46. Fe

Cuando desperté me encontraba en una camilla, siendo transportado hacia la enfermería por mis amigos, que solo podían expresar preocupación en sus rostros; sin embargo, no pudieron hacer otra cosa que sorprenderse cuando me incorporé rápidamente y me dispuse a salir.

–Dan, tranquilo. –Intentó contenerme Frank–. Te desmayaste, probablemente por el shock de la explosión, pero tenemos que llevarte a la enfermería solo por si acaso.

A pesar de lo que acababa de escuchar, no pude contenerme y simplemente empujé a mis amigos y empecé a correr hacia nuestro cuartel general, escuchando a mis compañeros discutir sobre mi cordura a mis espaldas.

Mis piernas parecían moverse solas, pero yo sabía bien a donde iban. Tenía que saberlo, no podía quedarme duda alguna.

En cuestión de minutos crucé las puertas de la habitación en la que estábamos reteniendo al Mejorado que habíamos secuestrado, y, como era de esperarse, Emma estaba allí, en su silla, con sus manos alrededor de su cabeza, en absoluto silencio, y con la mirada cansada de Joseph vigilando la situación desde una de las esquinas.

No sé si ella me leyó la mente, o si era tan terriblemente obvio lo que estaba haciendo en ese lugar, pero antes de que pudiera articular palabra alguna, ella tomó una gran bocanada de aire, sonrió y me miró.

–Solo hay un... vacío –dijo ella sin dejar de sonreír–. La mente colmena colapso, todos los Mejorados están muertos.

No pude evitar caer de rodillas, pero no porque me sintiera derrotado, sino porque, de repente, todo el cansancio de la misión me calló sobre los hombros como un yunque desde un décimo piso. Pero en ningún momento deje de sonreír, incluso algunas lágrimas de felicidad se asomaron.

Mis preocupados compañeros no tardaron en llegar al lugar, y al ver que tanto Emma como yo estábamos sonriendo comprendieron de lo que se trataba todo. La misión había sido un éxito.

En cuestión de segundos todos estábamos riéndonos, abrazándonos y celebrándolo, sabiendo que no había manera de que Eon se recupere tan rápidamente del duro golpe que había recibido, y ahora solo quedaba una sola cosa por hacer: detener a nuestro enemigo de una vez por todas.

Al cabo de unos minutos el cansancio se hizo evidente en todos mis compañeros, de forma que acordamos descansar, dormir como si no hubiera mañana, y cuando estuviéramos listos, ir a dar el informe de la misión.

Amy y yo fuimos a acostarnos a nuestra habitación, pero antes de dormir hicimos el amor tiernamente, con la seguridad un futuro mejor, y luego nos desplomamos por las siguientes horas.

No tengo idea de cuánto tiempo dormí, pero podría haber jurado que había pasado fácilmente una semana, y probablemente habría podido seguir de no haber sido por la exaltada voz de Alan, quien atravesó una pared e irrumpió en nuestros aposentos.

–¡Daniel! ¡Daniel! –exclamó él, haciendo que me sorbresalte y dirija mi mano hacia una cuchilla que tenía escondida debajo de la almohada, la cual solté con tranquilidad una vez que vi que era él– ¡Stella te está buscando!

De repente notó que Amy y yo estábamos completamente desnudos debajo de las sábanas y pareció quedarse sin palabras por algunos segundos.

–Escuché que alguien inventó algo llamado "puertas", tal vez debería recordarlo la próxima vez que piense en cruzar por la pared de la habitación del líder del equipo y su novia –agregó finalmente, aunque sin despegar su mirada de nosotros.

–Tal vez deberías hacerlo –replicó Amy con una ceja levantada.

–Cierto... bueno, bellos amantes... mierda, eso sonaba mejor en mi cabeza... En fin, ustedes, afuera, ahora –dijo él antes de girarse y retirarse por la misma pared por la que entró.

Amy y yo intercambiamos una mirada y nos encogimos de hombros.

–Pudo ser peor... creo –sugerí.

