337. El regreso

 —¡Seas quién seas fuera de mi cabeza! ¡No soy la que está pensando esto! ¡No soy yo, no soy yo, no soy yo! ¡Yo quiero a Nuna! ¡Quiero volver a estar con ella! ¡No quiero estos jodidos pensamientos de mierda! ¡Joder, joder, joder! —gritó Muma llevándose las manos a la cabeza y cerrando los ojos, intentando que la oscuridad que reinaba en su cerebro se esfumase.

Al abrir los ojos, se encontró con que ya no se encontraba en el comedor de la posada, sino en un espació vacío. Nada, nada y nada más que nada, solo ella se encontraba en aquel lugar de una profundidad insondable. Giró sobre sí misma, entre confusa y cabreada: ¿Acaso era su destino nunca encontrarse con Nuna?

—Miserable criatura. ¿De verdad creías que alguien cómo tú serías capaz de vencerme? —preguntó una voz que irradiaba frialdad mezclada con odio.

Por encima de ella flotaba Zaltor, vestido con una túnica que dejaba a la vista una musculatura de escándalo. Lo que no había cambiado era el rostro, el mismo rostro viejo y de barba blanca, la misma mirada de rata huraña en el rostro.

—¿Cómo puedes estar vivo? —dijo una Muma de voz temblorosa.

—¿Consideras que tienes el poder suficiente para matar a Dios? A pesar de que haber perdido parte de mi poder, tú no eres nada más que una insignificante humana. Te robaré tu cuerpo y haré cosas terribles con él, con esa Nuna a la que tanto quieres. Ahora, desaparece —declaró Zaltor y apuntó con un dedo a Muma, de este salió un poderoso rayo que fue directo a la mujer.

En el último momento, de la Corona de Margaritas salieron unos rayos blancos que se enfrentaron al emitido por Zaltor haciendo que estos perdieran todo su poder y eficacia. Aquella visión llenó de júbilo a Muma, quien no dudó en estallar en fuertes carcajadas.

—¡Eres un idiota, Zaltor! ¿De verdad crees que me das miedo? No sé cómo sobreviviste, pero apuesto que ahora eres incluso más débil que antes. Te mataré, ¡mataré de una vez por todas!

En un pestañeo, el dios se encontraba en frente a ella y su puño se había estrellado en su estómago hundiéndose en sus entrañas y saliendo por la espalda. El dolor fue inmenso, casi insoportable.

Lo único que podían ver Muma era el feo rostro de Zaltor, deformado en una sonrisa macabra. El dios despegó el puño de la barriga de la desdichada y la sangre salió con abundancia cayendo sobre la plataforma, acompañada de parte de las intestinos de la desgraciada rubia.

—No hay otro destino para ti que morir, Muma. Y es una pena que lo hagas, sin que tengas ni idea de qué es lo que verdaderamente les pasó a tus padres. ¿Todavía te acuerdas de ellos o es uno de esos recuerdos perdidos? ¿Todavía te acuerdas de cuando eras pequeña y tus padres desaparecieron? ¿Qué sería de ellos? —preguntó Zaltor y la maldad brillaba en unos ojos rojísimos. 

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