32. Quien no juega no gana.
El viaje de regreso a nuestro asentamiento temporario fue largo, lo que permitió que Rebecca pusiera al tanto de su historia a Rachel y a Amy, quienes escucharon con atención la larga y triste historia de aquella desdichada muchacha; y cuando llegamos nos encontramos con que La Resistencia ya había comenzado a desalojarlo, seguramente trasladándose hacia nuestro nuevo y definitivo campamento.
Solo algunas carpas habían quedado sin ser levantadas, y se podía ver a unas pocas personas cargando caja tras caja en los aviones de transporte, que ya se preparaban para despegar.
Entre aquellas personas destacaban Briggs y Kali, la cual se encontraba cargando dos gigantescas cajas que debían de pesar más de doscientos kilos cada una sin sudar una sola gota.
Al verme, Briggs detuvo lo que estaba haciendo y se acercó con una sonrisa de satisfacción en el rostro en la cual se podía leer perfectamente la frase "te lo dije".
–Como ya te habrás dado cuenta, la misión fue un éxito y no hizo faltar usar esto –dijo, soltando exactamente las mismas palabras que me había imaginado que iba a decir, sin borrar la sonrisa de su rostro y tendiéndome el detonado.
–Otro día será –repliqué mientras tomaba el peligroso objeto entre mis manos–. Briggs, te presento al nuevo miembro del equipo, Rebecca Torrance.
–Miembro temporario –recalcó ella de inmediato.
–Sea como sea, será un placer trabajar a su lado –agrego educadamente Briggs, tomó la mano de la salvaje muchacha para luego besarla, algo a lo que, por la expresión en su rostro, ella no estaba muy acostumbrada.
Sin más, Briggs se alejó para retomar su trabajo, y Rebecca no pudo evitar llevar su mirada a Kali, quien seguía demostrando su impresionante fuerza a lo lejos, y realizar la pregunta obvia.
–¿Ella está en el equipo?
–No –respondí secamente–, y te recomiendo que no te le acerques mucho.
–Me imagino que debe haber una historia allí –agregó al escuchar mi respuesta.
–Tal vez demasiada –agregó Amy, aún debilitada, por lo bajo.
Tras llevar a nuestra herida compañera al avión médico para que sea trasladada de inmediato, nos dispusimos a ayudar a cargar las pocas cosas que quedaban en los aviones y, a pesar de contar con la fuerza de Kali y ahora con la de Rebecca que no tenía demasiado que envidiarle a la de la primera, nos llevó el resto del día.
La noche nos encontró en pleno vuelo hacia nuestro destino, pero para cuando despertamos el avión ya estaba colocando sus ruedas sobre la improvisada pista de aterrizaje que La Resistencia había construido apresuradamente para facilitar el movimiento en el lugar.
Por lo que podía ver nos encontrábamos en la costa sur de Islandia, aunque ignoraba totalmente el punto exacto, pero eso me traía sin cuidado, el hermoso paisaje me hacía olvidar por completo los monótonos y aburridos desiertos sin vida a los que estábamos acostumbrados.
Ahora estábamos en un pequeño pueblo, cuyos edificios se encontraban terriblemente deteriorados por las condiciones climáticas y el abandono, ubicado a la orilla del océano, y rodeado por unos enormes e imponentes acantilados que sin duda servirían para ocultar un poco mejor nuestras actividades a Eon.
Debido al importante frío que hacía nos vimos obligados a dejar de lado las carpas e instalarnos todos en las numerosas casas que había en el lugar, las cuales acondicionamos rápidamente. Estábamos algo apretados y la privacidad parecía ser cosa del pasado, pero si nos esforzábamos podríamos levantar nuevas viviendas para descomprimirnos un poco, precarias sin duda, pero lo suficientemente cómodas para ser habitadas.
Por su parte, mi madre y el resto de los cabecillas de La Resistencia instalaron nuestro centro de mando en la capilla del lugar, un robusto y amplio edificio con varias habitaciones, y que se encontraba casi en prefectas condiciones. La mayor parte del tiempo era el lugar desde donde se coordinaban las múltiples misiones que La Resistencia llevaba a cabo alrededor del globo, y por las noches funcionaban como un albergue en el que cientos de personas dormían en el suelo, cubiertos solo por bolsas de dormir. Allí se llevaban a cabo, semanalmente, reuniones multitudinarias para decidir los pasos a seguir de La Resistencia, y planear el ataque final contra El Antiguo.
Una vez que terminamos de trasladar todas nuestras provisiones, nos llevó unos pocos días poner todo en orden para que aquel lugar se empezara a sentir más como un hogar, pero lamentablemente el equipo y yo no tuvimos tiempo de disfrutarlo. El reloj aún estaba corriendo, y nosotros todavía teníamos que buscar a los nuevos miembros del equipo, de forma que, a penas y todo estuvo relativamente en orden, comenzamos a preparar nuevamente un avión para ir en búsqueda del nuevo recluta.
–No entiendo por qué no puedo ir –protestó Amy, cruzándose de brazos y mirándome con seriedad.
–Sí que lo sabes –replique tratando de no elevar la voz, aunque francamente estaba cansado de la discusión–. Joseph dijo que perdiste mucha sangre en el disparo, y que perdiste un poco más cuando sacó los pocos fragmentos de bala que habían quedado dentro de ti. No es seguro que vayas estando así de debilitada.
–Estoy en perfectas condiciones –argumentó ella con cierto enojo en su voz.
Al escuchar esto no pude evitar lanzar un suspiro de frustración, y decidí demostrarle mi punto, de forma que de inmediato tiré un golpe contra su lado herido, el cual ella se apresuró a cubrir. A pesar de que su reacción y su técnica fueron perfectas pude notar que una expresión de dolor recorrió su rostro tras el esfuerzo.
–Bien, pero quiero sepas que, solo por esto, voy a enseñarle a tu hermana a utilizar técnicas de seducción para extraer información de sus enemigos –se resignó, aunque pronunció estas últimas palabras con cierta satisfacción.
–No te atreverías –dije entrecerrando los ojos para mirarla.
–Es lo que obtienes por dejarme de lado, Front –replicó dedicándome una bella sonrisa, la cual se borró de inmediato cuando vio pasar a Emma a unos cuantos metros de nosotros–. Aunque también puedo encontrar otras formas útiles de pasar el tiempo.
–Ella nos necesita ahora más que nunca –suspiré, al tiempo que negaba con la cabeza, lamentándome no poder estar más tiempo a su lado.
–Es difícil verla así, pero estoy seguro que se repondrá, siempre lo hace –respondió Amy a mi expresión de abatimiento, al tiempo que me tomaba de la mano y la apretaba con fuerza–. Voy a hacer lo posible por ayudarla mientras no estas.
–Lo sé, y no esperaría menos de tu parte –agregué, forzándome a sonreír para ella.
Sin más, coloqué un suave beso en sus labios y me dirigí hacia el avión que esperaba para despegar.
–¡Y más te vale que sepas que le pedí a Rachel que te vigile mientras estas alrededor de Rebecca! –exclamó a mis espaldas, haciendo que me diera vuelta para mirarla.
–¡No te preocupes! ¡Jamás besaría a una vegetariana! –grité desde la distancia y sin dejar de mirarla, pero al girarme nuevamente para ver mi camino me encontré con Rebecca de frente, que me observaba con una ceja alzada.
–Escuché eso –sentenció sin dejar de mirarme con extrañeza.
–Yo solo... em... estaba... –intenté decir, pero nada se venía a mi mente.
–¿Bromeando? –preguntó Rebecca completado mi frase, pero al notar que no sabía realmente como seguir simplemente se dio vuelta y comenzó a caminar hacia el avión, dejándome solo.
–Me alegra saber que no soy el único que debe pasar por momentos incómodos –dijo Alan al pasar rapazmente a mi lado, dándome dos rápidas palmadas en la espalda, continuando su camino hacia nuestro transporte.
Cuando finalmente reaccioné, tuve que apresurarme para alcanzar al veloz joven, el cual, de poder haberlo evitado, probablemente hubiera preferido no hablarme, pasando así sin llamar la atención.