–Realmente pudo serlo –dijo Alan, cuya cabeza volvió a aparecer por la pared–, pensé en hacer un comentario sobre hacer un trío, pero me contuve. Eso, amigos, es lo que yo llamo progreso.

Phase reaccionó justo a tiempo para retirar su cara y evitar la bota de combate que Amy le arrojó, la cual terminó por chocar contra la pared y caer al suelo, haciendo dos ruidos secos que llenaron el silencio dejado por el joven héroe al retirarse.

–Te dije que podía ser peor.

En cuestión de minutos ambos nos cambiamos y salimos de nuestra pequeña habitación, descubriendo que la noche lo cubría todo, y que no había absolutamente nadie en las calles de nuestro pequeño asentamiento. Un fuerte y helado viento soplaba sin cesar, amenazando con llevarse los hogares más precarios y antiguos. Un escalofrío recorrió mi espalda, y de repente tuve un muy mal presentimiento.

Tal vez debí tomar eso como una advertencia, una señal de lo que estaba por venir, pero entonces la mano de Amy se apoyó en mí brazo y todas aquellas extrañas sensaciones desaparecieron en un instante.

–¿Hacia dónde, cariño? –preguntó ella, deslumbrándome una vez más con su hermosa sonrisa.

Agucé mis sentidos por un segundo. La violencia del viento dificultó que pudiera fijar bien el objetivo, pero no tardé en detectar un leve y constante murmullo a la distancia, proveniente de la base principal de La Resistencia, allí donde hacía unas cuantas horas habíamos informado que el ejército de Eon había sido diezmado, que ya ninguno de nuestros hermanos sería transformados en monstruos que sirvieran al Antiguo.

–Por aquí –respondí, devolviéndole el gesto, y al cabo de unos segundos olvidé completamente como me había sentido hacía apenas un momento.

Caminamos por las vacías y oscuras calles, solo la luz de la luna iluminaba nuestro camino, y sin embargo íbamos en paz, aunque con una curiosidad creciente por saber que nos encontraríamos al llegar a nuestro destino.

Cuando cruzamos la puerta de la antigua capilla nos encontramos con todos los habitantes del asentamiento, así que supimos que lo que fuera que estaba pasando era algo importante, de forma que apuramos el paso hasta poder acercarnos a la mesa en la que estaban todos los líderes de La Resistencia, el resto de nuestros compañeros ya estaban en el lugar.

–Ah, Daniel, bien, gracias por unirte a nosotros –dijo mi madre, con un tono amigable pero tenso.

–Me dijeron que solicitabas nuestra presencia.

–Todo el campamento debe estar reunido para esto –acotó Briggs.

–Así es, porque tenemos información que todos deben poseer –continuó mi madre.

Miré alrededor y pude encontrar a Clara y a mi hermana mirando a la líder de La Resistencia con completa atención, esta última cargaba su palo de aikido consigo a todo momento. Era impresionante pensar cuanto habían crecido en estos últimos años.

–En primer lugar, y como la mayoría de ustedes saben, el tiempo para que los efectos de la máquina terraformer sean irreversibles se está terminando... solo queda una semana. –Luego de que mi madre diera esta información, un fuerte murmullo se apoderó de la sala, mezclando toda la incertidumbre y miedo que se escondía bajo los confiados rostros de los soldados de La Resistencia–. Creímos importante darles este recordatorio.

–Por otro lado, el doctor Jason King todavía no ha terminado el portal para destruir a Eon –agregó con voz temblorosa Joseph, sabiendo que él tenía que dar la peor de la noticia.

Esta vez fueron gritos los que tomaron el poder, y no eran de miedo o confusión, eran gritos de furia, de reproche.

–¡Silencio! ¡Silencio! –ordenó Briggs, levantándose de la mesa, e imponiéndose con su mirada seria y poderosa voz.

La tensión venía creciendo dentro de la sala, pero una vez que Briggs puso el grito en el cielo, todo volvió a ser silencio, permitiéndole a mi madre terminar de dar la información.

