36. Trabajo en equipo

Para cuando llegamos a nuestra base, el sol ya brillaba en el cielo con todo su esplendor. Nuevamente Amy me había acompañado en la cabina, no hubo mayores intercambios, simplemente nos mirábamos y nos sonreíamos por ningún motivo aparente.

Sin embargo, nuestros compañeros aprovecharon el viaje para quitarse una duda que nos había estado torturando desde que nos enteramos que Jason estaba con Los Cazadores: ¿qué rayos hacía con ellos?

Tras escuchar la pregunta, proveniente de Alan, como no podía ser de otra manera, oí a nuestro nuevo miembro lanzar un suspiro de cansancio. Había sido una noche larga para él, para todos, y seguramente quería descansar un poco, pero las constantes pláticas en la parte trasera del avión se encargaban de impedírselo, se me ocurrió que tal vez él hubiera estado más cómodo en la diminuta cabina, o sentado en el ala del avión, todo con tal no tener que soportar las "discretas" miradas de mis compañeros y sus no tan sutiles preguntas. Sin embargo, él se dignó a contestar.

–Me uní a Los Cazadores por varias razones, en primer lugar, nadie buscaría a un súper-humano en un grupo que se dedica a cazarlos, por otro lado, era un grupo numeroso, el alimento y el techo jamás me faltarían... –empezó a explicar él, tratando de no perder la calma.

–Probablemente estabas al tanto de esto, pero esos bastardos mataban personas –soltó Alan, interrumpiéndolo, algo me decían que él y Jason no se llevarían bien– ¿Realmente valía la pena estar junto a ellos solo para tener una cama caliente?

–Estoy al tanto de eso, señor... –inquirió Jason con cansancio.

–Barlow, Alan Barlow –replicó de inmediato él.

–Señor Barlow... y estando dentro del grupo pude asegurarme de que muchos de sus prisioneros no murieran –continuó Jason con un tono severo, y sus palabras dejaron en silencio a todos.

–¿Cómo? –preguntó Rebecca, en su voz se notaba todo el respeto (o tal vez era temor) que aquel extraño hombre le había causado tras su primer encuentro.

–Cuando podía, liberaba a los prisioneros mientras nadie miraba y me encargaba de destruir las esposas que les quitaban sus poderes, Los Cazadores siempre terminaban por concluir que alguna había tenido una falla que le había permitido escapar a alguno de los prisioneros y que luego ese había liberado a los otros. Sin embargo no siempre era tan fácil, más de una vez tuve que inyectar en los prisioneros un líquido que hacía parecer que habían muerto, a Los Cazadores no les resultaba difícil de creer ya que la mayoría de las veces los habían sometido a largas torturas, pero al ver que no parecían respirar, y luego de llamarme para hacer una inspección médica –tras decir estas palabras lanzó una breve y seca risa, como enorgulleciéndose de su ingenio– que confirmara que estaban muertos, dejaban los cuerpos lejos, esos prisioneros luego despertaban sin mayores problemas lejos de ese grupo bastardos –tras esta larga explicación todos callaron nuevamente, Alan probablemente dándose cuenta del error de sus palabras y de haberse apurado a juzgar a aquel hombre, el resto de ellos en simple señal de respeto–. Lamentablemente no pude salvar a todos y, a veces, para no levantar sospechas, tuve que dejar que muchos murieran, sus gritos me perseguirán por todo lo que queda de vida, pero voy a tener que convivir con eso.

Tras esta última declaración se dejó el tema en paz, mis compañeros esperaron un tiempo y siguieron con charlas sin demasiada importancia. Nadie más volvió a dirigirle la palabra a Jason por el resto del viaje.

Cuando aterrizamos, notamos que una gran cantidad de personas estaban reunidas alrededor de la pista, siendo los primeros de ellos mi madre, Briggs, Emma, Joel y Joseph, aunque también pude ver a mi hermana y a Clara entre el tumulto de personas, luchando para no quedarse atrás, y a Kali. Todos ellos venían a esperarnos, sabían que del éxito de esa misión iba a depender no sólo todo nuestros planes, sino también el de toda la humanidad.

Abrí la escotilla del avión, mis compañeros comenzaron a bajar uno por uno, cargando los diferentes equipos que habíamos llevado. Las caras en el exterior empezaron a verse algo tristes al notar que no había ninguna cara nueva entre nosotros. Al final, solo quedamos Jason y yo dentro de la nave. Él miraba al exterior por una pequeña ventanilla, tal vez nervioso ante la gran cantidad de personas que había allí.

–Había olvidado lo que se sentía... –dijo de repente, sin mirarme.

–¿Qué cosa? –pregunté con curiosidad.

–Sentir que el peso del mundo sobre los hombros –replicó él bajando la vista hacia el suelo–, sentir que la gente te mira con esperanza.

–El peso está sobre todos nosotros –dije con una sonrisa en el rostro–, y no vamos a defraudarlos, no de nuevo.

