Capítulo Seis: Michaela & Thomas

⚠⚠⚠ Trigger warning: Esta trama puede abordar temas o intentar envolver al lector en determinadas sensaciones que pudieran ser detonantes para aquellos que han tenido episodios fuertes de depresión o ansiedad, así como de abuso o violencia. Si este es tu caso, te pido que no continúes leyendo, porque puede ser contraproducente para ti. Tengo más historias en mi perfil que pueden gustarte :D. Recuerda poner como prioridad tu salud antes que el entretenimiento.

Si te sientes solo o necesitas hablar de tus sentimientos con alguien, he dejado números de atención psicológica para varios países en el primer capítulo :3. Ten presente que ir al psicólogo, no es algo malo o vergonzoso, por el contrario es bueno para cada uno de nosotros.

◇─◇──◇─◇

Michaella era la chica nueva de la escuela; tímida, silenciosa e insegura. Llegó con sus padres a Estados Unidos desde Italia y no había podido hacer ningún amigo desde que aquello sucedió. Aún no hablaba bien inglés y le costaba comprender lo que todos decían. Su madre siempre le enviaba una manzana envuelta en un pañuelo para comer. Un refrigerio delicioso para una pequeña de diez años.

Los días pasaron y Michaella seguía sin amigos. En aquellos años, cuando los niños corrían en grandes grupos de amigos, ser una persona solitaria era altamente notable y aquello comenzaba a hacer sentir mal a la pequeña.

Fue un hermoso jueves el día en el que sucedió. Michaella desenvolvió el pañuelo para comer su refrigerio, cuando la manzana resbaló del mismo y fue a dar a unos arbustos cercanos.

La rubia niña corrió para atraparla pero antes de que pudiera sujetarla, una mano se le adelantó y recogió la manzana del suelo para entregársela. Era él, ese chico soñado por toda niña solitaria. Con un hermoso cabello castaño y bonitas pestañas. "Ten más cuidado", dijo el infante que lucía ligeramente mayor que ella.

Hubiera podido ser que Thomas fuera solo un golpe de suerte pasajero, pero aquella manzana fue el parteaguas de una hermosa conversación y aquella conversación llevó a una amistad más fuerte que cualquier otra cosa.

Justo cuando Thomas y Michaella se graduaron de la escuela primaria y fueron inscritos en la misma secundaria, descubrieron que, posiblemente, aquella amistad podría convertirse en algo más. Michaella jamás podría olvidar lo increíble de la primera cita, en una bellísima heladería que mostraba colores rosas y menta; y mucho menos olvidaría su primer beso, el beso perfecto.

Los años pasaron y el amor entre aquellos dos floreció como una rosa en primavera. Michaella adoraba a Thomas como a nadie en el mundo. Mirar sus ojos era su actividad favorita y arreglarse, tan bonita como siempre, con sus rizos rubios perfectos y sus vestidos en colores pastel, era siempre con el fin de agradar al chico.

En el cumpleaños número veinte de Michaella, Thomas la había invitado a dar una vuelta. Pasó frente a su casa con un auto azul y le abrió la puerta al tiempo que una gigantesca nube de humo proveniente del cigarro del joven golpeaba a la hermosa Michaella en el rostro.

"¿A dónde me llevarás?", preguntó la rubia emocionada, mientras rodeaba a su novio con los brazos.

"Unos amigos necesitan un trabajo", respondió Thomas apagando el cigarro. "¿Nos ayudarás?".

"¿Qué tipo de trabajo?", cuestionó la chica recibiendo una sonrisa por parte de su amado.

Thomas condujo por oscuras calles hasta que ambos toparon con una extraña tienda. La muchacha se quedó impresionada por lo descuidado del lugar, sin embargo, no dejó mostrar su miedo y sólo se preguntó en qué le pedirían ayuda.

El hombre le explicó que tenía unos amigos que pertenecían a la mafia italiana. Necesitaba recoger un pedido en aquella tienda, sin embargo, los policías vigilaban la zona y, probablemente, sospecharían de él mismo; sin embargo, nadie tendría malos pensamientos de una chica tan bonita como ella.

La muchacha tembló por un momento, sabía que aquello era muy peligroso, pero detuvo su miedo para poder descender del auto y acudir a la tienda. Las manos se habían puesto heladas como hielos y sufrió un pequeño escalofrío antes de hablar con el dependiente.

"¿Cómo te fue?", preguntó Thomas cuando ella regresó. La chica se le quedó viendo un instante para después dejar escapar una hermosa sonrisa al tiempo que le entregaba el pedido a su novio. "Esa es mi chica" , dijo antes de besarla.

