24. Última noche en la tierra.

Con Cíclope a la cabeza y Wells indicándonos el camino a seguir, sortear el laberinto, aun con todos los guardias que quedaban, fue bastante fácil. La gran mayoría de ellos no se atrevían a enfrentarse al prisionero, y los que sí lo hacían eran dejados fuera del camino con un solo y brutal puñetazo de parte de nuestro "compañero", aunque notábamos que no estaba usando toda su fuerza para evitar asesinarlos.

Cíclope incluso nos ayudó a devolver a unos pocos prisioneros liberados por Wells con los que nos cruzamos de vuelta a sus celdas, mientras que la gran mayoría de ellos, aún encerrados, solamente se dedicaban a mirar en silencio como el antiguo dictador avanzaba por los pasillos en todo su esplendor. Se podía percibir el miedo que infundía en los corazones de esos criminales la presencia de Cíclope; algunos de ellos incluso habían trabajado para él durante su gobierno, de forma que sabían de lo que era capaz.

Con relativa facilidad logramos salir de la zona de celdas, aunque nuestro acompañante tuvo que arrancar una de las pesadas puertas metálicas que separaban la prisión de la zona de descanso de los guardias.

–Debemos llegar al patio, una vez allí podemos volver a acceder a las alcantarillas –señalé, mientras miraba en todos los pasillos para comprobar que ningún enemigo nos estuviera tendiendo una emboscada.

–¿No pueden hacer que su nave nos venga a buscar al patio? –preguntó Cíclope, a quien claramente no le gustaba mucho la idea de caminar por las cloacas.

–Técnicamente podemos activar el localizador a distancia, pero el lugar está lleno de torretas anti-aéreas, y, sin Wells para que active las defensas, la nave estaría totalmente desprotegida y perderíamos nuestro único boleto de salida –aclaró Joel, cuyo traje todavía era inútil para pelear, de forma que se encontraba siempre en el medio del grupo para evitar impactos.

–¿Wells? ¿Ese sería este simpático robot? –preguntó Cíclope mientras miraba a la inteligencia artificial– ¿Le diste ese nombre por...?

–Ni siquiera te atrevas a mencionarlo –lo interrumpió Joel con una mirada amenazadora en su rostro, mientras que llevaba su mano al detonador.

–Supongo que hay algunas heridas que nunca sana –dijo Cíclope sonriendo al ver como Surfer se había alterado– Volviendo al tema ¿torretas anti-aéreas? ¿Eso es lo único que se opone a que mantenga mis pies limpios? Pensé que eran más capaces que esto, pero me he equivocado antes.

–Estás más que invitado a destruirlas si eso es lo que quieres –replicó Emma en tono desafiante.

–Eso es lo que planeo hacer, señorita Kyle, pero antes, necesito que me indiquen el camino hacia el cuarto de evidencia –repuso él, dejándonos a todos algo confundidos.

–Emm... el cuarto de evidencia está girando en el siguiente pasillo a la izquierda, la última puerta junto a un extintor de fuego –indicó con precisión Wells, algo dubitativo.

–Muchas gracias.

Dicho esto, Cíclope comenzó a caminar siguiendo las indicaciones que había recibido, hasta que Drake se le adelantó y le puso su filosa espada contra el cuello, forzándolo a detenerse.

–¿Sabes que puedo arrancarte esa cosa del brazo con mano y todo verdad? –preguntó Cíclope con un tono serio y sin mirar a Paladín– Quita esa cosa de mi cuello antes de que lo lamentes, Guardián Rojo.

–No vas a ningún lado sin nuestra supervisión –aclaré, sin darle tiempo a Drake para hacer enojar aún más al prisionero.

–Y yo no voy a ningún lado sin lo que está en ese maletín, así que tienen dos opciones: me dejan ir a buscarlo y nos vamos todos felices, o me quedo aquí y encuentran otra forma de salvar al mundo –agregó él con una voz tranquila y sin parecer demasiado preocupado–. Solo será un segundo, saben que tengo una velocidad mucho mayor a la de una persona normal.

El silencio se adueñó del grupo, esperando mi decisión, hasta que finalmente, con un suspiro de frustración, le hice una señal a Drake para que bajara su espada.