Jason se giró para mirarme y, al verme sonreír, el me devolvió una mueca que intentó ser una sonrisa.

Finalmente nos pusimos en marcha y bajamos del avión. Los rostros en la multitud empezaron a cambiar, mostrando pequeñas sonrisas. Cientos de suspiros de alivio llegaron a mis oídos, como si todas aquellas personas se hubieran quitado un enorme peso de encima. Había algo que se sentía en el aire muy claramente: La Resistencia había obtenido una victoria, pequeña, pero una victoria al fin y al cabo, y era motivo de festejo.

Caminé firme junto a nuestro visitante, hacia quien todas las miradas se dirigían, poniéndolo bastante nervioso, su rostro no se decidía entre sonreír amablemente a la muchedumbre o bajar la cabeza y fingir que nada de eso estaba pasando. Finalmente lo conduje hasta donde estaba mi madre, que lo esperaba con una leve sonrisa en el rostro y le tendió la mano al instante que lo tuvo enfrente.

–Stella Front, líder de La Resistencia, es un placer tenerlo con nosotros, señor King –dijo ella dándole un firme apretón de manos, a lo que él simplemente respondió asintiendo con la cabeza–. Ellos son el nuestro líder militar, Briggs, y Joseph, encargado de la enfermería.

Ambos hombre simplemente saludaron con la cabeza a Jason, aunque se notaba que lo hacían con todo el respeto del mundo. Claramente entendían que él no estaba muy cómodo con toda esa gente a su alrededor y decidieron darle su espacio.

–Señor King, es un gusto, soy Joel Green –dijo Surfer acercándose tímidamente, con admiración en su mirada y sin saber exactamente si saludarlo o no–. Tras la caída del Régimen busqué algunos de sus trabajos, los que Cíclope no llegó a destruir, debo decir son realmente impresionantes.

–Él será el nerd encargado de ayudarlo –aclaró Sandy a Jason, al ver que este había puesto los ojos como platos, sorprendido de las palabras de aquel joven. Este comentario le ganó a Sandy una mirada de odio por parte de su novio, a la que ella simplemente respondió lanzándole y un beso en el aire y sonriendo.

–Y ella es el último miembro del equipo que le hace falta conocer, Emma Kyle, Gravity –dije a Jason mientras la miraba, el comentario la tomó por sorpresa, pero de inmediato una hermosa sonrisa se formó en su rostro.

–Es un placer conocerlo finalmente, señor King, he escuchado cosas maravillosas de usted –dijo Emma con amabilidad, claramente se encontraba un poco más estable que antes, y puede que el hecho de que Joel ya estuviera lo suficientemente bien para quedarse a su lado y ayudarla mientras nosotros no estábamos tuviera algo que ver.

Cuando mi madre terminó de presentarle a algunos otros peces gordos de La Resistencia, el grupo permaneció en silencio, a excepción de los constantes murmullos del resto de los habitantes del campamento, quienes aún se encontraban fascinados e igualmente intrigados por aquel hombre alto que había llegado junto a nosotros.

–Bien, supongo que tenemos mucho que discutir –dijo finalmente mi madre–, por favor, venga conmigo, mientras tanto nos encargaremos de prepararle un lugar cómodo para que descanse, debe estar agotado.

–Muchas gracias –fue lo único que atinó a decir Jason mientras que seguía a mi madre entre la multitud, que ya se estaba despejando. Era un hombre de pocas palabras.

Todos fuimos hacia la capilla, donde se llevaban a cabo las reuniones más importantes de La Resistencia. Allí mi madre volvió a explicar el plan de abrir un portal a otra dimensión por el cual tendríamos que enviar a Eon para todos los presentes, y Jason confirmó que podía lograrlo con algo de tiempo y el equipo adecuado, pero también se encargó de exponer sus condiciones para llevar a cabo semejante trabajo.

Hizo jurar a los miembros fundadores de La Resistencia que obedecerían siempre su palabra en lo que se refería a la creación del portal, que no intentarían convertirlo en un arma, como habían hecho varios gobiernos tras escuchar de él, y que nadie que él no quisiera se acercaría al lugar donde estuviera trabajando. También advirtió sobre los peligros que yacían en El Otro Lado, y junto a ello enunció su última condición: una vez que Eon hubiera cruzado el portal, el mismo debía ser destruido de inmediato y para siempre, y que jamás se volvería a intentar abrirlo.

Inmediatamente aceptamos sus términos. No había discusión posible, estábamos desesperados y en ninguna posición para negociar, además, sus términos eran justos, no tenía sentido entrar en un debate.

Sin más que decir, se dispuso que un viejo galpón que estábamos usando como almacén se convertiría en el laboratorio de Jason King, y la reunión terminó tan rápido como comenzó.

