31. A la luz de la luna.
Crucé el campamento con un paso firme y apresurado, esquivando lo mejor que podía a los soldados que transportaban cajas y cajas de suministros, armamentos y demás materiales de un lado al otro.
Finalmente logré divisar a Briggs a la distancia, dándole instrucciones a un pelotón sobre su próxima misión, por lo que decidí esperar en las sombras por algunos minutos.
Luego de largas noches de debate, los cabecillas de La Resistencia se decidieron por un lugar donde instalar el campamento definitivo, aquel en donde trazaríamos una línea y dejaríamos nuestras vidas para impedir que Eon la cruce.
El lugar elegido para nuestro asentamiento había sido un pequeño pueblo pesquero en Islandia, y Briggs había decidido que iba a encargarse personalmente de liderar al grupo que se ocuparía de limpiar la ciudad de toda presencia de El Antiguo o los Shadows.
Aquel lugar había sido elegido por varios motivos. Entre los principales se encontraba que la infraestructura del lugar se había visto relativamente poco afectada tras la llegada de Eon al poder, pero, además, el clima parecía ser mucho más agradable que en nuestros antiguos campamentos, por no mencionar que, en caso de ser atacados y derrotados, podíamos simplemente cargar a toda la gente posible en los pocos helicópteros y aviones de transporte con los que contábamos y dejar aquella helada isla en cuestión de minutos.
Por supuesto, tardaríamos varios días en trasladar todo hacia aquel lugar, y mucho más en establecernos, pero, sin lugar a dudas, sería un buen lugar para vivir, asumiendo que lográramos sobrevivir al mundo postapocalíptico que El Antiguo había creado.
Briggs finalmente despidió a los integrantes de La Resistencia que había elegido para que lo acompañaran en su misión y, uno a uno, fueron pasando a mi lado, dedicándome breves miradas y saludos.
Entre los últimos de aquella corta fila de guerreros apareció el rostro de Kali y, por su expresión, se notaba que seguía pensando en el plan elaborado por Briggs para tomar la ciudad.
Sin embargo, al notar mi presencia, ella alzó la cabeza y me miró en silencio por algunos segundos, intentando encontrar algo que decir, pero al darse cuenta de que la estaba ignorando completamente decidió seguir camino sin más. Ella sabía muy bien a lo que había venido.
Cuando el último soldado salió de aquella tienda, me adentré y me acerqué al cabecilla, que se encontraba dándole una última mirada al mapa del pueblo elegido, tal vez tratando de memorizarlo, o intentando encontrar cualquier error en su plan que pudiera causar la muerte de sus hombres.
–¿Te vas a quedar ahí parado en silencio? –preguntó sin siquiera mirarme– Creí que tenías algo importante que hacer hoy.
–Así es, pero no podía irme sin antes darte esto.
Me acerqué a la mesa y coloqué el detonador de la bomba que Kali tenía en su cuello a centímetros de la mano de Briggs, el que lo miró por algunos segundos con un poco de asco, claramente no estaba feliz con la idea de que ella anduviera por ahí con un explosivo en la base del cráneo.
–No voy a necesitarlo –sentenció antes de volver la mirada al mapa.
–Briggs, eres un tipo inteligente, sabes muy bien que tenerla libre en este campamento es un peligro, y que llevarla a una misión es aún más peligroso –repliqué casi al instante–. Kali podría aniquilarlos a todos ustedes en el momento en que le den la espalda.
–Supongo que entonces es bueno que ya no esté aquí –dijo levantando su mirada para clavarla en mí.
–Sabes muy bien por qué no creo una sola palabra de lo que ella dice...
–¿Es por eso que te pasas noches en vela usando el camuflaje de tu traje para espiarla? –me interrumpió, y con aquella pregunta logró dejarme absolutamente en silencio– Te sorprendería lo desarrollados que están los sentidos de Felicity. Te detectó por lo menos tres veces, pero, seamos sinceros, los dos sabemos que lo hiciste más veces.
–Alguien tiene que mantenerla vigilada, asegurarse de que no nos delate con su líder –respondí algo ofendido.
–O podrías intentar darle otra oportunidad, como lo hiciste conmigo.
–Tal vez algún día, pero, de momento... –y al decir esto empujé el detonador más cerca de su mano.
Briggs lanzó un suspiro de frustración. Él también había pasado varias noches en vela planeando la toma de la ciudad, y claramente se encontraba demasiado agotado como para entrar en una discusión conmigo. A demás, ambos sabíamos muy bien que no iba a desistir en mi pedido.
En absoluto silencio, Briggs tomó el detonado entre sus grandes y gruesos dedos para luego guardarlo en un bolsillo de su traje de combate.
–No voy a necesitarlo –expresó antes de volver a concentrarse en el mapa.
–Mejor prevenir que curar –argumenté antes de darme media vuelta y retirarme, dejando a aquel honorable guerrero solo con sus pensamientos.
Briggs era una persona amable, a la que realmente le importaba la vida de cada uno de aquellos hombres y mujeres que había elegido para llevar a la pelea. Pero también era un tipo duro, y no dudaba de que haría lo correcto en caso de que la ocasión llegara a presentarse.
Con esa idea en mente volví a cruzar con paso apresurado el campamento, aunque no había ninguna necesidad. Aquel avión no partiría hasta que estuviera a bordo.
Finalmente llegué a la zona de despegue, donde los pilotos que nos habían sido asignados se encontraban llenando el tanque de gasolina, y me sorprendí al encontrarme con Emma, esperando en su silla de ruedas, con su traje de Gravity puesto.
–Emma, ¿qué estás haciendo? –pregunté algo extrañado.
–Voy a ir contigo –respondió ella, como si fuera lo más obvio del mundo.
–Claro que no –repliqué de inmediato, ganándome una mirada de confusión de su parte–. Em, estas herida, no puedo llevarte al combate así.
–Sabes que puedo simplemente levitar de esta silla y utilizar mis poderes para ayudarte ¿verdad? –preguntó con cierto enojo– No voy a ponerme en peligro, no tienes que preocuparte por mí.
–Pero lo hago, y no puedo arriesgarme –agregué con decisión–. Hablé con Joseph, y me dijo que podrías recuperar el uso de tus piernas con un tratamiento adecuado, pero que otro golpe, por minúsculo que sea, podría empeorar tu condición.
–¿Empeorarla? –soltó con una risa seca, como si no me hubiera dado cuenta de su estado.
–Podrías morir o peor –sentencié–, perderías completamente la movilidad de tu cuerpo, quedándote en esa silla para siempre.
–Prefiero morir a quedarme un segundo más sentada en esta porquería –soltó con frustración, y una silla que se encontraba cerca voló hasta estrellarse contra la pared de una casa–. No puedes dejarme atrás, Daniel, merezco una muerte digna, no quedarme aquí mirando como ustedes salvan el mundo.
