271. Tranquilidad

 Fuera, el viento surcó su cabello corto, prado de hierba dorada en la cual las margaritas crecían vivas. Muma lanzó un suspiro y levantó los ojos al cielo de la mañana que ya había despertado, azul surcado de blanco y el viento que subía amablemente desde la calle abajo trayéndole olor salado de mar.

Cerró la puerta del vehículo y se apoyó en él, el coche se encontraba aparcado casi en la cumbre de una calle que corría hacia abajo adornada con edificios de baja altura cuya mayor peculiaridad es que en los tejados crecían jardines que daban pintas de colores aquella ciudad.

Poca gente caminaba por aquella calle y todos vestían de una manera semejante a Rakno y Sinno: ropas holgadas de colores claros, pantalones cortos y camisas con mangas del mismo estilo. Uno de ellos empujaba una silla de ruedas calles abajo y Muma, durante unos breves instantes, se preocupó por si perdía el agarre y el anciano se iba calle abajo hasta llegar a la playa.

Desde allí arriba se podía observar el mar abriéndose con una amplitud de posibilidades y aventuras, posibilidades y aventuras ahora reducidos a cero por la ausencia de Tunante y, lo que era peor, Nuna. Cerró los ojos y se vio de nuevo en el interior de la casita, incluso pudo oler durante unos instantes la nostalgia de la madera a la vez que sentía el deseo anhelante de volver a estar allí.

Y al abrir los ojos, se encontraba de nuevo en Pax. Al lado del coche, en lo alto de la larga calle cuyo suelo se encontraba formado por irregulares piedras, de superficie lisa. Entre las ranuras de las losas, aparecía en ocasiones hierba que quería ser libre.

Muma lanzó un suspiro cansado, desde que había llegado a ese mundo nunca tuvo un momento de paz y deseaba descansar aunque solo fuera unos momentos. Pero tercamente lo quería hacer junto a Nuna y eso era imposible para ella: el momento se había partido y por el momento era imposible juntar los pedazos.

La boca hipopótamo giró la cabeza para mirar a través de la ventanilla del coche el libro del corazón, nació el deseo de cogerlo y viajar de nuevo, intentar caer en el mismo lugar en que Nuna se encontraba. El pensamiento murió infértil, ya que aunque tuviera el libro entre sus manos y fuera capaz de activar el hechizo, ¿quién le iba a decir que conseguiría llegar junto a Nuna? Las posibilidades era bien pequeñas y no se veía con la suerte suficiente como para ganar la apuesta.

Muma pensó que quizás le vendría bien un período de descanso en aquella isla llamada Pax, puede que allí sería capaz de descansar y una vez hecho esto, a lo mejor se aclaraba las ideas y se le ocurría cómo volver junto a Nuna rápida y eficazmente. 

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