Capítulo 1
¿Cómo seducir a un millonario?
Lo googleo por primera vez, al darme cuenta de que mis deudas están comenzando a meterme en problemas.
No es que sea pésima para las finanzas, pero siempre fui demasiado optimista con mis sueños. Siempre me interesó la idea de poder ser una gran bailarina, y cuando, por primera vez había conseguido firmar convenio con una super productora audiovisual que no pagaba muy bien pero me permitía costear la renta de un apartamento en plena ciudad de Madrid, decidí independizarme.
Grave error. Porque siempre podría llegar la putita de cualquier productor y ocupar tu lugar, expulsándote al puesto de un simple extra. Siempre me dije "no seas un extra, sé la estrella" sin tener en cuenta todas las variables en juego.
Mis ingresos se redujeron a un tercio de lo que tenía convenido y ahora estoy encerrada entre cuatro paredes de un monoambiente muy bonito, pero tan pequeño como mi sensatez al intentar levantarme frente a los preceptos de mi familia y querer demostrar que puedo ser una chica independiente con sólo veintiún años.
Ahora todas mis cuentas están en rojo y no encuentro un trabajo rentable que me ocupe las horas que no debo estar enfocada en el estudio o que se me han desocupado con los ensayos que antes tenía pautado.
Creí que esta oportunidad me permitiría dejar la universidad, pero ahora lo tendré que hacer para ponerme a lavar platos en una cocina cochina de algún café donde compras una tortilla completa a solo dos pavos.
Nadie sabe de dónde salió Harper ni cómo hizo para que Neemías quedase frito ante ella. La vagabunda y el damo, por supuesto que estamos viviendo en el Siglo XXI.
Estoy en casa. Es de noche. Mi celular tiene algunos resultados en su búsqueda y mi cabeza se debate si arriesgar o no hacerlo.
Si me animé a arriesgar a salir del resguardo de mis padres que viven en una clase media-baja es porque demuestro que puedo animarme a mantener mis objetivos y concretarlos.
Ojalá me lo pudiese creer yo misma.
Me miro al espejo y pienso en Harper, pero también pienso en mi familia, en mis hermanos, en lo irresponsables que fueron mis padres al decidir tener familia desde tan jóvenes. A mi edad, mamá ya iba por su segundo hijo: una linda nena que soñaría con marcharse pronto de su casa de origen porque está harta de sentir que no puede colaborar en nada y ser sólo una carga.
Pero aquí estoy.
Haciendo realidad mis sueños... Ahora lo pienso de frente a la realidad fáctica y me siento triste, ridícula.
Con el celular en la mano y una aplicación de acompañantes de tiempo parcial. "Conviértete en masajista y sé la compañía de hombres importantes" reza el anuncio que salta a mis ojos en cuanto intento apartarme de esa locura.
¿Masajista yo?
Mmm.
Originalmente soy de Toledo, donde trabajé para el Servicio de Limpieza de una Sala de Primeros Auxilios. Conservo un ambo que utilizaba en aquel entonces. Está un poco percudido, pero puedo simular ser una experta masajista.
Hay una institutriz que enseña online mediante tutoriales a hacer masajes y seducir al cliente.
Cuando quiero darme cuenta, ya estoy registrada. Resulta que el registro es automático si tu cuenta de Facebook está abierta. Santo cielo, sólo es asunto de completar mi perfil.
Completar el perfil, poner un precio a mis servicios y preparar un speech para cuando un hombre me pregunte si estoy disponible para esta noche.
Me miro al espejo y pienso si un hombre estaría dispuesto a pagar por alguien como yo. No desestimo que tengo un cuerpo atlético por la disciplina que implica el hecho de dedicarme a la danza ni a las dietas estrictas que concede un presupuesto ajustado. Parezco de dieciséis. A los hombres les gusta eso, lamentablemente. Es un punto a favor.
Mi cabello además es rubio, la piel pálida, no me gusta mucho mi nariz y quizá haya partes de mi cuerpo que necesitan aún más firmeza.
Pero arriesgo con una foto donde sólo se contempla mi busto y mis caderas con el uniforme puesto.
"¡Muy bien, Ema! Ahora elige cuáles serán los servicios que ofrecerás y ponles un precio (:"
Santo cielo. Mi corazón se acelera inmediatamente. A decir verdad, jamás pensé que estaría haciendo exactamente esto.
Necesito apagar el celular, detenerme un momento, pensarlo con detenimiento.
Hasta que me llega un mensaje de Jamie.
El chico al que conocí hace algunas noches. Es dulce, duerme conmigo luego de hacer el amor y no tiene problema en comprar para desayunar. Pero también compra de cenar y de beber, sin que yo pueda colaborar en absoluto.
Y me incomoda que me pague, convengamos que no es él una persona rica pero mantiene un trabajo responsable, así que decidí últimamente evadir sus propuestas.
Su mensaje es un GIF de un bebé que mira adorablemente a la cámara y él ha escrito "¿me das un besito?".
Santo cielo, Jamie.
Eres un buen chico.
Realmente no necesitas que te haga esto. Me gusta que me admires, me gusta que estés orgulloso de mí, me fascina que tanto tú como mis padres piensen que soy una chica independiente y que no necesita pedirle nada a nadie.
No le respondo.
Santo cielo, Jamie, me vas a odiar.
Pero quito el chat y abro la aplicación de masajistas-acompañantes para anunciarme:
"¡Hola! ¿Cómo estás? Puedes contratar mis servicios: por un lado, ofrezco masajes descontracturantes o deportivos, sino happy ending 😉 Su pregunta no molesta. Voy a domicilio o recibo en apartamento personal. ¿Qué te gustaría probar?"
Y... ENVIAR. Después de todo, es sólo un juego.
Wou.
Ahí fue lo que quedaba de mi dignidad.
Pero el primer mensaje no demora en llegar...
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