–El señor King está trabajando en estos mismos instantes para tener el portal listo, pero aún necesita algunas partes que son esenciales para que pueda terminar su trabajo.

–Lo que sea que necesite, estamos preparados para ir a buscarlo –comentó Joel, dando un paso al frente.

–Eso no será necesario, señor Green, varios equipos ya han sido despachados alrededor del globo, tendremos las piezas necesarias en cuestión de horas –respondió mi madre, ganándose una mirada de confusión por parte de todo el equipo–. El tiempo es una prioridad, y consideramos que era la mejor opción –argumentó ella antes de que pudiéramos hacer algún otro comentario.

–Disculpa, Stella, pero creo que cometiste una verdadera idiotez –replicó Surfer–. Funcionamos bien porque tenemos las habilidades para aguantar lo que sea que El Antiguo nos tire ahí afuera. Sé que somos incapaces de atacar objetivos múltiples con absoluta eficacia, pero aun así...

–Contrario a lo que parecen pensar, La Resistencia funcionaba aún antes de que ustedes llegaran, Vigilantes –lo interrumpió Briggs–. No se confundan, son importantes y jamás podremos pagarles la deuda que les debemos, pero no son los líderes del grupo, y deben atenerse a las decisiones que tomemos y que consideremos las mejores para la comunidad y la continuidad del mundo. Ahora, elegí personalmente las tropas que enviamos ahí afuera, son los mejores que hay y darían sus vidas por la causa si llegara el momento, pueden confiar en ellos.

–Tengo que decir que concuerdo en esto con Joel –agregué al cabo de unos segundos–. Tal vez no somos los más rápidos, pero sin duda podríamos haber completado la misión antes de la fecha, y sin poner en peligro las vidas de los soldados que enviaron. No es el momento para apurarse y cometer errores, deberíamos habernos mantenido trabajando en operaciones pequeñas y difíciles de rastrear, ahora solo nos queda esperar que su estupidez no nos explote en la cara a todos.

–En definitiva los llamamos para decirles que estén preparados –continuó mi madre, haciendo un esfuerzo por ignorar lo que acababa de decir–. En cuanto el portal esté preparado desplegaremos todas nuestras tropas en el área de la máquina terraformer. Pondremos un fin a esta locura.

Mantuve una mirada seria en mi madre por algunos segundos, ella sabía que desaprobaba las elecciones que había hecho junto a sus compañeros, pero ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto, y tenía razón en algo: teníamos que estar preparados para el momento en que la batalla final estallara.

Con esa idea en mente, aunque no menos enojado, me giré y comencé a retirarme del lugar, con la gente abriéndose para dejarme pasar y mis compañeros, igual de enojados, siguiéndome de cerca.

–Linda manera de tratar a tu madre –murmuró Ana cuando pasé a su lado.

–¿Tú no te estabas escapando de casa por la noche para golpear a tipos malos antes de que todo se fuera a la mierda? –repliqué, sin dejar de caminar hacia la salida.

–Touché... –dijo ella por lo bajo, pero pude escucharla perfectamente.

Estábamos a punto de salir, cuando una voz familiar resonó con fuerza en mi cabeza.

"Daniel", dijo Emma, haciendo que me detenga en seco y me vuelva para mirarla.

Al notar que me detenía, mis compañeros me miraron confundidos.

–Vayan al puerto, los alcanzo ahí –dije a Amy, y ella asintió antes de continuar su camino.

"¿Por qué lo hizo, Em? ¿Por qué tomó esa decisión tan estúpida?", pregunté en mi mente, sabiendo que mi amiga lo escucharía con total claridad.

"¿No es obvio?", replicó ella, mientras empujaba su silla al exterior del edificio.

El viento se había calmado bastante, y las pocas nubes que había en el cielo habían desaparecido, permitiéndonos ver las estrellas con total claridad.

"No todos somos telepatas", pensé.

"No necesito leer la mente de Stella para saber por qué lo hizo, Dan", aseguró ella, su voz era tranquila y hasta relajante, "ella vio el estado en el que llegaste de tu última misión, si tuvieras un hijo, ¿lo enviarías de vuelta a pelear después de eso?".