–Alan ¡Espera! –exclamé colocando una mano en su hombro, y el rápidamente se giró para mirarme con la expresión de un niño al que atraparon haciendo una travesura– ¿A dónde crees que vas?
–A abordar el avión, señor Archer, líder supremo del grupo de Los Vigilantes, ahora aliado de La Resistencia y salvador de la... –se detuvo a mitad de frase y suspiró al ver mi cara de confusión– Adularte no va a servir de nada ¿verdad?
–¿A eso le llamas adular? –pregunté aún más desconcertado, pero luego sacudí la cabeza, tratando de volver a centrarme en lo importante– ¿Por qué querías abordar el avión?
–¡Porque quiero ir con ustedes! –exclamó sin contener nada– Cuando dijiste que ibas a traer a nuevas personas al grupo supuse que me tendrías en cuenta, pero luego te fuiste a Argentina a buscar a la chica perro...
–¡Escuché eso también! –exclamó Rebecca desde la distancia, haciéndonos notar sus sentidos aún más agudos que los mios.
–... y no volviste a hablarme hasta este momento –concluyó con su escena de ¿celos?
–Alan, jamás voy a poder agradecerte lo suficiente por lo que hiciste por nosotros, pero no creo que seas una buena adhesión para el equipo –dijo con pesadez, sabiendo que no tenía sentido perder el tiempo con mentiras.
–¿Qué? ¿Por qué?
–Simplemente creo que eres una persona que debería encargarse más bien de misiones en solitario, como cuando nos rescataste de la cárcel, trabajos para una sola persona en los que es necesario ser discreto y actuar rápido –respondí de inmediato a sus reproches–. No te imagino respondiendo bien a las órdenes, siguiendo las reglas, trabajando en equipo.
–Primero que nada, me siento terriblemente ofendido por tus prejuicios –soltó él, y su expresión me hacía creer que realmente era así–, pero estoy dispuesto a dejarlo pasar si me das la oportunidad de cambiar tus locas ideas. Y en segundo lugar, pero no por eso menos importante ¿Yo discreto? ¿Es que acaso nunca pasaste más de diez segundos conmigo?
–Realmente lo siento, pero... –comencé a decir, pero me vi interrumpido.
–¡Por favor! Con Amy, Sandy y Joel fuera del combate vas a necesitar a alguien más –rogó él nuevamente–. Solo dame esta oportunidad de ayudar.
–Alan tiene razón –dijo Rachel, que acaba de llegar al lugar y se encontraba terminando de acomodar su traje–, necesitamos ayuda.
–¿Tengo razón? –preguntó él confundido, aunque más por ver como ese atuendo destacaba la belleza de la alienígena que por el comentario en si– ¡Por supuesto que tengo razón! ¡Ja! ¡En tu cara, Dani...!
Fulminé al muchacho con la mirada, evitando que terminara su frase, pero finalmente lancé un suspiro de frustración y bajé la cabeza.
–Bien, puedes venir, pero es tu única oportunidad, la cagas ahora y se terminó ¿Está bien? –pregunté, aunque mi tono serio y amenazador gritaba que no era necesaria una respuesta.
–Por supuesto que sí, te prometo que no te arrepentirás para nada de esto –dijo él, ignorando esto último y con una sonrisa de oreja a oreja.
Sin más nada que decir, simplemente seguí mi camino dejando a Rachel y Alan a mis espaldas.
–Oye, gracias por apoyarme ahí atrás –dijo él mientras ambos seguían mis pasos.
–No hay problema, realmente creo que nos serás de ayuda –respondió ella con una hermosa sonrisa.
–Sí, seguro que fue por eso –agregó Alan guiñándole el ojo, haciendo que Rachel lance un suspiro y apure sus pasos para dejarlo atrás.
Al ver que ella pasaba a toda velocidad hacia el avión me giré para mirarlo, y ambos nos detuvimos.
–Ya estoy conquistándola –dijo al ver mi cara de reproche.
–Y yo ya estoy arrepintiéndome –repliqué.
–Entendido –dijo él asintiendo, y salió a toda velocidad hacia el avión para evitar seguir hablando conmigo.
Cuando llegué a la aeronave, la cual ya tenía su motor en marcha y ronroneando, el resto de mi equipo me esperaba en silencio, tratando de prepararse para el viaje que teníamos por delante, a excepción de Alan que no paraba de hacer toda clase de comentarios a una incómoda Rachel que hacía lo imposible por ignorarlo y fingir estar dormida.
Por mi parte, traté de seguir su ejemplo y me relajé en mi desgastado e incómodo asiento, esperando poder descansar un poco, a pesar de que el viaje no iba a ser tan largo como el anterior.
En esta ocasión nos dirigíamos a Estados Unidos, y, más precisamente, a Mayhem City, anteriormente conocida como Las Vegas. Por supuesto que solo había cambiado el nombre porque, lejos de perder lo que lo hacía tan famoso, el lugar se convirtió en una verdadera ciudad del pecado, donde todos los excesos, descontroles, y maldades podían ocurrir.
Tras "La Caída", nombre que muchas personas en La Resistencia daban a la ascensión al poder por parte Eon, la ciudad de Las Vegas quedó en ruinas y casi completamente deshabitada, pero los viejos hábitos nunca mueren, y un grupo de sobrevivientes no tardó en refundarla, convirtiéndola en algo nuevo: una ciudad entera donde personas normales y súper-humanos se reúnen para dejarse llevar y beber hasta ahogar sus penas, pero, principalmente y aún más importante, donde se realizan apuestas sobre todo tipo de eventos.
¿Peleas de gladiadores súper-poderosos? ¿Carreras de obstáculos que enfrentaban a velocistas hasta la muerte? Todo lo que a una mente perversa pudiera ocurrirse podía ser encontrado en aquel lugar y utilizado para generar dinero. Los límites eran cosas del pasado.
Toda esta información nos llegaba por parte de un viajero que, tras largas peripecias, encontró nuestra base en Islandia, donde se instaló de forma definitiva.
Al encontrarnos buscando reclutas no pudimos evitar interesarnos por su historia, y fue una suerte que lo hiciéramos, porque entre todas las aventuras que aseguraba haber vivido en aquella ciudad, había varias que destacaban por la presencia de un particular personaje: Quickstrike.
Aquel nombre captó nuestra atención de inmediato, ya que se trataba del mismo que utilizaba un velocista al que habíamos intentando reclutar unos meses después de la muerte de Mark y que nos había rechazado en repetidas ocasiones.
Clark Mott era su verdadero nombre, y concentraba sus esfuerzos en la ciudad de Chicago, actuando siempre con bondad y heroísmo bajo un estricto código moral.
Sus actividades cada vez mayores en la ciudad llamaron nuestra atención en el preciso momento en que nos encontrábamos buscando un nuevo velocista, así que decidimos investigarlo un poco y llevarle nuestra propuesta. Pero no pudimos evitar llevarnos una sorpresa ante su respuesta.
–Muchas gracias por tenerme en cuenta, pero ustedes siempre están luchando contra monstruos y gente que intenta dominar el mundo, y alguien debe quedarse atrás para proteger a la gente común de los "pequeños" problemas –comentó, siempre con pequeñas variaciones, en las tres ocasiones que intentamos traerlo al grupo. La única constante era la confiada y alegre sonrisa que nos dedicaba desde atrás de aquella máscara negra que apenas lograba ocultar más que sus pómulos y, mucho menos, su identidad.
Solo cuando descubrimos un poco más de la historia de aquel sujeto pudimos comprender los motivos detrás de sus palabras.
Resulta que Clark Mott era uno de esos tipos comunes a los que él tanto le gustaba defender. Treinta años, clase media, una casa que aún estaba pagando, un trabajo de ocho horas, un auto, amigos, y lo más importante de su mundo: una esposa y un hijo a los que adoraba más que a cualquier otra cosa. Clark llevaba la vida perfecta, era querido por todos y nadie creía haber escuchado salir una palabra de odio de su boca en toda la vida. Pero había algo en aquel "hombre común" que lo separaba de todas las personas que lo rodeaban: sus genes tenían la potencialidad para convertirlo en un súper-humano pero estos jamás se expresaron, de forma que todo eso quedó latente, dormido, hasta que ocurrió la tragedia.