–Tienes un minuto, tardas un segundo más que eso y me aseguraré de que Joel apriete el detonador –dije resignado, sabiendo que no podíamos perder más tiempo en esa estúpida discusión.

Sin embargo, dudo que Cíclope haya tardado en volver más de treinta segundos. Jamás lo había visto moverse así de rápido, de forma que no pude evitar sorprenderme cuando regresó con un enorme maletín metálico entre sus manos; realmente debía adorar lo que sea que hubiera ahí dentro.

–Bien, ahora sí, quítense de mi camino –dijo mientras volvía a tomar la delantera del grupo, caminando hacia el patio del lugar.

Pocos minutos después, tras patear algunas puertas y noquear algunos guardias, finalmente nos encontramos ante el gigantesco portón metálico que daba salida al lugar. Desde ahí incluso podíamos oler la sal marina y sentir el fuerte sonido que el viento producía afuera.

Joel se encontraba a punto de hackear la computadora que controlaba aquella gigantesca salida, cuando Cíclope lo tomó del hombro y lo detuvo.

–Vuelve a ponerme la mano encima, y te aseguro que no vas a salir de esta isla –le espetó Joel furioso.

–Cierra el hocico –fue la única respuesta que obtuvo del dictador, quien no paraba de mirar fijamente al portón.

–¿Qué pasa? –preguntó Rachel con curiosidad.

–Los pocos guardias que quedan saben que vamos a tomar esta salida, puedo verlos a través de las paredes –explicó Cíclope sin parar de mirar–. Algunos colocados en las torretas, pero el resto tiene... armas.

–Los guardias de este lugar tienen superpoderes ¿por qué rayos necesitarían armas? –preguntó Sandy con confusión.

–Porque esas armas no tienen municiones normales ¿verdad? –dije, tras pensar en la situación por algunos segundos– Las armas tienen munición de Macrum.

Inmediatamente todos clavamos la mirada en Cíclope, a quien noté que tragaba un poco de saliva al escuchar esto.

–Supongo que no eres tan valiente ahora ¿verdad? –preguntó Drake con una media sonrisa en el rostro.

–Un momento, eso es imposible –nos interrumpió Amy–. El Marcum es el metal más extraño del planeta, mierda, ni siquiera se sabe si es de este planeta, y, hasta donde tengo entendido, casi todo se utilizó para construir la celda de este imbécil.

–Probablemente utilizaban los pocos gramos que les sobraban para colocar un poco en las balas, solo por si acaso –agregó Joel–. Digo, eso es lo que yo hubiera hecho si manejara la prisión en la que contendría a este idiota.

–Bien, concéntrense –les ordené–. Cíclope ¿Cuántas armas ves?

–Aproximadamente quince armas.

–¿Puede identificarlas?

–No son como las que utilizaban mis ejércitos, pero definitivamente son rifles de asalto automáticos, probablemente con cargadores de treinta rondas, más un cargador de repuesto que los guardias llevan en sus chalecos.

–Surfer, calcula la dosis de Marcum que puede llegar a llevar cada bala.

–Veamos, se necesitó esta cantidad de Macrum para construir la celda y el sobrante fue este, la bala promedio de un rifle automático lleva este peso, eso dividido la cantidad de armas, balas y cargadores –murmuraba Joel, mientras sus ojos se movían a toda velocidad al tiempo que sus ojos se movían a una velocidad tremenda–. No hay manera de estar totalmente seguro sin más información, pero tendrían que tener menos de lo que tenía mi tabla la primera vez que nos cruzamos con Cíclope. Probablemente no alcanzará para anular sus poderes, pero los proyectiles definitivamente atravesarán su piel si lo impactan.

–Espero que seas tan inteligente como dices ser –dijo Cíclope a punto de abrir la puerta, hasta que puse mi mano en su hombro para detenerlo.

–De ninguna manera, es demasiado arriesgado –expliqué sin darle tiempo a que dijera algo–. Te necesitamos vivo para lo que viene.

–Estuve encerrado en este lugar por cinco años, nada va a evitar que luche para liberarme, así que quita tu mano de mi hombro antes de que te la rompa –replicó él–. A demás, necesitan alguien que destruya esas torretas anti-aéreas.