–Emma... –empecé a decir con cierta pena.
–Soy demasiado débil como para quitarme mi propia vida –agregó, ya con lágrimas en sus ojos–. Así que haz esto por mí, Daniel, otórgame una muerte rápida.
Quería decirle que todo iba a estar bien, que entendía su dolor, y que la ayudaría a recuperarse, pero odiaba mentirle, y no sabía si iba a poder cumplir con mis palabras.
Jamás podría saber por lo que ella estaba pasando, ni cuan doloroso era, pero tampoco podía poner su vida en riesgo, así que tomé una gran bocanada de aire antes de informarle mi decisión.
–No voy a llevarte conmigo, vas a quedarte aquí, y vas a ayudar a esta gente, porque, aunque no lo veas, sigues siendo una heroína para todos ellos –repliqué, colocando mi mano en su hombro, la cual ella se apresuró a apartar–. Te necesitamos, Emma, todos nosotros.
Un largo silencio se hizo presente, solo interrumpido por sus constantes sollozos. Hasta que finalmente ella alzó su cabeza para clavar su mirada en la mía.
–Daniel, eres un verdadero hijo de puta.
Tras decir estas palabras simplemente se giró y se alejó de mí, casi chocando a Amy y a Rachel que se acercaban a mí ya con sus trajes puestos. Ambas le dedicaron una mirada de compasión a nuestra lastimada compañera, pero, al ver su estado, decidieron que era mejor mantener el silencio.
–Ella va a estar bien, Dan, es una mujer fuerte –me dijo Amy cuando llegó a mi lado, al ver como miraba a Emma alejarse.
–Eso espero, odio verla así –dije, tragando un poco de saliva y reteniendo lo mejor posible mis propias lágrimas.
Amy me abrazó por unos breves segundos, y luego pasó su mano suavemente por mi rosto, dedicándome una hermosa sonrisa que, por un segundo, me hizo pensar que todo en el mundo estaba absolutamente bien.
–Pasó demasiado tiempo encerrada en su mente, y le está costando aceptar la realidad –se lamentó Rachel mientras observaba a Emma alejarse, sorprendiéndome con su sabiduría.
–¿Qué hay de Sandy? –preguntó Amy separándose de mí y dedicándome una mirada de curiosidad.
–Le dije que se quedara, Joel la necesita más que nosotros –expliqué y ambas parecieron entender.
–Vigilantes, el avión está listo, partiremos en cuando ustedes lo ordenen –nos informó uno de los pilotos.
Dediqué una breve mirada a mis dos compañeras, y ambas asintieron, haciéndome saber que ya había llegado la hora de empezar a trabajar.
Sin más nada que decir, los tres abordamos nuestro transporte y, en cuestión de minutos, ya nos encontrábamos en el aire, dirigiéndonos hacia nuestro destino donde, con un poco de suerte, encontraríamos al primer recluta.
Habíamos hablado lo suficiente sobre nuestra misión para no tener que volver a repetir los detalles, pero, aun así, me encontraba repasándolos una y otra vez en mi mente.
Nos dirigíamos hacia lo que quedaba de lo que alguna vez había sido un frondoso bosque en la Patagonia Argentina, ahora terriblemente reducido por el cambio climático y por el azote de los propios seres humanos.
Leyendas sobre esa zona se remontaban años y años atrás, algunas hablando sobre un espíritu, otras sobre un demonio, pero lo que todas estableciendo que su tarea era proteger el bosque de todo aquel que pretendiera causarle algún daño.
Conocí las historias en uno de mis tantos viajes en solitario alrededor del mundo, así que cuando logramos captar una comunicación proveniente de Argentina, hablándonos de cómo varios grupos de combate de Eon habían aparecido muertos de formas bastante grotescas en la zona, no dude por un segundo en plantear la posibilidad de que podíamos encontrarnos con un aliado en ese lugar.
El resto del equipo no pareció muy feliz con la idea, después de todo, si realmente había algo en lo que quedaba de aquel bosque, claramente no era amigable y nada aseguraba que tendría intenciones de ayudarnos.
La discusión fue larga y agotadora, pero, argumentando que no contábamos con mucha más información de momento, logré convencerlas de que aunque sea echáramos un vistazo.
Cuando terminé de repasar la información en mi mente, me percaté de que aún nos encontrábamos en el aire y, cuando pregunté al piloto cuanto faltaba simplemente respondió "unas horas más", lo que me dejó con un sabor amargo en la boca.
Wells ciertamente nos había acostumbrado a viajes extremadamente cortos, y todo el tiempo que estábamos pasando encerrados dentro del avión comenzaba a ponerme nervioso y, por la expresión en el rostro de mis compañeras, sabía que estaban en las mismas condiciones que yo.
Pero nuestro destino aún se encontraba lejos, e incluso tuvimos que parar más de una vez para cargar gasolina en el camino, por que decidí echar mi cabeza hacia atrás e intentar obtener un poco de paz, cayendo dormido a los pocos minutos.
Cuando finalmente nos encontramos sobre el espacio aéreo argentino, la noche comenzaba a caer, y Amy me despertó sacudiéndome con cierta brusquedad. El piloto le había informado que aterrizaríamos en algunos minutos.
Me levanté emocionado y me dispuse a asegurarme que todo mi equipamiento estuviera en perfectas condiciones para lo que se venía, pero no pude evitar decepcionarme cuando descubrí que los "algunos minutos" del piloto, fueron en realidad casi una hora más, haciéndome desear abrir la escotilla y utilizar una flecha-paracaídas para finalmente poder salir de ahí.
Me encontraba caminando desesperadamente de un lado al otro de la nave, con las miradas agotadas de Amy y Rachel clavadas en mí, cuando, con alegría, comencé a sentir que estábamos reduciendo nuestra altura.
Casi grito de alegría cuando los pilotos aterrizaron en lo que quedaba de una vieja y destrozada ruta que estaba despejada, advirtiéndonos que eso era lo más cerca que nos podían dejar de nuestro destino. Esto no me molestó para nada, quería salir y estirar las piernas, sentir el aire frío golpear mi rostro de una vez por todas.
La escotilla se abrió y los tres bajamos apresuradamente, dejando a los pilotos en soledad, aunque pidiéndoles que se fueran de inmediato si advertían a las tropas de Eon acercándose a su posición.
Segundos después nos encontrábamos bajando de la ruta, y dirigiéndonos hacia un enorme bosque que se extendía ante nosotros, aunque, por las condiciones del suelo, se adivinaba que alguna vez había sido miles de veces más grande e impactante.
Aun así, me alegraba de ver un paisaje diferente a las desérticas zonas que estábamos acostumbrados a habitar, por lo que, a pesar de las terroríficas historias que había escuchado sobre el lugar, me adentré en el mismo con una sonrisa en el rostro.
