Terminal


Terminal

- ¿Está completamente seguro? – el doctor asintió con lastima.

- Repetimos los exámenes de laboratorio y todos lanzaron el mismo resultado- me recosté por completo en el espaldar de la silla – tienes cáncer terminal, Camila. En ciertas formas podría explicar tu sobrepeso y el por qué no rebajas. Como lo siento – negué

- En cierta forma esperaba que algo así me ocurriera- todo ocurría tan rápido, que mi mente no es capaz de asimilarlo en estos instantes

- Temo que ni la quimioterapia o radioterapia podrían retrasar o mejorar el cáncer - mordí el interior de mi mejilla – sería un suicidio si decides aceptar hacer el tratamiento. No pasarías de la segunda sesión – vaya, la sensación de que tu vida se escapa por tus dedos, es una sensación... repugnante- podríamos intentar el tratamiento pero... no puedo asegurarte que lo lograrás – asentí

- ¿Sin el tratamiento cuanto tiempo de vida me queda? – el doctor se quitó los lentes y se apretó la sien

- Tres meses – sonreí

- No hay mucha diferencia

- Camila, te conozco desde que eras pequeña, fui tu doctor hasta que me especialicé en Oncología. No sabes cuánto me duele esto – negué con una sonrisa en mi rostro

- No tiene por qué dolerte, Ricardo. Nadie se preocupa genuinamente por la chica gorda con cáncer – me levanté de mi asiento – te pido que mi pronóstico sea reservado para todos mis familiares, si se atreven a preguntar lo realmente importante – tomé mi bolso y a la salida estaba mamá y mi hermano, parecían divertirse. ¿Qué se sentirá ser delgada?

- ¿ya? ¿cómo te fue? ¿te remitió a la nutricionista? – asentí

- Un momento – y me devolví al consultorio de Ricardo – Doctor... - estaba con su cabeza hundida entre sus brazos, sollozando - ¿R-Ricardo? – el levantó la vista

- ¿s-si? – sonreí, para que viera que todo iba a estar bien, que yo estaba bien, o al menos eso era lo que más deseaba

- ¿Podrías remitirme al nutricionista y programarme la quimioterapia? – sus ojos se cristalizaron

- N-no me pidas eso, por favor – solté una risilla para suavizar el ambiente

- Eres Médico – reí – actúa como tal, tonto – el asintió y comenzó a teclear en su computadora.

- La quimioterapia te la haremos en un mes, pero antes unos exámenes y todo eso. En esos exámenes van a ir el control con la nutricionista – asentí

- Gracias, Ricky- me acerqué y le planté un beso en la mejilla -¿vas a estar conmigo ese día? – el asintió – gracias – y finalmente me despedí

- ¿qué pasó? – bajé la mirada

- Nada, no se preocupe, mamá – y seguimos nuestro camino hasta la casa

Semana 1

Sería una mentira si dijera que no me afectó en lo absoluto lo de mi enfermedad. Dejé de comer como usualmente lo hacía, mis padres lo tomaron como parte de mi dieta.

La primera semana, después de la consulta y enterarme de mi cáncer terminal, tomé la decisión de alejarme de todo y de todos, tampoco es como si hubiera de quien alejarme, mi núcleo familiar y mis amigos. Apagué mi celular, lo inhabilité por completo.

Traté de seguir mis actividades diarias, pero cada vez se me hacía más y más complicado. Una simple actividad como lavar los platos del desayuno de mi madre, padre y hermano, me resultaba notablemente fatigante.

Varias veces, mamá me decía que debía complementar mi dieta con ejercicio, pero el simple hecho de respirar me causaba cansancio.

"Lava los platos" decía mamá, "saca a tu perra y a la de tu hermano" decía papá, "¡se hizo de nuevo dentro de la casa! ¡Camila, recógelo!" "Barre todos los días, Camila" ordenaba mi madre. Yo simplemente decía que si, y realizaba las tareas, hasta que el viernes de esa semana, empecé a toser sangre.

Llamé a Ricardo y él me dijo que él no podía hacer absolutamente nada, solo recetarme algo para la tos. Me resigné, y comencé a andar con tapabocas de un lado a otro. Mi madre me preguntaba constantemente y yo le decía que me funcionaba para manejar la ansiedad y agregado a eso, que podía contagiar a mi padre con algún bicho, porque el también padeció de cáncer hace dos años, afortunadamente fue justo a tiempo cuando lo detectaron.

Así, pasó mi última semana de vida.

Semana 2

Mis padres empezaron a sentir un olor extraño en mí. Lo describían como podredumbre, creyeron que era porque no me balaba por mi "rebeldía sin causa" lo cierto es que también podía sentir el olor, y usualmente me bañaba cuatro o cinco veces al día para evitar oler mal. Pero mis órganos estaban dejando de funcionar, se estaban pudriendo en mi interior.

Le contaba a Ricardo cada síntoma, con la excusa de aportar a la ciencia. La verdad es que quería que alguien me escuchara, pero sabía que eso le estaba afectando, no quiero ser una molestia para nadie.