Una noche, regresando de un partido de baloncesto junto a su esposa y a su hijo, fueron interceptados por una violenta pandilla que venía actuando desde hacía unos meses en la ciudad, llamando la atención de la prensa y de la policía. Clark les dio todo lo que tenía encima, su teléfono, su dinero, los anillos de casamiento, incluso sus zapatillas, pero nada de esto evitó que uno de los pandilleros más jóvenes, de apenas diecisiete años, disparara contra todos ellos como parte de un diabólico rito de iniciación.
Su familia murió prácticamente en el acto, pero Clark se quedó allí tirado por varios minutos, sufriendo por el dolor, totalmente incapaz de salvarlos, resignándose así a observarlos desangrarse frente a sus ojos, aunque haciendo algún que otro inútil intento, entre llantos, de pedir ayuda.
Sin embargo, el miedo, la impotencia, la desesperación, y el resto de las emociones que se acumularon en su pecho, sumado a la adrenalina que su cuerpo liberaba, bastaron para activar sus genes especiales, salvándole la vida y otorgándole el poder de la velocidad, que desde entonces utilizó para enfrentarse a pandillas, mafiosos, asesinos, ladrones de bancos y más, bajo la identidad de Quickstrike.
Confiábamos que, ante la situación extrema que estábamos enfrentando, esta vez aquel buen hombre reconsideraría su posición y se uniría a nosotros para enfrentar a nuestra mayor amenaza.
Me desperté con la sacudida del avión al aterrizar. Aparentemente los pilotos escucharon los relatos sobre la ciudad y decidieron que lo mejor era no acercarse demasiado, de forma que aún quedaban unos cuantos kilómetros de desierto entre nuestro destino y nuestra pista de aterrizaje.
De todas formas no nos quejamos, y decidimos bajar del avión y comenzar a caminar. No había tiempo que perder.
Caminamos en silencio por el desierto, viendo la alguna vez exitosa ciudad a la distancia, preguntándonos en nuestras mentes qué era lo que nos esperaría en aquel lugar, y casi como si el universo quisiera darnos una señal, la respuesta llegó cuando nos encontrábamos a escasos metros de nuestro destino.
–Supongo que no van a estar muy contentos de vernos –soltó con total tranquilidad Alan.
–¿Por qué lo dices? –preguntó Rebecca sin siquiera mirar al muchacho, como restando importancia a su comentario.
Alan no respondió absolutamente nada, en su lugar simplemente alzó su brazo y señaló un gigantesco cartel blanco, aunque con grandes porciones de óxido en varios lugares, en el que alguien había escrito con una tétrica pintura negra: "¿Dónde estaban Los Vigilantes?"
Esa pregunta era nuestra bienvenida a Mayhem City, y sabíamos perfectamente a que se refería, ya que, a espaldas del cartel, se extendía la desolada ciudad, por cuyas calles veíamos pasar a gente desnutrida, borrachos, asaltantes huyendo con los botines que habían quitado a sus desprevenidas víctimas. Nosotros no habíamos estado para todas aquellas personas, y tenían derecho a recriminárnoslo.
La tarde estaba a punto de acabar, y la luz anaranjada del sol daba un aspecto aún más sombrío a aquel destrozado páramo. Pero, lentamente, las luces de la ciudad se iban encendiendo, llenando de colores el desierto y anunciando las apuestas de esa noche estaban a punto de comenzar.
Ni bien pusimos un pie en la ciudad, una multitud de gente se abalanzó sobre nosotros, poniendo sus manos a nuestro alrededor para que les diéramos algo, pero ninguna voz pedía agua, o comida, sino que todas rogaban por dinero en un infernal canto producido por un coro de voces apagadas, casi sin vida.
Aquellas personas no parecieron reconocerme ni a mí, ni a Rachel, lo que fue una suerte porque probablemente hubiera implicado problemas de entrada. Sin embargo no me sorprendía para nada, ya que la gran mayoría de ellos se encontraban demasiado borrachos como para formar una frase coherente, y el resto daban todos los indicios de estar bajo los efectos de alguna potente droga, lo que me trajo el fugaz recuerdo de Joel.
No sin cierto esfuerzo, y teniendo que recurrir a bruscos empujones más de una vez, logramos abrirnos paso entre esa marea de gente que nos había cercado, y pudimos pararnos a observar a nuestro alrededor en busca de algún indicio de nuestro objetivo.
Mayhem City, a pesar de toda la destrucción que había tenido que soportar, debía de ser uno de los puntos más poblados del mundo, lo que nos hacía difícil elegir un lugar por donde empezar. La gente iba y venía, entrando a los desolados edificios que alguna vez habían servido de casinos y hoteles, los cuales ahora funcionarían para todo tipo de actividades que en otra época hubieran sido ilegales.
–¡Ustedes! –gritó una voz entusiasmada, haciendo que nuestras miradas se dirigieran hacia ella– ¡Si, ustedes! ¿Quieren comprar Felicidad?
Observamos al flacucho joven de no más de veinte años en aquel pobre puesto callejero, ofreciéndonos un paquete de lo que seguramente serían algún nuevo tipo de drogas.
–Solo me quedan mis últimas unidades –exclamó nuevamente sacudiendo aquel sobre–, pero van a ser más que suficientes para que ustedes, viajeros, tengan una buena noche en Mayhem City.
Varias personas se acercaron e intentaron quitárselo, pero él de inmediato sacó un viejo revolverlo y eso bastó para aterrar a los asaltantes que huyeron inmediatamente.
Tras el pequeño incidente decidimos acercarnos al "comercio".
–Sí, sabía que no podrían resistirse, mis productos son famosos en toda la región –comentó y sonrió maliciosamente– ¿Cuánto van a querer?
–No queremos la basura que vendes –exclamé de inmediato, y la confusión en su rostro fue notable–, estamos buscando a alguien.
–Ah, hubieran empezado por ahí –volvió a sonreír–, tenemos esclavas provenientes de todos los continentes, dispuestas hacer lo que quieran por ustedes.
En ese momento decidí que ya había escuchado demasiado, y simplemente tomé al comerciante por sus sucias ropas para luego arrancarlo de su pequeño puesto de venta y arrojarlo al suelo.
Él intentó arrastrarse, pero rápidamente coloqué mi bota en su cuello y cargué una flecha en mi arco, con el cual le apunté al medio de la frente.
–Estaba dispuesto a pagar por la información que quería, pero creo que voy a tomar otra ruta –dije al tiempo que apretaba un poco más su cuello–. Me vas a decir dónde está Quickstrike, y luego vas a desaparecer de mi vista, y si tienes la mala suerte de volver a cruzarte en mi camino te juro que lo vas a lamentar.
Una gran multitud volvió a rodearnos, haciendo que el resto de mis compañeros se pusieran bastante nerviosos e incluso tomaran una posición defensiva, preparados para el combate, pero esperaba que eso no llegara a ocurrir.
–¡Quickstrike! ¡Si, lo conozco! –exclamó con sus ojos saltándole del cráneo por la presión y el miedo– ¡Es el líder de los Slowmo!
–¿De qué rayos estás hablando? –pregunté de forma amenazante, tratando de darle algún sentido a sus palabras.
–¡Los Slowmo! ¡Una peligrosa banda de velocistas que controla la parte Norte de la ciudad! –respondió de inmediato el joven– ¡Suelen reunirse y organizar eventos en el antiguo Motor Speedway!
Al escuchar estas palabras me giré para mirar a Rachel, ya que esta información ciertamente no encajaba con el perfil de Clark, pero ella simplemente se encogió de hombros y me dedico una mirada que me indicaba que ya era hora de irnos.
Y efectivamente tenía razón, el tumulto de gente era cada vez mayor, y habían empezado a aparecer personas con cara de pocos amigos cargando palos y demás herramientas que utilizarían sin dudarlo como armas.