–Podemos encargarnos de los guardias mientras él hace eso –dijo Emma de repente, haciendo que todas las miradas se claven en ella.

–Nos superan en número, pero hemos enfrentado grupos mucho mayores –agregó Drake, a quien parecía gustarle la idea.

–Recuerden que yo no puedo utilizar mi traje para combate, estarían luchando con uno menos –dijo Joel, algo preocupado por lo poco elaborado del plan.

–Bien, iba a necesitar alguien que cuide esto –repuso Cíclope, mientras que colocaba el maletín metálico en los brazos de nuestro compañero–. Si lo pierdes, no me importa lo que pase conmigo, voy a asegurarme de que mueras.

–Necesitamos sorprenderlos, de lo contrario vamos a estar acabados antes de cruzar la puerta –explicó Amy, para cortar la creciente tensión entre Surfer y Cíclope.

–Bien, den un paso atrás –dijo este último de repente.

Sin embargo, antes de que llegáramos a movernos, este disparó un poderoso rayo de sus ojos, el que hizo estallar la enorme compuerta metálica sin ningún problema.

Sobresaltados por la explosión, los guardias abrieron fuego, pero sus ráfagas fueron demasiado imprecisas, permitiéndole a Cíclope salir volando del lugar, y comenzar a eliminar las torretas anti aéreas que le disparaban inútilmente antes de que nosotros llegáramos a entender lo que pasaba.

Rápidamente tuvimos que organizarnos, y la primera en moverse fue Gravity, quien, a duras penas, logró desviar las balas de Macrum que se dirigían directamente hacia Cíclope.

Cuando logré recuperar el equilibrio tras la explosión, disparé varias flecha cegadoras contra los guardias, permitiéndole a Drake correr rápidamente hacia ellos y, con sus espadas, cortar a la mitad varias de sus armas, dejándolas inutilizables.

Sin embargo el Guardián Rojo se vio obligado a retroceder y utilizar sus sorprendentes habilidades para cortar interceptar las balas que se dirigían hacia él cuando varios guardias decidieron ponerlo en la mira de sus rifles.

Mientras tanto, Cíclope seguía surcando los cielos y disparando rayos de sus ojos contra las torretas anti aéreas, las cuales estallaban prácticamente al instante, dándole poco margen para escapar a sus aterrorizados operarios. Sin embargo, cada cierto tiempo, Cíclope descendía para lucha contra las torretas a mano limpia y con una amplia sonrisa en su rostro. Claramente había estado deseando entrar en combate por algún tiempo, y no podía ocultarlo.

Mientras que Gravity seguía deteniendo las balas en el aire para salvar a Cíclope, Rachel se adentró en el campo de batalla y se encargó de derretir unas cuantas armas que los soldados tenían en sus manos, despejando así el camino para que Amy se acercara a ellos fuera de peligro.

Encontrándose rodeada de enemigos, Midnight aprovechó el impulso de su carrera y saltó directamente por encima de un guardia, el cual no pudo reaccionar lo suficientemente rápido para evitar que ella le aplicara una poderosa patada en la parte trasera de sus piernas, haciéndolo caer de rodillas, y, teniéndolo en esa posición, un fuerte culatazo con su arma de garfios que lo dejó inconsciente.

Las balas comenzaban a dirigirse hacia ella, pero, rápida como era, logró disparar su pistola de garfios contra uno de los guardias, arrancándole el arma de sus manos y forzándolo a acercarse a ella. Aprovechando la velocidad a la que el guardia se acercaba a ella, Midnight simplemente tuvo que darle de lleno con su brazo en la garganta para que este cayera hacia atrás violentamente, aunque, solo para asegurarse, también le dio un potente puñetazo mientras este aún se encontraba en el aire, dejándolo fuera del juego antes de que este tocara el suelo.

Un tercero se disponía a descargar todo su cargador en la espalda de mi novia, cuando, de repente, Sandy, quien se había estado deslizando por el suelo en su forma de arena, se apareció delante de él y le arrancó el arma de sus brazos, para luego aplicarle un brutal puñetazo debajo del mentón, el cual logró hacer que el guardia se levantara varios metros en el aire.