La noche se encontraba en su punto máximo para cuando llegamos a nuestro destino, de forma que una gigantesca y hermosa luna llena nos iluminaba levemente el camino, atravesando las hojas de los árboles que nos rodeaban y formando extrañas y sombrías figuras con sus sombras.
Caminamos en silencio por lo que nos pareció una eternidad, y la ausencia de cualquier señal de vida en la zona empezaba a ponernos nerviosos con cada segundo que pasaba.
Miles de hipótesis pasaron por mi cabeza: nos habían tendido una trampa, nos habíamos equivocado de lugar, o tal vez las leyendas eran justamente eso: leyendas, y lo que estaba buscando no era más que otra historia para asustar niños y mandarlos a acostarse temprano o forzarlos a hacer la tarea.
Sin embargo, un leve crujido, imperceptible para Midnight y Stardust, hizo que me detuviera en seco y, entendiendo perfectamente lo que estaba pasando, ellas dos me imitaron.
Amy parecía estar a punto de hacer una pregunta, pero me llevé un dedo a la boca para indicarle que permaneciera en silencio y, tras olfatear un poco y concentrarme en encontrar un nuevo sonido, comencé a caminar nuevamente, guiado por mis sentidos. Había algo allí, oculto entre las sombras, pero no estaba logrando identificarlo.
A medida que avanzaba comencé a percibir más sonidos: agua golpeando levemente contra la orilla, más ramas resquebrajándose bajo las pisadas de alguien o algo, e incluso una respiración suave y tranquila.
No tardamos mucho en llegar al origen de los sonidos, un bello lago que se encontraba al pie del bosque y que parecía ser coronado por una enorme formación montañosa que se encontraba detrás de él. La luna se reflejaba de manera hermosa, casi hipnótica, sobre la apacible tranquilidad de la superficie.
Sonreí levemente y alcé una mano, señalando al responsable de los ruidos que habíamos escuchado, y, al notarlo, mis compañeras también sonrieron.
Un huemul tomaba tranquilamente agua de la orilla del río, ignorando totalmente nuestra presencia, aunque alzando cada tanto su majestuosa cabeza para mirar alrededor, tal vez en busca de algún predador.
Recordaba leer que aquellos ciervos habían estado en peligro de extinción por un largo tiempo, pero ignoraba cuál era su estado en la actualidad. Eran tan posible que, con la escases de hombres en la zona, hubieran logrado reproducirse y aumentar su población, como que la terraformación hubiera matado a los pocos que quedaban. Por todo lo que sabía podía estar mirando a la última criatura de aquella bella especie.
Lo observamos por algunos minutos, disfrutando cada segundo de ello, como si fuera el más grande espectáculo que hubiéramos presenciado en nuestra vida, y nos preparábamos para dejar a la hermosa criatura en paz cuando, de repente, un estruendo resonó, cortando en seco el silencio del bosque, y una bala impactó de lleno en su costado.
El huemul intentó correr, ponerse a salvo, pero el disparo había sido preciso, letal, de forma que el animal no tardó en caer rendido al suelo, luchando para respirar.
Amy y Rachel estuvieron a punto de lanzarse en su búsqueda, pero las tomé de los brazos, evitando que salieran de nuestro escondite.
Ambas me dedicaron una mirada de confusión, hasta que alcé nuevamente la mano y señalé hacía la orilla del lago.
Ahora podíamos ver claramente las luces de varias linternas disipando la terrible oscuridad que reinaba en el lugar, y varios sujetos armados, que avanzaron hablando por lo bajo, aparecieron poco después, caminando en dirección al abatido animal.
Los observé con asco, pero detenidamente. No había forma de que aquellas armas hubieran producido aquel disparo. Alguien más estaba escondido en el bosque.
Aquel grupo de tres personas se detuvo cuando tuvieron al agonizante ciervo a sus pies, y rieron por lo bajo, si hubieran tenido unas cervezas a mano seguramente hubieran brindado y tomado sin mayor culpa. En lugar de eso, uno de ellos llevó su mano a su cinturón, del cual extrajo un comunicador.
–El tiro fue perfecto, Señor E, pero el animal sigue vivo –informó aquel sujeto, aún con una sonrisa en su rostro.
–Mejor no hacerlo sufrir –sentenció una voz que sonó casi robótica saliendo de aquel dispositivo.
Pocos segundos después, otro grupo de hombres salió de dentro del bosque, todos altamente armados, y parecían estar rodeando a un sujeto que caminaba entre medio de ellos, indudablemente se trataba del Señor E.
Al verlo inmediatamente me di cuenta de que él había sido el tirador, no solo por el rifle que portaba, perfecto para realizar disparos a distancia en la oscuridad, sino por la orgullosa sonrisa que portaba en su rostro, la cual me moría por quitarle a golpes.
Con total desdén, el Señor E se acercó a la asustada criatura, que seguía luchando por vivir, y su sonrisa se ensanchó aún más.
–Es un animal hermoso –dijo sin dejar de sonreír–, y su cabeza va a quedar aún más hermosa colgando de mi pared.
Sin más, aquel despreciable sujeto desenfundó una pistola y disparó dos veces más contra el indefenso animal, acabando definitivamente con su vida.
Amy lanzó un suspiro al ver esta escena, y Rachel parecía estar a punto de llorar, y aquellos sonidos atrajeron la atención de aquel grupo, que de inmediato se giraron para mirar en nuestra dirección.
El Señor E, bastante rechoncho al lado de sus casi desnutridos acompañantes, observó detenidamente el área en la que nos encontrábamos, sin emitir sonido alguno, y comenzó a alzar su potente rifle. Si aquella la mira telescópica de aquel contaba con visión nocturna o visores térmicos nos detectarían sin duda.
Estaba llevando la mano a mi carcaj, dispuesto a dar pelea si llegaba a ser necesario, cuando, desde las profundidades del bosque, un desgarrador sonido destruyo el silencio imperante, volviendo la atención de los cazadores hacia la oscuridad.
Aquel ruido, que no podía identificarse ni como un gruñido ni un alarido, ni siquiera se podía decir a ciencia cierta si se trataba de un animal o una persona, afectó profundamente a los cazadores, a pesar de que parecía provenir desde una distancia considerable.
Inmediatamente todos se volvieron hacia el Señor E con una expresión de terror y suplica en sus rostros, y este solo respondió con un gruñido por lo bajo.
–No nos podemos quedar acá –empezó a decir uno, terriblemente alterado–, nos van a hacer mi...
–Ya sé, ya sé –lo interrumpió el Señor E, sin siquiera mirarlo–. Carguen al animal y llévenlo a la camioneta.
Los siervos de aquel hombre obedecieron inmediatamente, sabiendo perfectamente lo que se estaba aproximando. Se notaba perfectamente en sus rostros que conocían bien las historias sobre la zona.