Quité mi pie del cuello de aquel sujeto, permitiéndole volver a respirar con normalidad, pero no dejé de apuntarle con el arco, por lo que él no se movió un solo centímetro de donde estaba.
–Cuando vuelva a pasar por aquí quiero que hayas desaparecido ¿entendido? –prácticamente le gruñí al asustado muchacho.
Este, en respuesta, simplemente asintió y se apresuró a alejarse de mí, perdiéndose entre la multitud de silenciosos observadores.
Perdiendo el interés, la gente se fue retirando lentamente hacia los distintos eventos, dejándonos prácticamente solos en aquella desolada calle.
–Y pensé que ella era la que tenía problemas de ira –comentó Alan por lo bajo refiriéndose a Rebecca, la cual inmediatamente se giró para fulminarlo con la mirada.
–Sigamos, la noche está a punto de caer y tengo el presentimiento de que no queremos estar en un lugar tan expuesto cuando eso suceda –ordené, e inmediatamente nos pusimos en marcha.
Había algo en las palabras de aquel asustado joven que todavía me resultaba extraño ¿Quickstrike líder de una pandilla? Me era difícil creer que se tratara del mismo sujeto que yo había conocido en Chicago, pero las descripciones del viajero coincidían a la perfección con el: afroamericano, alto y musculoso, barba, utilizaba un traje que mezclaba los colores negro, azul y amarillo junto a unas gafas de estilo aviador que usaba para "ocultar su identidad".
Solo nos quedaba esperar y ver de qué se trataba todo eso, y la curiosidad ciertamente estaba empezando a carcomerme.
Tuvimos que recorrer la ciudad por un largo rato hasta siquiera divisar el lugar indicado por nuestro informante involuntario, pero una vez que pusimos ojos sobre él hubiera sido tremendamente difícil perderlo de vista.
Desde la distancia podíamos observar los cientos de destellos de luces provenientes de aquel gigantesco complejo, e incluso si se prestaba atención se podía oír perfectamente el murmullo que suelen producir las grandes multitudes, indicándonos que el lugar estaría repleto de personas.
Tomando una gran bocanada de aire y sabiendo que nada bueno podría salir de eso, continuamos nuestro camino hasta adentrarnos en el impresionante lugar.
La mayoría de las personas se dirigía hacia las gradas, desde donde podían apreciar la carrera de obstáculos que un par de velocistas estaban llevando a cabo en ese preciso momento, pero nosotros elegimos desviarnos de ese camino, sabíamos que no íbamos a encontrar a Clark entre la muchedumbre.
Tras cruzar algunas puertas cerradas con la ayuda de Alan para evitar llamar la atención, nos encontramos ante un largo pasillo que llevaba hacia el circuito. Dentro de ese túnel los gritos de las personas sonaban con una fuerza implacable, y la voz proveniente de un megáfono que anunciaba las próximas carreras y los ganadores de la anterior parecía estar echando leña al fuego, aumentando más y más el fervor de la gente con cada palabra.
Cuando finalmente salimos de aquel pasillo, nos encontramos con un espectáculo impresionante. Las gradas estaban casi completamente llenas de gente extasiada, formando una especie de masa uniforme que se movía de manera extraña e hipnótica, pero también había otras tantas personas cerca de la pista, la mayoría de ellos vestidos de una forma bastante similar a Quickstrike, que parecían estar vigilando que nadie en las tribunas cometiera alguna estupidez.
Por la pista de carreras, alterada para este particular evento, cuatro velocistas corrían sin cesar, esquivando disparos, explosiones y todo tipo de trampas que parecían activarse de forma aleatoria en el recorrido, sin jamás dejar de pelear entre ellos, en un desesperado intento de sacar a los otros participantes de la competencia.
Llegamos justo a tiempo para ver a un impresionantemente veloz rayo de luz azul impactar contra otro de color amarillo, el cual salió despedido de inmediato, chocándose de frente con una pared llena de pinchos metálicos, los cuales terminaron empalando a aquel pobre velocista, acabando con su vida al instante.
–¡Y el vencedor es Lightspeed! –declaró una voz electrónica, haciendo que todo el mundo estalle en gritos de guerra, alabando al velocista ganador, que ahora se había detenido para disfrutar su momento, mientras tanto en una pantalla gigante se reproducía en cámara lenta el momento preciso en que empujaba al otro velocista.
El lugar se convirtió en un caos de personas intentando recolectar lo que habían ganado con sus apuestas, otras reclamando a más no poder que el ganado había hecho trampa, llegando en ocasiones a defender con los puños sus posturas. Todo se fue al demonio en un segundo, pero por la expresión de quienes presenciaban semejante barbarie esa sería la moneda corriente en aquel lugar.
–¡Allí! –anunció Rachel de repente, señalando hacia el medio de la pista.
Y efectivamente, tenía razón, nuestro objetivo estaba en ese lugar. Supongo que todo el espectáculo me distrajo demasiado, de lo contrario me habría costado bastante trabajo pasar por alto el escenario colocado en el centro del ovalo que era la pista, donde destacaba un extraño y llamativo "trono", donde Quickstrike reposaba, mientras que se deleitaba en todo el caos a su alrededor.
A su alrededor, un grupo de sujetos con cara de pocos amigos, algunos jóvenes, otros que incluso parecían más viejos que él, vigilaban que nadie se acercara a quien parecía ser el rey del lugar, por lo que probablemente no nos iban a permitir acercarnos con facilidad.
–Esto no pinta nada bien... –dijo Alan por lo bajo observando la complicada situación.
–¿Qué sugieres? –me preguntó Rebecca, aún aturdida por todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor.
–Esta gente quiere ver un espectáculo... –dije al tiempo que cargaba una flecha y le dedicaba una breve mirada a Rachel– yo digo que les demos uno.
De inmediato alcé el arco, apuntándolo hacia el firmamento, y solté la cuerda, lanzo la flecha-explosiva a una considerable distancia.
En pleno vuelo, Rachel disparó uno de sus rayos de energía el cual impactó de lleno en mi proyectil, haciendo aún más fuerte la explosión, y dándole un tono purpura que terminó por atraer la mirada de todos los que estaban en la pista.
Por algunos segundos aquella luz iluminó toda la zona, y cuando finalmente se extinguió todo el mundo se sumió en un profundo silencio, el cual creí imposible con semejante cantidad de gente a nuestro alrededor.
Habíamos logrado nuestro objetivo, Quickstrike nos estaba mirando fijamente, con una amplia sonrisa en su rostro.
Con un simple movimiento de sus manos comandó a su batallón de velocistas, los cuales rápidamente nos rodearon en un impresionante círculo de rayos, para luego transportarnos ante su líder en cuestión de segundos.
Alan y Rebecca se quedaron mirando alrededor, totalmente sorprendidos e incapaces de comprender lo que había pasado, solamente volvieron a la realidad cuando la estruendosa voz de Clark Mott destrozo el silencio reinante.
–Deben tener unas pelotas particularmente grandes para presentarse así en este lugar... en mi lugar –sentenció con una sonrisa en el rostro pero con total seriedad.
Claramente La Caída lo había afectado tremendamente, no solo a nivel psicológico, sino también físico. Se podían observar algunas cicatrices en su rostro que antes no estaban, su barba más prominente y con algunas canas, y su cabeza rapada en comparación con las rastas que solía lucir cuando lo conocimos.
Alan abrió la boca para contestar, pero Rachel se apresuró a colocarle una mano en el pecho, enmudeciéndolo y probablemente evitando un desastre, al tiempo que me daba espacio para tomar la palabra.
–Supongo que sabes a qué venimos...
En ese instante un joven pelirrojo se me apreció de repente y me dio un fuerte e inevitable puñetazo en el estómago, haciéndome caer de rodillas.
–No le dirigen la palabra a Quickstrike hasta que él no se los pida –sentenció el muchacho con una sonrisa en el rostro.
Sin embargo esa expresión de victoria se borró cuando Rebecca intervino y mostro unas leves facciones animales, las cuales tomaron por sorpresa al pelirrojo que retrocedió algo asustado.
