330. No está permitido hacer esas cosas :(

    —¡Perfecto! ¡Perfecto! Lo haremos y será fabuloso, siempre quise viajar en el tiempo —dijo Melinda y gran sonrisa se le formaba en el rostro de ojos abiertos con un toque enloquecido que preocupó un poco a Muma. ¿Pero cómo se iba a acobardar ella? Era la mujer que mató a Dios y con eso todo está dicho.

—¿Tú también te vienes? —preguntó Muma, le resultaba extraño porque no creía que a la pelirroja se le hubiera perdido nada en el pasado.

—¡Por supuesto! ¿Cómo podría perderme la oportunidad de viajar en el tiempo? Tendría que ser completamente idiota... Ahora, levanta el brazo de la pulsera.

A Muma no le gustaba demasiado que le diera órdenes, no obstante en esta ocasión se jugaba la posibilidad de encontrarse de nuevo con su Nuna. De las manos de Melinda, surgió una esfera roja, una magia similar a la suya con la diferencia del color, ya que la surgía de Muma era negra.

La esfera crecía y crecía y de ella emanaba un calor que de agradable iba pasando a preocupante. Lágrimas de sudor corrían por el rostro de Melinda, la cual miraba intensamente su propia magia girando entre sus manos.

Muma comenzaba a sentirse demasiado acalorada y cuando decidió quejarse, en dar un paso atrás para alejarse de aquella magia dolorosa, una luz la envolvió cegándola.

Era lo mismo que había sucedido la vez anterior, Melinda había logrado activar la pulsera, ¿pero viajarían al pasado o al futuro? ¿Habría logrado burlar las limitaciones de la pulsera?

Abrió los ojos y solo vio blancura: arriba, abajo, a los dos lados. Melinda se encontraba a su lado, con una expresión desconcertada en el rostro. No le hizo demasiada gracia a Muma constatar que ella se encontraba igual de perdida.

—¿Dónde estamos...? —preguntó Muma.

—No lo sé, debería haber cogido a Libro... ¡Jolines! —se quejó Melinda, una expresión de rabia cruzó su rostro mientras giraba sobre sí misma. Sin embargo, no había nada más que blancura.

—No podéis hacer eso —dijo una voz, había una tercera persona con ellos. Aunque lo cierto es que no sería demasiado corrector llamarlo así porque no era nada más que un esqueleto.

—¿Quién eres tú? —preguntó una malhumorada Melinda.

—¿Huesos...? —dijo a su vez Muma, pero el esqueleto negó con la cabeza.

—No, no soy Lorenzo y mi nombre tampoco es que sea importante. Solo es que... no se puede viajar al pasado. Es como... uh... una de las reglas esenciales de este mundo: no ir al pasado, no resucitar a los muertos, no falsificar las emociones y pensamientos de los individuos... —recitó el esqueleto.

—¿Y qué más me da a mí esas reglas? Yo voy a ir al pasado, ¡y nadie me va a detener! —declaraba Melinda, colocándose delante del esqueleto y este lanzó un fuerte suspiro.


 —Puedes decirlo las veces que quieras, no obstante no lo permitiré. Os mandaré de al lugar donde habéis venido —dijo el esqueleto, levantando la mano sobre la cabeza de Melinda.

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