Mi madre dio la orden, y un grupo de soldados comenzó a desalojar el tinglado para que nuestro invitado se pusiera a trabajar tan pronto como fuera posible, mientras que nosotros decidimos que habíamos tenido demasiadas emociones para una noche, de forma que, a pesar de que apenas eran las seis de la tarde, nos fuimos a dormir. Los reclutas, a pesar de sus errores, se merecían una buena noche de descanso, y, de todas formas, les tenía una sorpresa preparada.

Eran las nueve de la mañana, y yo volvía de hacer mi ejercicio matutino. Vestía una remera verde militar algo gastada, unos pantalones cargo que me permitían moverme fácilmente, y unas botas de combate. La única diferencia fue que esa mañana no pasé a las duchas. En lugar de eso, entré a mi habitación y tomé mi arco y el carcaj lleno de flechas, para luego dirigirme hacia el otro lado del campamento.

Llegué a un improvisado puesto de vigilancia y me apresuré a subir la escalera, allí estaba Alan con unos binoculares, mirando en dirección a unas casa que se encontraban en la lejanía.

–Diablos, Daniel, pensé que ya te habías acostumbrado nuevamente a tener una ducha cerca –comentó al notar mi presencia.

Sonreí ampliamente, sabiendo lo que venía, y coloqué mi mano con fuerza en su hombro.

–¿Algo interesante? –pregunté, aunque ya sabía exactamente lo que él estaba haciendo ahí.

–Nada por el momento –dijo él secamente, mientras volvía a mirar hacia el conjunto de casa.

Oí que tragaba saliva, y entonces me giré para ver en la misma dirección que él. Rachel acababa de salir de su casa, y estiraba sus delgados brazos hacia el cielo, en un intento de despabilarse de una buena noche de sueño.

–Sabes, la mayoría de las mujeres no aprecian que las acosen –comenté, mientras lo miraba con una ceja alzada.

–Ya no sé qué hacer para que se fije en mí –confesó él, bajando los binoculares.

–Intenta no ser un idiota, eso por lo general ayuda –repliqué de inmediato, con una sonrisa en el rostro.

–Creo que estas pidiéndome demasiado.

Reí secamente, antes de darle unas palmadas en la espalda, y comenzar a retirarme. Debía encontrar a los otros.

–Nos vemos en las afueras del puerto, en diez minutos –fue lo último que dije antes de bajar las escaleras, él simplemente contestó un seco "bien".

Continué mi caminata, encaminándome hacia el comedor.

Al entrar me encontré con que estaba casi vació. La mayoría de las personas se levantaban muy temprano para comer, después de todo el resto del día estaba cargado de actividades, y no había tiempo que perder. Sin embargo, sentados en una mesa a la distancia, pude ver a Elliot y a Rebecca, comiendo lo que había sobrado de la mañana en silencio.

Sin rodeos, me acerqué a ellos. Rebecca aún tenía la mirada como perdida, probablemente por lo que había ocurrido la noche anterior, prácticamente jugaba con la mezcla de semillas y verduras que tenía en su sucio plato. Por su parte, Elliot estaba concentrado en su comida, los velocistas por lo general comían en exceso.

–Lamento interrumpir su desayuno, pero vamos a tener una reunión especial a las afueras del puerto, los veo allí en cuanto hayan terminado –dije, y planeaba continuar mi camino, pero entonces me detuve y los miré– ¿Saben dónde está Frank?

–¿Realmente no lo sabes? –dijo Elliot con su boca llena de comida.

–Por supuesto... en fin, los espero.

No tardé en encontrar mi camino hacia el ex militar. Solo tuve que ir a la misma casa en la que él había estado desde que había llegado al campamento.

Golpee la vieja puerta con suavidad y, casi al instante, esta se abrió, dejándome ver a una mujer de aspecto cansando, quien parecía haber tenido una noche dura.

Al verme, ella se paró derecho y abrió los ojos como platos.

–Archer... Señor Front... –comenzó a decir ella, algo sorprendida.

–Daniel, por favor –dije con una sonrisa, y ella me la devolvió– ¿Él está aquí?

–Sí, está preparando a Daisy para el colegio –respondió, captando de inmediato a lo que me refería–, por favor, pase, es la última habitación a la izquierda.

Asentí con la cabeza y me adentré en aquel hogar. Tuve que andar con cuidado de no pisar ninguno de los muchos juguetes que había en el suelo, y de no chocar con ninguno de los niños que pululaban por los pasillos de esa casa. La construcción de nuevas viviendas iba lenta, pero confiábamos en que pronto podríamos trasladar a algunas familias a ellas, y evitar situaciones como estas, en las que una casa contenía a más de quince personas.

Avancé por el pasillo, y, al notar que la puerta estaba entreabierta, la empujé suavemente.

La habitación estaba llena de bolsas de dormir en el piso, como si allí hubiera ocurrido la más grande pijamada de la historia. Prácticamente en el centro de la habitación, Frank se encontraba arrodillado, acomodando la ropa de Daisy, la hija del piloto asesinado por Damien.

