6. Los nuevos héroes
La luz fue tan fuerte que tardé unos segundos en lograr acostumbrarme a ella y poder dejar de cubrirme los ojos con la mano, y cuando finalmente pude hacerlo vi que mi padre me esperaba en el umbral junto a un hombre alto y delgado, que llevaba puesta una bata de laboratorio, pero lo que más destacaba de él eran sus sucios y redondos anteojos
Mire a mi padre por unos segundos y el asintió con la cabeza, como dándome autorización para entrar. Empecé a avanzar tímidamente hacía la puerta mientras el hombre que estaba al lado de mi padre me inspeccionaba incansablemente con la mirada. Debía de ser una de las personas más ancianas que conocí en mi vida, o por lo menos eso aparentaba, debido a sus grandes ojeras, sus marcadas arrugas y su falta de pelo.
Cuando finalmente cruce el umbral de la puerta, ésta volvió a emitir el ensordecedor sonido y se cerró. Me quedé esperando junto a mi padre y cuando el ruido finalmente se detuvo, él se quitó la máscara, y yo hice lo propio con mi pasamontañas.
—Daniel, quiero presentarte al Doctor Howard Wells, él es el científico del que te hablé —inmediatamente el hombre extendió la mano y le dio un débil apretón a la mía.
—Es un placer conocerle, joven Daniel, su padre y yo estamos muy contentos de que se sume a nuestra causa. —Le dediqué una breve sonrisa y asentí.
—El placer es mío, Doctor Wells, gracias por permitirme formar parte de esto —respondí al instante.
—Bien, ¿Qué te parece la base de operaciones? —preguntó Howard mientras me sonreía.
Sinceramente no era lo que me esperaba, había dos o tres computadoras antiguas, una mesa en el centro, algunos maniquíes y mucha suciedad, sino fuera porque sabía que mi padre había estado yendo a ese lugar por meses, hubiera jurado que hacía años que ningún alma había pisado ese suelo.
—Está bien... —Sin embargo se notaba que el lugar era un desastre, pero supongo que yo esperaba demasiado, me imaginaba una base subterránea repleta de gente, cargada con la última tecnología, no había nada de eso allí.
—Ese es el espíritu —dijo el Dr. Wells y lanzó una carcajada seguida de una toz seca y preocupante—. Muy bien... supongo que es hora de que conozcas al resto de la Insurgencia.
Mi cara se volvió a iluminar, estaba a punto de conocer a más gente como yo, gente que buscaba lo mejor para todos, aunque eso significara arriesgar su propia vida. Mi padre se acercó a una puerta que daba contra el fondo de la sala y golpeo dos veces. Mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido ¿Cómo serían aquellas personas? ¿Habría alguien que yo conociera pero que, como yo, había estado ocultando todo esto por algún tiempo?
La puerta se abrió con otro espantoso chillido y de ella surgió un enorme hombre afroamericano, vestido con unos pantalones cargo, unas botas de combate y una musculosa completamente sudada, no cabía duda de que había estado entrenando, detrás de él, entre risas, un grupo de chicos cruzo la puerta. Uno era un joven y musculoso afroamericano, quien sin lugar a duda era el hijo del hombre que había aparecido primero; otro venía vestido con unas ropas extrañas, algo que nunca había visto en mi vida: llevaba puesto un chaleco de jean, una camisa a cuadros, unos pantalones gastados, unas zapatillas de lona y una cabellera larga y totalmente desarreglada; detrás de él venía un chico muy delgado con una cabello rubio corto y anteojos, acompañado por otro chico de características parecidas pero mucho más alto y fornido, supuse que debían de ser hermanos. Pero lo realmente llamativo fue la chica que curso por la puerta en último lugar; llevaba su cabellera rubia atada y estaba bastante transpirada por el ejercicio. Por unos segundos me miro con sus penetrantes ojos de un azul intenso y luego desvió la mirada sin mucho interés, era la primera vez que tenía a una chica de aproximadamente mi edad a tan pocos pasos.
Todavía me estaba recuperando de la sorpresa de ver a esa hermosa chica en ese asqueroso lugar, cuando sin previo aviso, el hombre que había cruzado la puerta primero, me dio un apretón de mano tan fuerte que por un momento creí que me la iba a hacer trizas.
—Un gusto en conocerte Daniel, mi nombre es Edward Jackson, y aquél es mi hijo Luke —dijo con una voz profunda, señalando al joven afroamericano que ahora caminaba hacia mí.
—¿Qué tal, amigo? —dijo Luke mientras me daba un jovial apretón de manos— Soy Luke, pero mis amigos me llaman Jax.
—Un gusto —dije un poco nervioso, no estaba acostumbrado a que alguien sea tan amigable la primera vez que lo conocías, por lo general la gente vivía con miedo de que la persona que saludaba lo delatara con la policía de Cíclope—. Soy Daniel... pero puedes llamarme Dan...
