8. Las armas de los dioses.

Pasaron varios minutos antes de que pudiéramos alejar a Drake del cadáver de Athan, y fue una suerte que lo hiciéramos, porque aquella caverna estaba empezando a derrumbarse, y amenazaba con enterrarnos bajo una pila de enormes rocas.

Logramos salir justo antes de que todo se viniera abajo, y Wells se apresuró a acercarse a nosotros para que pudiéramos abordarlo.

Lentamente, todos fuimos subiendo a la nave, todos, menos Drake. El joven guerrero se quedó parado en medio del devastado lugar, observando con cierta tristeza como las piedras enterraban lo único que quedaba de El Ojo para siempre.

En ese momento me di cuenta de que, con toda posibilidad, Drake era el único que quedaba de aquella antigua Orden, la cual lo crio y le enseño todo lo que sabía. No existía ser más solitario en el planeta que aquel pobre muchacho observando como su vida se venía abajo ante sus ojos.

Con paso firme caminé hacia él y apoyé mi mano en su hombro, sin embargo ninguno de los dos miró al otro, sólo nos dedicamos a observar la destrucción que nuestros enemigos habían dejado a su paso.

–Drake, no estás sólo –fue lo único que dije, tratando de consolar a mi destrozado amigo.

–Lo sé –respondió, mientras unas pocas lágrimas caían por su cara, la cual permanecía dura como una roca–. Tienen que pagar, Daniel.

–Lo harán, no vamos a dejar que lastimen a nadie más.

–No va a bastar con que los encerremos, tenemos que detenerlos de manera más... permanente.

En ese momento giré mi cabeza y pude ver claramente todo el odio que los ojos de Drake reflejaban, y temí por aquel que intentara detenerlo de lograr su objetivo.

–Si los matamos somos igual de malos que ellos, lo sabes –comenté, algo aterrado por la furia que se acumulaba en mi amigo

–Estos sujetos no tienen reglas, no van a parar hasta que destruyan todo el mundo, y la única manera de frenarlos va a ser rompiendo nuestras reglas, y creo que tú sabes eso.

Tras estas palabras, Drake escapó de mi brazo y comenzó a caminar lentamente hacia Wells, en donde el resto de nuestros compañeros esperaban pacientemente.

Dediqué una última mirada a mí alrededor, y, tras observar algunos segundos cómo el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, emprendí mi regreso hacia la nave.

En el interior de Wells, el ambiente era realmente sombrío y deprimente. Nadie pronunciaba una palabra, y parece que la mayoría compartía mi miedo hacia Drake y su enorme furia, lo mejor iba a ser dejar que se diluyera un poco antes de que habláramos de lo que acababa de pasar.

Sin embargo, Drake no era el único que perturbado. En la privacidad de la cabina, Joel parecía estar intentando calmar a Sandy, quien lloraba desconsoladamente.

–Deberías hablar con ella –dijo Amy a mis espaldas.

–¿Yo? –pregunté mientras me daba vueltas para mirarla– Creo que su novio debería encargarse de ese tipo de cosas.

–Amy tiene razón –agregó Emma sumándose a la charla–. Esta fue la primera vez que ella sale con un grupo, y todo terminó terriblemente mal ¿Te imaginas como te hubieras sentido si aquella primera noche alguno de los niños hubiera muerto en el incendio?

–Ella no necesita un novio en estos momento, necesita un líder... todos lo necesitamos –continuó Amy–. Así que lleva tu trasero a la cabina y habla con la pobre chica.

–Está bien, está bien, diablos, ¿Cuándo tomaron el control del equipo las mujeres? –dije con un tono algo bromista, pero sólo logré que Damien esbozara una sonrisa.

Con los ojos de Amy y Emma clavados en mi nuca, avancé hacia la cabina, interrumpiendo el momento que Joel y Sandy estaban teniendo.

–Joel, quiero hablar un poco con Sandy ¿te molesta? –pregunté, aunque sabía que Amy no me dejaría aceptar una negativa.

–Puedes intentar –respondió el joven genio, retirando los brazo de alrededor de su novia, quien cubría su rostro con sus delicadas manos.