Viendo esto, Dune decidió transformar rápidamente su mano en un enorme puño de arena, con el cual atrapó al guardia en pleno vuelo para luego arrojarlo contra un grupo de sus compañeros que se disponían a detener a Cíclope antes de que terminara de destruir las torretas que vigilaban el espacio aéreo de la prisión.

El pequeño grupo de enemigos no había encontrado la forma de detenernos una vez que hubimos empezado nuestro ataque, y solo se dedicaban a disparar, de manera muy imprecisa, contra cuanto Vigilante se pusiera delante de ellos. De alguna forma incluso me recordaban a nuestros primeros entrenamientos en la sala de simulación de Gladiador, en los cuales la falta de organización y el poco compañerismo siempre terminaban por jugarnos en contra.

Sin embargo, cuando una ráfaga de disparos pegó justo delante de mis pies, me vi obligado a concentrarme nuevamente en la batalla, y ver a aquellos desdichados guardias como nuestros enemigos.

Recorrí el campo de batalla de punta a punta mientras que disparaba una flecha tras otra contra los desconcertados guardias, los cuales escapaban de la muerte solo gracias a los pesados chalecos que cubrían sus pechos de mis proyectiles, aunque, sin lugar a dudas, mis disparos les dolerían al día siguiente.

Con maestría y habilidad diezmamos la última ofensiva que los protectores del Sector 66 habían intentado oponer contra nosotros, hasta que, finalmente, solo uno de los guardias quedó en pie, mirándonos con una mezcla de miedo e indecisión.

Finalmente, el guardia decidió soltar su arma e intentar huir, pero entonces Cíclope aterrizó justo delante de él y le asestó un brutal puñetazo en el rostro, que hizo que el pobre sujeto se arrastrara varios metros por el suelo, hasta detenerse junto a mis pies totalmente inconsciente.

–¿Eso era realmente necesario? –preguntó Emma quien, al mismo tiempo utilizaba sus poderes para comprimir el arma de uno de los guardias que se encontraba en el suelo intentando disparar, hasta que esta quedó convertida solo en un inútil pedazo de chatarra.

–Probablemente no, pero aun así decidí hacerlo ¿algún problema? –replicó él, dedicándole una amenazadora mirada a mi compañera, quien, sin embargo, no pareció intimidada por esta.

–Ya te derrotamos una vez, Cíclope, y, si llega a ser necesario, vamos a volver a patearte el trasero –dijo Joel, quien había permanecido dentro de la prisión vigilando el maletín que nuestro rehén le había dado anteriormente–. Ten eso muy en cuenta.

Dicho esto, Surfer arrojó la maleta contra Cíclope, quien la atrapó en el aire, e inmediatamente apretó una serie de comandos en la muñequera de su traje.

Poco segundos después, pudimos ver a nuestra nave surcar los cielos despejados gracias a Cíclope y estacionar frente a nosotros, con el familiar sonido de sus propulsores, indicando que estaba lista para despegar.

–No puedo esperar a volver ahí dentro –dijo Wells, quien se adelantó a todos nosotros y fue el primero en entrar a la nave–. Esta pequeña aventura fue divertida, pero el mundo exterior es extremadamente peligroso.

Una vez que todos estuvimos dentro de la nave, Wells se conectó de inmediato, descargando su conciencia nuevamente al veloz vehículo, aunque Joel decidió guardar el cuerpo de robot solo por si acaso.

La escotilla se cerró a nuestras espaldas mientras que Wells se elevaba, y en pocos segundos nos encontramos volando con una trayectoria realmente incierta.

–Llévanos a un área deshabitada, necesitamos descansar un poco y decidir cuál va a ser nuestro próximo paso –ordené a la inteligencia artificial, mirando a mis agotados compañeros.

–A sus órdenes, señor Front, intentaré encontrar un buen lugar –respondió Wells.

Llevábamos unos pocos minutos en el aire, en los que nadie había pronunciado palabra, cuando Cíclope finalmente se levantó de su asiento y se adentró en el pequeño baño de la nave con el maletín en su mano, lo que desató una serie de miradas de interrogación en el grupo.

–¿Qué rayos creen que tenga ahí dentro? –preguntó Amy con curiosidad, sin despegar la mirada de la puerta del baño.

