305. Mi nombre es lady Dadiva

 —Mi nombre es lady Dadiva —dijo la mujer y esperó unos momentos a que Muma reaccionase, pero al no hacerlo se notó la decepción en ella —. ¿No te suena mi nombre? ¿No sabes quién soy yo?

Las dos eran apenas hormigas debajo de la pesada aparición del templo dorado, dos motas de polvo que fácilmente serían barridas por el viento. También el resto de la ciudad alimentaba esa sensación, una maraña de edificios y monumentos surgidos del caos, con cunas dimensiones que rivalizaban a la torre de babel.

No era paraje para los seres humanos, no era lugar para nadie en realidad, existía producto del mero capricho de deseos nacidos y muertos sin un plan maestro. Frío, magnífico, horrendo, eterno en aquel momento en que las dos mujeres se miraban con hostilidad, sabiendo que aquello terminaría con la muerte de una o de la otra.

—¿Debería saberlo? —soltó Muma, miró a su alrededor buscando a aquel esqueleto de presencia ausente.

Quería el poder de su espada para romperle los pies del barro a aquel ídolo falso, pero en aquel paraje solo se encontraban ellas y la soledad acentuada por el toque divino de Zaltor. Una sonrisa cruel surgió en el rostro de lady Dadiva.

—No importa, ahora me doy cuenta de que tampoco era tan importante desde un comienzo. Tú has matado a mis compañeros —dijo y no había en sus palabras nada de tristeza, fueran lo que fueran aquellos dos hombres para ella sus muertes no tenían la capacidad de conmoverla. Quizás no había nada en el mundo que lo hiciera, pues su corazón era de congelador metal.

—Uno de ellas ya estaba muerto cuando lo conocí —contestó Muma —. ¿Y qué hacemos hablando? ¿Por qué no nos peleamos de una vez? No vine aquí para hacer amigos.

—Yo tampoco, ¿por qué quieres matar a Zaltor? —preguntó lady Dadiva y bajaba las escaleras sin quitar su mirada dorada de Muma. Agarraba un machete con la mano derecha y una gran amenaza manaba de ella, de una manera palpable.

—Él jugó conmigo y le quiero devolver el favor.

Muma concentró en su mano energía negra, sentía ante aquella mujer un peligro inexistente tanto en Noé como en Sansón. Lady Dadiva era fuerte y no le cabía duda de que lo era más que ella, pero eso no quería decir que fuera a vencer. Muma no podía concebir la idea de morir en aquella ciudad marciana a escasos momentos de encontrarse con Zaltor.

—Tú lo quieres matar, ¿por qué no nos aliamos? —preguntó Muma.

—Zaltor es más fuerte que yo, así que si tú no eres capaz de vencerme a mí no le harás nada a él —explicó lady Dadiva y terminó de bajar los escalones.

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