Capítulo 2 - Un comienzo singular
Un día como cualquier otro desperté para comenzar con mi rutina diaria, al llevar a mi perrita a hacer sus necesidades me dirigí hacia un costado de la calle quedando frente al edificio en obra gris y me percaté de que una de las compuertas azules, ubicadas debajo del edificio, se encontraba totalmente abierta, notándose en el interior una densa y escalofriante oscuridad, era lo único que podía notar desde mi posición.
Qué extraño. Pensé.
Mi curiosidad había sido tan grande, con respecto a ese lugar, que decidí investigar puesto a que no hallé a nadie a mi alrededor, estaba solitaria la calle, no veía a nadie que fuera el responsable de abrir aquella compuerta y a esas horas de la mañana es un tanto extraño la falta de personas en los alrededores. Para continuar con mi pequeña investigación, llevé a mi pequeña Maya a casa nuevamente, no tardé mucho, pues quedaba justo al frente. Cuando volví, fue directamente al lugar y me asomé apenas en aquella oscura entrada, del tamaño de una puerta convencional, debí acostumbrar mi vista al lugar si decidía investigar más en el interior; tan solo pocos minutos transcurrieron para que pudiera acostumbrarme a la oscuridad y finalmente logré observar al interior con un poco más de detalle, pero no me parecía suficiente, quería saber qué había adentro.
Me intrigaba aún más debido a que la longitud de ese lugar no concordaba con la del edificio que tenía justo arriba, al principio había pensado que se trataba del interior del mismo, pero no era así. Entonces decidí adentrarme, no siendo muy difícil mi visión gracias a haber acostumbrado mi vista a la oscuridad con anterioridad.
No tarde mucho en llegar hasta lo que parecía ser más allá de la mitad de ese estrecho pasillo de entrada o túnel, de hecho, se notaba un tanto iluminado; extrañamente se notaba algo "mágico", aunque esto no logró hacerme inmutar. Había decidido recorrer lo que faltara del túnel para llegar a lo que fuera que volvía mágico el lugar.
Transcurridos unos cinco minutos, según mi reloj biológico, llegué al final del túnel y al salir del mismo, oh sorpresa, había vuelto a la calle Ecuador... ¿o no?
La verdad, estaba en la calle Ecuador, pero mi casa estaba diferente, por lo menos en el color de la pintura.
- Esto es raro, no recuerdo que la casa estuviera pintada de ese color. - Dije para mí misma, dudando.
Mi residencia estaba pintada de un color amarillo mostaza, con detalles negros en las rejas que conformaban la puerta y ventanas por fuera y a un poco menos de la pared (refiriéndome al mismo desde abajo hacia arriba) se encontraban unos pequeños ladrillos decorativos; pero esta casa que veía frente a mí era de color gris, no amarillo, y estaba bien decorada con cerámica de exterior con un tono grisáceo más claro, en realidad no se veía mal.
El edificio que se encontraba justo al lado de esta 'nueva casa' tenía dos niveles más que el original, o al que yo estoy acostumbrada a observar, este no era de tres pisos ahora, sino de cinco pisos, mucho más alto. Pero el edificio en obra gris parecía estar intacto. No me detuve nada más a observar, procedí a entrar en la casa ahora distinta de la mía. Al entrar noté que el lugar parecía vacío, no había nadie, pero sorpresivamente salió un chico de una de las habitaciones.
-Qu... ¿quién eres? - rápidamente pregunte a quien tenía ahora frente a mí. Se suponía que quien debía preguntarlo era él, ¿no? Después de todo yo era la intrusa en aquella casa, pero creo que me adelanté, estaba algo intrigada, jamás lo había visto. Aquel muchacho me sonrió, seguidamente, un pequeño perro salió en defensa de quien parecía ser su amo: aquel que ahí permanecía frente a mí.
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