Nadie me llamaba "Dan" en realidad, y él debió percatarse de ello. En ese momento me di cuenta de lo idiota que era para relacionarme con la gente.
Jax lanzó una risa amigable y mientras su padre se acercaba al mío para hablar me tomó del brazo y me llevo con el resto del grupo.
—Como quieras... Dan —dijo entre risas burlonas, pero sin malas intenciones—. Ven a conocer al resto.
Los demás se encontraban en una esquina de la habitación charlando sobre algo que no pude llegar a oír. Cuando me acerque se generó un silencio incómodo.
—¿No se van a presentar? Grupo de mal educados —Jax rompió el hielo con ese tono de burla que yo ya había llegado a conocer, y me di cuenta que él era siempre así, un bromista.
—Por supuesto, discúlpanos —se adelantó a decir el joven de cabello rubio—. Soy Kevin Green, y él —dijo señalando al flacucho con anteojos— es mi hermano Joel. —Acto seguido ellos también me dieron un apretón de manos.
—Yo soy Emma Kyle, un gusto en conocerte —dijo la bella joven que se encontraba apoyada contra la pared, dirigiéndome una rápida mirada, pero se notaba que no le importaba un comino que yo estuviera ahí.
Finalmente dirigí mi mirada al último de los chicos, que se encontraba junto a Emma fumando un cigarrillo. Este simplemente me dirigió una mirada y me hizo una seña con la cabeza, sin quitarse el cigarrillo de la boca ni para decir "hola".
—El idiota —comenzó Jax, mirando al joven del cigarrillo—, es Malcom Merle.
—Un gusto conocerlos —empecé a decir tímidamente—, yo soy Dan... —Pero antes de que pudiera terminar de decir mi nombre una bocanada de humo me llego a la cara haciéndome atorar.
—Eres el idiota que nos hizo perder nuestra mayor oportunidad de debilitar a Cíclope hasta el momento —acotó Malcom, y luego se colocó el cigarrillo nuevamente en la boca.
—Malcom, no empieces, ¿está bien? —dijo Kevin, con un evidente cansancio en su cara.
—¿Por qué? Malcom tiene razón. —Emma me clavó una gélida mirada de odio, que nunca me hubiera imaginado que pudiera aparecer en una cara tan hermosa como esa.
De repente el grupo se puso a discutir y yo quedé totalmente confundido y sin poder acotar ni una sola palabra. Lo único que quería hacer era darme media vuelta y salir de ese lugar. No podía entender a que se referían con que de alguna manera interferí con sus planes ¿Cómo podía haberlo hecho si hasta hace algunas semanas yo ni siquiera sabía que existía la Insurgencia, y hasta el día de hoy lo único que había estado haciendo era entrenar en el sótano de mi casa?
—¡Ya basta! —Edward apareció de repente y con su vozarrón cortó la discusión en seco—. Malcom ¿Por qué no intentas no ser molesto por algún tiempo? Prometo que te va a hacer bien.
—No entiendo —dije por lo bajo, y miré a mí padre en busca de respuestas— ¿Qué fue lo que hice?
De repente otro silencio incomodo se generó. Sea lo que sea que haya hecho, debió de ser horrible, ya que si bien la gran mayoría del grupo no decía nada, podía notar en sus rostros que sabían algo que yo no, algo que claramente les disgustaba. Mi padre largó un gran suspiro y se acercó a mí.
—Daniel, ¿podemos hablar? —le dedique una larga mirada, él también sabía que yo había hecho algo mal, y me lo había ocultado.
Lo seguí hasta un rincón alejado de los demás y nos quedamos en silencio por algunos segundos. Todavía estaba aturdido por la discusión que mi mera presencia había generado, y alterado por el hecho de que por algún motivo, había arruinado los planes de la Insurgencia para detener a Cíclope.
—Daniel... tengo que decirte la verdad. —empezó mi padre, dirigiéndome una mirada sería y perturbada—. Esa noche... cuando te salvé del merodeador... no estaba ahí para defenderte a ti.
—¿Qué? Entonces... ¿Qué estabas haciendo en la casa de Tim?
—Había ido a buscar a su padre... él trabajaba en el diario del gobierno, y le habían dado la orden de que escriba un artículo sobre como en las cárceles curaban a los enfermos con medicinas de alta calidad, pero cuando leyó la información que le pasaron descubrió que, en realidad, no estaban tratando enfermedades, estaban experimentando con los prisioneros en contra de su voluntad. El papá de Tim prometió darnos el archivo para usarlo contra el gobierno, a cambio de que ayudáramos a sacarlo a él y a su familia de la ciudad y lo hiciéramos desaparecer, antes de que los soldados de Cíclope lo hicieran. Esa noche se suponía que yo iba a ir a sacarlos de la ciudad, pero entonces te vi con el merodeador y decidí salvarte y dejar que se llevaran al padre de Tim y a los datos que nos iban a dar...
—¿Qué? Entonces... para este momento ya habrían podido desmentir parte del gobierno de Cíclope... si no fuera por mí... —La cabeza me daba vueltas, de repente encontrarme ahí abajo me hacía sentir mareado.
