297. Oscuridad

 Huesos se quedó con la boca abierta al ver la manera en que era tratada la brújula, objeto que supuestamente los llevaría hasta donde se escondía el villanesco Zaltor. Pero después de probar el beso del calzado de Muma, ya no era nada más que unos trozos inútiles.

—¡¿Pero qué has hecho, cacho burra?! ¡¿Se puede saber cómo llegaremos ahora junto a Zaltor?! ¡Que de verdad quería matarlo, de verdad! —decía el esqueleto dando patadas cabreadas al suelo.

Muma ni tuvo tiempo a responder, se escuchó el sonido de cristal rompiéndose con un tono tan alto que la obligó a taparse los oídos. El cielo se rompía en pedazos tal y como si fuera un cristal y desvelaba la verdadera imagen: en el horizonte se levantaba un palacio dorado con una fachada de poderosas columnas que sujetaban en un frontón en donde relucía el rostro de Zaltor.

—¡Ahí es donde tenemos que ir! Dejar de fiarnos de lo que nos ofrece ese Zaltor e ir directamente a por él. ¿Tú lo entiendes? Quiero acabar con esto cuanto antes... —dijo Muma y añadió con un susurro malévolo —: Debí matarlo la primera vez que lo vi.

Comenzó a caminar en dirección al palacio dorado, movida por una emoción exultante que la ahogaba. Todo aquel circo había durado demasiado y debería de ponerle fin cuanto antes: mataría a aquel dios de pacotilla y después... ¡Después volvería con Nuna!

Pronto, se encontró caminando por las calles retorcidas de aquel pueblo, avanzando siempre en dirección al palacio. En un momento, giró la cabeza hacia atrás: Huesos la seguía y pensó que eso estaba bien. La espada que llevaba tenía poder, quizás hasta podía hacerle honor a su nombre: Mata Dioses.

Pronto, la calle se abrió hasta la entrada de un túnel en donde vivía la oscuridad. Pese a la decisión que anidaba en la rubia, sintió el deseo de no entrar allí. Pero si no lo hacía, ¿cómo llegaría hasta el palacio dorado? Se mordió el labio, susurros de palabras que no podía entender emanaban continuamente de la oscuridad y supuso que sería una mala idea adentrarse en sus profundidades.

—No me tiene buena pinta este lugar —dijo Muma y sintió rabia por su propio miedo.

—Podemos intentar buscar otra manera de llegar. Es decir, tampoco es que tengamos prisa por llegar, ¿no? Y esto tiene pinta de ser una trampa de las buenas, que si entramos ahí a saber con qué nos vamos a encontrar —dijo Huesos desde sus espaldas y, al llevar la mirada en dirección a su acompañante, descubrió que no había salida: la calle por la que había venido estaba tapada por un muro en donde pintara el burlón rostro del dios Zaltor.

—No, mejor seguir hacia delante. ¿Y qué es lo peor que nos puede pasar? Solo es oscuridad —dijo Muma y ya sin dudas continuó caminando en dirección a la oscuridad. 

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