287. Nadie
—Ya, Huesos. ¿Pero a quién vamos a preguntar? Este pueblo parece muerto... —dijo Muma y era bien cierto, ya no volaba por las calles ni un alma ni se escuchaba en los tejados y árboles el canto de los pájaros. Una tranquilidad antinatural había anidado en aquel pueblo sin nombre.
Huesos agitó la cabeza de un lado a otro y una risa escapó de su boca.
—¡Seguramente no haya nadie porque es hora de comer o algo por el estilo! Tampoco hay que ponerse en plan funesto, mira voy a llamar a esa casa que estoy seguro de que hay alguien —anunció y se acercó a paso largo al edificio cuadrado de cabellera vegetal, explosión de bosque que nacía cual tejado.
Huesos llamó a la puerta con el huesudo puño y espero con una paciencia que pronto se convertía en impaciencia porque nadie contestaba. Volvió a llamar y Muma sintió que nadie abriría, que las únicas personas que había en aquel pueblo eran Huesos y ella. Y no sabía si podría considerar al primero como tal.
—Esto es un poco de mala educación, ¿por qué no me abren si estoy llamando? ¿A ti te parece normal? ¡¿Pero cómo vamos a saber dónde está el idiota de Zaltor si nadie nos abre?! —decía el esqueleto y pulsó el timbre en una sucesión de movimientos rápidos al tiempo que Muma se acercaba a él.
—No te abre nada porque no hay nadie. Estamos solos en este pueblo —dijo Muma y la cabeza de Huesos giró de una manera que se la quedó mirando y eso que le daba la espalda, un escalofrío recorrió el espinazo de la rubia.
—¡Pero si antes vimos a un montón de gente! Vamos, no creo que los haya evacuado ni que fueran irreales. Es... no diría imposible, pero si improbable. ¡Abrid o juró por Helios que tiró la puerta abajo! —gritó Huesos, pero recibió de nuevo el silencio que tanto le picaba en el ánimo. Así pues, ni corto ni perezoso, sacó la espada de la vaina que le colgaba en la espalda y con un movimiento rápido cortó la puerta. Después entró en el interior de silencio y penumbra, nadie acudió a ver quién fue el desalmado que había tratado la puerta con tan poco respeto.
—Parece que no hay nadie... —dijo Huesos y Muma lanzó un resoplido, pero de todas formas entró en la casa porque había algo que tenía que hacer sí o sí.
—Voy a darme una ducha, no creas que es demasiado agradable estar así de manchada. Tú busca a ver si encuentras algo que nos diga dónde puede estar Zaltor, ¿vale?
Hueso asintió con la cabeza, a él le gustaba ser útil y no pensar demasiado. Así que recibir órdenes era una bendición.
—¡De acuerdo! Tú tómate tu tiempo y revisaré la casa de arriba abajo, seguro que encuentro alguna pista sobre dónde está la casa de ese imbécil —dijo el esqueleto con una seguridad un tanto infundada.
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