Después de aquello, ambos condujeron hacia un parque cercano y pasaron una noche maravillosa.

Michaella estaba segura de que Thomas era el amor de su vida.

Poco a poco, los favores que requerían los amigos de Thomas se hicieron más frecuentes y Michaella terminó estando casi totalmente involucrada en los movimientos de aquella banda. Las acciones de Michaella dejaron de ser simples como entrar a una tienda y solicitar un pedido. Comenzaron a estar involucradas con amenazar personas o robar algunos objetos que ayudaran a la banda a cumplir sus cometidos.

Una tarde, cuando Michaella, se preparaba para irse con Thomas, su madre alcanzó a ver cómo metía una pequeña pistola en el bolso. La ira de la mujer le impidió salir en tal ocasión y, en cuanto llegó su padre, recibió un castigo por su imprudencia. A los padres de ella nunca les agradó el muchacho, pero no sospechaban hasta qué punto era una mala compañía para la joven.

"Tienes prohibido volver a ver a ese chico", dijo su madre contundente. Pero a un amor tan fuerte y grande no podía romperlo una simple orden.

Michaella se escapó cada noche para estar con él, siempre con mucho cuidado para evitar que sus padres sospecharan algo.

Es bien sabido que cuando una mentira inicia, tarde o temprano se descubre, así que no pasaron demasiados días para que los padres se enteraran de esto. Llenos de ira y de preocupación por su pequeña, los padres de la muchacha decidieron mudarse a otro estado para impedir que aquellos siguieran frecuentándose.

Y así inició todo.

Viajaron casi por todos los estados del país escapando de Thomas, pero el muchacho, junto a su banda, perseguían a la familia sin fallar una sola vez en encontrar su ubicación.

Michaella seguía escapándose cada que podía, para ver a Thomas, y continuaba prestando su ayuda desinteresada a los amigos del chico. Ella estaba tan enamorada que no se percataba del gran peligro que corría.

Fue cuestión de tiempo para que Benjamin conociera una nueva banda. Juntos, planearon el atraco a un banco y contaron con Michaella para ser la actriz principal de su plan. Los padres de la rubia  se enteraron de este plan, y temieron por la integridad de su hija.

"Te quedarás encerrada hasta que pase aquella fecha, niña. Nosotros iremos a denunciarlos a la policía", anunció su madre provocando un desgarrador grito por parte de su hija. La muchacha fue encerrada y la puerta del frente sonó.

No, definitivamente no permitiría que metieran a su amor verdadero a la cárcel. La chica buscó por doquier hasta que encontró el atizador que había guardado su madre para que ella se defendiera si entraba alguien a la casa en la noche. Utilizó el mismo para romper la ventana, no sin antes, meter una pequeña pistola (que había rescatado de la pequeña auditoría de sus padres) para correr tras de su amado.

En cuanto contó a Thomas lo sucedido, la banda y ella partieron lo más rápido posible para evitar la denuncia que estaba por realizarse.

El auto de la banda avanzaba a toda marcha por las calles cuando vieron a los padres de Michaella caminando por la acera. Aún les faltaba una pequeña cuadra para llegar.

"Lo siento, bebé", dijo Thomas antes de sacar una pistola por la ventana del copiloto y abrir fuego contra los padres de su novia.

"¡¿Qué es lo que haces?!" .

"Ellos no nos dejan ser felices... Si me dejas hacerlo, nos casamos mañana".

La muchacha se quedó pensando un instante, pero al final, regresó a su asiento aceptando el destino de sus padres.

¿Qué era lo que había hecho?

¿Creando su felicidad o destruyéndola?

◇─◇──◇─◇

El reloj marcaba, ahora, las dos de la mañana. Mundriak había tenido que hacer una pausa para evitar que su madre la descubriera, además de tomarse un tiempo para imprimir y pegar su tarea falsa en el cuaderno.

Esperaba con todo su corazón que aquel relato gustara a sus lectores. Quería volver a sentir esa maravillosa sensación de obtener tantos comentarios positivos.

Los ojos le ardían nuevamente, otra noche que no dormía más que un par de horas. La primera clase pasaba por su mente como el aceite por el agua. No le interesaba escuchar lo que realmente explicaba la profesora. Lo único que quería era seguir escribiendo y descubrir qué comentarios había recibido en su última obra.

Soltó un suspiro y después sacó su celular para descubrir la verdad. Cerró los ojos antes de desbloquear el teléfono.

"Mundriak, tienes 67 notificaciones"

La chica deslizó la pantalla con rapidez sintiendo su corazón latiendo a mil por hora.

"¡Es lo más genial que he leído!"