–Bien, eso es todo –dijo el ex militar, dándole los toques finales– ¿Prometes portarte bien hoy?

–Aja –fue lo único que respondió la pequeña. Ni siquiera miraba a Frank a los ojos, y se notaba que eso le dolía.

–Bien, con eso me basta –comentó él–. Nos vemos después de clases, Daisy.

Sin más, la niña salió de la habitación con un cuaderno y lápiz en mano, ignorándome a mí también.

–Es un progreso –comentó él, ya poniéndose de pie–, antes no podía acercarme a ella.

–Dale tiempo, ella entenderá que no fue tu culpa, y confío en que tú lo harás también –dije con la estúpida esperanza de que, esta vez, él escuchara–. Acompáñame, tengo que hablar con todos ustedes.

–Me quedaré a ayudar a la señora Klein a acomodar un poco el lugar, si no es problema –replicó, mientras se ponía levantar cosas del suelo.

–Para nada, nos vemos en diez en el puerto.

Dicho esto, me giré y me retiré de aquella casa, dirigiéndome hacia mi destino final a esperar a los reclutas.

El puerto, no era otra cosa que un viejo puente de madera que se adentraba unos metros en el mar, y que tenía unos cuantos barcos viejos a medio hundir a su alrededor, pero, antes de llegar a él no había ninguna casa y el suelo era llano y duro, perfecto para lo que quería hacer.

Tuve que esperar algo más de diez minutos, pero finalmente sentí los pasos de Alan, Elliot, Frank y Rebecca acercarse lentamente. Por lo bajo murmuraban, preguntándose de qué se trataba todo eso, pero sabían que pronto lo descubrirían, así que simplemente guardaron silencio y avanzaron.

–Bien, tengo que advertirles que esto no va a gustarles –comenté mientras me giraba para verlos, y nuevamente oí a Alan tragando saliva–, pero llegó el momento de entrenarlos.

–¿Qué? –preguntó Elliot, algo confundido– ¿De qué entrenamiento hablas?

–Ustedes nunca lucharon lado a lado, y cuando lo hicieron, todo se fue a la mierda –al escuchar estas palabras Rebecca clavó su mirada en el suelo–, y no puedo llevarlos a la pelea si no confían en sus compañeros. Piensen esto como un pequeño ejercicio de construcción de equipo.

–¿Y de qué se va a tratar? –inquirió Alan, ahora mostrándose ansioso.

–Bueno, cuando Los Vigilantes comenzaron, contábamos con una sala de entrenamiento virtual, ahora no tenemos tales lujos, así que vamos a tener que improvisar un poco –comenté, al tiempo que formaba una media sonrisa–. Tienen que derrotarme.

Por un segundo, el pequeño grupo se quedó en silencio, pero, al instante, Alan y Elliot compartieron una mirada y lanzaron un resoplido, como si acabaran de escuchar la cosa más estúpida del universo.

–Déjame entender esto –dijo Alan, mientras se tocaba la frente y caminaba hacia mí– ¿quieres que te ataque un velocista, un tipo que controla metales, uno que atraviesa paredes y una chica perro?

–Precisamente.

–¿Y esperas salir vivo de eso? –preguntó Elliot con incredulidad.

–Las reglas son simples, si caen al suelo pierden, tiene permitido utilizar sus poderes, si logran derribarme, ganaron –aclaré, sin responder la pregunta del pelirrojo.

–¿Y tú que vas a usar? –preguntó Frank con seriedad, como si esperara que hubiera alguna especie de trampa.

–Esta mañana cambie las puntas de mis flechas por unas no letales, pero no se confundan, va a doler como mil demonios –clarifiqué, Alan y Elliot volvieron a compartir una mirada, como si estuviera absolutamente loco–, también dejé algunas flechas especiales en el carcaj ¿les parece bien?

Frank y Rebecca asintieron, mientras que Elliot y Alan continuaron sonriéndose como idiotas.

Sin más, me alejé un poco y llevé mi mano al carcaj, para luego girarme y enfrentarlos.

–¡Comiencen! –grité, y me preparé para que dieran el primer ataque.

Sin embargo, los cuatro se quedaron mirándome quietos, incapaces de decidir qué hacer.

Finalmente Alan lanzó un suspiro de frustración y comenzó a avanzar hacia mí caminando.

–Bien, supongo que yo voy primero –dijo mientras caminaba como si ya estuviera aburrido–, acabemos con esto rápido.

Sonreí y saqué una flecha que disparé directamente a su frente, y, justo como esperaba, él la dejó pasar a través de sí. El proyectil tomó desprevenido a Elliot, quien no llegó a reaccionar y recibió todo el impacto en su frente, cayendo al suelo de inmediato.

Alan se giró rápidamente al oír el golpe contra el suelo, y se quedó paralizado al ver al velocista en el suelo, frotándose su adolorida cabeza.