Semana 3

Me hicieron los exámenes y un control, he bajado 25 kilos en estas semanas, es lo que siempre quiso mi madre y padre, mi familia en general. Estarían orgullosos.

He notado que mi piel se empieza a escamar, y debajo de ella hay laceraciones que sangran al contacto con la ropa o con cualquier objeto. Dejé de llamar a Ricardo. Cada día me siento más débil, vomito lo que no soy capaz de comer todos los días, no tolero siquiera los líquidos. Falta una semana, en esa semana, todo este sufrimiento se va a acabar.

He escrito un diario de cómo fueron mi último mes de vida. Uno es para Ricardo y otro es para mis padres. No me extrañaría que no botaran en la basura.

Mis huesos dueles, me cuesta respirar así esté quieta, sin hacer ningún movimiento o actividad que requiera algún tipo de esfuerzo.

Mi hermano se graduó, ellos parecen muy felices. Tener un físico en la familia, que honor. Ya no lloro, ya no puedo llorar, no salen lágrimas.

Semana 4

Tomé lo necesario, agarré los diarios envueltos en papel regalo y los guardé en la mochila.

Bajé con cuidado las escaleras, llevaba un saco de lana, últimamente sentía demasiado frío, unos pantalones largos de algodón, medias y botas.

- V-voy a salir – dije en voz baja, mi garganta no daba para más

- ¿a dónde? ¿con quién? ¿por qué? – me cuestionó mi padre

- No tienes permiso – dijo mi madre. Sonreí

- Es donde loa nutricionista, me dijo que tiene los resultados y me los quiere leer directamente.

- Está bien – asentí. Y al abrir la puerta, me choqué con mi hermano ebrio y drogado. Mi madre corrió a ayudarlo a si quiera permanecer en pie.

Me encaminé hasta la clínica, di mi documento y enseguida me pusieron en una silla de ruedas. Una enfermera me llevó hasta mi habitación, la habitación donde iba a morir.

Me conectaron la intravenosa, el líquido me quemaba, sentía como me destruía por dentro. Ricardo no vi cuando llegó, pero allí estaba, con mi mano entre las suyas.

- Suéltame, huelo mal – el negó

- ¿por un momento podrías dejar de maltratarte? – me partía el corazón, toda esta situación, me rompía en trozos que no podía reconstruirse

- Lo siento, Ricky – traté de sonreír, pero me dio un ataque de tos y sentí como un dolor punzante se apoderaba de mi costado derecho. Ricardo me palpó e hizo una cara de dolor

- Tienes dos costillas fracturadas- me sentía débil, sentía como ya no me quedaban fuerzas, ya no podía sostenerme, a pesar de estar en una camilla.

- T-toma mi bolso – Ricardo obedeció – hay dos regalos, uno es para ti y uno para mis padres, léelo cuando ya no esté, y se lo vas a entregar a ellos cuando yo... por favor.- el asintió y volvió a tomar mi mano.

Mi respiración era lenta, pausada, con largos intervalos de ausencia. Ya era hora de partir. Quería descansar de este desagradable ser que era.

- Gracias... Ricardo – y morí.

Ya no había pulso y no había manera de recuperarlo, todos sus órganos estaban invadidos por el cáncer. Había muerto, la chica de mirada triste, yacía acostada en una camilla con una sonrisa en su rostro, una sonrisa que transmitía paz y serenidad. Ricardo sollozaba sobre la mano inerte de Camila, ya no podía hacer absolutamente nada.

El equipo médico llegó a la habitación, pero ya era demasiado tarde, ella no quería volver.

Ricardo se encargó de comunicarles la noticia a los padres de Camila.

- ¿Aló? – dijo de forma desinteresada

- Buenas tardes- dijo Ricardo con una serenidad inesperada, incluso para el – llamo del hospital Oncológico. Su hija Camila Arroyabe, en mitad de un tratamiento oncológico, ha fallecido hoy nueve de Enero del 2017, lamento mucho su pérdida – y colgó.

Los padres llegaron y con cierto desconcierto en su rostro veían el cuerpo sin vida de su hija de veinte años.

- ¿Por qué no nos dijeron nada de esto? – preguntó la madre en cierto estado de shock

- Era pronóstico reservado a petición del paciente, no quería que nadie, a excepción de los médicos involucrados en su caso, supieran de su estado de salud. – Ricardo hablaba con frialdad.

- P-p-p-pero ella dijo que iba a un control con la nutricionista – dijo el padre de Camila, atónito. Ricardo suspiró y les extendió el diario de Camila.

- Aquí encontrara la información de su enfermedad. Ella quiso que le diera el diario una vez que ella falleciese- hizo una pequeña reverencia y se fue a su consultorio a llorar. Ya no había nada más que pudiera hacer por su amada Camila.


Hola, quería preguntarles si querían que esta "historia" fuera una recopilación de historias de este tipo.  Sinceramente estás historias son una forma de sacar aquellas treistezas que hay en mi, y me gustaría compartirlas con  ustedes, a lo mejor y alguien se siente identificado  y podamos brindarnos ayuda mutuamente. 

Gracias por leer.

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Tags: #drama