–Intenté abrirlo para comprobar que no fuera peligroso mientras ustedes luchaban, pero estaba sellado con demasiada fuerza, no pude hacerlo –respondió Joel, quien ya había colocado su traje en la pequeña estación de recarga que tenía la nave, preparándolo para la inminente batalla que iba a desatarse.

–Sea lo que sea, no puede ser nada bueno –especuló Emma con el ceño fruncido, simplemente odiando el hecho de tener que compartir el mismo aire que Cíclope.

Tras algunos minutos, la puerta se abrió, y pudimos ver al tirano salir del baño, dejando atrás toda posibilidad de especulación.

Parado allí, en el marco de la puerta, se encontraba él, ahora afeitado y con el pelo corto y tirado para atrás, justo como lo recordaba de sus largos discursos y los posters del partido, pero eso no era todo.

Cíclope se había quitado la ropa estándar de la prisión, y en ese momento se encontraba utilizando el mismo traje que tenía el día que "asesinó" a Malcom.

El traje aún se ajustaba perfectamente a su increíblemente musculoso cuerpo, y su capa blanca rozaba contra el piso de la nave, aunque ondeaba levemente por las débiles ráfagas de aire que entraban al lugar. El color negro permanecía, y el símbolo del partido en su pecho también, aunque los detalles en dorado se habían gastado un poco.

Por un segundo pude sentir un miedo terrible recorrer mi cuerpo, y la cicatriz en mi pecho ardió con fuerza. Parecía una visión arrancada desde mis más profundas pesadillas: Cíclope, nuevamente frente a nosotros, y preparado para quitarle la vida a las personas que yo más amaba mientras yo lo miraba sin poder hacer nada.

–¿No pensaron que me iba a largar a salvar el mundo en un mono naranja, verdad? –preguntó al notar que todas las miradas estaban sobre él, logrando disipar mis temores, mientras que el dolor en mi pecho comenzaba a menguar–. Bien, hora de que me digan a que nos enfrentamos.

Por algunos segundos, todos permanecimos en silencio, siendo incapaces de encontrar un punto para empezar a explicar todos los grandes problemas que teníamos, y el impacto que nos provocó la imagen de él en su traje no ayudaba para nada.

–Una máquina terraformer –soltó Joel de forma algo inconexa.

–¿Les importaría elaborar? –replicó Cíclope con impaciencia.

–No sé qué tanto sabías de Los Shadows, pero completaron su principal misión: traer de vuelta a El Antiguo... –empezó a explicar Drake, pero rápidamente fue interrumpido por nuestro nuevo pasajero.

–Un ser antiguo y celestial, perteneciente a una antigua raza de alienígenas –completó sin dudarlo un segundo–. El mismo que Apocalypto venía a liberar cuando se desató la batalla contra Invictus. Lo buscamos por un tiempo, pero no pudimos dar con nada que indicara su existencia, así que simplemente nos dedicamos a asegurarnos que Los Shadows no representaran un problema para el régimen.

–Bueno, resulta que no está muy de acuerdo con que los humanos nos hayamos hecho con el planeta que él y sus hermanos eligieron para reconstruir su civilización –continuó Amy, apoyada contra la pared de la nave–, y está dispuesto a utilizar una maquina terraformer para completar lo que había empezado: transformar este mundo en un nuevo hogar para él y los de su especie, aunque eso signifique la extinción de la humanidad.

–Y supongo que quieren que yo patee el trasero del malo y los deje a ustedes como los buenos de la historia –dijo Cíclope con una media sonrisa en su rostro.

–Tu trabajo es enfrentarte a Eon mientras nosotros destruimos la maquinaria, o, en caso de que sea demasiado para ti, nosotros te cubrimos mientras tú acabas con la maquina terraformer –explicó Emma sin muchos animos.

–Dentro de la máquina hay un arma capaz de aniquilar a El Antiguo y poner fin a toda esta locura –concluí, esperando que aquella historia hubiera sido lo más clara posible.

–Destruir la máquina, matar al villano, salvar el mundo, creo que lo tengo –dijo Cíclope al notar que ya ninguno de nosotros seguía hablando.

Habiendo terminado la explicación, quedaban pocas cosas que decir, de forma que simplemente esperamos poco más de una hora hasta que Wells comenzó su descenso.