–¿Qué rayos crees que haces? ¿A caso perdiste la...? –empezó a preguntar él al tiempo que se giraba nuevamente en mi dirección.

Para su desgracia, yo ya estaba prácticamente sobre él, y cuando estuvimos frente a frente, solo llegó a abrir los ojos bien grandes antes de recibir un fuerte golpe con el arco en el cuello, seguido de una patada en el pecho que lo sentó en el piso.

Frank y Rebecca miraron alrededor y luego se miraron el uno al otro. Ella cambió sus manos por garras, y sus dientes por colmillos, mientras que el primero empezó a hacer levitar unos engranajes oxidados que había tirados en la playa, los cuales se apresuró a lanzar.

Corrí en dirección a Rebecca, mientras me agachaba o saltaba para esquivar los proyectiles lanzados por Frank. Por su parte, ella avanzaba a una velocidad tremenda, con su feroz mirada clavada en mí.

Esperé el momento justo, y disparé a uno de los engranajes lanzados por el ex militar, este desvió su trayectoria, impactando a Rebecca en la cara, desestabilizándola, momento que aproveché para agacharme y trabar sus piernas con mi arco, haciéndola caer de fauces en la tierra.

En el mismo movimiento, giré 360° para esquivar un nuevo engranaje lanzado por Frank, y disparé una nueva flecha. Todos los engranajes detuvieron su vuelo, y él se concentró únicamente en parar el proyectil que se dirigía hacia su rostro.

Lo consiguió a duras penas, deteniéndolo a escasos centímetros de su cara, lo que lo hizo sonreír un poco, pero la sonrisa se borró cuando escuchó un pequeño pitido proveniente de la punta, que luego estalló en un fuerte haz de luz, cegándolo momentáneamente.

Sin perder el tiempo, corrí hacia él y lo golpee en la rodilla y luego en el mentón, logrando que caiga sobre su espalda.

Me giré para ver una patética escena. Los nuevos Vigilantes luchaban por levantarse del suelo, adoloridos y confundidos, como si no tuvieran la más mínima idea de lo que los había golpeado.

Uno a uno, fueron poniéndose de pie, y Elliot y Alan me miraron, esta vez sin risas, sino más bien como reprochándome algo.

–¡De nuevo! –exclamé con seriedad, mientras me preparaba para el próximo ataque.

–¿Quieres jugar sucio? –preguntó Elliot, quitándose la mano de su adolorida cabeza– Juguemos sucio.

Tras oír estas palabras, simplemente me corrí hacia un costado y disparé una flecha-congelante al suelo. Frank intentó advertirle, pero el velocista ya estaba en plena carrera, y no llegó a frenar antes de patinar sobre el hielo y caer sobre unos arbustos bajos que se encontraban a unos metros de distancia.

Alan se quedó boquiabierto, y les dedicó una tonta expresión a sus dos compañeros restantes.

–Después de ustedes –fue lo único que atinó a decir.

Esta vez Rebecca se lanzó corriendo en cuatro patas por el suelo, para luego efectuar un poderoso salto, con el que pretendía caer sobre mí, pero rodé por el suelo justo a tiempo y, mientras lo hacía, disparé una flecha que impactó en su espalda, enviándola una vez más de boca al piso.

Cuando logré ponerme de pie ya tenía a Frank prácticamente encima de mí, intentando asestarme un puñetazo en el rostro, el cual desvié sin mayores problemas con el arco.

En seguida, una patada pasó rozándome la cabeza, pero aproveché el momento para impulsarme por el suelo y saltar sobre Frank, tirándolo al suelo solamente con ese empujón.

Inmediatamente me levanté y observé a Alan, quien todavía no se había movido de su posición.

–Mierda... –fue lo único que acertó a decir, antes de correr hacia mí con un puño en alto y lanzando un grito de guerra que, supongo, tenía la intensión de asustarme.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, me agaché para dejar pasar su puñetazo por sobre mí, y le asesté un poderoso gancho directo al estómago, sintiendo claramente como todo el aire escapaba de sus pulmones.

Me corrí, y Alan simplemente cayó de rodillas, para luego tirarse adolorido en el suelo, probablemente no debí usar mi brazo robótico.

Los observé levantarse una vez más, ya llenos de tierra y con expresión de cansancio, y no pude evitar fruncir el ceño.

–¡Otra vez! –exclamé, esta vez más fuerte.

Sin embargo, el tercer intento no obtuvo mejores resultados. Esta vez Rebecca intentó atacar primero, seguida de Alan y Frank, y Elliot esperó al final, tratando de evitar una nueva sorpresa de mi parte, pero nada sirvió, todos ellos cayeron en cuestión de minutos, sin siquiera tocarme.

Un pequeño grupo de personas se había reunido para ese entonces, observando como los héroes caían una y otra vez, haciendo muecas cada vez que alguno recibía un golpe muy severo, y, si no me equivoco, algunos habían empezado a apostar sobre quién sería el primero en caer en cada ronda.

