Capítulo Cinco: Un brillante reinado

⚠⚠⚠ Trigger warning: Esta trama puede abordar temas o intentar envolver al lector en determinadas sensaciones que pudieran ser detonantes para aquellos que han tenido episodios fuertes de depresión o ansiedad, así como de abuso o violencia. Si este es tu caso, te pido que no continúes leyendo, porque puede ser contraproducente para ti. Tengo más historias en mi perfil que pueden gustarte :D. Recuerda poner como prioridad tu salud antes que el entretenimiento.

Si te sientes solo o necesitas hablar de tus sentimientos con alguien, he dejado números de atención psicológica para varios países en el primer capítulo :3. Ten presente que ir al psicólogo, no es algo malo o vergonzoso, por el contrario es bueno para cada uno de nosotros.

Las lágrimas cesaron como si hubieran recibido una advertencia de otro mundo. No, ya no podía soportar esa realidad... ¿Qué pasaría si estuviera a punto de deshacerse de aquel mundo?

Claro, siempre tendría que estar físicamente en él, pero podría intentar estar el mayor tiempo posible conectada en la realidad alterna que había encontrado.

La chica se levantó rápidamente y se acercó a su celular con sigilo. Una aplicación, claro, esa era la solución. Escribió a toda velocidad Unleash en el espacio pertinente y, para su deleite, una aplicación en temas negro y rojo apareció ante ella. Ya no habría excusas, ahora sería Mundriak todo el tiempo, para siempre.

—Necesitarán este proyecto terminado para acreditar la calificación global —decía el profesor anotando los requisitos del proyecto final en la pizarra al siguiente día.

No le interesaba, no le interesaba para nada.

Sus ojos se encontraban clavados en la pantalla observando las notificaciones empujar una a la otra. Era increíble cómo todos habían adorado "Muere Cory Muere". Ni si quiera "La dama de blanco" había recibido tantos comentarios positivos.

"¡Por favor, continúa la historia!"

"Quisiera que escribieras más... Amo ese toque macabro."

"Oye, Mundriak, eres increíble"

Ser increíble. Jamás lo había sido, ahora era diferente. Por cada movimiento de su pulgar en la pantalla, su corazón se aceleraba un poco más. Ella no era el tipo de adolescente que andaba con su celular por todos lados. En realidad, ella nunca le había encontrado un propósito verdadero más que el de utilizarlo como reloj, pero ahora, ya iniciaba la segunda hora de clases y su celular no había sido bloqueado ni una sola vez.

—Stacey —dijo el profesor al frente aclarando su garganta—. Asumo que hay asuntos más importantes en tu teléfono. A menos que estés buscando temas de la clase, lo cual dudo mucho, guarda ese celular.

¿Buscando temas para la clase? ¡Claro! Cómo no se le había ocurrido. Aquel día, Mundriak tomó todos sus cuadernos a la hora del descanso y se escabulló a la biblioteca para buscar temas aleatorios que tuvieran que ver, aunque fuera mínimamente con la materia pertinente. Antes de comenzar, dio un vistazo al estilo de estructurar la información de cada profesor, y lo copió de tal forma que era imposible descifrar que aquellos apuntes no eran anotaciones del día, sino páginas inventadas por ella para poder escribir en clase.

Ahora lo tenía. El sistema perfecto.

Las clases del segundo bloque del día comenzaron, pero la presencia de Mundriak, al menos mentalmente, no estaba ahí. Había arrancado un par de hojas de cada cuaderno para después engraparlas en la biblioteca y convertirlas en su primer cuaderno de escritura.

¿Cuál debía ser el siguiente relato?

Se quedó mirando el pizarrón sin poner ni un poco de atención en lo que estaba escrito (ya tenía sus apuntes de esa materia). Debía tratarse de algo increíble. Algo que sorprendiera a sus lectores.

—Toma, bruja —dijo una chica que repartía copias para un ejercicio en clase.

Al escuchar esas palabras, Mundriak salió de su burbuja repentinamente para observar con detenimiento a la chica. Miranda Roberts había sido la joven perfecta desde que la conocía. Sus padres eran los dirigentes de la iglesia local, por ello, siempre portaba bonitos crucifijos o playeras con frases que apoyaban las creencias de la iglesia cristiana. Mundriak siempre se había preguntado cómo es que detrás de todas esas frases sobre amor y compasión, y los discursos que hablaban de la amistad y el compañerismo, existía la chica que le había reglado un bálsamo de labios que resultaba ser un pegamento extra fuerte, sólo para reírse de ella.

La chica recibió la hoja de papel y Miranda siguió caminando.

Tanta devoción para nada.

Al pensar lo anterior, el cuerpo de Mundriak recibió un fuerte escalofrío. Tanta devoción para ser una persona cruel y fría. Tal vez esa era la clave.

