361. Un machete que corta pensamientos
La hoja del machete se le hundió en la cabeza a Zaltor y este se murió sin ni siquiera darse cuenta de que lo había hecho. Los últimos momentos de su vida fueron dedicados a la alegría de pensarse que se había logrado salvar de aquel momento tortuoso. Pero fueron cortados por aquella fiera hoja que se hundió en todos sus pensamientos. Y el hecho de que pudiera redimirse o no nunca se sabría, el dios había muerto y ya nada se podía hacer al respeto.
—No pensé que lo fueras a matar —dijo lady Dadiva observando a su hija con una expresión seria en el rostro.
—Si le dejaba vivo y volviera a hacer daño a más gente, en parte sería responsabilidad mía... y también tuya —contestó Muma y no miraba a su madre, sino al cadáver de Zaltor.
Después de tanto tiempo enfrentándose a él sentía una ausencia que no era capaz de comprender. Aunque no cabía duda de que lo mejor que podía pasar es que él muriera, que la memoria de aquel hombre se perdiera en la inmensidad humana, pues era preferible que aquel tipo de personas no tuviera persistencia alguna.
—¿Y si hablaba en serio? —preguntó lady Dadiva y Muma arrugó la nariz —. Es posible que él fuera capaz de redimirse.
—Ya, pero eso no es algo que vayamos a saber nunca, ¿no, mamá? Además, tú querías que lo matase —dijo y se sintió triste, de todas maneras no creía que fuera por haber matado a Zaltor. Ya lo había hecho una vez, ¿qué diferencia había en una segunda?
Él estaba muerto y nada ni nadie lo iba a devolver al mundo... A menos que todo aquello fuera una artimaña más del dios, a menos que como una zarigüeya estuviera haciéndose el muerto esperando a que se marcharan para despertarse lanzando carcajadas y marchándose a planear una nueva venganza. Aunque parezca extraño, Muma deseó que fuera así, aunque tal sentimiento apenas duró unos segundos ante la certeza de que solo pensaba así porque estaba segura de que había muerto.
—Es mejor así —dijo con rotundidad lady Dadiva: ella había conocido a Zaltor durante un largo período de tiempo y bien sabía, o creía saber, que él no tenía remedio. Algunas personas son simplemente malas y por muchas oportunidades que les des, lo seguirán siendo. Zaltor era una de ellas —. ¿Qué vas a hacer ahora?
La mirada de Muma se dirigió hacia Nuna, ella continuaba en aquel momento separado del suyo, con una copa en la mano y una sonrisa en la boca. Ardía en deseos de volver a encontrarse con ella y no separarse en mil años o incluso más.
—Me iré con ella... Se llama Nuna y Zaltor por culpa de Zaltor me tuve que separar de ella —informó Muma.
Lady Dadiva asintió con la cabeza. Mientras hablaban, el cuerpo de Zaltor se desvanecía en el aire y en unos pocos minutos no quedaría nada de él.
—Está bien, es lo mejor que puedes hacer.
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