Tras diez intentos fallidos, en los que sólo recibí unos pocos golpes de parte de Frank, que era el mejor entrenado en combate cuerpo a cuerpo, y algún que otro rasguño de Rebecca, la situación empezaba a volverse frustrante.

Elliot se apresuraba a atacar, pensando que su velocidad compensaría su falta de técnica en el combate, Alan tenía algunos buenos movimientos, y empezó a utilizar más su poder para dejar pasar mis ataques, pero eso no bastaba, y en cuestión de segundos también se encontraba en el suelo. Frank era más cauteloso, utilizaba sus poderes lo justo y lo necesario, intentando las más de las veces aprovechar el apuro de sus compañeros para tomarme por sorpresa, y, finalmente, Rebecca, a pesar del enojo que le producía la situación, claramente se estaba conteniendo, no estaba aprovechando todo su potencial.

Una vez más, todos terminaron en el suelo, y ya no pude evitar lanzar un resoplido de frustración. Los reclutas estaban golpeados, sucios y agotados. Lo que había empezado con la idea de ser una forma de acercarlos más, estaba empezando a resultar en lo contrario: cada vez parecían atacar de forma más descoordinada, más imprecisa, a veces incluso insultándose entre ellos tras un intento fallido.

La multitud había crecido impresionantemente a nuestro alrededor, y las caras que en un principio habían sido divertidas, ahora se notaban preocupadas, entendiendo que ese grupo que tenían delante, aquel que estaba recibiendo una golpiza de parte de un tipo con un arco y flechas, ellos serían los que velarían por la seguridad del mundo y enfrentarían a Eon.

Nuevamente, tuve que contemplar a mis compañeros revolcados en el suelo, escupiendo tierra, y maldiciendo por lo bajo mientras se levantaban, y ya no pude aguantarlo.

–Tómense un descanso –dije secamente, mientras me alejaba de ellos.

Caminé por el costado del mar varios metros, poniendo cada vez más distancia entre el grupo y yo, hasta llegar a unos desfiladeros, donde patee con fuerza una inocente roca que estaba en el suelo.

–Sabes que ese no es el camino –dijo una voz femenina que provenía de más adelante.

Me detuve por un segundo, y luego lancé otro resoplido de frustración.

–¿Qué te parece si dejamos de tener estas pequeñas reuniones? –pregunté, acercándome un poco para mirar a Kali, quien estaba sentada con la espalda apoyada contra algunas rocas, contemplando el mar.

–Técnicamente, esta vez tú viniste hacia mí –replicó ella sin mirarme–. Me aburrí después de que los derrotaras por séptima vez y decidí dar un paseo –tras decir estas palabras se levantó y se giró para verme–. Tu "entrenamiento" no los está llevando a ningún lado.

–Bueno, gracias por la opinión, pero creo que lo que haga con el equipo no te incumbe –repliqué y comencé a marcharme.

–¿Recuerdas nuestras primeras sesiones? –dijo ella de repente, logrando que me detenga en seco– Éramos un desastre, nos patearon el trasero una vez tras otra, hasta que finalmente pudimos ver que la única manera de ganar era trabajar juntos.

–Ellos ya deberían haberlo notado, se suponía que eran héroes –dije, quitándome un peso de encima.

–Ninguno de nosotros empezó siendo un héroe ¿o te olvidas de eso? –preguntó Kali, poniéndose delante de mí– Nos llevó tiempo, esfuerzo, pérdidas. Ellos aprenderán, serán héroes, pero tú debes guiarlos.

–¡Conocen sus poderes! ¡No es la primera vez que se enfrentan a una amenaza! –exclamé, agotado por la discusión.

–Estas trabajando con una chica que pasó casi toda su vida en soledad, un ex criminal, un militar retirado que no quería sus poderes, y... bueno, Alan, quien, no sé si lo has notado, pero no es realmente bueno con la gente –explicó ella con calma, y sus últimas palabras, aunque intenté resistirme, lograron hacerme sonreír levemente.

Sin más, pasé por delante de ella y continué mi camino. Era hora de regresar al entrenamiento.

–¿Sabes que fue lo que hizo que me concentrara en nuestros primeros entrenamientos? –dijo ella mientras yo seguía caminando– Tu padre, Edward, dos grandes héroes que nos enseñaron el camino, que nos hicieron mejores, que nos inspiraron. Tú puedes ser eso para ellos, Daniel... tienes que serlo.

Por más que odiara aceptarlo, Kali tenía razón. Golpear a los reclutas no iba a llevar a nada, tenía que buscar otra manera. Con esa idea en mente, volví a dirigirme hacia nuestra base y me perdí entre los edificios.

Al cabo de algunos minutos, regresé al puerto, acompañado de Amy, Sandy, Rachel y Briggs. Había invitado a Joel, pero se encontraba muy ocupado dándole una mano a Jason.