Y así inició la siguiente historia, con la joven escribiendo en su cuaderno improvisado: "Santa devoción".

◇─◇──◇─◇

La hermana Benedith había sido el miembro más reconocido de la iglesia católica a la que atendía como monja. Desde niña había mostrado el más puro interés por los temas de la fe, así que en cuanto vio la oportunidad, ingresó a la iglesia para entregarse totalmente a la misma.

Las demás monjas conocían perfectamente a la hermana Benedith. Sabían lo astuta y fuerte que podía ser cuando alguna de sus compañeras infringía, aunque fuera con el pensamiento, alguna de las reglas a seguir. Cualquiera que atendiera aquella enorme iglesia sabía que la hermana Benedith estaba involucrada en cada servicio con tanta disciplina que a veces parecía ser la fundadora de la creencia católica.

Todo en la vida para la hermana Benedith era maravilloso. Su vida soñada existía sólo para ella. El reconocimiento de todo el pueblo y de los miembros de la iglesia, la alentaban a continuar.

Existe quien dice que cuando algo es perfecto es porque aún no llega si quiera a la mitad de su historia, y eso fue comprobado el día en que les fue presentada a todas las monjas, una nueva integrante de la iglesia: la hermana Carmen.

Al inicio, la hermana Benedith no le dio demasiada importancia, era simplemente una mujer que se integraba a la iglesia. Sin embargo, todo fue cambiando paulatinamente cuando empezó a ser notable para todos.

Cada que la hermana Benedith quería planear el menú para los niños huérfanos, encontraba que la hermana Carmen ya lo había realizado y, no solo eso, sino que había comprado todos los ingredientes.

Cuando la hermana Benedith buscaba ayudar a escribir el sermón de los domingos, la hermana Carmen ya lo había redactado. Y así sucedió por mucho tiempo.

Mientras los días fueron pasando, la hermana Benedith comenzó a ser opacada por la nueva monja como el sol tras un eclipse.

Lentamente, fueron regalando su atención y respeto a la hermana Carmen. ¿Cómo es que se habían olvidado tan rápidamente de ella?

Tenía que buscar una solución rápida pero cuál podría ser. Mientras pensaba en tal asunto, la hermana Carmen bajó para beber el té de todas las noches. La hermana Benedith le lanzó una sonrisa hipócrita mientras su mente formulaba la mejor idea de su vida.

Al siguiente día, se dirigió de inmediato al mercado más cercano para comprar un poco de veneno para ratas. "Tenemos una plaga horrorosa" dijo al dependiente de la tienda antes de pedir el veneno. Aquello era cierto, tenía la plaga más horrenda de su vida.

Todas las noches, antes de que las monjas bajaran a cenar, la hermana Benedith preparaba los tés de todas y elegía una bonita taza azul para preparar el de la hermana Carmen.

"Esta taza es un regalo por ayudar tanto a la comunidad desde que llegó" excusó la hermana Benedith ante las demás monjas.

Y con tanta disciplina como antes atendía los servicios de la iglesia, ahora ella se dedicaba a preparar la cena de todas las monjas, poniendo especial atención a la hora de preparar el té para la hermana Carmen.

Pasó un tiempo para que la hermana Carmen comenzara a mostrar signos de estar muy enferma. El resto de las monjas mostró una pura preocupación por ella.

Las misas para pedir por la salud de la hermana Carmen se fueron haciendo cada vez más frecuentes. Nadie comprendía qué le sucedía a la hermana.

Una de las personas que más visitaba a la hermana Carmen era, precisamente, la hermana Benedith. Todos hablaban de lo compasiva y humana que era la hermana Benedith por pasarse día y noche al lado de esta monja enferma, cuidándola, alimentándola pero, sobre todo, trayéndole grandes cantidades de té.

La salud de la hermana Carmen fue deteriorándose con mayor rapidez hasta que un día, la hermana murió.

Toda la iglesia sufrió la enorme pérdida que acababan de experimentar. Cómo es que una monja que había dado su vida a Dios podía perecer de una forma tan extraña y cruel. Las lágrimas de todos fueron honestas mientras velaban a la hermana. Todas las lágrimas excepto las de una persona.

La hermana Benedith celebró aquel día con emoción el regreso de su reinado. El regreso de su estrellato como la monja más entregada de la iglesia. Al fin y al cabo, nadie podía interponerse entre ella y su santa devoción.

◇─◇──◇─◇

Mundriak dejó el lápiz a un lado. Había terminado de escribir su cuarto relato y estaba más feliz que nunca. Justo para el final de sus clases.

Recogió todos sus cuadernos y dobló el de escritura hasta que cupiera en el bolsillo de su sudadera. Si su madre lo descubría, estaba segura de que no tardaría más de medio segundo en romperlo.