Tampoco es que podía culparlos por reaccionar de semejante manera. Aquel grito me había helado absolutamente la sangre, y había tenido efectos similares en mis compañeras; Rachel incluso había palidecido terriblemente, haciéndonos temer por su salud por algunos segundos.
Cuando finalmente logramos hacer que Rachel reaccionara, los cazadores ya se habían perdido entre la oscuridad del bosque. Pero si alguien podía seguir un rastro ese era yo, y no tardé en tomar varias pistas con las que logré descubrir el camino que aquellos bastardos habían decidido tomar.
Usando señas y procurando no hacer ningún sonido, llamé a Amy y a Rachel, y pocos segundos después ya nos encontrábamos avanzando entre la maleza.
No tardamos en divisar las luces de las linternas moviéndose en todas las direcciones posibles. Aquel grupo no quería ser sorprendido, pero lo único que estaban logrando con aquel espectáculo de luces era develar su posición a aquella criatura que tanto los aterraba.
Los seguimos por varios metros, siempre cuidando evitar ser detectados -no sabíamos cómo podrían reaccionar aquellos asustados sujetos ante el menor movimiento-, hasta que nos encontramos con una gran cantidad de camionetas estacionadas en un claro, esperando para ponerse en marcha.
Mientras que un grupo de cazadores rodeaba al Señor E para protegerlo de cualquier ataque, aunque aquel sujeto no demostraba la menor señal de temor, otros se encargaban de cargar el pesado animal en una lujosa camioneta, claramente perteneciente al jefe.
Ni bien acabaron de cerrar la caja de la camioneta, ya con el animal cargado, se escuchó un desolador grito de terror y dolor, proveniente de uno de los cazadores que se había alejado un poco del grupo para inspeccionar unos arbustos en los que había detectado un movimiento.
Todos los del grupo alzaron sus armas de inmediato, y buscaron inútilmente con la mirada a su compañero perdido, del que solo había quedado su rifle tirado junto a un rastro de sangre fresca.
Al ver esto, los cazadores corrieron hacia sus camionetas, terriblemente asustados y dispuestos a huir, pero entonces el Señor E puso el grito en el cielo.
–¡De acá no se mueve nadie! –ordenó sin dudarlo por un segundo– Hoy nos vamos a llevar dos presas a casa, cagones.
Los asustados hombres se miraron y, tras tragar saliva, quitaron el seguro de sus armas.
Sin embargo, antes de alejarse de las camionetas, las pusieron en contacto y encendieron todas sus luces.
Lamentablemente, una de las camionetas estaba apuntando en nuestra dirección, por lo cual terminó encandilándonos por algunos segundos y revelando nuestra posición.
Probablemente los cazadores no lograron ver más que un par de bultos negros agazapados entre los arbustos, pero esto les fue suficiente para que se decidieran a abrir fuego inmediatamente contra nosotros, forzándonos a correr para esquivar las balas.
A pesar del tremendo estruendo producido por los disparos, pudimos captar el grito de otro cazador, lo que hizo que la lluvia de balas se detuviera por algunos segundos.
–Eso es todo –murmuró algo enojada Amy al notar que uno de los proyectiles había rozado su hombro.
Sin esperar más, disparó su pistola de garfios contra un árbol cercano y, aprovechando el impulso otorgado por esta, saltó y cayó sobre uno de los cazadores para luego noquearlo con un poderoso golpe.
El resto del grupo hubiera descargado sus armas sobre ella, pero Rachel reaccionó a tiempo y disparó su energía contra ellos, haciendo que varios salieran despedidos e impactaran contra las camionetas.
Mirando el desarrollo del combate, noté que una figura oscura se estaba moviendo a una velocidad impresionante alrededor del grupo, siempre evitando ser impactada por los rayos de luz producidos por los faros de las camionetas, y, ocasionalmente, haciendo desaparecer a alguno de los cazadores, que no sabían si preocuparse más por Rachel y Amy o por la criatura que los acechaba.
Noté que uno de los cazadores había alzado un revolver particularmente grande, con el cual amenazaba aniquilar a una desprevenida Rachel, que parecía más preocupada por evitar que Amy saliera lastimada que cuidar su propia espalda, de forma que alcé mi arco y con una precisa flecha arranqué el arma de sus manos.
Ya no pudiendo permanecer oculto, me lancé sin dejar de tirar flechas hacia el grupo de enemigos, que no paraban de disparar hacia todas las direcciones posibles, impactando arboles más que nada, y me adentré en el combate.
Lo cazadores, pobremente entrenados en el manejo de armas y tácticas de combate, cayeron rápidamente. Pero, cuando el último de ellos tocó el suelo, el estruendo de un disparo se escuchó, y vi a Amy caer al suelo adolorida.
Mientras Rachel se apresuraba a poner a cubierto a nuestra compañera, yo me giré para ver al tirador, y me encontré al Señor E apuntándome con el mismo rifle que había utilizado para matar al huemul hacía algunos minutos.
–Hijo de puta –murmuré con odio, mientras él sonreía–, vas a pagar por...
–Relajate, que si quería le podría haber arrancado el brazo de un tiro –me interrumpió con una total calma–, y lo mismo voy a hacer con tu cabeza si vos o cualquiera de tus amigos hacen el más mínimo movimiento.
Intenté tranquilizarme. Sabía que jamás lograría cargar una flecha antes de que él disparara, y, si algo había demostrado aquella noche ese sujeto, era que no tendía a fallar.
–Muy bien, muy bien –dijo sin borrar la sonrisa de su rostro–, parece que van aprendiendo.
Pero mientras el pronunciaba aquellas palabras, yo me dedicaba a utilizar mis poderes para escanear el área, y no tardé en encontrar justamente lo que buscaba.
Agazapado en las sombras, algo observaba la escena pacientemente, sin emitir ningún sonido más que el de su pesada y bestial respiración, la cual por momentos me hacía sentir bastante incómodo.
–Ahora, hermosa, vos anda y poneme la camioneta en marcha –ordenó el Señor E a Rachel, que en respuesta le devolvió una mirada de asco–. No te olvides que le estoy apuntando a tu amigo, así que pórtate bien o lo mato acá adelante tuyo.
–Hazlo, Stardust –le dije, sabiendo que no teníamos muchas más opciones.
Rachel bufó por lo bajo y, antes de levantarse, colocó a la adolorida Amy contra un árbol para que se mantuviera sentada, pero, al hacerlo, Midnight murmuró algo por lo bajo.
–Las luces altas... –fue lo único que aquella inteligente espía dijo, tratando de contener el dolor que le producía su herida.
Las pulsaciones de Rachel se aceleraron, y tuve que hacer un esfuerzo para no sonreír ante el improvisado plan que estaba a punto de llevarse a cabo, del cual, por la expresión confiada que tenía, el Señor E no sospechaba absolutamente nada.
