352. Victorioso
Zaltor corría con sus pequeñas piernas en dirección a la puerta y se reía con ganas. Durante unos graves momentos, se había convencido de que aquella era la noche de su muerte, ¡¿pero cómo podía haberse olvidado de que él tenía la suerte de su parte?! Corría libre y feliz por aquel suelo de madera, sentía detrás de él la decepción de Muma y delante a Breogán intentando desesperadamente cerrar la puerta.
—¡Es inútil, hijo! ¡Recuperaré mi poder y volveré a ser tan grande como antes! —chillaba Zaltor.
—¡¿No te puedes morir en paz?! —le espetó el pelo blanco e intentaba con todas sus fuerzas cerrar la puerta, fue inútil. Era un acto semejante a intentar derrumbar una montaña mediante soplidos.
—¡Ha! ¡Yo soy eterno, yo nunca moriré! ¡Hahaha!
Breogán se dio un manotazo en la frente y dijo:
—Oh, se me olvidaba de que puedo hacer esto.
Apuntó con el dedo índice a Zaltor y una esfera de brillante energía blanca surgió de ella. Si el dios no llegara a pararse, habría sido fulminado porque allí donde había caído la madera humeaba.
El dios se quedó parado y Breogán le apuntaba con aquel largo dedo, con una sonrisa idiota en el rostro. Sintió de nuevo la injusticia fluyendo en sus entrañas porque, sin lugar a dudas, aquello era tremendamente injusto.
—¡¿Cómo te atreves a hacerle esto a tu propio padre?! ¡¡Después de todo lo que hice por ti! ¡Eres un desagradecido! ¡¡Iiiggghhh!! —chilló al ver una nueva esfera blanca se dirigía hacia él y lo esquivó por poco.
Las lágrimas cayeron de sus ojos, no recordaba la última vez que había llorado. Pero no le gustaba nada la sensación que se derramaba de sus ojos. Se sentía diminuto e impotente, además lo peor era que la solución se encontraba justo en frente de él. ¡Aunque era imposible agarrarla entre sus manos porque el gran imbécil de su hijo le apuntaba con un dedo y sonría como un imbécil!
La energía que había recibido del interior le había proporcionado el empujón necesario a fin de librarse del agarre de Muma, aunque ahora sentía que no era suficiente. Impotencia y rabia, una mezcla humillante no digna del dios más grande de todos.
—No me gusta sentirme así. De hecho, no me debería de sentir de esta manera. ¡Es indigno que alguien tan grande tenga sentimientos tan miserables!
Una risa histérica escapó de sus labios y se convenció a sí mismo de que era imposible que él fuera derrotado por aquellos dos gusanos. ¡Él era el jodido Zaltor, el más grande de todos los dioses habidos y por haber! Fuera como fuera, él siempre ganaba porque era el protagonista de la historia.
—¡Lamentaréis haberos puesto en contra mía! —gritó el dios.
Y ahí fue cuando Muma le dio un fuerte pisotón que lo espachurró por completo.
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