Dicho esto, Joel se retiró dejándome a solas con Sandy en la cabina, así que inmediatamente me senté en una de las dos sillas que había en el lugar y esperé pacientemente a que ella se calmara, mientras que apretaba uno de los botones para que la puerta se cerrara y pudiéramos tener privacidad.

–Lo sé, lo sé, fui totalmente inútil allí dentro, no necesito que me lo eches en cara –dijo Sandy de improvisto, descubriendo su cara y dejándome ver sus ojos rojos de tanto llorar.

Aún sorprendido por la reacción de la muchacha, la invité a tomar asiento tranquilamente en la silla que estaba delante de mí, y tras algunos segundos la joven decidió aceptar la invitación y se dejó caer con un resoplido de frustración.

–Lo que pasó no fue tu culpa –dije mirándola a los ojos, pero ella de inmediato desvió la mirada.

–Ustedes me trajeron para que los ayudara, Joel confió en mí, y no pude hacer nada para evitar lo que pasó ahí dentro, podría haberlos sorprendido... hacerlo algo, lo que fuera –continuó desconsoladamente Sandy.

–Sí, todos nosotros podríamos haberlo hecho, pero tomamos una decisión y tenemos que vivir con eso –contesté lo más tranquilamente que pude.

–¿Cómo? Ese pobre anciano murió porque nosotros...

–Ese pobre anciano fue asesinado por nuestro enemigos –la interrumpí–, nosotros no logramos salvarlo, pero su sangre está en las manos de esos hijos de puta, no en las nuestras.

–No lo veo así –contestó secamente Sandy, mientras se cruzaba de brazos.

–Sé que te va a costar, pero tienes que entender que nunca vamos a lograr salvarlos a todos, por más que intentemos –dije mientras observaba el ceño fruncido de esa bella muchacha–. No podemos cargar con el peso del mundo en nuestros hombros, y tampoco debemos hacerlo... lo que si debemos hacer es buscar justicia por cada persona que esos bastardos lastimen, y no podemos hacerlo si estamos lamentándonos constantemente por el pasado, créeme, es algo que aprendí por las malas.

–Creí estar lista para esto, para esta vida, pero ahora... –comenzó a decir Sandy, un poco más aliviada.

–Hasta Los Vigilantes tiene sus días malos, algunos son particularmente horribles, pero eso no nos va a detener ¿verdad? –la interrumpí mientras me levantaba y le tendía mi mano, la cual tomó con ciertas dudas– No sólo Joel confió en ti, yo lo hago, y el resto del equipo también, pero la decisión es totalmente tuya.

Ayudé a Sandy a levantarse de la silla, e inmediatamente abrí la puerta y salí de la cabina. Casi al mismo instante, Sandy salió del lugar y envolvió a Joel con sus delgados brazos, haciéndome saber que ella estaría lista para la próxima batalla.

–¿Cómo diablos lo haces? –preguntó Amy, que se paró a mi lado a observar a la tierna pareja.

–Aprendí del mejor –respondí, recordando todas las veces que Jax me ayudó simplemente hablando, y no pude evitar lamentarme porque él no estuviera aquí, ciertamente él sabría cómo diablos salir del lío en el que estábamos.

Pocos minutos después ya nos encontrábamos aterrizando en nuestra base, con un ánimo levemente mejorado.

En la sala de reuniones, Ian y Gladiador, quienes ya estaban al tanto de la situación, buscaban incansablemente reportes de todo el mundo que pudieran encajar con ataques a distintas bases de operaciones de El Ojo, con la esperanza de que pudieran encontrar a algún sobreviviente que nos proporcionara más información sobre nuestros enemigos. Sin embargo no pudieron encontrar nada, Los Shadows habían atacado a todos lados de manera sistemática y con una brutalidad pocas veces vista, asegurándose que todos los miembros de El Ojo murieran, enterrando para siempre el legado de la vieja organización.

Terriblemente agotados, todos fuimos a dejar nuestros trajes, excepto Drake, quien fue acompañado por Rachel hasta el ala médica de la base para que se tratara su pierna herida.