"Ella debería saber que no hay forma de que me quede de brazos cruzados, que voy a pelear hasta el final".

"Y no va a intentar detenerte, pero quiere pasar unos últimos momentos de paz junto a su hijo", concluyó ella, dejándome sin palabras o, más bien, con la mente en blanco.

De repente, la silla de Emma empezó a moverse por sí sola, aunque claramente estaba siendo controlada por los poderes de su usuaria, la cual lentamente empezó a alejarse de mí, no sin antes dejarme algo más sobre lo que pensar.

"Ten en cuenta lo que te dije, Dan, los tiempos oscuros todavía no han terminado, aún quedan batallas por pelear, y nadie sabe lo que va a pasar... tratemos de no terminar con arrepentimientos", dijo ella en mi mente, mientras yo la miraba marchar.

Cuando Emma desapareció de mi vista, me di media vuelta y me dirigí hacia el puerto, donde esperaba encontrarme con mis compañeros.

Todos ellos esperaban en un viejo y destartalado cobertizo, el cual algún tiempo atrás debía albergar equipos marítimos y de pesca, pero que ahora era un lugar en el que podíamos reunirnos y hablar en privado.

Los Vigilantes estaban en silencio, la gran mayoría de ellos contemplando el suelo, probablemente aún molestos por las decisiones que habían tomado los líderes de La Resistencia, y sinceramente no podía culparlos.

–Chicos, sé que la situación está bastante jodida, pero de nada sirve que nos lamentemos ahora –dije, tratando de levantar el ánimo de mis compañeros.

–Lo sabemos, Daniel, mierda, lo sabemos –respondió Sandy, alzando la vista.

–Lo que nos molesta es que pongan todo por lo que trabajamos este tiempo en juego sin siquiera consultarnos –agregó Elliot, apoyado contra la pared.

–Uno creería que en estas instancias ya confiarían lo suficiente en nosotros como para encomendarnos esos trabajos –concluyó con la idea del grupo Feral.

Estaba a punto de responder a mis amigos, cuando la voz de Frank se alzó, con un depresivo comentario.

–Ya he visto esta estrategia antes... en el ejército –dijo él, levantándose de su asiento para ir a servirse un vaso de agua–. Los líderes eligen soldados que son prescindibles, que su muerte no afectara al plan general de guerra, y los envían a misiones relámpago, a lugares de los que probablemente no saldrán vivos. De esa forma guardan a los soldados más fuertes para las batallas más grandes, aquellas que definirán el resultado de la guerra... creí que La Resistencia sería distinta, que nos cuidaríamos los unos a los otros.

–¿En qué grupo estabas tú? –preguntó Alan, incapaz de contener su curiosidad.

–En el primero... hasta que conseguí estos poderes –respondió Ironside, mirándose las manos–. Desde entonces tuve que quedarme en la base, escuchando como mis hermanos morían a la distancia, destinado a pelear cuando ellos me lo ordenaran, sin poder hacer nada... pero nunca más.

Dicho esto, Frank se giró y se dirigió hacia la puerta, deteniéndose sólo porque yo estaba parado ahí, cubriendo la salida.

–Escuchen, tienen todo el derecho a estar enojados, créanme, los entiendo, pero La Resistencia confía en nosotros, lo hicieron desde el primer momento, y es por ellos que estamos aquí, ¿o creen que nos hubieran rescatado si no pensaran que podemos ayudarlos? –dije, sin moverme de mi lugar a pesar de que Frank claramente me estaba desafiando con la mirada– Sé que todo puede irse a la mierda en cualquier momento, sé que trabajamos duro para esto y que sería horrible que todo se echara a perder, pero es hora de que nosotros confiemos... es hora de que tengamos fe en La Resistencia y, sobre todo, en los valientes soldados que se ofrecieron para esas misiones.

Los Vigilantes se miraron, asintiendo tímidamente, como si su enojo no les permitiera siquiera considerar la posibilidad de que estuviera en lo cierto.

