336. Matar es lo único que quiero

 Se escuchó un chapoteo fuerte y gotas cruzaron el rostro de Lorenzo. Bajó la vista hacia las aguas del Mar de Sangre y descubrió la sombra de algo titánico surcando las profundidades marinas. Poco a poco, fue surgiendo a la superficie, lo que asemejaba ser un gusano de un tamaño gigantesco o puede que fuera el tentáculo de una criatura semejante a un pulpo. De piel suave y lisa, sin ninguna imperfección y del color banco de quien nunca ha tomado el sol.

¿A qué clase de monstruo pertenecía aquel apéndice? ¿Podía ser que el Mar de Sangre escondiera caídos incluso más grande que la montaña? El corazón de Lorenzo latía a ritmo de anticipación, él quería unirse a aquel grupo de monstruos, él quería ser grande y fuerte, anhelaba sumarse al carnaval y llevar la destrucción al Reino.

La actividad comenzó a estallar alrededor del barco monstruoso, paraje antes tranquilo, pero poco a poco despertaba la verdadera vida del Mar de Sangre y, en honor a su nombre, las aguas azules se tiñeron de un rojo oscuro. Lorenzo apenas aguantó las ganas de lanzarse al agua y unirse a la monstruosidad, pero si no lo hizo fue porque era incapaz de notar el cambio. Algo iba mal.

Cerca del barco otra cabeza surgió, esta contaba con una gran boca de la cual brotaban tres lenguas y un ojo que sí que se fijaba en el barco, en sus tripulantes. Murmullos incesantes surgían de la boca y caían pesadamente sobre los humanos del barco, eran de un tono inhumano y cruel, de una bestialidad alejada de todo lo humano. Pero por mucho que Lorenzo deseaba abrazar la desesperación de la Maldición y convertirse en un monstruo, en su interior solo había fascinación por aquellos monstruos y el creciente deseo de convertirse en uno de ellos.

—Lo conseguimos —dijo el hombre de la VHX.

—¿De qué hablas? —le preguntó Lorenzo.

—¿De qué va a ser? Nadie logró mantenerse con vida en el Mar de Sangre hasta ahora, en los anteriores intentos la embarcación ya había sido destruida. ¿No estás contento? Parece que hemos triunfado.

—No, no lo conseguimos. Yo quiero convertirme en un monstruo.

Como contestación, recibió una cortante risa que le crujió el cerebro.

—¿Eso es lo que quieres? Pues ya puedes comenzar a desesperarte, no hay otra manera de convertirse en uno de ellos.

Se burlaba de él y eso era algo que Lorenzo nunca podía perdonar. A su mujer le gustaba hacerlo hasta el momento en que le hizo comprender que, una vez casados, no iba a dejar que se comportase de una manera tan infantil.

Se lo haría comprender también al hombre de la VHX. Lo mataría con sus propias manos y luego acabaría con Leuco. Con la misma intensidad que el deseo de convertirse en un monstruo, llameaba las ganas de matar todo lo que se pudiera matar. Incluido él mismo. 

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