291. Decisión
—¿Así que vas a probar suerte, eh? Espero que comas bien y mucho, yo por el contrario me quedaré aquí fuera a meditar sobre los errores de mi pasado. ¿Sabes que una vez vi como una persona se convertía en un monstruo? Creo que se llamaba... ¿Rouco...? —dijo Huesos y meneaba la cabeza de un lado al otro, quizás triste por el hecho de no recordar el nombre de aquel sujeto simple que se había convertido en un enorme gusano.
Muma no contestó, sino que entró en la pizzería Carnivale y sus esperanzas se redujeron considerablemente al descubrir que no había nadie para recibirla. Ni siquiera vio ni el primero de los clientes, el local se encontraba sumido en la habitual tranquilidad de los lugares abandonados.
—Menuda basura... —dijo Muma, de verdad tenía ganas de comerse una buena pizza, ¿pero cómo podría hacerlo si no había nadie? Miró la puerta de la cocina, siempre podía probar a prepararse algo por ella misma.
—¡Bienvenida a la pizzería Carnivale! Por favor, busque un lugar donde asentarse y en seguida le atenderemos —aulló una voz que rebotó por las cuatro paredes del local e hizo que Muma casi se echase a correr por el susto. Pero mantuvo la compostura y caminó en dirección a una mesa que se encontraba apoyada contra una pared.
—¡Bien, has elegido un sitio! Ahora es el momento de pedir la comida. Desde la cocina le recomendamos una de nuestras especialidades más especiales: la pizza Zaltor —gritó la voz y Muma negó con la cabeza, ni de broma iba a tomarse algo con un nombre tan horrendo.
Cogió la carta y la abrió, pero al ver el contenido un gruñido salió de su boca. En aquella pizzería no servían otra cosa que pizza Zaltor y ni siquiera ponía cuáles eran sus ingredientes. Tentada estuvo de levantarse e irse de aquel lugar, pese al hambre que tenía no quería comer algo que llevase el nombre del desagradable dios. Pero en un borde de la carta, con una letra tan pequeña que tuvo que acercar el rostro para descifrarla, leyó: pizza cuatro quesos.
—Quiero una pizza cuatro quesos y para beber un agua —anunció y, al momento, la voz del hombre chilló:
—¡Perfecto! ¡Pues ahora solo queda paciencia y esperar que su deliciosa pizza quede preparada!
Muma se dio cuenta de una cosa: no tenía dinero, pero al instante descubrió que poco le importaba. Prefería no pagar nada en aquella isla del demonio, no quería hacer nada que beneficiara al Zaltor, aunque solo fueran unos míseros créditos. Poco a poco, una decisión importante se iba formando en su cabeza. Nada importaba que Zaltor le ofreciera a Nuna, pues ni de broma iba a ponerse bajo el mando de aquel dios del carajo.
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