Capítulo Veinte: Nuestra reina por siempre

⚠⚠⚠ Trigger warning: Esta trama puede abordar temas o intentar envolver al lector en determinadas sensaciones que pudieran ser detonantes para aquellos que han tenido episodios fuertes de depresión o ansiedad, así como de abuso o violencia. Si este es tu caso, te pido que no continúes leyendo, porque puede ser contraproducente para ti. Tengo más historias en mi perfil que pueden gustarte :D. Recuerda poner como prioridad tu salud antes que el entretenimiento.

Si te sientes solo o necesitas hablar de tus sentimientos con alguien, he dejado números de atención psicológica para varios países en el primer capítulo :3. Ten presente que ir al psicólogo, no es algo malo o vergonzoso, por el contrario es bueno para cada uno de nosotros.

Tres años después.

La reputación de Mary había caído en picada, pero eso ya no le importaba. Ahora que caminaba por los pasillos del hospital, con Stacey a su lado, justo a punto de ser dada de alta, nada más era relevante.

En ese tiempo, había aprendido lo más importante para ella. Ya no soñaba con la perfección en su familia, en su hija. Incluso su relación con Matty había mejorado, después de recuperarse de aquel incendio. Ahora solo quería que Stacey fuera lo que jamás fue: feliz.

El sol entraba de manera deliciosa en el auto de Mary. La adolescente entró, después de no haberlo visto en tanto tiempo. Se sentía bien, después de tanto. Después de todos los horribles adjetivos que describieron su vida por tanto tiempo.

—¿Quieres que prenda el radio, Stacey? —preguntó la madre. Ese nuevo tono que usaba para ella, le hacía parecer que nació de nuevo.

—Está bien —contestó con una ligera, pero honesta, sonrisa.

Stacey tampoco era la misma. Sabía que tenía libertad condicional, una sentencia muy generosa que logró la abogada en la que Mary gastó cada centavo que tenía. Aún así, estaba más libre que nunca. Ahora miraba a los ojos, no se enterraba las uñas por el miedo.

Bajó la ventanilla un poco y le agradó el sonido del viento, la caricia descarada del mismo. Su cuerpo estaba ligero, ya no había ni una sombra, ni un pesar sobre su existencia. La vida, era vida por primera vez.

El ambiente cambió cuando ingresaron al pueblo. Las miradas, los susurros. Nadie quería acercarse. Nadie quería cruzar una sola palabra con ellas, desde que todo se descubrió. Era de entenderse, pero de cualquier manera, Mary había resuelto mudarse a una comunidad nueva cercana. Eso la dejaría en la ruina total, pero su hija y ella podrían estar tranquilas.

—Compré pasta instantánea. ¿Quieres comer y luego jugamos un poco? —sugirió Mary atándose el cabello en una coleta para comenzar a calentar el agua.

Stacey asintió, observando la casa. Mary comenzó a preparar todo, mientras Stacey intentaba no clavar la mirada en la sala. Ahora era de otro color, naturalmente habían tenido que renovarla.

Recordó todo lo que había aprendido en el hospital y mejor se enfocó en una parte diferente de la casa. Suspiró mientras admiraba las nuevas orquídeas que su madre había colocado encima del refrigerador.

—Me gustan esas flores —mencionó Stacey aliviada.

—Las compré para ti —aclaró Mary sonriendo mientras vaciaba la pasta sobre el agua.

Estaba orgullosa de sí misma por haber superado esa prueba. Disfrutó más que nunca la cena y jugó con su madre por un buen rato.

Durante su tiempo internada, Mary le llevaba diversos juegos de mesa, y cuando los especialistas lo consideraron prudente, ambas se reunían en una pequeña sala a jugarlos por horas y horas.

Ese día, aquello terminó en más risas, en charlas y calma. Las orquídeas regalaron su olor a las dos almas que habían suplicado por un poco de paz por tanto tiempo. Pronto se irían de ese pueblo, pronto toda esa horrible historia escribiría su final.

—Descansa, Stacey... Recuerda que... en verdad te quiero mucho —dijo su madre, más tarde, en el marco de la puerta.

La habitación de Stacey había sido cambiada por completo. Los pocos muebles, la cama, el color, a petición de ella. Lo único que no se pudo retirar era el armario, había quedado empotrado a la pared por los antiguos habitantes. Mary colocó una sábana enorme y un cuadro que colgaba de uno de los bordes, para distraer la atención.

—Te encantará la nueva casa, es más pequeña, pero mucho más linda.

Stacey sonrió enternecida, sintiendo la comodidad de su nueva cama.

—Sé que será perfecta.

La noche se mantenía como un cisne sobre el lago. No había más que ruidos de grillos y de buenos deseos para el futuro en el aire. Aún así, algo no dejaba dormir a Stacey. Pronto, la inquietud la despertó de golpe. Hace mucho no le pasaba. De entre el fuerte sonido del silencio, se hizo paso un rechinido.

Stacey se giró para observar la puerta de entrada, pero no vio nada moverse. De nuevo el rechinido.

—¿Mamá?

La vista buscó el origen, y notó el cuadro moviéndose. El corazón se le detuvo de golpe, o al menos eso sintió mientras se cubría con la cobija hasta la nariz.

—¡Mamá! ¡Mamá!

El cuadro cayó de un solo movimiento, llevándose con él la sábana blanca que estaba sobrepuesta. Otro rechinido más y por la puerta del armario se asomó la huesuda y descompuesta mano de Flick.

—¡Ustedes no son reales! ¡Mamá, ayuda, por favor!

El rostro deformado y los susurros de todos los personajes que se arrastraban por el suelo, cubiertos de sangre, destazaron la paz de Stacey. ¿Qué estaba viendo? Sentía que su mente vibraba y cada parte de su cuerpo pedía ayuda.

—Oh, majestad... ¿No se habrá olvidado de nosotros? ¿Oh sí?

https://youtu.be/EHMbuMnW1MU

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