Cuando la escotilla finalmente se abrió, nos encontramos en un frondoso bosque, mirando a enormes formaciones rocosas emerger entre el medio de este que, sumado a la leve capa de niebla que cubría el lugar, le daban lugar un aire místico y misterioso, que ciertamente hacían que el lugar fuera aún más hermoso de lo que ya era.

–Bienvenidos a las montañas Tianzi, en China –dijo Wells desde el interior de la nave, aunque la mayoría de nosotros estábamos demasiado impresionados por el paisaje como para prestar atención–. Encontré un lugar bastante oculto, y dudo que algún montañista logre llegar hasta aquí, así que diría que estamos a salvo por ahora, aunque no recomiendo que nos quedemos por mucho tiempo.

La noche se acercaba rápidamente, de forma que no tuvimos mucho tiempo para instalar algo similar a un campamento.

Cenamos las provisiones que Wells tenía almacenadas para emergencias, y no pudimos evitar regocijarnos en el hecho de consumir algo que no acabábamos de cortar de un árbol o que no tuvimos que perseguir por una frondosa selva por más de una hora.

Todos comimos en un silencio ritual, y, en cuestión de minutos, nos percatamos de que nuestras reservas se habían acabado, aunque, teniendo en cuenta que probablemente era una de nuestras últimas cenas, preferimos no preocuparnos por ello.

Sin más nada que hacer, tomamos las bolsas de dormir que guardábamos en el interior de la nave y las echamos sobre el duro suelo del lugar, pero lo cierto es que nuestros agotados cuerpos se conformaban con poco.

El manto de la noche finalmente había llegado a resguardarnos, y el clima agradable, sumado al suave sonido que producía el roce del viento contra las hojas, hacía que fuera un día perfecto para dormir afuera. Sin embargo, mi sueño era entrecortado y errático. No lograba mantenerme dormido por más de unas pocas horas, y, cuando lo hacía, indescriptibles pesadillas inundaban mi mente.

Finalmente, aceptando que me iba a ser imposible conciliar el sueño, salí de mi bolsa de dormir y caminé algunos metros por el bosque que nos rodeaba, intentando despejar mi mente.

Sin embargo, no pude hacer otra cosa que paralizarme al notar una silueta oscura con forma humana en la copa de un árbol cercano.

La figura se mantenía inmóvil, y me encontré deseando haber traído mi arco solo por si las dudas, pero, en ese momento, la familiar voz de Emma llegó a mis oídos, haciendo que suelte un largo suspiro de alivio.

–No deberías estar merodeando por un bosque oscuro solo –comentó ella sin siquiera mirarme, parecía más interesada en observar la luna y dejar que el brillo de esta ilumine su bello rostro.

–Bueno, tú no deberías estar acechando a tus compañeros desde la copa de un árbol –dije, mientras que utilizaba mi agilidad para trepar hasta donde ella se encontraba, para luego sentarme a su lado, esperando que la poderosa rama aguantara el peso extra– ¿Qué tienes en mente?

–¿Crees que la gente alguna vez nos perdonará? –soltó ella de repente, como si supiera que yo tenía la respuesta a esa pregunta.

–¿Perdonarnos? ¿A qué te refieres?

–Vamos, Dan, el mundo nos odia en estos momentos –explicó Gravity, esta vez mirándome directamente a los ojos–. Por lo que ellos saben: tú y Damien le entregaron una importante pieza de tecnología a Eon, matamos a Ian Dolent, una de las mayores promesas para el futuro de la humanidad, y, encima de todo eso, liberamos a Cíclope. No he visto las noticias últimamente, pero estoy seguro de que eso es lo único que están repitiendo: "Vigilantes traicionan al mundo y liberan a poderoso dictador".

–Cuando todo esto termine vamos a explicarles, con el tiempo entenderán.

–Eso es si alguno de nosotros sobrevive lo suficiente como para poder dar explicaciones –sentenció, nuevamente dirigiendo su mirada al bello cielo nocturno.

–Si no podemos explicarnos con palabras, vamos a tener que dejar que nuestros actos hablen por nosotros –respondí tras una breve pausa–. Así que, cuando llegue el momento, vamos a salir y vamos a hacer que Eon desee nunca haber salido de su cueva, y todo el mundo entenderá que Los Vigilantes siguen ahí fuera, luchando por ellos.