Cuando nos vieron llegar, los reclutas suspiraron con frustración. La gente que se había reunido alrededor ya se habían retirado, solo estábamos nosotros.

–¿Supongo que vienen a patearnos el trasero con más fuerza? –preguntó Alan con resignación.

–Espero que no –dije, mientras me paraba junto a ellos, mis compañeras siguieron caminando hasta posicionarse a unos metros de nosotros–. Nuevo ejercicio, nuevas reglas. Esta vez, el objetivo va a ser derribarlos a ellos, yo estaré con ustedes, los poderes están permitidos, pero si uno de nosotros cae, todos perdemos ¿entendido?

Los reclutas se miraron con desconfianza por algunos segundos, y luego dirigieron su mirada hacia mí para asentir levemente.

Extendí mi mano y ayudé a Alan a levantarse del piso, y una vez que todos estuvimos de pie nos colocamos frente a aquellos intrépidos guerreros, que nos miraban con una pequeña sonrisa en sus rostros.

–No se preocupen, solo tiene balas paralizantes –aclaró Briggs mientras preparaba su arma, notando que Alan no paraba de observarlo

–Esto va a ser bueno –fue lo último que dijo Amy antes de lanzarse al ataque.

Sin piedad, Midnight me lanzó un fuerte puñetazos que casi me da directamente en la nariz, obligándome a retroceder un poco.

A mi derecha, Rebecca y Frank luchaban sin cesar contra Sandy, que parecía poder mantenerlos a raya bastante bien utilizando el barro que había en la orilla a su favor.

Por su parte, Elliot corría en todas las direcciones posibles, haciendo lo posible por esquivar los continuos y precisos disparos de Briggs, que le impedían al velocista atacar.

Todos nos detuvimos al escuchar un poderoso impacto en el suelo, y al girarnos nos encontramos a Alan tendido en el suelo, limpiándose un poco de sangre de su nariz, y a Rachel mirándolo con sus ojos brillando en purpura y en posición de combate.

–Supongo que me merecía esa –fue lo único que aquel muchacho atinó a decir, aún tendido en el suelo.

Sonreímos levemente, y volvimos a posicionarnos, preparados para empezar el ejercicio nuevamente.

Sin más, los dos equipos nos lanzamos al ataque nuevamente, enfrentándonos esta vez en un impresionante combate mano a mano.

Los puñetazos y las patadas volaban de un lado al otro, y se escuchaban de vez en cuando los disparos del extraño arma de Briggs, pero aún nadie había caído en los primeros minutos de batalla.

Me encontraba eludiendo los leves disparos de energía que Rachel intentaba acertarme, cuando Elliot pasó a toda la velocidad y la tiró al suelo de un solo empujón, tomándose un segundo para sonreírme.

Sin embargo, la alegría le duró bastante poco, ya que, cuando quiso volver a moverse, sus piernas se encontraban cubiertas de una especie arena movediza que se lo impedía, la misma estaba siendo generada por Sandy, que no tenía problemas en enfrentar a Alan al mismo tiempo.

Aprovechándose de esto, Amy corrió hacia él y le asestó una fuerte patada en el mentó, tirándolo al suelo inmediatamente.

–Estuvo mejor –dije mirando a los agotados reclutas–, pero recuerden que esto es un trabajo en equipo. Usen sus poderes para complementar el de sus compañeros, no vayan solos.

Ellos asintieron rápidamente, animados al ver que una de las chicas había tocado el suelo.

El entrenamiento se fue volviendo cada vez más arduo. A veces lográbamos tirar a más de uno del equipo contrario antes de que uno de nosotros tocara el suelo, otras veces perdíamos en cuestión de segundos, pero no nos rendíamos. El equipo se estaba organizando lentamente, y mis indicaciones entre combate y combate parecían estar surtiendo efecto.

Entonces, finalmente se dio.

Rebecca había sido la primera en caer en la última ronda, pero habíamos logrado derribar a Amy y a Briggs. Elliot se apresuró a levantar a su agotada compañera, y nuevamente volvimos a colocarnos en posición de combate.

La mañana ya había pasado hacía tiempo, y nos encontrábamos en plena tarde en ese momento, aunque las nubes de lluvia impedían ver el sol y el frío era propio de una gélida mañana.

Esa vez no hubo nada que decir. El ejercicio comenzó, y todo pareció caer en su lugar perfectamente, eso sí, no sin un gran esfuerzo previo.

Briggs comenzó el combate abriendo fuego contra Elliot, que ya se había lanzado a correr y esquivaba ágilmente las trampas que Sandy el colocaba en el camino. Por su parte, Frank se encargaba de atrapar los proyectiles que se dirigían hacia el velocista, y redirigirlos hacia Rachel, que los pulverizaba en pleno vuelo con sus disparos de energía.

Rebecca y Amy se habían enfrascado en una intensa pelea, que parecía no tener una ganadora definida, mientras que yo intentaba apuntar correctamente para no lastimar a mi compañera.