–Está bien, Elliot, déjalos hablar, a ver que idiotez tienen para decir –declaró Clark, y el joven obedeció al instante.
–¿Realmente necesitamos decir algo? –pregunté con cierto esfuerzo mientras me levantaba– Queremos que vengas con nosotros, necesitamos tu ayuda para salvar el mundo.
En ese instante Quickstrike estalló en carcajadas, y se apresuró a tomar un micrófono cercano, al tiempo que saltaba de su trono para empezar caminar a nuestro alrededor.
–¿Escucharon eso? –preguntó a la silenciosa audiencia– ¡Los infames Vigilantes vienen a pedirme ayuda a mí! –la respuesta del público fue una sonora carcajada– ¡Quieren mi ayuda para salvar el mundo!
–No veo el motivo para las risas –masculló Rebecca sin quitar su bestial mirada de encima del orador.
–¿No lo ves? –preguntó Quickstrike de inmediato– Entonces debes ser una mascota muy bien entrenada ¡Solo mira a tu alrededor! –exclamó de repente, abriendo y los brazos y girando para recalcar su punto– ¡No hay un mundo que salvar! Solo queda divertirnos hasta que el reloj se detenga finalmente.
La gente estalló en gritos y aplausos ante las declaraciones de su líder, demostrando así que estaban totalmente perdidos, derrotados y resignados a vivir sus últimos días entregándose al placer en su máxima expresión, sin límites ni barreras que los detengan.
–Creo que ya te imaginas mi respuesta, Archer, y te recomiendo que la aceptes y te retires de inmediato –sentenció Clark, clavando nuevamente su mirada en mi–, hay mucha gente en este preciso lugar que daría lo que fuera por destrozar a los responsables de todo este desastre.
Dicho esto, Quickstrike se giró y se dirigió nuevamente hacia su trono, dándonos la espalda. Pero yo no planeaba tomar un no por respuesta, y me preparaba para entrar en una seria argumentación, cuando Alan ya no pudo contenerse y dio rienda suelta a su lengua.
–¿De verdad pensaste en este tipo y no en mí? –preguntó con una autentica cara de confusión mientras me miraba– ¡Es un cobarde!
Al escuchar estas últimas palabras, Clark se detuvo en seco y permaneció así por algunos segundos.
–Alan... –masculló entre dientes Rachel al notar que el grupo de velocistas empezaba a encerrarnos.
–¿Qué? ¡Es la verdad! –continuó él, sin darle la menor importancia a lo que pasaba a su alrededor– Este tipo es un cobarde, no tiene lo necesario.
No pudiendo soportarlo más, Quickstrike se plantó a pocos centímetros de la cara de Alan, con una amplia sonrisa en su rostro, pero con unos ojos verdaderamente asesinos.
–¿Y quién eres tú para decir eso? –preguntó con cierto asco en su voz y sin retroceder un paso– ¿Otro perrito faldero de Archer y compañía?
–Te puedo decir quién no soy –replicó nuestro compañero con tono desafiante y plantándose en su lugar–, no soy un cobarde que se esconde tras un grupo de idiotas, esperando que ellos peleen por él para luego llevarse el crédito por sus victorias.
–¿Quieres verme pelear? –soltó con una voz maniática Quickstrike– Así podremos comprobar si lo que dices es cierto.
–¿Estás buscando que te patee el trasero? –se mofó Alan, ahora sonriendo ampliamente– Estaría encantado, pero creo que sería muy fácil.
–Alan, cierra el hoci... –empecé a decir al darme cuenta en qué dirección iba a la conversación, pero él simplemente continuó, ignorándome totalmente.
–Es más, tengo una idea. Ya que estamos en esta pintoresca ciudad ¿por qué no lo hacemos más interesante? –preguntó él, captando totalmente la atención de nuestro "anfitrión"– Una apuesta.
Alan y Clark se siguieron mirando de forma amenazadora por algunos segundos, casi sin parpadear, hasta que el segundo lanzó una breve y seca risa para luego retroceder.
–Esto se va a poner bueno –dijo sin quitar esa sonrisa confiada de su rostro– ¿Qué apuestas? –y al pronunciar estas últimas palabras Quickstrike colocó el micrófono junto a su boca, para asegurarse de que todo el mundo lo oyera.
Todos nos quedamos en silencio mientras observábamos a nuestro compañero, quien, por su expresión, ya sabía lo que iba a decir desde el principio de la conversación, solo estaba generando suspenso para la entusiasmada audiencia que nos rodeaba.
–Bueno, Rebecca, Stardust y yo somos demasiado poderosos para ti, no sería una pelea justa, pero apuesto a que Archer podría patearte el trasero delante de todo el mundo sin sudar una gota –sentenció sin más y sin que la voz le tiemble ni un poco.
Inmediatamente Quickstrike enmudeció, al tiempo que todo el público estallaba en gritos de emoción ante la posibilidad de ver al líder de una peligrosa pandilla enfrentarse a nada más y nada menos que un Vigilante.
–Si Archer gana vas a tener que venir con nosotros –continuó Alan ante el silencio de Clark, quien parecía estar analizando la propuesta, y, si perdemos... nos volveremos tus atracciones principales para todos los eventos que quieras.
Mis ojos y los de nuestras compañeras se pusieron como platos al escuchar eso último, y también lo hicieron los de Quickstrike, dándose cuenta de las ganancias que podría obtener haciendo participar a Los Vigilantes de sus eventos.
–Está decidido entonces –comentó el velocista antes de que yo pudiera intentar sacarnos del lío en que Alan nos había metido– ¡Archer y yo pelearemos en La Jaula!
Al escuchar esto se puso totalmente eufórica y, para nuestra sorpresa, comenzó a apresurarse por salir de la pista de carreras, atropellándose los unos a los otros, aplastando a aquellos pobres diablos que tenían la mala suerte de caer al suelo, huyendo como un gran grupo de ratas de un fuego intenso.
No entendíamos que era lo que estaba pasando, pero nuestras preguntas hallarían una rápida respuesta.
De un momento al otro, los velocistas nos tomaron y nos llevaron corriendo alrededor de toda la ciudad. Solo logré percibir algunas imágenes fugaces de nuestro recorrido: la muchedumbre, la desolación y un enorme complejo que no pude identificar aunque juraba haberlo visto en algún momento de mi vida, tal vez por televisión.
Cuando el movimiento se detuvo, descubrí que estaba encerrado en lo que supuse que era "La Jaula" a la que Quickstrike se había referido, aunque más que una jaula era una especie de gigantesca esfera metálica fijada al suelo, el cual se encontraba repleto de manchas de sangre, seguramente producto de peleas anteriores. La esfera a su vez se ubicaba en el centro de un enorme salón, el cual ya estaba prácticamente lleno, pero en el que la gente seguía entrando sin cesar.
–¡Archer! –exclamó Rachel a mis espaldas, logrando que me girara y me encontrara con ella y el resto de mis compañeros.
Ellos se encontraban del otro lado de La Jaula, y por la expresión en su rostro podría asegurar que se encontraban casi tan confundidos como yo de todo lo que estaba pasando.
Inmediatamente noté que todos ellos estaban siendo vigilados por el mismo grupo de velocistas que respondían a Quickstrike, seguramente para que no intentaran intervenir en la pelea que se estaba por desarrollar.
De repente sentí una fuerte corriente de aire pasar a mi lado, de forma que me giré nuevamente, encontrándome así con Clark, ya en su traje de Quickstrike, el cual había sufrido algunos cambios desde la última vez que lo había visto, por ejemplo algunos reforzadores en las rodillas, los hombros y los codos que le daban aspecto de armadura.
–¿Estás preparado para esto? –preguntó con una sonrisa en su rostro.
