159. Salvar a la reina

 Cuando Muma entró en el Restaurante errante, lo primero que vio fue el cadáver de Zorolen en el suelo. Mareas de repulsión la agitaron con tanta fuerza que casi dobla para vomitar, pero por la cuenta que le tenía se mantuvo en pie. Tenía que salvar a Nuna, tenía que hacerlo para poder besarla, besarle en todas las partes de su cuerpo, desde los labios de arriba hasta los de abajo.

—¡¡Muere zorra!! —gritó un desquiciado que reconoció como Soalfón.

El pintor se encontraba al lado del muerto, sonriendo carcajadas desquiciadas, con un cuchillo que goteaba sangre en la mano y con el cual apuntaba a una mujer frente a un cuadro que le pareció entre espantoso y horrendo. Ella temblaba y Muma pensó que debía de tratarse de la reina Serren, la mujer que debía salvar sí o sí o sí.

Pero eso la confundió un poco porque ¿no era Nadría el que quería matarla? Y en seguida lo descubrió, con una pistola temblorosa en las manos, quizás pensando en dispararle a la reina.

¡Y los cuatro azules no hacían absolutamente nada de nada! Estaban espantados, congelados en muecas de incredulidad, ¡claro, como en esa ocasión no se trataba de mamporrear a gente dulce e inocente como ella!

Y Butfais se bebía una cerveza, como si estuviera viendo la televisión.

—¡Mierda coño! —gritó Muma y, en el último momento, decidió parar a Soalfón porque él parecía estar decidido a ensartar a Serren, mientras Nadría dudaba una duda que no dejaba de dudar.

Corrió en dirección a la reina, para protegerla no con su cuerpo, sino con el escudo mágico que saldría de su Corona de Margaritas. Tampoco es que fuera tan suicida como para dar su vida por alguien como Serren.

Además, si estaba muerto no podría volver a ver a la Nuna humana y eso era demasiado doloroso como para ni siquiera pensarlo. Y, por si fuera poco, le tenía guardada una buena bofetada al Zaltor. ¡No se había olvidado del aquel dios de pirita!

Los pies de Muma volaron a lo largo del restaurante y, gracias a ello, pudo ponerse delante de la reina antes de que el pintor lograra atravesar sus tripas con frío hierro malsano.

Muma levantó los brazos al cielo, copioso sudor le caía por la cara, pequeñas perlitas de miedo y nerviosismo, excitación y expectación. Si salvaba a la reina en ese momento, ¡quizás le devolvería la forma humana su Nunita!

El loco se acercaba berreando y Muma pensó: "Si es una bruja, ¿por qué no utiliza sus poderes y convierte a este tipo en sapo o le lanza una bola de fuego? ¿Por qué tiene tanto miedo de un chalado armado con un cuchillo de cocina?"

Las preguntas fueron cortadas por el metal de ese cuchillo de cocina clavándose en el estómago. Durante unos segundos no supo lo que había pasado y pronto comprendió: el escudo de su Corona no había funcionado. 

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