Sin embargo, una vez que me corrí de la puerta, Frank salió del lugar, y la mayoría de ellos lo siguieron sin más. Tal vez necesitaban tiempo para pensar en su próximo movimiento, y si iba a confiar en ellos para la batalla final necesitaba que tuvieran la mente en el juego, así que simplemente los deje ir para que resolvieran sus asuntos.

Sólo Felicity se quedó atrás, mirando junto a mí cómo ellos se alejaban.

–Estás pensando en salir volando y buscar a los soldados para ayudarlos, ¿verdad? –dije sin siquiera mirarla.

–¿Sería tan mala idea? –preguntó ella con una sonrisa y unos ojos soñadores– ¿Cómo lo supiste?

–Tú me conoces bien, pero eso va en ambas direcciones –respondí, esta vez volviéndome para mirarla–. Solías tener esa mirada en tu rostro cuando estábamos en Liberty, mirabas al cielo y te disponías a salir volando a golpear a algún soldado que estaba aprovechándose de algún inocente que había tenido la mala fortuna de quedarse fuera de su casa una vez iniciado el toque de queda.

Felicity rió tiernamente y se acomodó el cabello detrás de la oreja. Desde que había vuelto al grupo habíamos tenido poco tiempo para hablar, y mucho menos hablar a solas; pensé que sería algo incómodo, pero resultó ser uno de los momentos más relajantes de esa fatídica noche.

–¿Puedes creer dónde estamos? –preguntó ella, volviendo a dirigir su mirada hacia el firmamento cubierto de estrellas–. Tantos años atrás, tantas batallas y cicatrices atrás, tantos... amigos en el camino.

–Trato de no pensar demasiado en ello, creo que los héroes no tenemos el beneficio de la nostalgia, no cuando hay trabajo que hacer.

–Lo sé, pero hay veces, en las noches, cuando cierro los ojos y deseo despertarme en aquel viejo y sucio sótano de Gladiador, escuchando a Howard y a Joel discutir alguna loca teoría científica, oliendo los cigarrillos de Malcom, los comentarios sarcásticos de Emma, los chistes de Jax, la voz poderosa de Edward, la vigilante mirada de Kevin sobre su hermano, a ti y a tu padre entrenando...

–Tiempos más sencillos –dije mientras recordaba la primera vez que me encontré con aquellos inusuales héroes.

–Tiempos mejores –agregó ella–. Sé que no lo parecían, y probablemente mi yo de ese tiempo me golpearía en el rostro si me escuchara decirlo, pero realmente lo eran... –En ese instante nuestras miradas se cruzaron por un segundo y sentí que su corazón se aceleraba– por varios motivos.

Sin más, ella se inclinó y me dio un suave beso en la mejilla y, antes de que pudiera responder o siquiera reaccionar, ella ya se estaba alejando de mí, y no sentí la necesidad de seguirla.

En lugar de eso, salí de aquel cobertizo y me dirigí hacia la improvisada pista de aterrizaje a esperar el regreso de nuestros héroes. Para mi sorpresa no había sido el único que había tenido la misma idea, encontrándome en el lugar con varias personas que miraban al cielo sin parar, buscando alguna señal de vida de parte de aquellos hombres.

Por horas, esperamos allí, hombres, mujeres, niños, todos aquellos que esperaban el retorno de sus seres queridos, y otros tantos que solo esperaban ver bajar un rayo de esperanza en forma de avión.

Alrededor de las cinco de la mañana las primeras lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de algunos de los presentes. Hacía horas que no se sabía nada de los grupos, no habían hecho contacto por radio desde que habían aterrizado cerca de su objetivo y abandonado su transporte.

Ya para las seis, las primeras personas, totalmente resignadas, comenzaron a retirarse del lugar con la cabeza a gachas y sin ánimo suficiente para hacer otra cosa que arrastrar los pies tristemente.

Pero entonces, un leve murmullo provino del cielo, llamándome la atención, pero debido a que el fuerte viento había retornado no quise hacer comentario alguno para no levantar las esperanzas de aquellas personas en vano.