—Daniel, no fue tu culpa, solamente querías ayudar a tu amigo, y entiendo eso, además no hubiera sido tan sencillo, Cíclope nunca... ¿Qué estás haciendo?
—Me voy... necesito tiempo para pensar en todo esto. —Me dirigí hacía la puerta y podía sentir los ojos de los demás clavados en mi espalda. Necesitaba escapar de ese lugar pero algo me lo impidió.
Cuando estaba a punto de llegar a la puerta, esta comenzó a abrirse nuevamente con su espantoso chirrido, y allí estaba, en todo su esplendo, Ella. Por algunos segundos me quedé helado. No sabía si estaba alucinando o si era verdaderamente la chica por la cual esperaba ansioso todos los martes. Di un paso atrás, su piel era perfecta, algunas pecas cubrían sus cachetes, pero lo más hermoso de todo eran sus brillantes ojos marrones, podría haber pasado días contemplando esa imagen. El shock de tenerla tan cerca de repente era demasiado grande, pero lo que ocurrió luego me dejo totalmente descolocado.
—Tú... —dijo con su voz suave, y yo casi me derrito en el mismo lugar donde me encontraba parado, lo único que me despertó de mi ensoñación fue el golpe que me dio en la cara.
La fuerza de esa chica era impresionante. De un momento a otro volé y caí sobre la mesa que se encontraba en el centro de la habitación, y antes de que pudiera reaccionar ya la tenía sobre mí intentando asestarme más golpes. Por suerte, con el entrenamiento que había estado recibiendo durante las últimas semanas, mis reflejos habían mejorado y logre esquivarlos; sus puñetazos solo lograron abollar el metal del que estaba echo la mesa. Con un rodillazo a su estómago logré desestabilizarla lo suficiente como para quitármela de encima, definitivamente no era la manera en la que yo me imaginaba mi primer encuentro con ella. Antes de que pudiera pararse y volver a atacarme, Edward y mi padre se pusieron en el medio.
—¡Felicity, ya basta! —gritaron ambos al mismo tiempo, y entonces la chica más hermosa que conocía se quedó quieta en el lugar en el que estaba, preparada para empezar a lanzarme más golpes.
—¿Qué carajos te pasa? —preguntó mi padre a la bella joven.
Para este momento ya todos se habían reunido cerca nuestro y Emma y Malcom se reían por lo bajo, mientras Jax y Kevin me ayudaban a pararme.
—Ese chico, más de una vez lo atrapé espiándome... es un infiltrado de Cíclope —respondió ella entre jadeos.
—¿Qué? No soy nada de Cíclope —exclamé mientras me tocaba el lugar donde me dio de lleno el potente golpe de Felicity, descubriendo que estaba sangrando.
—¿Entonces que hacías mirándome todos esos días? —gritó sin contenerse. De repente todos los ojos volvieron a estar clavados en mí y yo no pude evitar sonrojarme y desviar la mirada.
—Es que... —Tomé una gran bocanada de aire y lo solté—. Me parecías... bonita.
—¿¡Que!? —exclamaron todos al unísono, excepto Jax que soltó un largo y exagerado "aw".
Inmediatamente la furia se disipó del rostro de Felicity y, si no hubiera estado tan alterada, creo que se hubiera disculpado por el golpe que me dio, incluso creí notar que se sonrojaba un poco.
Nunca me había sentido tan estúpido en mi vida: había echado a perder los planes de la Insurgencia, la chica que me gustaba me había dado una paliza y aún peor tuve que confesar que me gustaba, todo en menos de una hora. Me levanté de la mesa y rápidamente salí por la puerta sin que nadie pronunciara ni una palabra. Mi padre no intentó detenerme y estaba dispuesto a volver a casa y enterrarme en mi cama hasta que el mundo desapareciera.
Ya había llegado a la calle cuando una fuerte mano me tomo por el hombro, pensando que era un soldado, estuve a punto de darme vuelta y propinarle un golpe, pero la voz de Jax me hizo detenerme.
—Amigo, tranquilo... —Me di vuelta y lo enfrenté—. Entra, te necesitamos.
—¿Para qué? —pregunté entre desesperado y enojado— ¿Para que arruine sus planes o para ser el ridículo del grupo?
—Lo que sea que haya pasado, eso fue antes de que te unieras a la Insurgencia, a mí lo único que me importa es lo que hagas a partir de este momento... así que, ¿qué va a hacer?
Luke podía ser alguien poco serio, pero claramente era una buena persona así que gracias a él decidí que me iba a quedar... que iba a formar parte de la Insurgencia. Asentí con la cabeza y Jax me dedicó una amplia sonrisa.
—Muy bien, Dan, tenemos que volver a dentro... es hora de que conozcas nuestros planes.
Y así fue como conocí a los jóvenes que en un futuro formarían el grupo conocido como Los Vigilantes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top