365. El final feliz

 Muma caminó en dirección a Nuna y las dudas que no quería escuchar se retorcían en su interior. Le gritaban que lo mejor era olvidarse de aquella mujer imbécil con orejas de conejo, ¿para qué molestarse con esa tipa con la inteligencia de una almeja? Había cosas mejores en el mundo en las que inmiscuirse. ¡Lo que debería de hacer es dar media vuelta, salir de aquel hostal inmundo e irse a hacer las grandes hazañas a las que estaba predestinada!

Negó con la cabeza, supo que aquello solo eran las reminiscencias de la insidiosa voz de Zaltor que en unos últimos esfuerzos vanos trataba de cancelar la felicidad que se encontraba al alcance de su mano. No iba a ser tan gilipollas como para hacerle caso al muerto, que se fuera a tomar por el culo y la dejase en paz de una puta vez.

Muma caminaba con la lentitud de pensarse cada uno de los pasos, con la seguridad de que se iban a reencontrarme, pero con inseguridades respeto a cómo iba a desarrollarse aquel encuentro.

¡Podía ser que la mirase y Nuna frunciera el ceño, preguntándose de qué le sonaba aquella boca de hipopótamo! Sería horrendo haber sido condenada al olvido, desterrada de la memoria de aquella mujer a la que tanto quería.

¿No estaban destinadas a estar juntas? ¿No era que en la ciudad de A Coruña eran vecinas? Al pensar en este, Muma dio un derrape: ¿No eran aquellos recuerdos una mentira creada por Zaltor? Y siendo así, ¿no era posible pensar que Nuna era tan falsa como aquellos? Nada más que una distracción creada por el dios manipulador.

Escasa atención le dio Muma a estos pensamientos, negó con la cabeza y se dijo que le daba igual que fuera verdadera o falsa, le importaba bien poco que al cabo de unos segundos se desvaneciera. Lo que tenía que hacer sí o sí era encontrarse con ella de nuevo porque si no siempre le quedaría la duda de saber qué habría pasado.

La felicidad estaba al alcance de su mano, bien podía ser que Nuna al verla gritase de alegría y se lanzara a sus brazos culminando el momento en un largo y apasionado beso que sin lugar a dudas acabaría en la cama. A la mañana siguiente regresaría ambas a Tunante y conquistaría su anterior sueño compartido de viajar a lo largo y ancho del Archipiélago de las Mil Islas. De esta vez, con cero preocupaciones, surcando el ancho mar disfrutando de la vida, del amor y de la comida.

O quizás Nuna la reconociera, pero lejos estaba de su querer el iniciar una nueva relación con ella. El tiempo pasado había sido suficiente para borrar todos los sentimientos y únicamente quedaba un reconocimiento vacío. Hablarían sobre los viejos tiempos y al terminar la velada cada una se iría por caminos separados.

¡O quizás Nuna, por alguna ignota razón, se cabrease inmensamente con ella, con una intensidad tal que hasta intentaría matarla con el vaso que tenía en la mano! Muma visualizó el terrible momento, la coneja rompería el utensilio contra la barra y cogería un cristal roto, cortándose sus mismos dedos, para rajarle la garganta. ¿Pero por qué estaría aquella persona tan plácida tan cabreada con ella? Aunque una vez había sido la Señora del Terror, quizás detrás de la belleza del envase y lo atractivo de la personalidad hubiera retazos de una oscuridad que nunca había visto.

Todos aquellos mundos divergentes giraban en la cabeza de Muma, por suerte ninguno de los terribles e imaginados futuros tenía el poder de hacerla dudar, sobre todo porque entre ellos existía aquel en el que volvían a estar juntas de nuevo. Pronto, uno de ellos sería completa y absolutamente verdad porque futuro solo hay uno y no varios. Sabría si Nuna la quería, la odiaba, la había olvidado o la recordaba con indiferencia y también cabía la posibilidad de que en realidad no fuera Nuna sino persona demasiado parecida o incluso una Nuna de un universo paralelo en que nunca se llegaron a conocer.

Se quedó parada al lado de ella y la muy idiota no se había dado cuenta de su presencia, sino que continuaba bebiendo con una sonrisa boba en el rostro. Se fijó en las orejas de conejo, que se movían ligeramente y no pocas eran las ganas que tuvo Muma de simplemente acariciarlas.

La boca de hipopótamo se preguntó que hacía la Nuna ahí tan sola, bebiendo, sonriendo por motivos desconocidos. ¿Quizás estaba acompañada con alguien? Alguien que no ni conocido ni amigo, sino amante bandido. ¡Ese era un futuro horrendo! ¡Su nuevo o nueva amor podría regresar en cualquier momento juntándose sus labios en un beso del cual sería desgraciada espectadora!

De todas maneras, aquel no era el momento de dudar. Después de todo lo que había pasado era impensable dar media vuelta e irse para no volver nunca jamás. Tenía que actuar y lo haría sin dudar.

—Nuna —dijo con la voz lo suficientemente alta para que ella la escuchara.

Nuna se dio la vuelta y al verla, una gran sonrisa apareció en su rostro.


FIN

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