303. Tú me obligaste a matarte
Muma se fijó en la persona que había hablado: era alto, más que ella, y lucía unas gafas de lente redonda así como una sonrisa plácida. El cabello lo llevaba recogido en una coleta.
—¿Quién eres tú? —le preguntó Muma con frialdad, estaba segura de que no se trataba de nadie de su pasado y eso solo quería decir que era un sicario de Zaltor.
—Mi nombre es Sansón —dijo inclinando la cabeza en su dirección —. Y lo digo que es cierto: te ofrezco una vida tranquila junto a las personas que quieres. Si no lo aceptas, lo único que te espera es la muerte. Eso o ponerte al servicio de Zaltor.
Muma miró el comedor del restaurante, las figuras humanas se habían quedado congeladas. Junto leyendo, Nadria en el suelo, Butfais de brazos cruzados y Ooh en la puerta de la cocina con una sonrisa en la cara. Una mueca burlona apareció en su rostro: no consideraba que quisiera a ninguna de esas personas, la única que le importaba era Nuna. Además, y pese a que ella también se encontraba allí, había una cosa que le quedaba bastante clara.
—Esto no es real. Es una alucinación —dijo Muma —. ¿Para qué voy a querer una mentira?
—¿Y que diferencia hay si no eres capaz de diferenciar una de la otra? Real es lo que queremos que lo sea, ni más ni menos. Vamos, Muma... ¿De verdad crees que podrás derrotar a Zaltor? Él es un dios, ¿qué eres tú? —le preguntó y Muma sintió la rabia en su interior.
Sí, solo era una humana y no una demasiado especial. ¿Pero qué importaba eso? Se miró la mano, energía de poder oscuro se arremolinaba en ella y sintió la letalidad. La negrura de su magia tomaba muchas formas y una de ellas era la de cegar, pero estaba segura de que podría utilizarla de las más diversas maneras.
En esos momentos, todos sus sentimientos de frustración e ira caían sobre aquella esfera imperfecta. Quedaban todavía en ella voces que le decían que no lo hiciera junto a la sensación que la dominó cuando murió Enrique, pero poco a poco las enmudecía, las ahogaba en la oscuridad creciente. ¿Qué importaba una vida menos? Si acababa con él, significaría que estaría más cerca de Zaltor.
—¿Y si digo que no? ¿Qué pasa? —le preguntó Muma.
—Mis órdenes son pararte, Muma. Prefiero hacer las cosas por las buenas, pero si me veo obligado... —Sansón dejó la frase en un toque de amenaza que no le pasó inadvertido a Muma.
Se dio la vuelta y apuntó a Sansón con la mano en donde giraba la esfera de negra magia, la lanzó contra el alto hombre. La energía se convirtió en cuchillas de obsidiana que atravesaron el pecho del enemigo. Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Sansón y se cayó al suelo, ya derrotado y rumbo a la muerte.
—Tú me obligaste a matarte —dijo Muma.
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