307. Él es un dios, nosotros solo humanos
Muma caminó hasta ponerse en el pie de las escaleras y levantó la mirada hacia el dorado templo del mal gusto. Nubes de tormenta se arremolinaban por encima del techo, gotas de lluvia comenzaban a caer con suavidad, se avecinaba una tormenta.
—Es la hora —dijo Muma en voz alta, sintió la gravedad de aquel momento, de una importancia que no solo se refería a su vida, sino a algo más grande que su mente era incapaz de abarcar.
Hacía calor y sudaba, tenía que subir las escaleras para enfrentarse por fin a Zaltor, pero un miedo de carácter nervioso la dejaba parada enfrente la sucesión de escalones.
Se pasó la mano por la frente, estaba cubierta de sudor. Ese era el momento en que todavía podía dar media vuelta y alejarse de Zaltor, pero solo con pensar en esa posibilidad sintió asco.
—¡Después de todo lo que pasé no me voy a acobardar, joder! —chilló y subió el primer escalón, nada más posar el pie sobre él una voz surgió poderosa desde las alturas.
—¡No me esperaba menos de ti, Muma! ¡Creo que hice bien al hacer que ese camión te atropellara! —Zaltor se encontraba al final de las escaleras y vestía con una túnica blanca. Le dio la sensación de que su barba era más poblada, más larga y sus rasgos había adquirido una nobleza que de la que en realidad carecía.
—¿Cómo? —preguntó Muma.
—Yo conducía el camión que te atropelló. Prefiero hacer las cosas personalmente y además así es más divertido —explicó Zaltor, sonriendo de oreja a oreja.
—Maldito cabrón, ¡tú estás muerto! ¿Me oyes? ¡Más que muerto! —gritó Muma y comenzó a subir las escaleras, ya no había en ella ninguna duda: mataría a Zaltor y disfrutaría haciéndolo.
—Lograste vencer a mis secuaces preferidos, no solo eso, sino que los mataste. No esperaba que consiguieras derrotar a Dadiva, pero me alegro de que lo hayas hecho. Ella nunca fue leal a mí, siempre estaba esperando el momento para apuñalarme por la espalda —comentó Zaltor y levantó una mano enseñándole la palma a Muma, nada más hacerlo la rubia se quedó parada y descubrió horrorizada que el único movimiento que podía hacer era pestañear —. ¿Qué pensaste sobre mi oferta? Si te unes a mí, te daré a Nuna. No es ninguna trampa, no te la daré muerta ni zombi ni ningún truco del estilo. Pero tienes que ser leal a mí, ¿vale? Más o menos te encargarás de matar a todos los idiotas que vengan aquí con la idea de asesinarme. Serás mi nueva lady Dadiva.
—¡Ni de broma! —gritó Muma.
—Yo me apunto —dijo una voz detrás de Muma, que subía las escaleras con tranquilidad.
—¿Pero qué dices? —le preguntó la rubia sintiéndose traicionada y eso que no esperaba demasiado de Huesos.
—No te lo tomes a mal, Muma. Él es un dios, nosotros solo humanos. Está claro que tenemos las de perder, ¿por qué no ponernos de su lado? —preguntó el esqueleto.
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