299. Fantasmas
Noé permanecía con una sonrisa triste en el rostro mientras jugueteaba con el cetro que llevaba en la mano. Una risita molesta surgió de entre sus labios y miró a Muma, con unos ojos que cargaban con bolsas de un morado poco sano.
—Vas a morir... Si no te escapas de aquí ahora mismo morirás, morirás —dijo y Muma bufó, no pensaba morir a manos de un payaso vestido de rey.
—¿Y yo moriré? Ya estoy muerto, pero supongo que puedo morir una vez más. De una manera un poco más definitiva quiero decir —comentó Huesos y nadie le hizo el menor caso, lo cual irritó un poco al esqueleto y para vengarse decidió que no diría nada más ni ayudaría a Muma hasta que se lo pidiera.
—Apártate de mi camino si no quieres que te fulmine —dijo Muma, no le gustó demasiado usar la palabra fulminar, pero era demasiado tarde y lo único que podía hacer era arrepentirse de la elección de la palabra.
Levantó la mano y apuntó a Noé, entre sus dedos se arremolinó una esfera de color negra.
—Adelante, prueba a fulminarme —dijo Noé y Muma ni lo dudó, lanzó la energía oscura justo a la cabeza de Noé.
No le hizo ningún efecto, la magia se extinguió y Noé se quedó con una exhibiendo sonrisa caída. Después lanzó un suspiro cargado de tristeza, puede que durante unos momentos se hiciera la ilusión de que aquella magia lograría afectarlo de alguna amanera.
—Estoy muerto. Esa magia que usas no me hace ningún efecto. Ahora muérete —dijo Noé y chasqueó los dedos.
De la oscuridad de las bocas de los cuatro túneles comenzaron a surgir hombres, mujeres, niños y niñas. Pero Muma pronto se dio cuenta de que no eran normales, sino fantasmas porque sus cuerpos eran transparentes.
En la mano de Muma apareció una esfera negra que la lanzó hacia la multitud, pero no surtió ningún efecto. Una mueca de frustración surgió en el rostro de Muma.
—¡No os acerquéis a mí! ¡Ni un paso más! —gritó Muma, pero sus palabras no hicieron ningún efecto a los fantasmas que se iban acercando a paso a paso a ella con la lentitud de un destino inexorable.
—Estás acabada, simplemente ríndete y muérete —dijo Noé.
—¡Ni de broma voy a morir! ¡Tengo que matar a Zaltor! ¡¿Y qué van a hacer unos fantasmas para pararme?! —gritaba y una risa nerviosa escapó de sus labios, en un ataque de rabia le pegó una bofetada a un fantasma.
No fue una buena idea, el toque del espíritu le proporcionó una frialdad absoluta a su mano y no solo eso, sino que se sintió inmediatamente cansada. Se cayó de rodillas al suelo, luchando por respirar.
—¿Qué es... esto? —preguntó y al mirar a su alrededor solo se encontró con las caras de los muertos que llevaban muecas tristes en el rostro, que llevaban sus manos en su dirección con unas intenciones que no comprendía.
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