Capítulo 8 - Energías y pensamientos
Mi alrededor había cambiado. Todo era extraño, el cielo y todo aquello que pudiera iluminar en las noches, no estaba, sólo oscuridad, aunque podía jurar que era de día. Yo estaba en el monumento masónico, habían personas en cada punto del mismo ... y también estaba un animal blanco, un gran animal.
Repentinamente escucho la voz de Samuel decir mi nombre, sonaba preocupado y con miedo, parecía estar en peligro. Luego, no podía observar nada más.
-¡Madeleine!
Desperté, observando a Samuel frente a mí, sentado en el costado de mi cama, había estado soñando.
-Tienes el sueño pesado, Mady. Vamos, es hora de comenzar con tu entrenamiento - me alentó.
Asentí y me levanté, estirándome como parte de mi rutina luego de despertar de un profundo sueño, sueño que olvidé mencionar a Sam.
Estábamos en una zona al aire libre, rodeado de un hermoso verdor natural, lugar que según Sam, me ayudaría con el entrenamiento. No tenía idea en qué consistía, pero el agradable lugar me hacía pensar que así sería, probablemente mi desenvolvimiento sería mejor que en cualquier otro lugar.
-De acuerdo Madeleine, siéntate ahí.
Me señaló la base de un tronco seco, cortado hace mucho tiempo. Luego de haberme sentado, procedió.
-Cierra los ojos, y concéntrate en tu alrededor natural
-Pensé que iba a entrenar. – Le interrumpí.
-Sh sh, cierra los ojos y haz lo que te digo.
-No vas a salirme con sorpresas ¿verdad? – Dudé.
- ¿No confías en mí? – Dijo, haciéndose el ofendido. Al observarme mirarlo con seriedad, se limitó a reírse un poco. – Tranquila, prometo no hacer nada más que prepararte, estamos en la fase de entrenamiento después de todo.
- Muy bien, confío en ti, Samuel.
Cerré mis ojos y traté de concentrarme, escuchaba la voz de Samuel, sonaba tan melifluo, por un momento pensé que se trataba de otra persona, sin embargo yo sabía que era él.
-Escucha el suave silbido de los pájaros, el viento contra los árboles, las hormigas caminando en grupo realizando su trabajo diario... es el mana de la naturaleza - decía.
Pero no escuchaba el entorno, quería escucharlo a él. Me hacía sentir en calma, protegida, acompañada, todas mis preocupaciones esfumadas. Lo sentía tan inefable, no tenía idea de cómo describirlo. Pero ¿por qué me ocurría esto? ¿Qué deseaba mi inconsciencia? ¿Era aquello parte de una limerencia? No tenía idea, pero si el paraíso era algo parecido a ese momento, no hubiese querido estar en otro lugar.
De pronto oí que Samuel retomaba su voz, pero aún con cierta melodía.
-Así es, Mady. Muy bien. Continúa con ese pensamiento, sé que es bueno, y por ello resulta.
Me sobresalté, había pensado que adivinó mis pensamientos, esto causó la apertura de mis párpados involuntariamente. Observé que algo cayó rápidamente a nuestro alrededor, pero nada se oyó, solo hojas que se movieron en el suelo y en el aire. Samuel se acercó y me tomó de los hombros, preocupado por mi reacción.
-¿Estás bien Madeleine?
-Sí, yo... estoy bien.
Observé sus ojos: la luz del día los iluminaba, tan hermosos... eran de un color achocolatado, como el mío, pero en la luz del sol ellos se tornan ámbar oscuro y al mismo tiempo brillante. En él, demostraba su pureza, podía confiarle mi vida sin siquiera pensarlo, o eso me hacía imaginar con esos ojos tan hipnotizantes.
Esperaba que mis reacciones no fueran tan notables para él.
Pero ¿qué podía pensar yo? Necesitaba de él, eso estaba claro... pero ¿era para tanto? ¿lo necesitaba de esa manera?
Giré mi vista hacia otro lado, evitando contacto directo con sus ojos. Por suerte, Sam habló por fin, desviando mi atención de mis pensamientos.
-Lo lograste, pero es necesario que descanses. Hiciste mucho para tan poco tiempo.
- ¿Hice mucho dices? ¿Qué hice? Solo puse atención a mí alrededor.
Samuel se mantuvo en silencio, tampoco deseaba interrogarlo en ese momento, no lo creí necesario. Solo le permití llevarme hasta mi casa, en completa calma.
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