En ese instante noté que otro juego de pulsaciones, más fuerte, comenzaba a escucharse con total claridad, y supe que se trataba de los de aquella criatura que había aniquilado a una gran cantidad de cazadores desde las sombras. De alguna manera parecía intuir que algo estaba a punto de suceder, y se estaba preparando para ello.
Rachel avanzó con paso lento y precavido hacia la camioneta que estaba apuntando directamente al Señor E, sin nunca quitar su mirada de encima de este para asegurarse de que no hiciera nada estúpido. Abrió la puerta gentilmente y se colocó en el asiento de conductor, pero, en lugar de encenderla, dio un giro a la perilla de la luz y estas se volvieron más intensas de repente, encandilando momentáneamente a nuestro enemigo.
Todo sucedió en cuestión de segundos. Un fuerte disparo se escuchó, y sentí la bala rozar mi mejilla para luego impactar en un árbol lejano; un terrible gruñido, muy similar al que habíamos escuchado anteriormente, solo que millones de veces más fuerte y paralizante; un grito de horror, y, finalmente, el sonido de sangre brotando de una herida, mientras que alguien luchaba por seguir respirando.
Las luces de la camioneta se apagaron, dejando ese sector en una absoluta oscuridad, por lo cual solo podía ver una figura negra mirando el cuerpo sin vida del Señor E, el cual ahora contaba con un enorme tajo en su cuello por el cual sangre no paraba de brotar.
Rachel y Amy, la cual tuvo que hacer un esfuerzo considerable para levantarse, se acercaron lentamente a mí, sin pronunciar ni siquiera una palabra, pero tampoco pudiendo apartar la mirada del grotesco espectáculo que tenían frente a sí.
Aquella oscura figura se giró hacia nosotros, permitiéndonos ver sus grandes ojos amarillos, los cuales brillaban con una particular intensidad en la oscuridad. Unos rasgos indiscutiblemente animales resaltaban en aquel cuerpo que por momentos parecía ser humano y por otros algo completamente distinto.
Pocos segundos después, aquella criatura comenzó a gruñirnos, haciendo que Rachel retrocediera un poco, algo asustada.
–Tranquila –dije, tratando de sonar lo más calmo posible a pesar del indescriptible temor que me causaba aquella visión–, no va a hacernos daño ¿verdad?
La bestia continuó gruñendo, pero sin moverse ni un centímetro de su posición, de forma que yo decidí dar un paso al frente.
–Si quisieras lastimarnos, lo podrías haber hecho cuando llegamos al bosque, o cuando acechamos al Señor E, pero no lo hiciste –continué, aunque, al notar que la intensidad de sus gruñidos había aumentado, paré de caminar–. E incluso, queriendo matar a ese hijo de puta, esperaste a que yo estuviera fuera de peligro ¿no es cierto?
Los amenazadores sonidos producidos por aquella criatura se detuvieron al escuchar estas palabras, y sus ojos volvieron a sorprenderme con su espectacular brillo.
–No aprobamos tus métodos –dije, desviando por un segundo la mirada al cuerpo inerte del cazador que había disparado a Amy–, pero creemos que no eres un monstruo. El Señor E, otros como él, más poderosos, más brutales, ellos sí lo son, y necesitamos tu ayuda para derrotarlos.
Un largo silencio se hizo presente, aumentando la tensión en aquel oscuro y siniestro bosque. Hasta que aquella criatura se puso de pie frente a mí, y, con su intimidante altura de más de un metro noventa, me hizo retroceder.
Al notar que di un paso atrás, aquel "animal" pareció algo decepcionado, si es que si siquiera era posible, pero, gracias a ese paso, pude observarlo en todo su esplendor.
Una gran cantidad de pelaje cubría la mayor parte de su cuerpo, y unas largas garras, las cuales se encontraban chorreando sangre, parecían brillar bajo la luz de la luna, al igual que unos afilados colmillos en sus fauces. Dos puntiagudas orejas resaltaban a los costados de su cabeza, la cual mezclaba rasgos animales y otros muy humanos. Incluso podía ver una cola colgando a sus espaldas.
De repente la criatura dio un paso al frente, y de inmediato noté que su altura se había reducido considerablemente. Lentamente, el pelaje fue desapareciendo, al igual que las garras y las orejas animalescas. El rostro de aquel sorprendente animal fue volviéndose progresivamente más humano, hasta dejar frente a nuestros ojos a una hermosa muchacha, de aproximadamente mi estatura, que nos miraba desde cierta distancia.
Lo que acabamos de ver nos dejó a los tres demasiado sorprendidos como para pronunciar palabra alguna, de forma que solo nos quedamos observando a aquella chica boquiabiertos por algunos segundos, y el hecho de que se encontrara desnuda, aunque la mayor parte de su cuerpo estaba cubierto por las sombras de los árboles, no ayudaba a encontrar una forma de empezar una conversación.
–Váyanse de aquí, y jamás regresen –fueron las primeras palabras que escuchamos salir de ella.
Sus palabras funcionaron como una especie de despertador, el cual logró que los tres reaccionáramos inmediatamente.
–Disculpa, no esperábamos eso –dije, tratando de explicar nuestro comportamiento.
–No tienen que disculparse, simplemente váyanse –sentenció sin inmutarse, y fue en ese momento en que noté que sus ojos seguían siendo de ese intenso color amarillo.
–Vinimos a buscarte, creemos que puedes ayudarnos a derrotar a Eon –dijo Amy de repente, con algunos rastros de dolor en su voz.
–No me interesa derrotar a Eon –sentenció, ya con cierto enojo–, solo quiero que me dejen en paz.
–Si tan solo pudieras escucharnos... –empecé a decir, pero ella me interrumpió de inmediato.
–Ustedes son los que deberían escucharme –dijo con un tono serio y amenazador–. Váyanse, antes de que cambie de opinión y decida comérmelos en la cena.
Rachel tragó saliva, pero ni Amy ni yo nos movimos en lo más mínimo, haciéndole entender a esa malhumorada chica que no íbamos a irnos hasta no obtuviéramos lo que habíamos venido a buscar.
Ella permaneció por algunos segundos mirándonos de forma amenazadora, hasta que finalmente lanzó un resoplido de frustración y, tras girar sobre sus talones, comenzó a marcharse hacia el bosque, dejando a todas sus víctimas y a nosotros abandonados.
Sabía que tenía cualidades para convertirse en una poderosa aliada, así como también sabía que no podía dejarla ir, de forma que tenía que pensar rápidamente en alguna forma de convencerla.
Estaba a punto de abrir mi boca, cuando Amy, debilitada por la pérdida de sangre, cayó sobre el frío y duro suelo del bosque, haciendo que toda mi concentración se ponga sobre ella.
–¡Mierda! –exclamé, al tiempo que me inclinaba para observar la herida más de cerca. La bala había pasado de lado a lado, lo cual era una suerte, pero probablemente había cortado alguna arteria importante en su camino, haciendo que necesitara ayuda médica de forma inmediata– Stardust, ayúdame, debemos llevarla al avión.
