28. El nuevo mundo.
Una vez que las balas dejaron de golpear sobre el metal del helicóptero, y los miembros de La Resistencia nos proporcionaron una botella de agua a cada uno y una lata de frijoles, que disfrutamos como si fuera un manjar digno de dioses, procedimos a bombardear con preguntas a Alan, quien nos había observado devorar nuestra primera comida decente en meses en silencio, tratando de contener algún comentario grosero que seguramente estaría en la punta de su lengua.
Nuestro salvador nos miró con confusión, intentando sacar algo en concreto de aquella avalancha de palabras que le llegaban, buscando un hilo que le permitiera relatar los hechos tal y como ocurrieron, poniéndonos al día con los eventos que pasaron desde que fuimos derrotados y capturados, hasta el momento en que él nos rescató.
Al ver que el joven estaba realmente aturdido, y de momentos parecía incluso asustado, decidí callar y recomendé a mis amigos que hicieran lo mismo.
Cuando el silencio finalmente reinó dentro de aquel pájaro de hierro, Alan recorrió nuestro grupo con la mirada y tomó una gran bocanada de aire antes de empezar su relato.
Tras "La Batalla de San Francisco" y nuestra desaparición, el mundo se fue a la mierda: la gente entró en un espiral de desesperación, los héroes que quedaban no presentaron desafío alguno para Eon, y la máquina terraformer estaba activada en el desierto de Australia, y, en los dos primeros meses, dos tercios de la población mundial murieron.
El Antiguo se volvió en el rey absoluto de un planeta que, poco a poco, dejaba de ser el que todos sus habitantes habían llegado a conocer.
Grandes partes del planeta quedaron cubiertas por desiertos, ciudades enteras vacías, el clima cambió drásticamente, el aire se sentía más pesado, todo esto en un corto transcurso de tiempo.
Aceptando su inevitable destino, la gente pareció terminar de enloquecer, y se fue separando más y más, formando diferentes facciones que combaten por el dominio de terreno y recurso, en una desesperada lucha por la supervivencia.
Pero sobre todos ellos, Eon seguía en su trono, junto a sus secuaces, observando cómo la humanidad se destruía lentamente a sí misma.
Sin embargo, El Antiguo cayó en la cuenta de que iba a necesitar ayuda para reconstruir su mundo nuevamente, y ni todos los Shadows que lo seguían ciegamente, ni los miles de esclavos que tenía, gente que se había caído rendida a sus pies en busca de un pasaje seguro hacia el nuevo mundo, iban a ser suficientes.
Así fue cómo surgió a lo que Alan se refirió como "La Cosechadora", un monstruoso edificio al que las escasas tropas de Eon fueron llevando los cadáveres que encontraban, donde, con espantosos experimentos, los traían de vuelta a la vida, pero transformados en unas criaturas sin mente que no hacían otra cosa que seguir las órdenes del Antiguo al pie de la letra.
Alan nos explicó que los guardias de nuestra prisión eran esta nueva especie de criaturas y que, no habiendo encontrado una forma de regresarlos a su estado anterior, La Resistencia dio orden de que aquellos pobres diablos fueran puestos fuera de su miseria en caso de que no se tuviera otra opción, razón por la cual él había terminado con la vida de varios de ellos en nuestro escape.
Día a día, la cantidad de tropas con las que Eon contaba aumentaba, y la gente dispuesta a enfrentarse a él era cada vez menos.
Pero entonces, como un rayo de luz esperanzador en el medio de la oscuridad, La Resistencia surgió, tratando de reunir las fuerzas suficientes para lanzar un último ataque en contra de Eon, salvando así a la tierra de lo que parecía ser una muerte inevitable.
Nuestro incansable salvador estaba empezando a describir cómo funcionaba La Resistencia, cuando de repente Joel se sentó, dándonos a todos un susto de muerte, y haciendo que todos claváramos nuestra mirada en él, aunque él ni siquiera parecía estar interesado en nuestra presencia.
–¿Joel? ¿Te encuentras bien? –preguntó Sandy al ver que él no paraba de observar sus brazos, donde tenía las marcas de las agujas por las cuales le habían inyectado las drogas.
