Capítulo 17


La próxima vez que quieras estar con una persona poderosa por interés, sea hombre o mujer, procura que al menos te trate bien. Porque si no lo hace de antemano, no estará dispuesto a darte nada y tu interés podrías volcarlo en mejores candidatos.

Ema sabe de hombres buenos y de hombres malos así como de que una misma persona puede presentar ambas facetas.

Si la someten a pruebas ginecológicas y le dan una tanga roja con un sostén de encaje negro y la llevan reclutada junto a otras cinco chicas que pasaron la misma prueba, ¿significa que está siendo bien tratada? Se siente un trozo de bistec, un pedazo de carne más.

—Por acá—aclara un guardia de seguridad al mando.

Cuando salen al vestíbulo por donde antes entraron, suben la escalera monumental que anteriormente había llamado la atención de Ema.

Las luces pasan a un color tenue, el alfombrado se vuelve oscuro y las paredes pasan a adoptar un tono bordó diseñadas con alta costura y capitones.

Su corazón se alerta en cuanto ingresan a un pasillo con pocas puertas. Esto solo puede dar la pauta de que las habitaciones serán muy amplias.

Al finalizar el pasillo, el guardia se detiene y pasa una tarjeta por el borde.

—Llegamos, señoritas—anuncia.

Ema viene segunda en la fila.

A sus oídos llega una tenue música de salón que se intensifica en volumen en el instante que la puerta de alta seguridad se abre.

Y se extienden frente a sí hombres trajeados esperándolas con copas en sus manos, sentados en dispersos puntos del salón y bañados por luces tenues de lámparas amarillas y otras rojas.

Hay una barra de tragos al final con un barman que sirve.

Pero entre un hombre y otro yacen cuatro jaulas.

Cabrían perfectamente unas tres chicas en cada una.

Uno de los hombres más cercanos a la puerta se pone de pie y se acerca a las chicas. Ema queda absorta con su altura, su cabello rubio, sus enormes ojos azules y su belleza monumental.

—Señoritas—las saluda—, es un placer verlas hoy aquí.

Una de las chicas parece reconocerlo de inmediato y le murmura a otra a espaldas de Ema:

—Es Aiden. El de la empresa Raven.

La verdad que ella no logra reconocerlo, pero sigue embobada con sus ojos. Hombres sumamente poderosos, bellos y ávidos de sexo las esperan.

Pero también esas temibles jaulas.

—Chicas, es un gusto tenerlas aquí. Sean bienvenidas, tenemos sus lugares preparados. Pueden ponerse cómodas donde más les guste.

Y basta atravesar la puerta para que el corazón de Ema comience a acelerarse, presa de la angustia.

Cada una de las chicas elige su jaula.

Pero queda la de cabello afro y Ema para una sola. La última.

—Tendrán que entrar juntas ahí—les señala uno de los hombres que aguarda en el interior del salón.

Escuchar esa voz pone todos los sentidos de Ema en alerta.

La reconoce de inmediato.

Y se da la vuelta.

Una vez que lo tiene frente a frente, la palabra prohibida escapa de sus labios como un jugoso fruto letal:

—Isaac...

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