Sin embargo, antes de lo que pensaba, el dedo de un pequeño que estaba allí esperando se alzó hacia las nubes y en seguida comenzó a gritar, incapaz de contener la exaltación.

–¡Ahí están! ¡Los veo! ¡Los veo! –no paraba de exclamar el niño, mientras que tiraba de la mugrienta manga de quien con seguridad sería su madre.

Y al poco tiempo todos pudimos comprobarlo, un avión de carga venía descendiendo de forma lenta pero firme, y fue recibido entre gritos de victoria, aplausos y llantos de alegría.

Los soldados, confundidos, se bajaron del vehículo mirando alrededor con un extraño aparto en sus manos, incapaces de comprender lo que ocurría.

Sin embargo, todavía faltaban dos equipos por llegar al lugar, y si bien una parte de la gente que estaba en la pista de aterrizaje se retiró, acompañando a los valientes y recién llegados héroes, muchísima más empezó a acercarse a la zona, a la espera de noticias.

Alrededor de las diez de la mañana ya todo el campamento estaba en el lugar, a excepción de Joel y Jason, quienes, suponía, estarían trabajando a toda máquina en los últimos retoques que debían de hacerse al portal para que el mismo funcionara.

Los Vigilantes, que antes habían estado tan enojados por la decisión tomada por los dirigentes de La Resistencia, ahora miraban al cielo con la misma esperanza que todos los demás; y mi madre, junto a Joseph y Briggs también tenían clavada la mirada en el cielo, pero más bien con una expresión de preocupación, tal vez nuestras quejas hubieran plantado una pequeña semilla de duda en sus cabezas, la cual lentamente los iba carcomiendo.

Cuando el segundo avión llegó, los gritos de victoria volvieron a ser audibles, y todos festejamos esa gran victoria. Mi madre incluso suspiró aliviada y se abrazó con Briggs, ya casi convencida de que habían tomado la decisión adecuada.

Los héroes llevaban otra de las piezas solicitadas por Jason, la cual fue entregada inmediatamente por Elliot al científico, mientras que los recién llegados iban a tomarse un merecido descanso, en sus rostros se notaba que no la habían tenido para nada fácil.

Una vez que los soldados se perdieron de la vista, las miradas de todos volvieron a dirigirse al cielo, en espera del último grupo, el último avión, la última pieza de la máquina que acabaría con el mundo de Eon de una vez por todas.

Las horas iban pasando, y la tensión crecía a cada segundo. La hora del almuerzo llegó, pero nadie se movió de su lugar; si alguien hubiera sobrevolado el área hubiera jurado que todos nosotros éramos estatuas, recuerdos de un tiempo pasado, y no estaría del todo equivocado.

Cuando se hicieron más de las tres de la tarde, ya más de doce horas desde que el avión había partido, la preocupación había alcanzado su punto máximo. Las lágrimas ya no eran silenciosas y disimuladas, muchas personas lloraban sin consuelo, como si todo estuviera realmente perdido, y el sentimiento se contagiaba rápidamente entre la audiencia de aquel bizarro espectáculo.

Me encontraba al lado mi madre, y ella me dirigió una mirada cargada de preocupación que sólo podía significar una cosa: "¿qué he hecho?". Ella trataba de mantener la compostura, más por el resto de la gente que contaba con ella que porque realmente sintiera esperanza de ver ese avión retornar. Tomé su mano y la apreté con fuerza. No sabía si eso iba a reconfortarla, o si sería el pequeño empujón que necesitaba para estallar en un mar de lágrimas, pero lo cierto es que no me importaba; ella necesitaba que alguien la apoyara en este difícil momento, y quería ser yo, tenía que ser yo.

Sin embargo, alrededor de las siete de la tarde, cuando el sol ya empezaba a caer, el cielo se iluminó de repente, despertando el interés y reavivando las esperanzas, pero nadie estaba preparado para lo que seguía.