La tensión en el estómago de Mundriak aumentó significativamente cuando su madre revisó los apuntes de esa tarde. Era el momento en que probaría si su nuevo sistema funcionaba adecuadamente.

Mary deslizó su severa mirada por los apuntes de aquel día. Siempre que revisaba los apuntes de su hija parecía olvidarse de todo y convertirse en una inspectora profesional. La mujer soltó un suspiro y cerró el cuaderno para abrir el siguiente. Así fue con cada uno de los materiales de su hija hasta que cerró el último.

—Bien, me alegro de que esta vez no te hayas distraído —comentó su madre entregándole la mochila vacía para que la preparara.

—Me gustaron las clases de hoy —dijo la chica con una sonrisa para sus adentros.

—No importa si te gustan o no, siempre debes colocar el cien por ciento de esfuerzo, ¿quedó claro? —preguntó la mujer mientras se levantaba.

—Sí —titubeó Mundriak y tomó su horario para acomodar los cuadernos.

En cuanto terminó, subió casi corriendo a su habitación para transcribir lo que había hecho en la escuela. Estaba tan emocionada de subir esta historia, tenía los mismos matices que la anterior, así que no había razón para que esta no fuera de su agrado.

Mundriak había contemplado todo, así que se dedicó a inventar una tarea falsa en la que se requería del uso de la computadora, así su madre la dejaría estar toda la tarde en ello.

Abrió su procesador de texto y copió un artículo de internet sobre el tema de la tarea. Lo minimizó y abrió un nuevo documento para comenzar a transcribir la historia.

En cuanto terminó, pulsó el botón que recitaba "publicar" y observó cómo la barra de progreso se llenaba hasta que "Santa Devoción" se volvió una historia pública.

Con tranquilidad y confianza se recargó en el asiento para esperar sus primeros comentarios.

Apenas pasaron quince minutos cuando el primero llegó.

"Se parece mucho al último. Creo que podrías hacer algo mejor"

¿Parecerse a "Muere, Cory, Muere"? No, claro que no, este tenía su propia trama, su... bueno sí, tal vez podría parecerse un poco pero... ¿no era aquello lo que buscaban?

El siguiente comentario llegó:

"Me había gustado todo este tema del asesinato por envidia, pero este relato habló de lo mismo. Escribe algo más creativo."

La chica soltó un profundo suspiro. No esperaba que este relato no les gustara, vaya, después de que amaron "La dama de blanco", "El sueño de Elisa" y "Muere, Cory, Muere". ¿Sería que tenían razón?

Los comentarios negativos se multiplicaron miles de veces repitiendo la inconformidad de los lectores con el contenido de aquel relato. Indiscutiblemente tendría que cambiar de temática.

—Stacey —dijo su madre entrando a la habitación.

"Mi nombre no es Stacey"

—¿Qué pasa, madre? —preguntó la chica con inseguridad.

—¿Cómo vas con tu tarea? —cuestionó la mujer cerrando la puerta tras de ella. Mundriak aprovechó tal movimiento para poder minimizar su escrito y cerrar el navegador para dejar abierta únicamente la ventana que mostraba su tarea falsa.

—Es un proyecto muy largo —dijo Mundriak levantándose para que su madre pudiera observar la pantalla.

—Llevas un buen número de páginas. Te dormirás a la misma hora, así que necesito que te apresures —afirmó Mary levantándose para salir del lugar, no sin antes lanzarle una mirada severa a su hija—. No lo olvides, Stacey, concentración.

Concentración, era muy fácil para Mary pedir concentración a su hija, ella no estaba experimentando su vida. Ella no era Mundriak.

La chica retomó su asiento y miró la tarea fijamente antes de comenzar a reír en silencio.

"Concentración, Mary, acabo de engañarte".

Había funcionado, todo estaba funcionando de acuerdo al plan, ahora podría escribir día y noche sin que nadie la detuviera.

Volvió a copiar otro fragmento de internet para pegarlo en su tarea falsa y después cerró su escrito para remplazarlo con la nueva historia. Esta vez tenía que ser algo fascinante y, para que no volviera a caer en lo mismo, tendría que escribir de algo que nunca hubiera vivido. Un tema con el que no estuviera tan involucrada.

"Amor", llegó repentinamente a su cabeza. Por supuesto. Ella nunca había experimentado amor; a decir verdad, no lo conocía en ningún aspecto. Jamás había sentido lo que se llamaba "amor maternal", tampoco un "amor fraternal" o "amistoso". Y ni se diga del amor romántico, aquel que su madre le prohibía pero que ella, secretamente, siempre había querido experimentar.

Eso era, una historia de amor era lo más adecuado para esto. Así, remendaría su reputación y lograría recuperar aquellos comentarios que tanto le gustaban. El "felices para siempre" la ayudaría a ser la gran Mundriak de nuevo.

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