Rachel asintió de inmediato y me ayudó a levantarla, pero, cuando nos giramos, nos encontramos de frente con aquella muchacha, que ahora nos miraba desde cierta distancia, y pude notar un poco de preocupación en su rostro.
–No hay forma de que logren llegar hasta su avión –sentenció ella, sin tratar de demostrar demasiada emoción, pero eso bastó para hacerme saber que había leído bien sus expresiones–. Síganme. Rápido.
Antes de obtener nuestra respuesta, la misteriosa chica se giró y comenzó a correr por el bosque, perdiéndose rápidamente entre los árboles.
Tuve que utilizar todos mis poderes, pero finalmente logré captar el rastro que nos permitió seguirla.
Junto a Rachel, avanzamos de la forma más cuidadosa y rápida que pudimos, y no pudimos evitar llevarnos una sorpresa cuando, pocos minutos luego de empezar nuestro recorrido, nos encontramos con las estructuras de unas viejas y deterioradas casas.
Desde la puerta de una de ellas, la chica-lobo, ya con unas sucias y antiguas ropas puestas, nos hacía señales para que entremos y, sin dudarlo un solo segundo, obedecimos.
Una vez dentro, ella nos ayudó a colocarla sobre una mesa que acaba de despejar, a juzgar por la gran cantidad de cosas que había tiradas en el suelo.
–Vuelvo en seguida –dijo, antes de desaparecer por una de las puertas de aquella antigua cabaña, la cual sin lugar a dudas pertenecía al pueblo abandonado de las historias.
Rachel y yo hicimos lo mejor que pudimos para mantener la presión sobre la herida, pero la sangre seguía brotando sin parar, y me di cuenta de que la misteriosa muchacha tenía razón: Amy jamás hubiera llegado con vida al avión.
Tan rápido como se fue, la chica volvió a aparecer, esta vez cargando un mortero en el que parecía estar haciendo una mezcla de algunas hierbas y demás, las cuales luego coloco sobre una venda bastante sucia.
Si darnos tiempos para pensarlo, ella colocó la venda sobre la herida y comenzó a hacer presión, y Amy, que hasta ese punto se encontraba tremendamente debilitada y al borde de quedar inconsciente, se recuperó de inmediato y lanzó un fuerte alarido de dolor.
–¿¡Qué le estás haciendo!? –pregunté, preocupado por el estado de Midnight.
–Salvándole la vida –sentenció ella sin inmutarse en lo más mínimo, al tiempo que seguía pasando aquella extraña mezcla por sobre la herida.
Los gritos se prolongaron por algunos segundos más, pero sabía que mi única opción para salvar a Amy era confiar en esa extraña, de forma que la deje proseguir sin interrupciones.
Finalmente, Amy pareció desmayarse, de forma que se desplomó sobre la mesa, respirando pesadamente y con gotas de sudor recorriendo su rostro.
–Eso es totalmente normal –dijo, supongo que con la intención de dejarnos tranquilos–. Se recuperará en un par de minutos.
Suspiré aliviado, y decidí que lo mejor sería tratar de aprovechar el tiempo.
–Rachel ¿te molestaría quedarte cuidando a Amy? –pregunté a mi aún asustada compañera– Tengo que hablar algunas cosas en privado con...
Ella me miró por algunos segundos con desconfianza, claramente tratando de decidir si debía hablar o permanecer a la defensiva. Finalmente, y para mi alivió, su boca se abrió.
–Rebecca –dijo sin demasiados animos, y con cierto enojo–. Rebecca Torrance.
Sonreí, intentando demostrar lo agradecido que estaba de que hubiera confiado en mí, pero ella simplemente volvió a girarse y salió de la habitación.
Miré a Rachel y esta simplemente asintió, de forma que decidí obedecer a mis instintos y seguir a Rebecca.
Crucé la puerta tras la cual ella desapareció, y me la encontré echando unos pequeños leños en la chimenea, los cuales avivaron el pequeño fuego que ahí flameaba.
Gracias a la luz emitida por aquellas llamas pude observar más detalladamente a Rebecca Torrence, la cual resultaba ser la misteriosa criatura que habíamos venido a buscar.
A pesar de su gran altura cuando estaba en su forma de "loba", ahora no podía medir mucho más que Amy, y todos aquellos músculos que había observado antes de su transformación habían dejado lugar a una bella y esbelta figura.
Su negra cabellera, tan negra como la noche, contrastando así con su piel excesivamente blanca, caía largamente por su espalda y, por lo desarreglada que estaba, se me dificultaba distinguir si sus pelos eran enrulados o simplemente estaban así por las condiciones en las que se veía obligada a vivir.
Ella no paraba de acariciar sus manos, las cuales aún tenían sangre de los cazadores que había asesinado hacía algunos minutos, pero al notar que estaba en la habitación se detuvo y se giró para verme.
–Antes de que digas algo, déjame agradecerte por haber salvado a Amy, jamás voy a dejar de estar en deuda contigo –dije al notar que ya estaba por empezar a hablar.
–Puedes empezar a pagar marchándote de mí bosque –sentenció sin más, dejando que el calor del fuego iluminara su rostro.
–No lo entiendes, Rebecca, necesitamos tu ayuda para detener a Eon... para salvar el mundo –repliqué mientras me acercaba a ella.
–¿Alguna vez te pusiste a pensar que este mundo no merece ser salvado? –preguntó ella y se giró para dedicarme una mirada feroz, la cual me forzó a detenerme.
Un silencio incomodo se produjo de repente y ella, dándose cuenta de las palabras que acababan de salir de su boca, volvió el rostro nuevamente hacia el fuego, algo avergonzada.
–¿Fuiste tú? –pregunté, y esto logró captar su atención– La causante de todas las desapariciones en esta zona, durante todos estos años ¿fuiste tú?
Rebecca se giró y me sonrió levemente, como si hubiera preguntado la estupidez más grande del universo.
–Por supuesto que no –respondió de inmediato–. Esta... maldición viene en la sangre de la familia desde hace años.
–¿Hay más como vos? –volví a preguntar con curiosidad.
–No, ya no –replicó ella con cierta tristeza.
–¿Qué paso? –dije cuidadosamente, sabiendo que estaba tocando un nervio expuesto.
–Lo de siempre, la estupidez de la gente –se lamentó con un suspiro de frustración–. Todo empezó años atrás, con mi abuelo, un brillante científico que trabajaba Londres, donde creó la fórmula que lo transformó en... esto –relató ella, y al decir estas últimas palabras miró sus manos aún manchadas con sangre–. Intentó luchar contra la bestia, encontrar una cura, pero era más poderosa de lo que él podía aguantar, de forma que no pudo hacer nada para evitar que saliera y dejara cadáveres por toda la ciudad.