Con El Ojo fuera de la ecuación, éramos los únicos que teníamos conocimiento sobre el terrible peligro que amenazaba con destruir nuestro mundo, y, por lo tanto, toda la responsabilidad de detener a El Antiguo recaía sobre nosotros.

Sin embargo, mi mente estaba inundada de preguntas. Si esa antigua criatura era tan poderosa ¿Dónde estaba? ¿Por qué no actuaba? ¿Qué rayos estaba esperando? Todo esto me generaba una gran inquietud, y me hacía cuestionarme nuestra decisión de no causar pánico en el mundo, escondiendo la verdad de la situación, después de todo ¿No era momento de tener miedo? Y quién sabe, tal vez eso lograría que otras personas se sumaran a la batalla, aumentando nuestras posibilidades de victoria. Rápidamente deseché estas últimas ocurrencias, la última vez que tuvimos gente ayudándonos muchos de ellos murieron, y no podíamos arriesgarnos a que eso volviera a pasar, aún me atormentaba la imagen de Sam disparándole a Los Adolescentes Justicieros en aquel viejo video, no era algo que simplemente se pudiera olvidar.

Pero de todas las dudas y preguntas que venían a mi cabeza, había unas que destacaban por sobre todas las demás: ¿Quién era la misteriosa persona que había tratado de advertirme sobre el ataque de nuestros enemigos? ¿Cómo había obtenido la información? ¿Cuándo volvería a ponerse en contacto? ¿En quién debía confiar?

Mis pensamientos fueron interrumpidos por una taza de café caliente que fue apoyada con cierta brusquedad delante de mí, logrando que me sobresaltara brevemente.

–Diablos, perdón, no quería asustarte –comentó Damien, quien llevaba su propia taza de café en su mano, y lentamente se deslizó en la silla que estaba a mi lado.

–No hay problema, sólo estaba algo distraído –respondí, mientras levantaba la taza de café y le daba un largo sobro.

–Mira, quería hablar contigo... desde que todo esto empezó has estado algo ¿distante? ¿extraño? –preguntó Damien, mientras inspeccionaba mi rostro con atención, buscando algún indicio de respuesta–. Sólo quiero saber si estás bien.

–Estoy bien, es sólo que... hacía años que no veíamos a Feli... a Kali, y esta vez estamos frente a un enemigo totalmente desconocido para nosotros, supongo que estoy algo desorientado –respondí, y esbocé una leve sonrisa al pronunciar las últimas palabras, como tratando de convencer a mi compañero, mientras que llevaba la taza nuevamente a mis labios.

–Lo sé, todo esto está bastante jodido, pero vamos a salir adelante –continuó Damien, y me sonrió ampliamente–. Eres El Jefe, jefe.

Lentamente, el resto del equipo, menos Drake, quien aún estaba tratando su herida, fueron sentándose en la mesa central, mientras que esperábamos a Gladiador, quien no tardó mucho en llegar.

Edward entró con paso tranquilo, pero en su rostro se podía ver claramente toda la preocupación y el estrés que toda la situación le generaba.

Con cierta frustración, nuestro líder posó sus enormes manos sobre la mesa y lanzó un resoplido por lo bajo.

–Bien ¿Qué fue lo que pasó exactamente allí? –preguntó, y luego levantó la mirada.

–Kali y compañía descubrieron la ubicación de la base central de El Ojo, arrasaron con todos, y mataron a Athan, líder de la organización –comenté, realmente no tenía ganas de entrar en detalles.

–Está bien, pero ¿cómo? ¿cómo lograron atacar a nuestros únicos aliados en esto, alrededor de todo el globo, sin que nos diéramos cuenta? –preguntó dirigiendo su mirada a cada uno de los presentes en la mesa.

El silenció se adueñó del lugar, ciertamente nadie tenía una explicación clara de lo que había pasado. Con cada segundo que pasaba me costaba más y más no contarles a mis compañeros sobre mi "informante", y ciertamente me sentí aliviado cuando una voz respondió a la pregunta de Edward.

–Alguien nos traicionó, no hay otra forma –explicó Drake.

Inmediatamente todos nos dimos vuelta para verlo y notamos sus pasos lentos y torpes causados por la apretada venda que se ajustaba alrededor de su herida.