"¡Adoré a Michaella!"

"Necesito más de tus relatos"

"Quisiera que siguieras escribiendo, qué increíble historia"

"Gran año para escribir la historia"

"¡Eres increíble, Mundriak!"

"Pulse aquí para ver 61 notificaciones más"

¡De nuevo había sucedido! Claro, claro, ahora entendía todo. Ahora sabía qué tipo de historias podrían atraer lo que más le gustaba: los comentarios.

Mundriak soltó una risita y volvió a guardar el teléfono al tiempo que sacaba su cuaderno de escritura.

¡Ahora podría ser imparable!

Trató de escribir, por fin, el final de la historia de Elisa, pero no podía. No estaba muy segura de por qué. Cuando terminó el primer bloque de clases, la chica se fue hacia la biblioteca con prisa y comenzó a redactar los apuntes ficticios del día.

—Stacey —dijo alguien detrás de ella. La chica se giró para observar a la consejera—. ¿Qué haces aquí?

—¿Yo? —respondió escondiéndose tras su cabello.

—Sí, tú, Stacey. ¿Por qué no estás en tu descanso? —preguntó la mujer sentándose junto a la muchacha con tranquilidad.

—Adelanto tarea —dijo la chica regresando su mirada a la pantalla.

—¿De todas tus materias? —cuestionó la mujer observando los cuadernos—. Stacey, ¿le diste el citatorio a tu madre?

—Necesito terminar mi tarea —enfatizó Mundriak sin dirigirle mirada alguna.

—Sta...

—Por favor.

La mujer se impresionó cuando notó el tono de la muchacha, jamás había sentido tal firmeza en su voz, así que sintió la amenaza tan seria que decidió alejarse por el momento.

Tenía que hablar con la madre de esa chica, sin dudarlo.

Después de haber terminado de llenar las tareas del día, Mundriak tomó su cuaderno de escritura y comenzó a formular su siguiente idea.

Sabía exactamente de qué se trataría el relato de aquel día. Era una idea que había rondado por su cabeza desde la mañana. Creía que empataba con el estilo que había decidido para sus historias, además de que le parecía muy original. Sin más, sacó su pluma y comenzó a escribir.

◇─◇──◇─◇

Esta es la leyenda de un espíritu maligno que anunciaba la muerte. Todo empezó cuando los dioses del inframundo encontraron que su destino era amargo y simple. Generar paz entre los espíritus de los llegados inocentes no se asemejaba al reto que merecían.

Muchos años vivieron angustiados. La tierra temblaba cada vez que ellos sentían tristeza por no poder conseguir su gran anhelo.

Fue en un sombrío año, que los grandes oráculos presagiaron la llegada de la primer hija de los dioses de la muerte. Aquellos se regodearon en la alegría de poseer una heredera, pero, más allá de tal hecho, ellos celebraban haber encontrado su solución.

Morte, una niña de cabellos largos y mirada sombría, fue criada para cumplir con el cometido de sus padres. Ella se convirtió en la aparición que puede predecir y provocar la muerte con su simple presencia.

Se rumora por ahí, que si ves a una niña caminando por tu camino, cuyo andar solo deja un frío hasta los huesos; entonces, seguramente, tu muerte llegará pronto.

Morte no sabe de la justicia o injusticia, del presente o del futuro. Ella solo se preocupa por cumplir su cometido. El que sus padres le encomendaron. Morte quiere acabar con todos los humanos de la Tierra, para así limpiar nuestro mundo y llevar a sus padres, poco a poco, un reino profundo e interesante sobre el cual mandar.

◇─◇──◇─◇

Mundriak pensaba que la leyenda de Morte, la cual titularía "Aparición", sería adorada por todos. Era una leyenda pequeña pero parecía haber llegado de algún lugar extraño y haber elegido a la muchacha para que la difundiera.

La chica se levantó de golpe y tomó sus cosas para regresar al salón de clases. De camino, volvió a toparse con la consejera.

—Stacey —dijo la mujer y ella sintió como si una daga de hielo la atravesara.

"¡Mi nombre no es Stacey!".

—Tengo que ir a clases —concluyó la chica y la consejera la detuvo.

—No hay problema, Stacey. Solo quería avisarte que he hablado con tu madre para agendar una cita.

—¿Qué? —preguntó Mundriak temblando por dentro.

—Ella vendrá mañana...

Mundriak no pudo escuchar el resto de la oración de la consejera. Sus oídos empezaron a escuchar la voz distorsionada, como si quisieran evitar que Mundriak se enterara de lo que sucedía.

Todo se iba a la basura.

Mary lo descubriría todo.


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