–¿Dónde están? ¿Dónde están? –era lo único que atinaba a responder el joven Green, buscando algo que claramente no estaba allí– ¡Las necesito! ¿¡Donde están!?
–Cariño, te sacamos de tu celda ¿no lo recuerdas? –volvió a cuestionar su amada, esta vez acercándose un poco al trastornado muchacho– Daniel y yo...
Al instante, Joel saltó sobre de ella y envolvió sus manos alrededor de su cuello, tomándola por sorpresa.
–¡Devuélvanlas! ¡Las necesito! ¡Son mías! ¿¡Donde están!? –exclamaba desesperadamente Joel, mientras seguía apretando.
Amy y yo nos echamos en seguida sobre él, tratando de evitar que lastimara a Sandy, pero aquel genio aún mantenía una fuerza impresionante, y no fue hasta que Alan finalmente le dio un fuerte rodillazos en la cara que pudimos liberar a nuestra amiga.
Joel cayó pesadamente sobre su espalda en el frío piso del helicóptero, y parecía dispuesto a levantarse y atacar nuevamente, hasta que todos nos tiramos sobre él, evitando que se moviera.
–¡No tenían derecho a hacer eso! ¡Hijos de puta! –continuó vociferando él, con odio escapando de sus ojos– ¡Necesito mis drogas! ¡Los mataré si eso es lo que hace falta!
Bastó un solo puñetazo de parte de Alan para que los gritos de Joel cesaran definitivamente, dejando al joven genio inconsciente en el acto.
–¿Qué mierda le está pasando? –preguntó Sandy tomándose el cuello con lágrimas en sus ojos, incapaz de comprender la actitud de su novio.
–Síndrome de abstinencia... –respondí por lo bajo– lo he visto antes, aunque nunca de una forma tan violenta y pronunciada.
–¿Y qué hacemos para detenerlo? –volvió a pregunta con desesperación.
–No hay nada que podamos hacer, Sandy, lo siento –repliqué, apoyando mi mano en su hombro en un inútil intento por consolarla–. Joel debe eliminar las drogas de su cuerpo de forma natural, pero va a pasar por un verdadero infierno antes de que eso pase.
–Tenemos médicos entre nosotros, vamos a hacer lo mejor que podamos parar cuidarlo –aseguró uno de los pilotos, que se había acercado al escuchar todo el alboroto que produjo la breve pelea.
Nos tomamos unos segundos para recuperarnos de semejante suceso y, cuando todos estuvimos más calmado, Alan siguió con su relato.
–Nuestra líder intento contactar con otros grupos de sobrevivientes, convencerlos de que luchar unidos era la única forma que teníamos de detener a Eon, pero la mayoría hizo oídos sordos, ya estaban absolutamente determinaros a disfrutar el poco tiempo que les quedaba en la tierra, cansados de vivir continuamente peleando contra algún mal mayor –explicó Alan, al tiempo que negaba con la cabeza–. A pesar de nuestros escasos números, estábamos determinados a continuar con la pelea, y entonces, milagrosamente, nos llegó un mensaje ofreciéndonos su ubicación exacta y una forma de rescatarlos.
–Vaya ofrecimiento –soltó Amy al escuchar esto–. Supongo que quien lo hizo quería algo a cambio.
–Alejarse de Eon de forma segura, y una oportunidad de unirse a La Resistencia –respondió él, confirmando las palabras de Midnight–. En fin, tras recibir esta noticia La Resistencia entró en un largo debate, nuestra líder creía que ustedes eran la mejor forma de luchar contra El Antiguo, pero no podíamos arriesgarnos a perder más gente, por no mencionar que todo podía ser una trampa del enemigo para destruirnos –continuó con su historia–. Sin embargo las insistencias de nuestra líder prevalecieron, y se decidió enviar a una sola persona a llevar a cabo el rescate, y bueno... ya conocen el resto de la historia.
–¿Y el informante? –preguntó Rachel, aún algo consternada por la reacción de Joel al despertar.
–Está a salvo, se encuentra en nuestra base actual –respondió Alan.
–Recuérdame agradecerle ni bien estemos en tierra –agregó Emma, que volvió en sí al momento justo para escuchar la historia.