–Me gusta cómo suena eso, y espero que así sea –agregó ella con sonrisa en el rostro–. No quisiera que me recuerden como la bastarda que liberó a Cíclope de su encierro y... hablando de eso.

Miré a mi compañera, y vi que llevaba su mano al bolsillo de su pantalón, del cual extrajo la punta de una flecha... la punta de La Flecha.

Observé ese pedazo de metal brillar bajo la luz nocturna, y esta vez pude notar que aún tenía leves rastros de sangre de dictador encima.

–Joel la dejó descuidadamente sobre su mesa de trabajo, y decidí que debíamos conservarla solo por si acaso –explicó ella mientras la tendía hacia mí.

Tomé aquel frío pedazo de metal entre mis manos y lo observé detenidamente.

–¿Podes volver a armar una flecha con eso? –preguntó, interrumpiendo el torrente de emociones que se había desatado en mi cuerpo.

–Emm... si, solamente tengo que intercambiar esta con la punta de otra flecha –expliqué, tratando de que no se notara lo perturbado que estaba.

–Quiero que lo hagas. Llámame paranoica, pero no confío en Cíclope en lo más mínimo, y no sé lo que haría si llegara a lastimar a alguno de ustedes.

–Le patearías el trasero –respondí sonriéndole y logré que ella riera un poco.

Sin más, inclinamos nuestras cabezas, haciendo que nuestras frentes se choquen suavemente, permaneciendo en esa posición por algunos segundos y en absoluto silencio.

Emma podía ser una guerrera feroz, pero, para mí, ella era la persona más noble y la mejor amiga que jamás podría haber deseado. Habíamos empezado con el pie izquierdo, pero, con el debido tiempo, ambos pudimos llegar a ver al otro como realmente era, llevando directamente a largas noches compartiendo nuestros pensamientos, peligrosas aventuras, y, en nuestros escasos tiempos libres, alguna que otra velada de diversión junto al resto del equipo.

La sola idea de que ella estaba en el campo de batalla conmigo me resultaba reconfortante siempre que tenía que luchar, no solo porque sabía que ella cuidaba mi espalda, sino también porque no se me ocurría nadie mejor para liderar al equipo tras mi inevitable muerte.

Lentamente, nuestras frentes se separaron hasta que ambos quedamos mirándonos nuevamente a los ojos con una leve sonrisa en el rostro, como si todos nuestros problemas hubieran sido borrados como por arte de magia.

Pero en ese preciso momento, como no podía ser de otra forma, la voz de Joel llegó a la pequeña radio que había traído conmigo antes de salir del campamento.

–Ha comenzado... –fueron las únicas palabras de Surfer, pero estas bastaron para borrar las sonrisas de nuestros rostros.

Inmediatamente, Emma utilizó sus poderes para llevarnos rápidamente hasta el suelo y, una vez allí, nos lanzamos en una desesperada carrera hacia nuestro campamento, sabiendo que cada segundo era vital para salvar el planeta.

Sin embargo, cuando llegamos allí, nos encontramos con la fogata encendida y ninguno de nuestros amigos, quienes claramente habían despertado con las malas noticias.

–¡Aquí! –exclamó Drake desde Wells, haciendo que giráramos nuestras cabezas en su dirección.

Dentro de la nave, todos, incluido Cíclope, observaban una pequeña pantalla de televisión, trasmitiendo una escena realmente perturbadora.

–Empezó hace apenas unos minutos –comenzó a explicar Joel antes de que pudiera pedírselo–. La máquina terraformer emergió desde lo profundo de la bahía de San Francisco y se empezó a desplazar en dirección a la ciudad.

–Sube el volumen –pidió Sandy, al ver que una reportera de la zona comenzaba a relatar lo que estaba sucediendo.

–Lo que empezó como un extraño fenómeno que atrajo las miradas de miles de personas hacia la bahía de San Francisco se ha transformado en un aterrador espectáculo de horror y desesperación cuando, apenas hace unos minutos, la gigantesca estructura metálica que pueden observar en pantalla emergió de las aguas, para colocarse a aproximadamente cincuenta metros de altura –explicó la aterrada periodista, mientras que podíamos observa la máquina a la que se refería sus espaldas–. Todavía se desconoce la procedencia del artefacto o su función, pero las autoridades han comenzado a evacuar la ciudad, preparándose para el peor escenario posible.