Me di cuenta de que no había forma de zafarse de esa situación. No solo me estaba resultando difícil encontrar una forma de salir de La Jaula, sino que, en el milagroso caso de que Quickstrike no lograra evitar que lo hiciera, los velocistas a su cargo lastimarían a mis amigos sin lugar a dudas, y aún si pudiéramos derrotarlos, seguramente no podríamos contra la impresionante multitud de espectadores furiosos que se nos lanzarían encima por haber perdido sus apuestas y la oportunidad del espectáculo. Solo quedaba pelear contra Quickstre y rogar porque mis habilidades bastaran para derrotarlo.
–Todavía no... –dije, y de inmediato me giré dándole la espalda y volviéndome hacia mi equipo– ¿Alan?
–¿Si, jefe? –preguntó con timidez, sabiendo que no iba a decir nada bueno.
–Si logro salir de aquí con vida, juro que eres hombre muerto –le espeté, para volver la mirada hacia mi enemigo–. Ahora si estoy listo.
Clark no pudo evitar sonreír ante mi comentario, pero pareció volver a meterse en la mentalidad que el combate requería adoptando una postura y una expresión sería, mientras que, a mis espaldas, mi equipo parecía estar discutiendo con uno de los velocistas de Quickstrike.
–Tiene una relación realmente tierna –se mofó el pelirrojo que me había golpeado hacía unos pocos minutos.
–Cierra el hocico, cabeza de fósforo –replicó Rebecca, casi gruñendo.
De repente, una potente música rock comenzó a sonar a todo volumen en aquella arena, al tiempo que las luces que iluminaban a la imponente audiencia se atenuaban y las que enfocaban La Jaula se intensificaban.
Una voz proveniente de unos enormes altavoces coactó la música, la cual a pesar de eso se siguió reproduciendo en el fondo con un volumen más bajo.
–¡Damas y caballeros, la noche aún es joven y las peleas en La Jaula apenas están empezando! –anunció con emoción la voz sin rostro, alterando aún más a las ya inquietas tribunas–. Como habrán notado, hoy les tenemos un espectáculo especial, tal vez el más grande que esta adorada arena haya visto jamás ¡Esta noche tenemos a un Vigilante entre nosotros y se va a enfrentar a uno de los mejores guerreros de Mayhem City!
El público estallo en gritos, aplausos, silbidos. Se notaba que ansiaban una verdadera pelea y, sin lugar a dudas, esa probablemente sería la más emocionante de toda la noche.
Los segundos previos a la pelea el lugar se había convertido en un caos, todos querían apostar a su "caballo" favorito; para aquellas personas, apostar era como estar dentro del ring, era su forma de participar del evento, y nadie quería quedarse fuera.
Sin embargo, tras unos pocos minutos, en los cuales me encargué de examinar detenidamente a mi contrincante, indicando puntos débiles en su armadura, posibles fracturas que no hayan sanado bien, cualquier cosa que me sirviera para detenerlo rápidamente y acabar con esa locura, una potente alarma sonó, indicando que el tiempo de colocar las apuestas había terminado y era hora de disfrutar el espectáculo.
–¡Los contrincantes están listos, las apuestas están en su lugar y la sangre está que hierve! –exclamó nuevamente la voz por el megáfono, acelerando aún más los exacerbados corazones de los espectadores– ¡En un lado, tenemos al ídolo de la ciudad, el campeón indiscutido, el hombre más veloz sobre la tierra, el más duro, el mejor, el único, el inigualable: Quickstrike!
El público lo dejo todo por su "héroe", canturreando su nombre, y él parecía disfrutarlo de sobremanera, girando sobre sí mismo para observar a toda la gente que lo apoyaba, dejándose bañar en la gloria del momento. Pero entonces la voz del megáfono lo interrumpió.
–¡Del otro lado, un héroe caído en desgracia, uno de los pocos miembros fundadores de Los Vigilantes que sigue con vida, alguien que se ha dedicado a pelear contra toda clase de enemigos a lo largo y ancho del planeta, un verdadero gladiador, un luchador estratégico e inteligente, el hombre de las flechas, el castigador de los corruptos y los malvados: Archer!
Las voces que se escucharon tras el discurso no fueron tan amigables como para mi contrincante, y entre los constantes y estruendosos abucheos y gritos de odio se escuchaban frases como "destrózalo", "no lo dejes salir de allí con vida" o, mi favorita, "arráncale el corazón".
–Vaya, tu sí que sabes ganarte al público –señaló Clark con una sonrisa en el rostro, al notar mi ceño fruncido, mi mirada seria, y la posición de combate totalmente inalterada.
–Estoy aquí para hacerte entrar en razón, no para entretener a esta gente –respondí sin más, quitándole importancia a sus palabras.
–Lo que digas, héroe –replicó él, soltando esa última palabra con un total desprecio–. Llego la hora de ponernos serios.
Como para confirmar sus palabras, y sin ningún anuncio previo, la campana que anunciaba el comienzo de la pelea sonó, y Quickstrike se lanzó sobre mí y, antes de que pudiera reaccionar, me asestó un poderoso puñetazo en mi rostro, dejándome tendido en el suelo.
Los gritos de aliento y las risas fueron estruendosos, y Clark se tomó un momento para disfrutarlos, mientras que yo luchaba por reaccionar luego de semejante de golpe.
Me había puesto en cuatro patas, preparándome para levantarme, cuando él volvió a pasar, esta vez dándome una precisa patada en la mandíbula, logrando que caiga nuevamente sobre mi espalda, totalmente adolorido.
–¡Eso es! –gritaba él, mientras daba vueltas y hacía exaltar aún más al público– ¡Ustedes saben quién es el rey!
Él podría haberme acabado desde el comienzo, tranquilamente podría haberme noqueado antes de que el primer segundo de la pelea acabara. Pero no, él quería darles un espectáculo a esas personas, quería que supieran que él era el macho alfa, y lo que pasaba si intentaban desafiarlo, y esa iba a ser mi ventaja, mi única forma de plantar pelea.
Con un esfuerzo tremendo logré colocarme de rodillas, y él se giró nuevamente para verme, esta vez dedicándome una sonrisa.
–Temía que eso hubiera sido demasiado, me alegra que no fuera así –comentó antes de lanzarse corriendo hacia mi nuevamente.
Requirió toda mi concentración y un tiempo de reacción sumamente veloz basado únicamente en una suposición sobre el lugar donde podía llegar a ir su próximo golpe, pero logré atrapar su puñetazo antes de que impactara en mi rostro y, aprovechando su sorpresa, le asesté un poderoso gancho justo debajo del mentón, logrando que retrocediera un poco, y haciéndolo que su labio comenzara a sangrar.
De repente todo el lugar se sumió en un profundo silencio, claramente aquellas personas jamás habían visto a Quickstrike recibir un golpe y la sorpresa fue suficiente para hacer que se detengan en seco, sin embargo, la sonrisa que se formó en el labio, ahora rojo y levemente hinchado, de su campeón, pareció devolverlos a la vida, y hacerlos emocionar aún más.
Al notar que me lograba poner de pie, y nuevamente posición de combate, Clark pareció alegrarse.
–Oh, esto va a ser mejor de lo que esperaba –señaló con emoción.
Antes de que pudiera hacer otro movimiento, cargué una flecha y la disparé, pero este no tuvo ningún problema en atraparla en pleno vuelo, pero a pesar de eso seguí intentando con esa estrategia, permitiéndole demostrar a todos sus increíbles poderes.
Ambos parecíamos estar haciendo esa especie de demostración casi mecánicamente, como si estuviera ensayada; yo disparaba, y él la atrapaba sin siquiera sudar. Pero, una vez que sentí que estaba demasiado confiado, cargué una flecha-cegadora, la cual estalló justo en su mano, dejándolo absolutamente aturdido por varios segundos, los cuales aproveché al máximo.
Inmediatamente me abalancé sobre él y, con una poderosa patada a su pecho, logré hacer que se chocase contra la reja que nos contenía. Sin darle tiempo a recuperarse comencé a asestarle una tremenda seguidilla de puñetazos alrededor de todo el cuerpo, los cuales él intentaba inútilmente de esquivar.
–¿Qué diablos te pasó? –exclamé, entre un golpe y otro, tratando de hacerlo recapacitar– Solías ser una buena persona, no un infeliz que no se preocupa por lo que le pasa a la gente que tiene alrededor.