–Dudo que quieras hacerlo, pero prometo hacerlo –dijo Alan mirándola fijamente.
Este último comentario agregó una nueva pregunta a la interminable lista que había hecho mientras escuchaba el relato de nuestro compañero, pero, en ese momento, el helicóptero se sacudió con fuerza, y uno de los pilotos se acercó para anunciarnos que estábamos a punto de aterrizar, así que decidí aguardar un poco, esperando que las respuestas se presentaran por si solas.
Pocos minutos después, sentimos como el helicóptero estacionaba y, por los rostros de mis compañeros, podía saber que estaban tan ansiosos como yo por saber que era con lo que íbamos a encontrarnos allí afuera.
La escotilla del helicóptero comenzó a descender al tiempo que sus hélices giraban cada vez de forma más lenta, y, cuando estuvo completamente abierta, no pude hacer otra cosa que llorar de la emoción.
Allí fuera, con un traje militar, anteojos de sol para cubrirse de los primeros rayos de luz del día, y su pelo suelto, sacudiéndose sin cesar por el viento, se encontraba mi madre, con una amplia sonrisa en el rostro. A su lado, mi hermana me miraba con lágrimas en sus ojos, incapaz de creer que estábamos nuevamente frente a frente.
–Hola, hijo –fue lo único que dijo, y yo simplemente me lancé corriendo hacia ellas y las abracé con fuerza.
Eran las únicas personas en las que había estado pensando desde que Alan nos dijo la cifra de fallecidos, pero también eran las últimas personas con las que esperaba encontrarme en aquel lugar, de forma que la sorpresa casi me mata.
Permanecimos allí por algunos segundos, mientras que mis compañeros se reunían a nuestro alrededor compartiendo casi la misma felicidad que me inundaba.
–Mamá, pero... ¿cómo? –atiné a preguntar, con las lágrimas corriéndome a chorros por las mejillas.
–Después de que nos advertiste, huimos lo más rápido que pudimos a un refugio que preparé en caso de que nuestra vida se viera amenazada por algún motivo, y allí nos escondimos por un tiempo –empezó a explicar ella entre sollozos–. Nos mantuvimos al tanto de lo que pasaba mediante una vieja radio que mantenía guardada allí. Oh, Daniel, cuando escuchamos lo de la batalla de San Francisco asumimos que habías muerto y, poco tiempo después, ninguna frecuencia de radio funcionaba, el mundo se había sumido en silencio.
"Permanecimos ocultos hasta que las provisiones empezaron a escasear, obligándonos a enfrentarnos a un nuevo mundo que no entendíamos, y que no estaba hecho para personas de buen corazón. Un mundo gobernado por Eon y en el que Los Vigilantes no estaban allí para defender a aquel que lo necesitaba.
Desde el momento cero decidí que no iba a permitir que su lucha quedara en el olvido, ustedes se merecían mucho más que eso. Y, con eso en mente, La Resistencia comenzó a crecer poco a poco, llenándose de gente que aún cree en los héroes, gente que no está dispuesta a rendirse, gente que ustedes inspiraron para que fueran la mejor versión de sí mismos.
Nos llevó un tiempo, pero crecimos lo suficiente como para volvernos una molestia para Eon y sus tropas, de forma que nos vemos obligados a movernos continuamente por el globo para evitar que nos encuentren y nos destruyan de una vez por todas".
Todos escuchamos el relato con atención, y Amy estaba a punto de hacer una pregunta, cuando una voz chillona y emocionada nos llegó a los oídos.
–¡Amy! ¡Amy! –no paraba de exclamar Clara, que apareció de repente, y, con un solo salto, se prendió de su hermana, dejando a nuestra compañera sin palabras.
Las dos hermanas se estuvieron abrazando por un largo tiempo, y supe que ella había querido preguntar por su querida Clara cuando esta hizo acto de presencia.
–¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! –gritó con emoción Amy, mirando a mi madre y sin dejar de abrazar a Clara.
–Es gracias a ella y a Ana que estoy hoy aquí, sino fuera por ellas me hubiera rendido hace un largo tiempo –dijo Stella, sin parar de sonreír.