–¿Tienes alguna idea sobre quien pudo haber sido? –preguntó Amy, algo intrigada por la posibilidad.

–No alguien de El Ojo, cualquiera de mis hermanos hubiera preferido la muerte a delatar nuestra posición –respondió seriamente Drake, quien ya había tomado asiento.

–¿Y qué hay de Revan? –replicó Emma– Digo, él fue un miembro de El Ojo, o algo así, seguramente sabía dónde quedaban algunos escondites.

–No somos idiotas, cuando nos enteramos de la traición cometida por ese hijo de puta cambiamos todas nuestra locaciones, llevó un largo tiempo, pero lo logramos –contestó Drake, con un creciente mal humor.

–¿Y qué sugieres? –preguntó Joel, quien parecía sumamente interesado por el misterio que teníamos entre manos.

–No lo sé, pero quiero que algo quede claro, voy a averiguar quién delató a mis hermanos, y voy a hacer que pague.

Drake no necesitó decir más nada, y su mirada sólo confirmaba lo que quería implicar con sus palabras. El último de los Guardianes Rojos sospechaba que uno de nosotros había filtrado la información hacia sus enemigos, sólo que no quería ponerlo en palabras.

La tensión crecía a cada segundo en esa pequeña sala, y la atmosfera se sentía cada vez más pesada.

–Entonces ¿no tenemos nada? ¿todo esto fue en vano? –preguntó Ian mirándonos, algo abatido.

–No precisamente –contestó de mala gana Drake–. Debemos hacerle caso a Athan, debemos encontrar El Trueno de los Dioses.

En ese momento me volvieron a la mente las últimas palabras del anciano, quien murió pidiéndonos que buscáramos El Trueno de los Dioses, algo de lo que era un total acertijo para mí.

–¿Y eso qué significa? –preguntó Damien, ciertamente intrigado.

Drake se mordió levemente el labio y nos miró a todos.

–¿Y bien? –lo apresuró Gladiador, claramente El Guardián Rojo tenía sus reparos sobre compartir esta información con nosotros.

–Es una antigua leyenda que Athan solía contarme cuando era simplemente un niño –dijo Drake, y lanzó un suspiro, totalmente resignado–. Siempre creí que se trataba de una simple historia, pero ahora... bueno, tal vez sea el momento de empezar a creer.

–¿De qué iba esta leyenda? –preguntó Sandy, cuyos ojos estaban brillando, y esta vez no era por las lágrimas, se podía notar su interés a una legua de distancia.

–De acuerdo con la historia, hace miles de años, un grupo de gente con poderes cuidaba del mundo, nosotros los conocemos como Los Olímpicos –comenzó Drake, pero inmediatamente fue interrumpido.

–¿Los Olímpicos? –preguntó Joel con sorpresa– ¿Cómo en Los Dioses del Olimpo?

–Exacto, tú, más que nadie, sabes que sólo el uno por ciento de la población total del mundo tiene poderes, antes debía de ser mucho más extraño, lo que llevó a creer a nuestros ancestros que estaban en la presencia de Dioses, muchas de las personas con poderes son el origen de todo tipo de mitos –respondió Drake de inmediato–. En fin, no todos estos "dioses" eran precisamente buenas personas, como hoy, había tiranos intentando conquistar y destruir.

–Esto es asombroso –comentó Sandy, quien escuchaba atentamente el relato.

–Con el fin de detener a estos tiranos, Los Olímpicos dieron a un herrero algunos de los primeros artefactos dejados atrás por Los Antiguos, con la tarea de que los convirtiera en armas para que pudieran derrotar a sus enemigos, y así nacieron Las Armas de los Dioses, un conjunto de poderosos instrumentos, capaces de causar una tremenda destrucción.

"Y así, equipados con estas impresionantes armas, Los Olímpicos comenzaron una larga y devastadora guerra para acabar con sus enemigos, la cual se cobró la vida de miles de inocentes.

En ese momento, el herrero se dio cuenta del terrible error que había cometido al traer al mundo esas terribles armas, y de inmediato fue a hablar con el líder de Los Olímpicos, para exigirle que detuviera la guerra y destruyera las armas, pero ya era demasiado tarde.