En ese momento, la cámara pasó a fijarse sobre la máquina terraformer, que aún flotaba pacientemente sobre el lugar.

Su aspecto ciertamente no presagiaba nada bueno, ya que la misma contaba una especie de aro metálico que giraba alrededor de su cúpula redonda, la cual continuaba recibiendo impactos de rayos de una fuerte tormenta que se formaba a su alrededor.

La cúpula de la máquina estaba unida a un largo pico que apuntaba directamente a la ciudad bajo ella, y que parecía formar una especie de intimidante cañón el cual no tenía muchas posibilidades de fallar a su objetivo.

De repente, la cámara volvió a cambiar su foco, esta vez apuntando a un grupo de jets de combate que se acercaban a toda velocidad hacia la extraña estructura flotante.

–Parece que el gobierno ha decidido tomar cartas en el asunto y pasar directamente al ataque –explicó la reportera, que en ese instante no se encontraba en pantalla.

Para confirmar sus palabras, el intrépido escuadrón de cazas rodeó una vez la máquina antes de volver y descargar una gran cantidad de misiles directamente sobre esta, pero estos parecieron impactar en una especie de campo de fuerza, el cual evitó que esta sufriera algún impacto.

Sin embargo, los pilotos no se dieron por vencidos, e hicieron un nuevo intento, el cual tampoco tuvo éxito.

Todos nos encontrábamos mirando la pantalla, absolutamente petrificados, cuando, de repente, unos poderosos rayos impactaron directamente sobre los jets de combate, destruyéndolos al instante.

El resto de los pilotos comenzaron a hacer peligrosas maniobras evasivas para tratar de salvar sus vidas, pero era inútil, los rayos caían con precisión sobre ellos, acabando con sus vidas antes de que pudieran darse cuenta.

Solo uno de los cazas pareció alejarse lo suficiente de la tormenta como para ponerse a salvo, pero, entonces, una pequeña figura humana surcó los cielos a toda velocidad y la atravesó de un solo puñetazo acabando con la vida de todos aquellos valientes hombres.

La diminuta silueta humana se quedó allí arriba, flotando sobre la ciudad con aires de superioridad, y no necesitamos esperar al zoom del camarógrafo para reconocer a Kali en ese lugar, como tampoco necesitábamos ser genios para saber que Lightning era el que había estado controlando la tormenta que acabó con los otros pilotos.

–Parece que un grupo de súperhumanos ha aparecido en la escena, pero para proteger al objeto volador, y, según dicen nuestras fuentes, algunos miembros de los ahora infames Vigilantes se encuentran a su lado –informó la reportera, esta vez reapareciendo frente a la cámara–. La presencia militar en el lugar comienza a ser cada vez mayor, y parece que la policía y los pocos héroes con los que cuenta San Francisco siguen enfocados en sacar a todos los inocentes antes de que la situación empeore. Sin embargo, me temo que nada de esto va a ser suficiente, y me preguntó: ¿Hay alguien ahí fuera capaz de salvarnos?

En ese preciso instante, los policías se metieron frente a la cámara, apurando a la periodista para que se retirase de lugar, de forma que la imagen simplemente desapareció, dejándonos sin más información de que acabábamos de obtener.

–Supongo que Felicity y tú no acabaron en buenos términos –dijo Cíclope, al notar que todos habíamos quedado mudos ante la escena que acabamos de presenciar.

De repente, fue como si nos dieran una inyección de adrenalina directamente al corazón, haciendo que se sintiera que todo se movía a una mayor velocidad, mientras que nos apresurábamos a traer nuestros equipos desde el campamento para poder despegar.

Con ayuda de nuestros poderes, fue solo cuestión de minutos hasta que todo estuvo preparado, y Wells se dispuso a encender sus motores para llevarnos a la batalla.

–Prepárense –dije mientras que escuchábamos los propulsores de la nave cargando para salir a toda velocidad–, es hora de acabar con esto.

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