–¿Qué hay de Laurence? –preguntó Amy, ya con un ánimo un poco más levantado, pero, al ver el rosto de mi madre al escuchar esa pregunta, sus esperanzas volvieron a caer.
–Como dije, este mundo no está hecho para personas de buen corazón... Laurence simplemente desapareció un día, dejó una nota diciendo que él iba a morir pronto de todas formas y que prefería que no gastáramos comida en él, que la conserváramos para las niñas –respondió ella con la mirada clavada en el suelo–. Lo encontramos muerto unas semanas después, parece que su cuerpo simplemente se rindió.
A pesar de la trágica historia, Amy sonrió, recordando a su querido amigo Laurence, y agradeciéndole por lo bajo lo que hizo por su hermana. Aquel hombre había hecho un gran sacrificio, y había cuidado de ella y de Clara desde que el régimen de Cíclope cayó, así que se merecía vivir en nuestras memorias como lo que era: un héroe.
Permanecimos algunos segundos en silencio, tratando de asimilar toda la nueva información que nos había llegado, hasta que mi madre finalmente rompió el silencio y, señaló a Joel, quien descansaba en una camilla médica.
–Llévenlo con a la enfermería, que me den un informe de su situación ni bien los médicos hayan terminado de examinarlo –al decir estas palabras, se giró y, junto a mi hermana, comenzó a avanzar hacia lo que parecía ser la entrada a un bunker–. El resto de ustedes viene conmigo. Todavía hay mucho que no saben.
Todos compartimos una breve mirada antes de salir detrás de ella, mientras que un grupo de soldados se apresuró a obedecer sus órdenes, llevándose a nuestro abatido compañero hacia una tienda lejana.
No sabía con precisión donde nos encontrábamos, pero un amplio desierto se extendía alrededor del improvisado campamento de La Resistencia y, a lo lejos, se podía apreciar lo que parecía ser una ciudad en ruinas.
Soldados entraban y salían de las pequeñas carpas que se ubicaban alrededor del bunker central, todos llevando sucias ropas de combate, y siempre armados. Si las tropas de Eon aparecían por aquel lugar, aquellos hombres y mujeres estarían preparados para darles batalla.
Sin embargo podía notar que, la gran mayoría de aquellas personas, eran ciudadanos comunes que, por las circunstancias, se vieron obligados a convertirse en guerreros, dejando atrás sus sencillas vidas, sumiéndose en un mundo lleno de violencia, algo que los cambiaría para siempre.
Muchos de ellos mantenían sus temerosas miradas clavadas en el cielo, mientras avanzaban por las instalaciones sin un rumbo claro, otros se encontraban reunidos alrededor de pequeñas fogatas que les ayudaban a pasar las frías noche, charlando por lo bajo, observándonos avanzar con un leve atisbo de esperanza en sus cansados ojos.
Aquellas personas habían pasado por un infierno, y no podía evitar sentirme culpable por ello, preguntándome qué tan distinto sería el mundo si hubiéramos logrado detener a Eon en un principio, si hubiéramos sido lo suficientemente fuertes para triunfar.
Sacudía la cabeza, en parte lamentándome, en parte para quitarme la sensación de que todo lo que le había sucedido al mundo había sido por nuestra culpa. Lo único que podía hacer en ese momento era seguir avanzando, y jurar que no iba a permitir que todo aquel sufrimiento e injusticia permaneciera sin castigo. Iba a vengar a todas esas personas, costara lo que costara.
El sonido que produjo la puerta del bunker al abrirse me devolvió a la realidad, forzándome a concentrarme en el presente.
Adentro de lo que parecía ser el centro de operaciones, científicos, soldados y médicos, avanzaban rápidamente, respondiendo a llamados de urgencia, planeando ataques, o intentando contactar mediante radio con otras comunidades.
En el centro de la sala, colocado prolijamente sobre una mesa metálica alrededor de la cual se encontraban sentadas varias personas discutiendo, reposaba un planisferio con varios lugares marcados.
Cuando se percataron de nuestra presencia, todos se detuvieron para observarnos más detalladamente y, por las expresiones en su rostro, hubiera jurado que casi no nos reconocían debido a nuestro deplorable estado.
