278. Criminal de mierda
Muma negó con la cabeza y el corazón le latía ofendido por aquella confusión. Tenía la verdad en su mano, pero en el rostro hostil de Matto no encontraba ningún deseo de comprender porque ya la había juzgado. De todas maneras, tenía que intentarlo.
—¡No sé por qué dice eso ahí, pero yo no intenté matarla! ¡Le salvé la vida, un pintor loco le quiso clavar un cuchillo y yo me puse en medio! ¡Casi me muero por salvar a la jodida reina! —gritaba exasperada Muma y la desesperación se volvía más grande al ver la pétrea expresión en el rostro de Matto: allí no había simpatía ni nada semejante.
—Los Agentes de Uno nunca se equivocan, si de verdad hubieras hecho eso lo que tengo en la mano sería imposible —dijo el gran hombre, agitando el papelucho defecado del infierno y un chillido histérico salió de la boca de Muma.
—Pero es cierto. Yo intenté salvarlo, tengo una cicatriz en la barriga que lo demuestra, puede enseñarla y... —Muma fue cortada por Rakno, apoyada contra la pared se encendía un cigarro.
—Y seguro que tienes una, pero a saber de qué pelea callejera ha salido —dijo y echó el humo directo a la cara de Muma, grandes fueron las ganas de darle una buena bofetada, pero no creyó que eso ayudaría demasiado a su causa.
—No te preocupes, tampoco es tan mala la situación —le dijo Sinno y la sonrisa de su rostro tranquilizó un poco a Muma, pero no demasiado porque la posibilidad de la cárcel y de la horca eran grande.
—¿Cómo? —preguntó con un hilo de voz.
—Uno respeta a Pax tanto que nos permitió abrir un Campo de Reeducación en la isla. Así que no tendrás que ir a la isla Uno, sino que podrás pasar el proceso aquí mismo. Y te podemos asegurar que nosotros no somos personas duras —dijo Sinno, sin bien la sonrisa tranquilizó un poco a Muma, aquellas palabras tuvieron el efecto de borrar toda la tranquilidad.
—Campo de Reeducación, ¡eso no suena bien! —gritó y miró el coche, en la parte trasera se encontraba el libro que la podría salvar de aquella situación, pero Sinno y Rakno se encontraba demasiado cerca de la puerta. La huida era imposible.
—Es mejor de lo que te mereces, asesina —dijo Matto, caída ya la máscara de amabilidad, había aparecido un hombre lleno de perjuicios.
—Vamos, no seamos tan duros. Todo el mundo comete errores, por eso existen las gomas de borrar —comentó Sinno.
—Yo no quiero ir a ningún Campo de Reeducación —dijo Muma, considerando a aquellos tres sujetos como enemigos.
—¿Y qué pretendes hacer, criminal de mierda? —le preguntó Matto.
—Lo que haré será coger mi libro e irme de esta isla del carajo, ¿cómo vais a detenerme? ¿No sois pacifistas? —preguntó Muma.
—Sí, no te vamos a golpear ni nada. Puedes intentar robar tu libro si quieres, zorra estúpida —soltó Rakno, pero sonreía y esa sonrisa no decía nada bueno.
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