Si, el avión apareció en el cielo, pero estaba terriblemente dañado, echando humo e incluso fuego de una de sus alas, y, lo que era peor, estaba descendiendo rápidamente... en dirección a la multitud, la cual miraba horrorizada como aquel pájaro de metal se dirigía en picada hacia ellos.

–¡Elliot! ¡Sácalos de aquí! –exclamé, y el velocista me dirigió una mirada de confusión por todo el caos que se había desatado en el lugar– ¡Ahora!

Al notar la urgencia en mis palabras, Celerity reaccionó, y velozmente comenzó a llevarse gente, pero no había forma de que pudiera sacar a todos de ahí lo suficientemente rápido, de forma que el resto de Los Vigilantes comenzamos a empujarlos también, a dirigirlos hacia alguna zona segura.

–¡Frank! ¿¡Crees que puedes detenerlo!? –pregunté al ex militar en un segundo que tuve entre ayudar a un niño caído y mi tarea de dirigir a los demás lo más lejos posible, a lo que Ironside me respondió volviendo la cabeza hacia el avión y una vez más hacia mí.

–Puedo intentarlo... –dijo, no del todo convencido.

Frank se dio media vuelta y se dirigió hacia la pista de aterrizaje, desde mi perspectiva parecía que el avión en llamas iba a caer directamente sobre él, pero a pesar de esto él alzó las manos hacia el cielo y comenzó a utilizar sus poderes.

Al cabo de unos segundos notamos que, con todo su esfuerzo, él había logrado disminuir la velocidad del avión, pero no era suficiente, y aún había personas en el lugar.

–¡No! –gritó Frank de repente, mientras que sus pies empezaban a arrastrarse hacia atrás y grandes gotas de sudor rodaban por su frente– ¡No voy a poder detenerlo! ¡Aléjense!

–¡Yo me encargo! –exclamó Felicity, que hasta ese entonces había estado ayudando a retirar a los civiles del área, pero que ahora se disponía hacia salir volando e intentar detener el avión.

Pero entonces la mano de Emma se cerró sobre la muñeca de Rocket, deteniéndola y ganándose una mirada de confusión.

–Sigue ayudando a la gente –dijo Gravity con total tranquilidad–. Yo me encargo.

Sin esperar más, ella avanzó en su silla de ruedas hasta colocarse a la par de Frank, y también alzó sus manos hacia el cielo, liberando un poco de la carga que estaba levantando el ex combatiente.

Mientras que el resto de nosotros terminaba de despejar el área, Emma y Frank lograron hacer descender el avión, aunque no sin problemas. El pájaro metálico levantó una gran cantidad de tierra al estrellarse contra el suelo, pero eso sirvió para que gran parte del fuego se apague, permitiéndonos acercarnos al lugar sin temor a salir lastimados.

Todos nos apresuramos y corrimos hacia la puerta, pero cuando estaba a punto de poner mi mano sobre ella, esta se abrió de par en par, y un cansado y ensangrentado soldado se desplomó ante nosotros.

Antes de caer inconsciente, el piloto extendió su mano, en la cual llevaba un aparato cilíndrico, claramente la última pieza de la máquina de Jason.

–Elliot, trae a un médico aquí, rápido –ordené, mirando al velocista, que desapareció de mi vista en un instante–. Sandy, Rachel, lleven esta pieza con Jason... nadie más va a sufrir a manos de Eon.

Las muchachas asintieron y Rachel tomó el artefacto entre sus manos con sumo cuidado, como si del más precioso tesoro se tratara, antes de darse media vuelta y dirigirse hacia el laboratorio de Jason.

Mientras tanto, yo trataba desesperadamente de cubrir las heridas de aquel héroe, al tiempo que el resto de mi equipo revisaba el avión en búsqueda de más sobrevivientes.

De repente, los ojos del piloto se abrieron, y su mano se extendió, tomándome de la remera y atrayéndome hacia él. En sus ojos solo había dolor, terror y desesperación.

–No... n-no quedó nadie... él nos encontró –balbuceó él, escupiendo un poco de sangre en el proceso.

