que mi culo y mi cintura están apoyados sobre las nalgas de él.
El roce del aceite entre su piel íntima y la mía se vuelve una delicia.
—Quítate la tanga—me ordena.
Y lo hago.
Más porque el aceite la va a ensuciar que por la orden misma.
—Qué preciosa eres—su voz se oye como si contuviese una bestia interior. ¿Qué tan salvaje será eso que está sujetando?
Una vez que regreso hasta él, tomo nuevamente el aceite y baño su espalda musculada. Ahora cada parte de él brilla. También el espejo a la altura del cabezal de la cama muestra mis nalgas aceitadas.
—Wou, qué delicia—suelta desde lo más profundo de su garganta mientras mis manos se deslizan por su espalda, presionando cada vez más fuerte y consiguiendo que arquee su cintura.
Acto seguido, pone a prueba sus manos colocándolas en mis piernas, acariciándome mientras me regocijo en su enorme espalda, acariciándolo con intensidad.
Algo llama mi atención mientras lo hago y él parece muy concentrado intentando juguetear con mi cola.
En la mesita de noche a la derecha de la cama, hay un libro marcado. Es un libro de negocios. Recuerdo que empecé a leer de manera pirata desde la web hasta que lo bajaron. Me pareció muy revelador en su momento, pero comprarlo me pedía una cantidad de dólares que mi tarjeta ya había saturado en euros hace tiempo.
—Vaya, nena, tienes una cola impresionante.
Su voz me espabila.
Pero algo me indica que lo ha hecho básicamente para que me concentre en el masaje y no en los detalles de lo que rodea.
Si ese libro es de él y lo ha estado leyendo, posiblemente sea ésta su habitación. O la leyó alguna huésped.
Recuerdo una de las indicaciones de la mentora: no ser una puta que sólo sabe gastar. Si él dejó un libro de finanzas a la vista porque le gusta ese nivel de cultura que antes se me señaló.
Él parece ofuscarse ante el hecho de que mi cabeza se ha transportado al libro que hay sobre la mesita antes que, en su cuerpo, así que me devuelve a la realidad tomando las riendas de la situación.
—Quiero comerte esa cola hermosa que tienes—indica.
Y algo en mi interior estalla en sensaciones.
Esto ya no es sólo un masaje.
Ahora soy su puta con todas las letras.
Me estoy...¿prostituyendo?
El prejuicio cae al suelo una vez que recuerdo la reveladora verdad de que la dignidad la perdí el día que me pusieron a trapear pisos doce horas por día a cambio de la mitad de lo que ganaré hoy aquí.
Además, me gusta.
Me pagará por hacer algo que me interesa y cubrirá dos necesades en mí: la sexual y el apetito ya que podré comprarme la cena esta noche.
—Por supuesto—digo.
Él me toma de la cintura con sus manos y se dé la vuelta.
Acerca mi cintura a su boca, bajando un poco y dejando mi entrepierna a la altura de su lengua.
Sus ojos grises se fijan en los míos cargados de temores fusionados con una excitación bestial.
Y desaparece entre mis piernas, llevándome a ver estrellas hasta soltar el demonio que vive en mí.
-------------
Recuerda seguirme en mis redes para que no te pierdas ningùn sorteo de libros, novedades y más: instagram @luisavilaok @luisavilalibros
facebook.com/luisavila.a
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top