Midnight se movía con gracia, esquivando los zarpazos de Rebecca, quien no parecía aflojar por nada. Sin embargo, esta última, al darse cuenta de mis intenciones, esquivó un puñetazo de Amy haciendo una mortal hacia atrás, momento que aproveché para disparar una flecha boleadora que envolvió el cuerpo de mi novia al instante, dejándola indefensa.

Sin perder tiempo, Rebecca se impulsó con fuerza y saltó sobre ella, haciéndola caer al suelo estrepitosamente.

Mientras tanto, el resto había logrado que Sandy, Rachel y Briggs se replegaran, viéndose forzados a aguantar juntos los continuos ataques de nuestros compañeros.

Viendo que estábamos en una posición en la que no parecíamos poder avanzar más, Alan se lanzó corriendo por el medio del campo de batalla, directamente hacia el grupo enemigo.

Briggs, viendo lo desprotegido que estaba, comenzó a disparar en su dirección, pero él simplemente dejó pasar las balas a través de su cuerpo.

Los proyectiles se dirigían con rapidez hacia Frank, que ahora intentaba impedir que Sandy golpee a Rebecca y a mí con sus gigantescas manos de arena, pero Elliot, sabiendo lo que Alan iba a hacer, se había preparado y corrió velozmente, atrapando las balas en pleno vuelo.

Sin más, Alan pasó corriendo a través de Sandy, que se encontraba en el medio del grupo, quedando así a sus espaldas, y aprovechando su posición le asestó una fuerte patada tras la rodilla a la rubia, que no pudo hacer otra cosa que caer al suelo.

A pesar de esta victoria, el joven quedó en una posición vulnerable, y Briggs lo sabía, de forma que giró rápidamente y, antes de que él pudiera reaccionar y activar sus poderes, le asestó un codazo en la cara.

Todo pareció moverse más lentamente. El equipo pareció quedarse paralizado mientras veían como Alan caía al suelo sin más remedio. Pero no estaba preparado para darme por vencido, de forma que cargué una flecha-garfio y la disparé directamente a mi compañero.

La flecha cruzó todo el campo de batalla a una velocidad impresionante, con su respectiva cuerda detrás, y llegó justo a tiempo para que Alan la tomara entre sus manos a duras penas.

Cuando vi que sus manos se envolvieron alrededor del proyectil, planté mis piernas y tiré de la cuerda, evitando que él caiga, y sorprendiendo a Briggs y a Rachel por igual.

Viendo que los miembros del equipo contrario estaban distraídos, Frank se apresuró a arrojar uno de los engranajes que había utilizado durante el primer combate, impactando en el torso del jefe militar de La Resistencia, que no pudo hacer otra cosa que doblarse adolorido, permitiéndole a él correr y asestarle una letal patada final, que terminó por echarlo al suelo.

Al darse cuenta de que era la última en pie, Stardust reaccionó instantáneamente, y comenzó a tirar disparos de energía en mi dirección, sabiendo que si soltaba la cuerda Alan caería y estaríamos derrotados.

Sin embargo, Rebecca se apresuró a lanzar al aire una pequeña placa de metal que encontró en el puerto, la cual Frank fue lo suficientemente hábil para manipular y hacer que bloquee los ataques de Rachel.

Viendo su oportunidad, Elliot corrió a toda velocidad y embistió con fuerza a Stardust, haciéndola caer al suelo y arrastrarse por el mismo por varios metros.

El puerto quedó en silencio mientras que los reclutas se miraban los unos a los otros, incapaces de creer lo que acababa de pasar. Habían ganado, y, más importante, lo habían hecho como un equipo.

–Bueno, eso fue fácil –comentó Alan mientras recuperaba el equilibrio y soltaba mi flecha.

El comentario logró hacer que los nuevos Vigilantes sonrieran con ganas, y Elliot y Alan no tardaron en empezar a chocar sus puños y festejar como si acabaran de salvar el mundo, mientras que los caídos los observaban con las cejas levantadas.

Esa debió ser la primera vez que ellos se sintieron como un equipo, y también cuando me di cuenta de que estábamos preparados para seguir adelante, y que ellos no se detendrían hasta llevar la pelea hasta la puerta de Eon.

Sin embargo, todavía quedaba un largo camino para lograr nuestro objetivo, y debíamos descansar. De forma que decidimos terminar con el día, con la promesa de volver a intentar el ejercicio a la mañana siguiente, y comenzamos a alejarnos del puerto.

Giré mi cabeza hacia los desfiladeros donde me había encontrado con Kali, y allí la pude ver, parada sobre unas rocas, desde donde nos había estado observando.

–Lo hiciste –dijo por lo bajo, pero mis sentidos lo captaron con claridad.

No evitar sonreír levemente, pero luego clavé la mirada al frente y me apresuré a alcanzar al resto del equipo.

Los días siguientes serían agitados, sin lugar a dudas, y debía descansar para lo que se venía. 

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