–¿¡Quieres saber lo que me paso!? –preguntó, escupiendo un poco de sangre en el proceso– ¡Ustedes fallaron! ¡Eso fue lo que me pasó!
Si hubiera logrado darle algunos golpes más, casi con seguridad habría logrado que Clark quedara absolutamente inconsciente, pero, de repente, él volvió en sí y bloqueó una de mis patadas para luego darme un poderoso cabezazo, el cual me forzó a detener mi ataque.
Antes de que pudiera darme cuenta él me estaba dando una brutal seguidilla de puñetazos en el estómago, los cuales no tardaron en hacerme escupir sangre, preocupando terriblemente a mis compañeros, quienes observaban la brutal paliza que me estaban dando absolutamente impotentes.
–Fue cuando ustedes fallaron que me di cuenta de que no valía la pena intentar salvar este mundo –me dijo al odio, antes de golpearme nuevamente–. Todos esos años protegiendo la ciudad, salvando a su gente, intentando detener el crimen, todo eso fue absolutamente en vano, porque un día un monstruo que Dios vaya a saber de dónde salió simplemente apareció y decidió que nuestras vidas ya no importaban, y destruyó nuestro mundo.
Intenté devolverle algún golpe, pero fue absolutamente inútil, y, de un momento al otro, él me tomó del traje y comenzó a correr por aquella esfera metálica que estaba sirviendo de ring.
Por un instante fue como si él y yo compartiéramos su poder, ya que todo pareció moverse en cámara lenta mientras que él corría en círculos alrededor de aquella esfera, ganando cada vez más y más velocidad con cada segundo que pasaba.
Finalmente, Quickstrike me soltó, arrojándome con una fuerza impresionante contra uno de los lados de la jaula, haciendo que me estrelle con violencia contra el metal, produciéndome severos cortes en varias partes del cuerpo.
–Y ahora me doy cuenta de que tiene razón –continuó él, mientras miraba mis patéticos intentos de recuperarme–. No importa lo que hagamos, al final siempre terminamos perdiendo, así que ¿por qué no disfrutar la partida en vez de frustrarse intentando retrasar su inevitable resultado?
Inmediatamente supe que Clark no iba a esperar para darme un golpe por la espalda, de forma que me giré lo más rápido que pude, y logré que él le diera un puñetazo al metal y, al hacerlo, pude escuchar el sonido de sus huesos quebrarse, lo que hizo que agradeciera que ese golpe no me hubiera alcanzado.
Un intenso dolor recorrió el rostro de mi contrincante, y supe que si le daba tiempo a reponerse habría desperdiciado una muy buena oportunidad, de forma que decidí aprovechar y disparé dos flechas congelantes contra sus pies, dejándolo fijado en ese preciso lugar.
Incapaz de moverse, procedí a asestarle una serie de veloces golpes, tratando de apuntar directamente a su brazo lastimado, y, cuando noté estaba empezando a vibrar pasa zafarse de mis heladas trampas, me alejé con una impresionante voltereta y disparé dos flechas eléctricas contra él, las cuales lo hicieron salir disparado nuevamente contra las rejas que nos contenían.
–Nosotros fallamos, de eso no cabe duda –confesé mientras lo observaba quitarse las flechas de su torso, y frente a aquellas miles de personas que no podían quitar la mirada del ring, absolutamente asombrados por lo que estaban viendo–, pero puedo decirte con orgullo que jamás nos rendimos, Eon nunca nos verá arrodillados, no importa lo que haga ¿tú puedes decir lo mismo?
Quickstrike me dedicó una mirada de furia para luego, tras un poderoso grito de rabia, en parte porque estaba humillándolo ante su gente, en parte porque sabía que tenía razón, lanzarse contra mí.
Su velocidad parecía haber aumentado con su enojo, de forma que me resultaba ya prácticamente imposible verlo, y me encontré recibiendo golpes de todo tipo sin ser capaz de evitarlos.
El dolor se estaba volviendo insoportable, y sabía que no iba a aguantar muchos más de sus brutales ataques. Debía pensar en algo pronto, antes de que cayera inconsciente sobre el áspero y sucio suelo de La Jaula.
Fue entonces cuando noté que mis compañeros me miraban con desesperación desde el otro lado, excepto por Alan, quien parecía estar gritando algo con todas sus fuerzas, pero que quedaba anulado por las miles de voces que vitoreaban por mi aparente derrota.
Sin embargo, parecía ser algo importante, de forma que cerré mis ojos e intenté concentrarme específicamente en Alan, apagando el resto de los sonidos que llegaban mis oídos.
Tardé algunos segundos, pero una vez que logré aislar cada sonido, sus palabras fueron claras. Él no paraba de repetir, de gritar en realidad, una y otra vez, la palabra "fricción", y yo no tardé en entender por qué lo hacía.
Me tiré al suelo lo más rápido que pude, con la esperanza de evitar un nuevo ataque, y en el pleno vuelo cargué y disparé una flecha-termodirigida, la cual básicamente perseguía al objeto que mayor radiación calórica estuviera emitiendo en ese momento.
Inmediatamente la flecha comenzó a perseguir a Quickstrike quien, para esquivarla, se vio obligado a empezar a correr en todas las direcciones posibles, quitando su atención de mí.
Sabía que él era demasiado rápido para que mi proyectil lo alcanzara, y que no tardaría en detenerlo, por lo que debía actuar rápido si quería detenerlo de una vez por todas.
Con un esfuerzo tremendo me puse nuevamente de pie, y traté lo mejor que pude de seguir sus movimientos alrededor de La Jaula. Inmediatamente percibí que estaba tranzando un camino mediante el cual, tras unos pocos segundos, lograría colocarse delante de la flecha, y así poder atraparla sin problema.
Fue justamente la regularidad de sus movimientos lo que me permitió calcular con precisión el lugar donde estaría en el momento indicado, y así darle un letal puñetazo en el medio del rostro con mi brazo robótico, dejándolo tendido en el suelo sin más.
La flecha-termodirigida ya se encontraba en su mano, indicando que lo detuve en el momento justo, pero no por eso me confié y de inmediato disparé dos flechas-congelantes, una contra cada brazo, antes de colocarme sobre él y apuntarle con una flecha al medio de la frente.
–Suficiente, Clark, estas acabado –sentencié, sintiendo el sudor recorría mi rostro–. Por más rápido que seas no hay forma de que logres zafarte antes de que dispare.
Quickstrike me miró por algunos segundos con odio, sabiendo muy bien que estaba en lo cierto y que ese último golpe había sido lo suficientemente potente como para hacer que desistiera de seguir atacando, pero de repente él empezó a reír exageradamente, dejándome ver su ensangrentada dentadura.
–Bueno, ¿qué estas esperando? –soltó, aún con una sonrisa en el rostro– Acabemos con esto.
–No voy a matarte, vengo a llevarte conmigo ¿o el golpe te liquidó las pocas neuronas que te quedaban? –pregunté entre dientes, ya agotado de estos juegos.
–No me voy a ningún lado, Archer, y tú tampoco –sentenció, con total resignación en la voz–. La Jaula solo tiene una regla: las peleas son hasta la muerte. Hasta que la vida no haya abandonado mi cuerpo no habrás ganado.
–Pero el trato...
–Creí que iba a poder ganarte sin problemas, solo por eso lo acepté, si quieres puede llevarte a cualquiera de mis velocistas, todos ellos son excelentes –me interrumpió, y al ver mi cara de confusión continuó–. Soy un pez gordo en la ciudad, pero yo no cree las reglas, tienes que hacerlo.
–No voy a matarte –dije tras unos segundos pensando, mientras que guardaba la flecha en mi carcaj, para inmediatamente cargar una nueva–, y el solo hecho de saber que ibas a matarme si tenías la oportunidad me dice todo lo que quiero saber. No quiero tenerte cerca del equipo, no eres la persona que yo vine a buscar.
Inmediatamente alcé el arco y disparé mi flecha-explosiva contra La Jaula, haciendo un agujero en la misma y haciendo que todo el salón vuelva a quedar en silencio mientras me observaban abandonar la arena.