Mi madre, sin decir nada, simplemente se paró junto al mapa y lo observó con paciencia, pero, al ver que todos seguían observándonos, alzó la mirada y exclamó:
–¿Y bien? ¿Qué esperan para regresar al trabajo? –y, como por arte de magia, el movimiento volvió a inundar la sala.
Desde allí, ella nos hizo una seña para que nos acercáramos, y obedecimos inmediatamente.
Los sujetos que habían estado discutiendo hasta nuestra llegada habían permanecido en silencio, esperando que nosotros nos colocáramos a su lado.
–Supongo que Alan ya les habló de lo que fue del planeta desde que ustedes se fueron ¿verdad? –inquirió mi madre, quitándose los lentes de sol y clavando su mirada en mí.
–Entre otras cosas –replicó Sandy, que todavía tenía el recuerdo del puñetazo que le había propinado a nuestro salvador fresco en la memoria.
–Era el único con las habilidades suficientes para sacarlos de allí, La Resistencia lamenta cualquier incomodidad que pudo llegar a causar –comentó uno de los sujetos, en un tono algo satírico.
–Por momentos hacía que extrañara mi celda –agregué con una sonrisa en el rostro, haciendo que varios de ellos rieran en voz alta, un sonido que no había escuchado en algún tiempo.
–Saben que estoy en la misma habitación que ustedes ¿verdad? –soltó Alan al verse atacado.
–Hora de ponerse serios, cada segundo que perdemos, es un segundo que Eon se acerca más a la victoria –sentenció mi madre, volviendo a dejarnos a todos en silencio–. Joseph, explícales la situación.
Un sujeto de baja estatura y con bastante sobre peso, se aclaró la garganta y se acomodó un poco sus rubios cabellos antes de empezar a hablar.
–Como ya deben saber, la máquina terraformer de Eon ha estado activada desde La Batalla de San Francisco y, durante todo ese tiempo, ha estado produciendo cambios, algunos graduales, otros drásticos, en nuestro planeta, volviéndolo cada vez más y más similar al suyo, uno en el que nuestra especie no podría subsistir, aunque sospechamos que los soldados producidos en "La Cosechadora" serían capaces de sobrevivir a este nuevo ambiente hostil sin mayores dificultades –comenzó a relatar, con cierto nerviosismo, aquel hombre–. Pero lo importante es que, en aproximadamente cinco meses, los cambios producidos por aquella maldita máquina van a ser absolutamente irreversibles. Luego de esa fecha límite, va a ser solo cuestión de tiempo hasta que la humanidad quede totalmente borrada del mapa.
–Y supongo que el plan es destruir la máquina antes de esa fecha ¿verdad? –inquirió Emma, ya sentada en una oxidada silla de ruedas que un grupo de soldados se apresuró a traer.
–Bueno, en un principio consideramos buscar a un velocista que fuera lo suficientemente rápido para viajar en el tiempo y advertirles sobre lo que iba a pasar –respondió Alan desde el fondo–. Pero Joseph nos advirtió sobre los peligros de viajar en el tiempo, considerando que, si hacíamos eso, algo peor podía pasar.
–Precisamente, así que decidimos que lo mejor iba a ser evitar que la terraformer terminara con su trabajo, aunque no es tan sencillo como suena –aseguró mi madre–. Las tropas de Eon nos están pisando los talones constantemente, por no mencionar que no contamos con la fuerza necesaria para un ataque frontal, aunque, con ustedes de nuestro lado, eso podría cambiar.
–Aún necesitamos tiempo para recuperarnos, no estamos preparados para esta pelea –dijo Amy, y tenía toda la razón.
Drake estaba muerto, Damien estaba luchando en nuestra contra, Joel tenía que desintoxicarse, y Emma se encontraba en silla de ruedas, y aun los que nos encontrábamos lo suficientemente aptos para el combate estábamos muy debilitados.
–Lo sabemos, la guerra que estamos peleando va a ser ardua –replicó mi madre–, y ahora que Eon sabe que ustedes escaparon seguramente va aumentar la intensidad de sus búsquedas y su brutalidad.
–¿Qué hay de sus tropas? –preguntó Rachel.