"La gente no tardó en encontrar a mis abuelos y, antes de que él pudiera dar una explicación, intentaron matarlos a los dos por lo que había pasado, sin siquiera importarles el bebé que mi abuela llevaba en su vientre.
Ambos se vieron forzados a huir de Londres, y lograron llegar aquí, a Argentina, donde se instalaron en este bosque, cerca de este poblado, donde la toma de poder de Cíclope apenas y fue percibida al ser tan pequeño.
Por muchos años todo fue tranquilo, hasta que descubrieron que mi padre había heredado la misma condición, si es que puede llamársela así. Mi abuelo intento entrenar a su hijo, enseñarle a controlar la bestia que tenía dentro, la maldición que él le había dado, pero él resultó ser un niño curioso e inquieto, que no comprendía por qué no podía acercase a la gente que veía deambular a veces por el bosque, a los cuales había seguido más de una vez hasta las cercanías de este pueblo.
Una noche en particular, la curiosidad lo venció, y decidió ir a visitar el poblado que tanto llamaba su atención. Lamentablemente, la emoción de ver todas esas cosas nuevas fue demasiado para su mente, de forma que no pudo contener la transformación, cambiando así en el centro del pueblo, frente a la mirada de todos sus aterrados habitantes.
A pesar de haber cambiado, mi padre pudo controlar a la bestia, evitando así lastimar a alguien. Pero nada de eso importo a aquellas personas, que fallaron en ver a un niño asustado, y solo vieron a un fenómeno... un monstruo.
Mi padre huyó hacia el bosque tan rápido como pudo al notar la hostilidad de aquellas personas.
Poco después un grupo de cazadores se adentró, en busca de aquella criatura, tal vez para asesinarla, tal vez para capturarla y exhibirla. Lo cierto es que mi abuelo adivinó inmediatamente las intenciones de aquellos invasores, por cual los atacó inmediatamente, con la ayuda de su esposa.
La gran mayoría de los cazadores murieron, pero un grupo logró acorralar a mí abuelo, al cual acribillaron al instante, matando al mismo tiempo a su esposa cuando quiso intervenir, dejando así a un pequeño niño abandonado y huérfano.
El grupo de cazadores buscó exhaustivamente al pequeño pero, al no poder encontrarlo, supusieron que había huido y que ya no era su problema. Pero él había observado todo desde su escondite, absolutamente impotente.
Mi padre creció odiando a los habitantes de este pueblo, jurando venganza. Por lo cual se instaló en su bosque, aniquilando a todos los cazadores que se atrevieran a traspasar en su territorio, mientras que se preparaba para dejar caer su ira sobre aquellos que habían asesinado a sus padres.
Años después, ya siendo un hombre, totalmente irreconocible para los pobladores, mi padre salió del bosque y, lenta y pacientemente, se convirtió en el amigo de todos aquellos que habían arruinado su vida. Incluso del intendente del pueblo, aquel que había guiado a la violenta turba que invadió el bosque y había ejecutado el disparo que acabó con la vida de su padre. Pero, como tú debes saber, ningún plan sobrevive al primer contacto con el enemigo.
Mi padre no sabía que el hombre que había asesinado a sus padres tenía una hija de aproximadamente su edad, la cual lo cautivó inmediatamente con su belleza, al igual que ella quedó absolutamente enamorada de él desde el primer momento.
Tras algún tiempo, mi padre no pudo aguantar más todos los secretos y decidió contarle todo a quien, más tarde, se convertiría en mi madre: los experimentos de su padre, lo que él era a causa de ello, lo que aquel pueblo había hecho a su familia, y su plan de venganza.
Aun así, aquella noble mujer pudo ver más allá de la oscuridad, más allá del monstruo, y ayudó a que él se viera nuevamente como una persona. Así que le rogó que abandonara su venganza, que dejara ir el pasado, y comenzara una nueva vida junto a ella, lejos de todos aquellos que lo habían lastimado.
Por desgracia, mi padre ya había empezado a ejecutar su plan, dejando varios cuerpos descuartizados por el pueblo.
La policía no parecía comprender como nadie había visto a un animal salvaje caminando por la ciudad, y no cabía duda de que eso era lo que había causado la muerte de aquellos viejos pobladores. Pero el Intendente, astuto como siempre, supo unir los puntos y descubrió de inmediato la conexión entre aquellas muertes.
Tampoco tardó en descubrir la verdadera identidad de su yerno, aquel que había logrado conquistar el corazón de su hija. No se trataba de otro que la criatura que se les había escapado la primera vez, y ahora se encontraba determinado a terminar el trabajo.
Mis padres se preparaban para regresar al bosque, donde planeaban poner una especie de reserva, donde tratarían de preservar la bella fauna del lugar del constante asedio de los cazadores que trataban a esas criaturas como si fueran simplemente un objeto que podían colgar sobre su chimenea.
Pero la noche que iban a irse, el Intendente envió a un gran grupo de cazadores a por mi padre, alegando, correctamente, que él había sido el responsable de todas las horribles muertes que habían sucedido y, siendo el líder de la ciudad, nadie cuestionó su palabra.
Prácticamente todos los hombres del pueblo fueron tras mi padre, pero él, sabiendo que mi madre estaba embarazada de mí, y recordando lo que le había pasado sus propios padres, decidió salir al bosque, donde mató, uno por uno, a aquellos que buscaban lastimarlo a él y a su familia.
Para cuando la mañana había llegado, este lugar se había convertido en una zona de guerra, y solo mi padre, terriblemente herido, y el Intendente quedaban en pie.
Lamentablemente aquella escoria, a la cual me da asco llamar abuelo, se enteró que su hija estaba embarazada, y, odiándola por ello, decidió que la asesinaría, no sin antes utilizarla para atraer a su verdadera presa a su trampa.
Mi padre se arrastró, ya en sus últimos alientos, hasta donde su amada estaba siendo retenida, y puso una pelea feroz contra mi abuelo materno, el cual acabó en la muerte de los dos.
El pueblo había quedado prácticamente vacío, y la poca gente que quedaba decidió que ya no había salvación para ese lugar, aparentemente maldecido por Dios en persona, por lo cual decidieron mudarse inmediatamente, no sin antes dejar advertencias para todos aquellos que se acercaran a aquella zona.
Sin embargo, mi madre eligió quedarse allí, sola, y cumplir con el sueño que había llevado tenido junto a su amado: proteger aquel bosque y a todas las criaturas que en el habitaran de la mano de hombres codicioso, o de aquellos que buscaban destruir solo por diversión.
Ella me crio y educó en absoluta soledad, haciendo lo posible para enseñarme todo lo que sabía sobre mi enfermedad, la maldición que pesa sobre mi familia desde hace años, y siempre recordándome la nobleza de mi padre y mi abuelo paterno, a pesar de todos los errores que cometieron.
