356. El machete
Se acercó un paso en dirección al misterioso machete y entonces un polvo dorado comenzó a surgir de él. Al estar un metro y medio sobre el arma, flotando en el aire, se juntó formando una esfera dorada.
Pulsaciones rítmicas semejantes al de corazón emanaron de la bola y aunque Zaltor pensaba que lo mejor era correr, estaba tan fascinado por aquel espectáculo que deseó quedarse frente a él.
Del corazón surgieron los nervios de lo que intuyó que era una persona, después el esqueleto se formó desde los pies hasta la cabeza y pronto la carne los recubrió. Al final, la piel se extendió por los cuatro puntos cardinales del cuerpo de aquella mujer y la aparición culminó con el cabello salvaje, de un rubio que hizo temblar a Zaltor.
Reconocía a aquella persona: ¡Era lady Dadiva! ¡La misma lady Dadiva que lo había torturado durante tanto tiempo persiguiéndolo a través de sus creaciones! La misma que Muma, su propia hija, había matado.
—Es imposible que estés viva —le dijo Zaltor, aterrado ante la visión de la cruel mujer.
—¡Nada es imposible para mí! ¿No recuerdas que soy una ascendida? —le contestó lady Dadiva, surgió en su rostro una sonrisa de triunfo.
—¡Pero te mantenía con la energía al mínimo, el ataque de tu hija te debería de haber matado! —le gritó Zaltor y, ante eso, lady Dadiva se rio de forma escandalosa.
—¡Pues se ve que no, cerdo! ¡Estoy viva y en frente a ti! —gritó lady Dadiva y se agachó para coger el machete.
—¿De verdad tú eres mi madre? —le preguntó Muma, se había levantado del suelo y la mirada dubitativa. Era normal pensar que todo aquello no era nada más que una trata de Zaltor, darle más esperanzas para luego espachurrarlas.
—¡Sí que lo soy! Zaltor y yo luchamos en más de una ocasión y al final decidí que la venganza no merecía la pena. Ingenuamente, supuse que lo mejor era perdonarlo e intentar llevar una vida moderadamente normal, aunque ese dios maldito todavía quería jugar conmigo un poquito más, conmigo y con mi propia hija. Utilizando malas artes me obligó a olvidarme de ti y algo semejante hizo contigo, con el único propósito de hacer que tú me matarás o que yo te matará a ti —escupió lady Dadiva, no solo por con palabras, sino también un escupitajo a la cara de Zaltor. Sin ganas, se limpió la cara.
—¿Es tan malo lo que te hice acaso? Nos divertimos, fue emocionante creo yo. No sé, algo hay que hacer con la vida que tenemos —gruñó el dios.
—Lo has hecho bien, hija. No te dejes engañar, todo el daño que le has realizado fue efectivo. Está en las últimas y únicamente necesita un último empujón para morir de una vez por todas —dijo lady Dadiva y un brillo carmesí relució en su mirada.
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