–¡Es un empate! –exclamé bajo la mirada de todos, y a pesar de que no tenía ningún micrófono supe que todos habían comprendido mis palabras.
Los velocistas que estaban custodiando a mis compañeros corrieron rápidamente a asistir a su líder, aunque se notaba en sus rostros que Clark ya no era para ellos aquel hombre todopoderoso en que siempre iban a poder confiar.
A pesar de que todos sus compañeros estaban asistiendo a Quickstrike, el velocista pelirrojo que me había golpeado en nuestro primer encuentro se quedó plantado mirando desde cierta distancia la escena, y ni siquiera hizo un intento por detenernos cuando mis amigos y yo empezamos a retirarnos de aquel lugar.
Tampoco los espectadores, a pesar de que muchos habían perdido mucho dinero con el resultado de la pelea, intentaron interceptarnos, ni siquiera se movieron. No sé si todavía no se habían recuperado del impacto de lo que acaban de ver o si era que realmente les debían alguna especie de respeto a las personas que salían victoriosas de aquel ring, pero decidimos que lo mejor era no quedarnos a preguntar y alejarnos rápidamente.
Tardamos varias horas en salir de la ciudad, encontrándonos esta vez cubiertos por la profunda oscuridad de la noche, lo que seguramente hacía que las calles de Mayhem City fueran aún más peligrosas. Sin embargo no tuvimos ningún problema y, por la cara que pusieron los pocos transeúntes con los que nos cruzamos, dedujimos que las noticias de lo que había pasado en La Jaula habían, irónicamente, corrido rápido.
Tras un día bastante largo, fue un gran alivio poder divisar nuestro avión a la distancia, y aunque volvíamos a casa con las manos vacías por lo menos aún estábamos en una pieza y vivos para pelear otro día, que era en realidad lo único que importaba.
Sin embargo, cuando estábamos llegando a nuestro transporte, me detuve en seco al escuchar un murmullo creciente en medio de aquel silencioso desierto.
–¿Qué diablos es eso? –preguntó Rebecca, quién ya había percatado lo mismo que yo gracias a sus animalescos sentidos.
–No lo sé –respondí mientras me agachaba y colocaba mi mano en el suelo–, parece provenir de...
En ese instante, una especie de trampilla se abrió y un sujeto saltó de ahí abajo asestándome un fuerte puñetazo debajo del mentón y haciendo caer sobre la arena.
Para cuando reaccioné, noté que varios más también habían surgido de la arena y ahora nos rodeaban completamente, superándonos por mucho en número y armamento.
A pesar de la oscuridad podía notar que aquellas personas tenían seberas quemaduras en la mayor parte de su cuerpo, aunque este se encontraba cubierto por sucios trapos y viejas ropas. Eso sumado a las gafas que brillaban en un color rojo que les daba un aspecto bestia, y las improvisadas "armas" que llevaban en sus manos, les daba un aspecto grotesco y ciertamente temible.
Seguramente operaban siempre de la misma forma, atacando a viajeros desprevenidos por las noches, manteniéndose durante el día en sus refugios subterráneos para que el intenso sol no lastimara su claramente delicada piel.
Pero esta vez habían elegido a los viajeros equivocados para atacar, como pudieron comprobar cuando los ojos de Rachel empezaron a brillar de un intenso color violeta y Rebecca cambió a su forma de loba frente a sus ojos. Otros tal vez hubiera huido, pero aquellas personas probablemente estaban lo suficientemente locas para atacarnos, de forma que Alan se apresuró a levantarme para luego colocarse en posición de pelea.
Acababa de cargar una flecha, ya preparado para el inminente ataque de aquellas personas, cuando, de repente, una figura pasó por delante de nosotros a toda velocidad, dejando noqueados a todos nuestros enemigos.
Cuando hasta la última de aquellas personas no estuvo tirada en el suelo, aquella figura borrosa se detuvo, y todos pudimos observar perfectamente al joven velocista pelirrojo.
–Son Sandmens, unos absolutos salvajes –sentenció él ante nuestra asombrada mirada–. No les hicieron nada ¿verdad?
–No... llegaste en el momento justo –respondió Rachel, aún algo sorprendida.
–Bueno, creo que podríamos haberlos derrotado nosotros solos –soltó Alan con un poco de celos en su voz al escuchar la respuesta de Stardust.
–Archer ¿cierto? –dijo dirigiéndose a mí e ignorando totalmente el comentario de nuestro compañero–. Si aún estas buscando un velocista, yo quiero entrar.
–Bueno, las vacantes ya están cerradas, pero gracias por parti... –comenzó a decir Alan, pero Rachel se apresuró a callarlo, dándome la oportunidad de responder.
–¿Cómo es tu nombre? –pregunté, siendo incapaz de recordarlo aunque juraba haberlo escuchado más de una vez durante el día.
–Elliot, señor, Elliot Stark –respondió el velocista con firmeza.
–Bien, Elliot ¿por qué quieres unirte a nosotros?
–Porque escuché lo que le dijiste a Quickstrike en La Jaula, y tienes razón, no quiero morir en Mayhem City, quiero algo mejor, y si tengo que luchar por ello que así sea –dijo él sin titubear por un solo segundo, claramente era una persona de convicciones fuertes–. Clark puede ser un muy buen líder, pero si algo probó esta noche es que sus días de pelea se acabaron, los míos todavía no.
Durante todo su discurso no paré de escuchar los latidos de su corazón, solo para asegurarme de que sus palabras eran sinceras y de que no se trataba de una treta para distraernos y que sus compañeros nos tendieran una emboscada. Pero una vez que paró de hablar estuve seguro de que él creía firmemente en lo que decía, de forma que tender mi mano en señal de tregua, y él no tardó en estrecharla.
–Bienvenido a Los Vigilantes, Elliot –solté con una amplia sonrisa.
–Es un honor, señor –agregó él, devolviéndome la sonrisa.
–Un momento, yo los salvo de la prisión de Eon y "no soy material para el equipo", y este tipo aparece de la nada, golpea a un par de debiluchos, y "oh si, estas en el equipo, aquí tienes mi mano para besarla" –interrumpió Alan, incapaz de contenerse– ¿Es porque te dice señor? Yo también puedo hacerlo si es lo que se requiere.
–Alan, cállate –exclamé sin más, intentando detenerlo al notar que estaba asustando un poco a Elliot.
–¡No! Yo tuve todo el plan, sabía que podías ganarle a Quickstrike, y que era la única forma de que viniera con nosotros, hasta te di la idea de la fricción y el calor y todo –continuó él, casi sin detenerse a respirar–. Por supuesto que no sabía que las peleas en La Jaula eran hasta la muerte, pero ¿es un delito cometer un error? Si lo es me declaro culpable.
–¡Alan, cierra el pico, estas dentro del equipo! –dije al notar que estaba a punto de ponerse a hablar de nuevo.
–¿Qué? –preguntaron él y Rebecca casi al mismo tiempo.
–El tipo casi hace que te maten, Daniel ¿estás seguro de esto? –preguntó la muchacha, que ya había vuelto a tener sus facciones normales.
–Alan demostró verdadera iniciativa, y formuló el plan que terminó en que tengamos a un nuevo miembro en el equipo en cuestión de segundos –aclaré sin quitarle la mirada de encima–. Falló en comunicarlo al resto de nosotros, pero por lo ajustado de la situación creo que merece que se lo perdonen.
–Bienvenido al equipo –soltó Rachel a sus espaldas, haciendo que una sonrisa de oreja a oreja se forme en el rostro de Alan.
–¡Ja! En tu cara, chica perro –exclamó, dándose vuelta para enfrentar a Rebecca, pero al ver que esta le mostraba sus afilados colmillos retrocedió de inmediato.
–¿Es siempre así? –preguntó Ellito, aún muy extrañado por la conducta de nuestro amigo.
–Si –respondimos todos al unísono.
–Te acostumbraras... –comentó Alan caminando junto a él y pasándole su mano por arriba de su hombro– compañero.
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