Pero la vida en este lugar desolado no es para todos, y años más tardé acabó por desgastar el cuerpo de mi madre, quien finalmente murió tras una larga enfermedad, negándose totalmente a abandonar el bosque que había jurado proteger junto a su amado.
Y así quedé sola, pero con la misma misión que mi madre me había dado, una que pretendo cumplir al pie de la letra, por no mencionar que mi abuelo jamás llegó a determinar si mi enfermedad es contagiosa de alguna forma. De forma que, Vigilante, comprenderás por qué no puedo acompañarlos".
No pude evitar quedarme unos segundos en completo silencio tras escuchar esa historia marcada por la tragedia desde el principio hasta el final, ni sentir pena por aquella muchacha que estaba frente a mí por todo lo que le había pasado. Aún antes de nacer, parecía que su vida estaba destinada a ser un infierno.
–En cinco meses no habrá bosque que proteger, ni aquí ni en ningún lugar del mundo, Rebecca, pero con tu ayuda eso puede cambiar –solté de una sola vez, con toda la pesadez que me fue posible.
Esto captó de inmediato su atención, de forma que procedí a exponerle los hechos tal cual me habían sido relatados, tratando de hacer hincapié en la necesidad de formar un nuevo grupo para detener la segura destrucción de la vida en la tierra como la conocíamos.
–Creí que no aceptaban asesinos en su grupo –señaló cuando volví a repetir mi oferta–, y eso es lo que soy, Archer, una asesina a sangre fría.
–Eso no es lo que vi, ni lo que escuché –repliqué de inmediato–. Hemos hecho contacto con un campamento de supervivientes asentado en las cercanías de este lugar. No los has atacado a ellos, ni evitado que cacen en este lugar, asumo que se debe a que lo hacen para sobrevivir y sin atacar a especies mayores, concentrándose solamente en roedores pequeños y aves que se reproducen de forma rápida y abundante. Por no mencionar que tras semanas de buscar a una pequeña niña que se había perdido en el bosque, esta regresó de repente al campamento, sana y salva, diciendo que un animal la rescató y le enseñó el camino ¿Esa también fuiste tú?
Rebecca desvió nuevamente la mirada, sabiendo que estaba en lo correcto, pero aun así negándose a participar del grupo, por lo cual decidí acercarme a ella.
–Tú puedes ayudarnos, pero nosotros también podemos hacer lo mismo por ti –dije a sus espaldas, pero al escuchar estas palabras se giró para mirarme–. Has estado demasiado tiempo sola, Rebecca, te sentaría bien unirte a nosotros, y no tardarías en darte cuenta de que no somos demasiado diferentes.
Esta última afirmación pareció no gustarle demasiado, pero, en lugar de contestar, se alejó y se dispuso a mirar el bosque a través de una sucia ventana que se encontraba en el otro extremo de la habitación.
Finalmente lanzó un suspiro, y se giró para mirarme.
–Bien, supongo que puedo ayudarlos, sólo por esta vez y sólo porque parece ser la única forma de salvar el bosque de forma definitiva –dijo con cierta resignación en su voz–. Mi unión al grupo es temporal, y viene con ciertas condiciones.
Emocionado, sonreí y me acerqué nuevamente a ella, absolutamente extasiado por las palabras que acaba de pronunciar.
–Nómbralas, y haremos todo lo posible por cumplirlas –dije con total confianza.
–Primero que nada, asegurarme que ni bien termine todo este desastre me van a devolver al bosque de forma inmediata –entiendo a la perfección la razón para esto asentí vigorosamente y seguí escuchando–. En segundo lugar, quiero que envíen a un grupo de personas que se encargue de curar a los animales heridos, y alentar a posibles cazadores como el Señor E, en mi ausencia.
–Hecho –respondí de inmediato, aunque me costaba imaginarme a quien podríamos enviar a aquel lugar, pidiéndole que se alejara de la batalla principal. Todos en La Resistencia estaban absolutamente comprometidos con la causa.
–Y finalmente... –dijo, y se detuvo un segundo para elegir sus palabras con cuidado– escuché que ustedes tenían una especie de superdotado, alguien de una inteligencia deslumbrante ¿Es esto cierto? –de inmediato que se refería a Joel, de forma que asentí lentamente, a pesar de que no me olvidaba el estado en que el joven genio se encontraba en ese momento– Bien, voy a necesitar que cree una cura para mi enfermedad.
Aquel último pedido me tomó por sorpresa, de forma que el silencio volvió a hacerse presente en aquella situación hasta que se me ocurrió algo que decir.
–Si es lo que realmente quieres, podemos buscar una forma de arreglarlo... –comencé a decir con ciertas dudas– pero tengo que saberlo ¿estás absolutamente segura de esto? Tus poderes son una parte de ti, Rebecca, si los pierdes nada volverá a ser igual, por no mencionar que es parte de la herencia que tu familia te dejó.
–Lo que realmente quiero es poder llevar una vida normal, no tener miedo todas las noches de perder el control de la criatura que llevo dentro, de lastimar a alguien inocente –respondió con absoluta seguridad y sin que la voz le temblara en ningún momento–. Ustedes jamás lograrían comprender lo que es cargar con esta maldición, y pretendo que se termine conmigo.
–Si eso es lo que de verdad quieres, prometo que vamos a intentar ayudarte en todo lo que podamos –dije finalmente, aunque ciertamente me resultaba extraño que alguien rechazara poderes tan magníficos como los ella tenía, pero como ya había señalado, no podríamos comprenderla sin estar en su lugar–. Entonces ¿tenemos un trato?
Finalmente Rebecca me dedicó una amplia y sincera sonrisa, la cual destacaba aún más su belleza, y luego tendió su mano cubierta de sangre hacia mí, la cual estreché inmediatamente, devolviéndole la sonrisa el mismo tiempo.
Esperamos a que Amy se sintiera un poco mejor, lo cual resultó ser sorprendentemente pronto, probablemente debido a los cuidados que nuestra anfitriona le había otorgado, sanando casi en su totalidad la herida de forma rápida y efectiva, y regresamos junto a Rebecca a nuestro avión, el que aún descansaba pacíficamente en el medio de aquella solitaria ruta.
Midnight se despertó en pleno vuelo, algo aturdida y adolorida, por no mencionar que se encontraba muy debilitada, razón por la cual probablemente debería tomarse unos días de descanso antes de regresar a la acción.
Con la esperanza de que recuperara un poco sus fuerzas, le acercamos para que comiera un poco de carne asada que los pilotos se habían traído para cenar mientras nos esperaban y de la cual les había sobrado un poco.
Al notar que Rebecca nos observaba desde su asiento en silencio, Amy le tendió un plato de comida.
–¿Quieres un poco? –preguntó con una sonrisa en el rostro– Es lo menos que puedo hacer luego de que hayas salvado mi vida.
–No, gracias –respondió la otra secamente, aunque sin intensión de sonar maleducada–. Soy vegetariana.
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