340. Matarlo bien muerto hasta que se muera de verdad
Delante de ella se encontraba la mujer que durante tanto tiempo había ansiado. Primero convertida en una coneja y luego arrancada de su brazos, deseada, añorada... Aquello era un sueño convertido en realidad, Muma asentía con la cabeza dejándose llevar por sentimientos de deseoso corazón.
Pero recordó como ella había salido del cuerpo de Zaltor, como ella había sido una vez aquel desgraciado mentiroso, puerco asqueroso, dios de pacotilla. Y si era verdad que una y otro era el mismo ser, su amor se desvanecería cual sueño al despertar.
—¡Y una mierda, joder! —gritó y le dio una gran bofetada a Nuna, una tan fuerte que la derribó en el suelo. Y allí se quedó, con la marca de una palma bien definida en el moflete y mirándola con la boca abierta, confianza destrozada.
—¿Por qué, Muma? ¿Por qué me has pegado? ¿Por qué, por qué? ¿Ya no me quieres? —De los ojos de Nuna comenzaron a manar grandes cantidades de lágrimas que fueron capaces de conmover el corazón de Muma, pero chasqueó la lengua alejando de sí aquellos pensamientos idiotas. ¡Ella no era Nuna y si Nuna y Zaltor eran la misma persona, pues la odiaba de igual manera porque el dios era lo peor que la creación había engendrado!
A su alrededor, la anterior selva virgen iba pudriéndose a una gran velocidad y pronto quedaron atrás la exuberancia y fertilidad. Al cabo de segundos, un paraje desolado rodeaba a las dos mujeres y el desprecio más absoluto brotaba de los ojos de Muma.
—¿Por qué...? ¿Tú crees que soy idiota? Sal de mi cabeza, sal de mi cabeza de una vez. ¡No quiero otra cosa de ti! —le gritó y un sollozo brotó de la garganta de Nuna, comenzó a llorar de manera desconsolada.
—¿Por qué me tratas así? ¡Yo te quiero, Muma! ¡Pensé que tú también me querías a mí! ¿Por qué me tratas de esta manera?
—¡Sal de mi cabeza de una vez, Zaltor! —aulló Muma y saltó encima de la supuesta Nuna, sus manos se cerraron sobre la garganta y comenzó a apretar con todas sus fuerzas, deseando arrebatarle la vida a aquel bastardo mentiroso que se había burlado de ella desde la primera vez que lo vio.
Odiaba a Zaltor, lo odiaba con toda su alma y aunque en esos momentos tuviera el rostro aterrorizado de Nuna, lo seguía odiando y eso no impedía que sus manos se cerrasen con más y más fuerza. Ella no era Nuna, solo quería engañarla, burlarse de ella para que bajase la guardia y matarla, pero no se dejaría engañar más. Mataría a Zaltor, lo mataría bien muerto, lo mataría aunque fuera lo último que hiciera en su vida.
—¡Sal de mi cabeza, sal de mi cabeza, sal de mi cabeza! —chillaba Muma una y otra vez.
Y a su alrededor, un mundo muerto y miserable se extendía sin fin bajo un cielo rojo.
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