Las chicas a mi alrededor se masturban. Somos seis en total metidas en una jaula para dos.

Mis dedos se cierran en el cabello alborotado de Shilo mientras ella juguetea con su lengua en mi entrepierna. Sus labios succionan mi clítoris, haciéndome vibrar de placer. Sus dientes mordisquean la sensible piel de mi vagina y la absorben como a un fruto jugoso.

Mis manos se cierran en los barrotes de hierro mientras miradas curiosas están cada vez más cerca observando el panorama con interés.

Uno de los hombres se acerca y entrega algo a una de las chicas. Shilo lo observa, divertida. Yo no entiendo muy bien de qué se trata, pero estoy segura de que no es inocente.

Se trata de un juguetito rosa símil a un labial, tiene una extensión como si me la fuese a llevar de anillo.

Observo detrás a las chicas descolgando una camilla de cuero. ¿Qué clase de secretos guarda cada uno de estos lugares? Es asombroso.

Pero no tanto en el lugar de sumisión cuando Shilo me toma de la mano y me lleva hasta la camilla donde me deja caer boca arriba. El cuero está frío e impacta con la piel de mi espalda provocándome arquearme. Mientras tanto, mi piel se va a acomodando a la temperatura.

Dos chicas se colocan en la parte superior, donde me acarician los senos y se besan entre ellas.

Pero Shilo se ubica entre mis piernas. Miro a un costado. Todos los hombres se han venido contra las rejas como espectadores de un zoológico donde un león está a punto de comerse a su presa. Quien permanece al medio de todos es nada menos que Isaac, que está hipnotizado observando lo que sucede. Así te quería tener, bebé.

Shilo vuelve a darme un lametazo en la entrepierna que me hace suspirar. Luego incorpora el juguetito ahí...

Siento que tiene una ligera vibración que se siente exisita. No entra muy profundo, de hecho apenas supera mi clítoris. Pero ahí está el juego.

El vibrador me genera una ligera descarga que me hace ver las estrellas. Es fugaz y excitante, consiguiendo así arrancarme un gritito desde mi garganta.

Shilo examina alrededor de mi vagina con la punta de su lengua lo cual colabora con mi excitación lo cual me anuncia una siguiente descarga que me alcanza con gran provocación y suelto un nuevo gimoteo.

Presa de la excitación, la segunda descarga es un poco más extensa, duradera y fascinante. Mi corazón se exacerba mientras las descargas se vuelven más seguidas. Cierro mis manos en el cabello de Shillo quien me penetra junto con el dildo y las descargas eléctricas del juguetes me ponen a estallar de placer.

Suelto gemidos exaltados, rítimicos, uno tras otro. La sensación se intensifica cuando mis compañeras empiezan a besarme los senos y me chupan con intensidad.

Hasta que la jaula se abre una vez más.

El juguete cesa.

Alguien ha entrado a la jaula. Tiene su pene fuera y está listo para penetrarme. Otros hombres entran tras el primero y se va directo hasta las chicas, a quienes confrontan para cogérselas duro ya mismo.

El primero de los hombres aparta a Shilo y se mete en mi entrepierna para besarme. Me lleva a ver las estrellas una vez más provocándome enloquecer.

Sin embargo, cierro los ojos, y al abrirlos, tengo la cara de Isaac frente a mí, acorralándome encima de la cama colgante de bondage. Me ha estado practicando sexo oral de una manera exquisita. Cielos, lo que extrañaba la boca de este hombre...

Shilo es buena, pero Isaac no tiene comparación.

Él se viene encima de mí y su voz suena ronca, animal, de amo y señor cuando me dice con furia:

—No deberías estar aquí. Ven conmigo, Ema. Larguémonos y deja que te haga el amor en mi cama. Te deseo para mí solo.

Su voz me deja extasiada.

Giro la mirada y me encuentro con el gesto reprobatorio de mi amiga.

Sé lo que ella opina.

Sé qué es lo mejor para él.

Lo mejor para mí.

Y también lo peor para mí...

Pero algo mucho más fuerte que la excitación me enciende ahora y es lo que siento por él.

—¿Qué dices?—insiste—. ¿Te vienes conmigo? Podría dártelo todo, Ema. Vamos.

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