66. Conversación a la puerta de una tortuhogar
Somat, acompañado de Naida, caminó en dirección a la tortuhogar Tunante que tenía la cabezota todavía escondida en el interior del caparazón. Se encontraba en medio del alboroto, justo en el puerto de la ciudad, dónde los barcos iban y venían casi continuamente y la gente caminaba echándole continuas miradas de interés. Muchos de ellos llevaban puestas túnicas coloridas y, solo por eso, se ganaban miradas furibundas de Somat.
—¡Oh, qué bonita la tortuhogar! Nunca había visto una —dijo Naida, con una gran sonrisa en el rostro, en ella no había nada del odio que reverberaba en el interior de Somat —. Pero qué pena que tenga la cabeza escondida... me gustaría verla...
—¿En serio nunca viste una...? Son raras, pero a veces se ven algunas atracadas en el puerto —dijo Somat, examinando a la chica y se fijó en que le sonaba de algo, pero no supo decir de dónde. Las mejillas de Naida se tiñeron de rojo.
—¿Eh...? Es que... nunca vine demasiado al puerto... —comentó bajando la mirada a sus manos que se frotaron nerviosas.
Somat pensó que había algo sospechoso en ella, pero el pensamiento fue de corta vida porque la puerta de la casita sobre el caparazón de la tortuhogar se abrió y de su interior salió un sonriente Nadría. Al descubrir a Somat, lo saludó con la mano y se acercó a toda prisa a él.
—¡Buenos días! Tienes que probar la cerveza de la taberna esa... ¡Está de muerte! El dueño me dijo que venía de isla Paradise... ¡Y es bastante barata! —exclamó el pelirrojo y se dio unos buenos frotes en la panza y pensando en que seguramente iría por la noche a tomarse otra buena y refrescante jarra.
—Seguramente estaba mintiendo... —le contestó Somat, le parecía imposible que un tabernero malgastase cerveza de tanta calidad en un túnica Índigo.
—Eso pensé yo al principio, pero luego resultó que tenían una Licencia Dorada del Garfio Áureo... ¡Así que tiene que ser cierto! —comentó Nadría entretanto se acariciaba el estómago.
—¡Eso es todavía más sospechoso! ¡Un local de esos no se molestaría ni en escupirnos en la cara! —le dijo Somat, pero a Nadría las palabras de su amigo le entraban por una oreja y le salían por la otra.
—¿Eh? ¿Eso es una taberna...? —preguntó Naida es que no había ningún letrero sobre la puerta.
—A mí tampoco me lo parecía, pero entré y sí que fue así... Oye, no nos conocemos... ¿Verdad? Yo me llamo Nadría, soy el mejor amigo de Somat desde siempre —dijo el pelirrojo exhibiendo una sonrisa honesta y haciendo que Somat gruñese disconforme.
—Soy... Naida —dijo la chica del pelo alborotado, con una sonrisa de boca pequeña y se frotaba las manos. Al escuchar esto, la boca de Nadría formó una "o" perfecta al darse cuenta de que...
—¿De verdad? ¡Casi tenemos el mismo nombre! Qué curioso... ¿Crees que significará algo...? No, no... supongo que solo será causalidad... Por cierto, Somat. ¿Qué andas haciendo por aquí haraganeando?
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