–Estoy segura de que nuestro líder militar va a ser más apropiado para responder esa pregunta –soltó mi madre, y dirigió su mirada a nuestras espaldas al escuchar una puerta abrirse–. Briggs, estaba a punto de enviar a buscarlo, me alegra que pudiera sumarse a la mesa.
Todos nos giramos y nos encontramos nuevamente cara a cara con el jefe de seguridad contratado por Ian para defenderse de nosotros, y con el cual habíamos batallado en Paris.
–Vigilantes, es un gusto volver a verlos, aunque lamento que sea bajo semejantes circunstancias –dijo Briggs con un tono amigable y una sonrisa en el rostro–. Va a ser un placer trabajar a su lado y no en su contra.
–¿Decidiste pasarte para el bando de los buenos? –pregunté con una sonrisa, recordando nuestro último encuentro con el honrado guerrero.
–Creo que todo el mundo merece una oportunidad de redención –respondió él tendiendo su enorme mano hacia mí.
–Yo también, me alegra que estés aquí –agregué, dándole un fuerte apretón de manos.
–Qué bueno que pienses así... –soltó Alan por lo bajó, apoyado contra una pared, alejado del grupo pero escuchando todo lo que pasaba, e inmediatamente mi madre lo fulminó con la mirada por un motivo que escapaba de mi comprensión.
–Esperaba que pudieras explicarle a los chicos como Eon distribuyó sus tropas, darles un pantallazo general para que sepan a lo que se enfrentan –dijo mi madre, regresando a su expresión de líder calma.
–Será un gusto, Stella –dijo Briggs, acercándose un poco más a la mesa central–. Básicamente, repartió una serie de caudillos a lo largo del mapa, los cuales coordinan las tropas de toda el área, y se encargan de proteger puntos estratégicos para su plan de conquista. Ya conocen a los cinco caudillos principales: Blackbird, Bones, Lightning, Dimension y Tsunami. Sobre eso, sumó a otros cuatro superhumanos para que lo ayuden a mantener todo bajo control: Su viejo amigo, Cougar, un velocista que se hace llamar Raptor, un envenenador, que va bajo el nombre de Pest, y un multiplicador conocido como Loner.
–Tienen la ventaja numérica –murmuré.
–Y estratégica –continuó Briggs–. Han repartido a sus tropas de tal forma que nos es imposible acercarnos a los caudillos.
–¿Qué son estos puntos rojos en el mapa? –preguntó Sandy, al notar que había tres chinches metálicas clavadas sobre el mismo.
–Son los tres lugares con mayor concentración de tropas que hemos encontrado –respondió mi madre de inmediato– Uno de ellos indica la posición de La Cosechadora y otro de la máquina terraformer.
–¿Y el tercero? –inquirió Amy con curiosidad.
–No hemos podido determinar de qué se trata –se lamentó Joseph–. Pero, por la cantidad de alterados que hay en el lugar, debe ser importante para Eon.
–Ahora lo importante es que se recuperen, descansen y se preparen para lo que viene –dijo mi madre apoyando su mano en mi hombro–. Tenemos más información sobre sus enemigos, pero puede esperar.
–¿Qué fue de Kali? –solté de repente, antes de que la reunión se terminara, y pude notar que una chipas de odio pasó por los ojos de Emma al escuchar ese nombre– No la nombraron junto al resto de los caudillos ¿Murió? ¿Está gobernando junto a Eon?
Un silencio tremendo se instauró entre los que estábamos alrededor de la mesa. Claramente había tocado un tema incómodo, uno sobre el que no estaban preparados para hablar, pero que no podía ser ignorado.
–Ya no tienen que preocuparse por ella –dijo una familiar voz a nuestras espaldas–. Está muerta.
Un escalofrió recorrió nuestra espalda al escuchar estas palabras, y nos apresuramos a girarnos, ya sabiendo quién las había pronunciado.
A pesar de esto, la sorpresa no fue menor cuando nos encontramos frente a frente con la villana, que había abandonado su negra armadura, y ahora vestía unos sucios pantalones cargo, y una musculosa blanca.
–Te dije que no querrías agradecerle... –soltó Alan, rompiendo el tenso silencio que se había generado.
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