284. Escapar

 Muma miró el libro de carne, sintió de nuevo el asco por aquel tacto sudoroso que incluso apestaba. Pero en las páginas de aquel tomo se encontraba la salida de aquella isla del infierno, así que merecía la pena el estómago revuelto y además siempre cabía la posibilidad de que acabase junto a Nuna. Abrió la última página de libro y puso la mano sobre el hechizo de teletransporte.

—Ponte cerca de mí, Huesos. A menos que quieras quedarte en Zaltoria —le dijo Muma y el esqueleto se acercó a ella, había en él algo de tristeza en los movimientos de pies arrastrados.

—Sí... Aunque es una pena tener que marcharse tan pronto. Quiero matar a Zaltor, ¿cuánto tiempo pasará antes de que volvamos? —preguntó mirando las casitas cuadradas, la calle vacía ascendente en dirección al mar, el sol de la mañana... Aquel no parecía el lugar en donde dominaba un dios malvado, sino un sitio normal y corriente.

—Quién sabe, pero te aseguro de que volveremos y de que mataremos a Zaltor. Da igual que sea un dios —añadió Muma en un murmullo al tiempo que la magia blanca se introducía en el libro, la página comenzó a vibrar y un poderoso viento rodeó a la pareja, un viento del mismo color que aquella energía milagrosa. Por lo que en poco tiempo, lo único que podían ver Muma y Huesos era blancura.

El soplar perdió fuerza y ambos se encontraron en una calle vacía, que contenía el mismo estilo de casas cuadradas que el anterior paraje y sobre ellas vegetación de jardines cuidados.

—¿Eh? —A Huesos se le descolgó la mandíbula.

—Esto no es posible... —murmuró Muma, sintiendo un escalofrío. A pesar de que se habían teletransportado, continuaban en la misma isla de Zaltoria —. Puede ser que... es un hechizo como aleatorio, ¿puede ser que nos teletransportamos a la misma isla por causalidad?

—La causalidad existen, Muma. Pero teniendo en cuenta a quién nos enfrentamos, ¿de verdad crees que es una causalidad? —preguntó con tono sombrío el esqueleto y, por mucho que lo odiase, la rubia tuvo que darle la razón.

—Menuda mierda... —dijo, además no le quedaba más energía para intentar activar de nuevo el hechizo.

Bajó la mirada al libro y se quedó helada: en la portada ya no había corazón, sino la barbuda cara de Zaltor, sonriendo malvado gesto de satisfacción. Un grito agudo corrió de la boca de Muma y al momento lanzó el tomo al suelo, el viejo dios rompió en fuertes carcajadas, sentaban como verdaderas patadas en los tímpanos de Muma.

—¡¿De veras te creías que os dejaría marchar?!

Muma apuntó con la mano a Zaltor, en su palma chispeaba energía peligrosa. Tenía la sensación de que podía utilizarla para atacar al condenado libro.

—Juro que te voy a matar —dijo Muma.

—¿De verdad vas a hacerlo? Me sorprende un poco el odio que me tienes. ¿Qué se supone que te hice que sea tan imperdonable? Yo te salvé la vida. 

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