–¿Quién? ¿Eon? –pregunté, esperando una respuesta negativa, pero era demasiado pedir.

–T-to-todos ellos... Eon, Blackbird, Tsunami, todos –continuó él, temblando– ¡Oh, mierda! ¡Fue una puta masacre!

Intenté calmar al soldado, pero todo fue en vano, así que dejé que los recién llegados paramédicos lo pusieran sobre una camilla y lo llevaran a ser atendido. Para ese entonces era claro que él había sido el único sobreviviente de ese encuentro con El Antiguo, y era realmente sorprendente que hubiera vivido para contarlo y, aún más, completado su misión con "éxito".

Abatidos por el fatídico final de la jornada, decidimos que lo mejor iba a ser ir y comprobar el estado de los demás, de forma que partimos en dirección al laboratorio de Jason.

Al llegar nos encontramos que todos estaban reunidos alrededor del genio, que trabajaba sin cesar y que, aparentemente, estaba dando los toques finales a su máquina.

La misma no era gigantesca, ni demasiado llamativa, era sencillamente un armatoste metálico, bastante parecido a un proyector, pero muy superior en tamaño y con algunas manijas alrededor, de forma que podía ser transportado con facilidad.

Jason estaba sudado, y con varias manchas de aceite en su bata blanca, lo que lo hacía lucir aún más desalineado.

–Algo te molesta –dijo Amy de repente, acercándose a mí– ¿Qué pasa?

No tenía sentido negarlo, había algo terrible sucediendo, y no podía identificar precisamente de qué se trataba.

–Esto no está bien –respondí, sin dejar de mirar a Jason trabajar, el cual, por lo demás, parecía no notar nuestra presencia en el lugar–. Ese soldado se vio cara a cara con Eon, pero logró volver con vida...

–Briggs lo dijo, eran los mejores –comentó Sandy.

–Tenías razón cuando dijiste que debíamos confiar –aceptó Frank, pero la verdad era que no me interesaba, no me estaban escuchando.

–Piénsenlo, todos los demás murieron, él apenas llegó aquí con vida –insistí, moviéndome de lado a lado, pensando– ¿Qué impidió que lo destruyera a él también? Hay algo que huele muy mal en todo esto.

De repente la cabeza de Joel se alzó de detrás de la máquina que estaba construyendo con Jason y sus ojos se clavaron en nosotros, tenía esa mirada que siempre suele tener cuando se le viene una revelación a esa increíble mente de él.

–Es obvio, el piloto no escapó –sentenció él de repente y con un tono sombrío.

–Creo que llevas demasiadas horas trabajando en esa máquina y tu cerebro no está funcionando bien –respondió de inmediato Alan–. Todos vimos al piloto, todos vimos como aterrizó.

–No estoy diciendo que no esté aquí, estoy diciendo que no está aquí porque él quiera...

–Está aquí porque Eon se lo permitió –completé la idea de Joel.

Casi al mismo instante, una fuerte explosión se escuchó a las afueras, en el campamento. Solo eso logró que Jason reaccionara y mirara a su alrededor, manteniendo el oído atento.

La segunda explosión no tardó en llegar, y a pesar de estar esperándola no pudimos evitar sobresaltarnos un poco. Ya no cabía duda de lo que estaba pasando, pero aun así teníamos que verlo con nuestros propios ojos.

–Joel, Rebecca, mantengan a Jason y a la máquina a salvo –dije, al tiempo que una tercera explosión hacía temblar las paredes.

Ellos simplemente asintieron, pero sabía que estaban determinados a proteger al científico con sus vidas, de forma que hice una señal con la cabeza al resto para que me siga.

Al abrir las puertas del laboratorio nos encontramos con una imagen horrible. Por lo menos una docena de extrañas naves estaban desplegando Shadows en medio del campamento, los que inmediatamente sacaban sus espadas y se dedicaban a perseguir a los miembros de La Resistencia.

El caos reinaba en el lugar, y, entre medio de todo eso, la voz de Eon surgió y como un rugido.

–Vigilantes, entréguense ahora... esta es su última oportunidad.

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