313. Una canica blanca
Después de matar a Dios, algo raro sucedió: el cuerpo de la divinidad comenzó a desaparecer poco a poco, a desvanecerse en el aire como si se tratase de un buen truco de magia.
—¿Pero qué está pasando aquí...? —murmuró Muma y sintió el miedo de que quizás se estuviera escapando de ella de nuevo, pero pronto descartó esa posibilidad: estaba muerto y ya no volvería jamás.
La carne, hueso, órganos e incluso la ropa desapareció dejando solo detrás de él una canica de un color blanco brillante. Muma se agachó y lo cogió, el calor era agradable así que se lo guardó en el bolsillo sin pensárselo demasiado.
Después de eso, Muma caminó hacia delante porque sentía algo de curiosidad por saber cómo se veía aquel poder del que le había hablado Zaltor, sin demasiado o ningún interés en hacerse con él.
A ella no le gustaban los dioses y tampoco tenía interés en ser uno, lo único que quería era encontrarse con Nuna. Aunque no sabía dónde estaba ni tampoco cómo empezar la búsqueda.
Llegó al final del corredor y abrió la puerta, pasó a un pasillo más grande y espacioso. Color blanco prístino y numerosos arcos que recorrían su longitud. Era bastante más bonito que el anterior.
—Hola... —escuchó una voz, no estaba sola en aquel lugar, sino que había un hombre de cabellos blancos que lo miraba con sorpresa, como si él no se esperase encontrar con otra alma viviente.
—Hola —contestó Muma.
—Se suponía que solo una persona podía entrar aquí —dijo el hombre y Muma se encogió de hombros.
—Si te soy sincera, ni siquiera sé dónde estoy.
—¿Tú eres una de las Elegidas? Ya sabes, todo el rollo de encontrar la cumbre de la Montaña Azul para convertirse en un dios —dijo el hombre y Muma negó con la cabeza.
—No tengo ni idea, solo seguí a Zaltor hasta aquí y... —Muma se calló la boca, podía ser que aquel hombre fuera un amigo del dios y ya había tenido suficiente muerte.
—¿Zaltor? ¿Un dios que se parece como a Dios? Ya sabes, el de la biblia —preguntó el hombre y Muma lanzó una carcajada.
—Sí, ese mismo. ¿Es amigo tuyo?
—No, no soy amigo de ninguno de los Nuevos Dioses. Por mí como si se muere todos —dijo el hombre con franqueza y Muma se sintió aliviada.
—Eso está bien porque lo maté, espero que no te importe.
—Ya he visto suficiente muerte en mi vida para que me afecte de alguien como él. Me llamo Breogán —se presentó.
—Yo soy Muma, ¿sabes cómo salir de aquí?
—¿No estás interesada en llegar hasta...? —Breogán se quedó pensamiento pensando en la mejor manera de explicarse —. El sitio ese en donde te haces dios, no sé cómo decirlo de una mejor manera.
Muma se mordió el labio inferior y se sintió verdaderamente tentada en hacerlo. Si fuera una diosa, seguramente no tardaría nada en encontrarse con Nuna.
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