El increíble poder de esos artefactos corrompió a la mayoría de Los Olímpicos, haciendo que una guerra se desate entre ellos: uno de los bandos era liderado por el herrero, y el otro por el líder de Los Olímpicos, quien se rehusaba a abandonar su poder.

Tras enormes hazañas, grandes esfuerzos e impresionantes sacrificios, el herrero logró ir derrotando a Los Olímpicos, y fue robando sus armas, las cuales luego utilizaba para eliminar enemigos aún más poderosos, pero siempre con la promesa de destruirlas al final de su travesía, con la promesa de no dejarse corromper.

Sin embargo, lentamente, el rey del Olimpo había ganado más y más poder, hasta el punto que se volvió inmortal, completamente indestructible, e inmune a todas las armas que el héroe había construido.

Pero el herrero no se dio por vencido, y en una épica batalla en los aposentos del rey, logró apoderarse del arma que había construido para este, la más destructiva y poderosa de todas, y la cual era conocida como El Trueno de los Dioses.

Utilizando esta poderosa arma, el herrero logró aniquilar al rey del Olimpo, y restablecer la paz en el mundo.

Habiendo finalizado su labor, el herrero cumplió con su promesa y destruyó todas las armas que había construido. En su sabiduría el héroe decidió quitarse la vida, él sabía que otras personas intentarían obligarlo a construir nuevas armas, y él, siendo simplemente un humano, podría ser fácilmente doblegado por seres más poderosos. Así que aquel herrero se llevó todos sus secretos a la tumba.

Sin embargo, Athan me contaba que el herrero había dejado una nota antes de suicidarse, en la cual decía que no había destruido todas las armas, una de ellas permanecía en este mundo, la más poderosa y la única capaz de destruir a cualquier enemigo: El Trueno de los Dioses.

De acuerdo con Athan, el herrero también sabía que seres más poderosos podían llegar a aparecer, y que la humanidad iba a necesitar de su trabajo si esperaba salvarse, así que ocultó su obra maestra, la cual, según la leyenda, sólo podría ser encontrada por verdaderos héroes."

El silencio en la sala mientras que Drake relataba la leyenda fue absoluto, ciertamente no encajaba con ninguna de las historias que había leído sobre los Dioses del Olimpo, pero no me sorprendía. Al estar relacionada directamente con Los Antiguos y los artefactos era muy probable que sólo fuera relatada entre los miembros de El Ojo.

Todos habíamos quedados maravillados con la historia, y con el impresionante poder de narración de nuestro compañero, ciertamente me dejó con ganas de saber mucho más, pero no podíamos perder el tiempo.

–Entonces... –empezó a decir Ian, quien tenía los ojos como platos.

–Creo que Athan hablaba de eso cuando dijo que debíamos buscar El Trueno de los Dioses, creo que él sabía que no era simplemente una leyenda, pero también sabía que un arma de ese tipo era demasiado peligrosa y que sólo debía ser utilizada como una última opción –concluyó Drake, completando el pensamiento del joven Dolent.

–Tiene sentido, un arma todo poderosa, capaz de destruir a un Dios... parece ser justo lo que necesitamos –dijo Damien.

–Pero aun así ¿por dónde empezar a buscar? Digo, la leyenda no fue exactamente clara respecto al paradero de esa arma –comentó Sandy.

–Athan mencionó una nota –dijo Rachel pensativa– ¿Tal vez él la tenía entre los archivos de El Ojo?

–Es posible –respondió Drake–, pero si es así ya no importa, todo fue destruido cuando atacaron nuestras bases.

–Tenemos que hacer algo, si todo lo que Drake dijo es verdad, esta puede ser nuestra única posibilidad de detener a El Antiguo –agregó Gladiador, desesperado por encontrar respuestas.

–Bueno, toda la historia se desarrolla en Grecia, y no quiero sonar obvio, pero es el primer lugar que deberíamos revisar –sugirió Joel, quien claramente había tenido que hacer un esfuerzo enorme para mantener la boca cerrada durante la narración de Drake.

–Bien por mí –dijo Edward, un poco más tranquilo–. Descansen bien, mañana partimos hacia Grecia, es hora de contraatacar.

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